Macedonia del Norte y la ampliación incompleta de la UE
En los Balcanes Occidentales son cada vez menos los que confían en que la anhelada adhesión a la Unión Europea sea una realidad antes de 2030. La perpetua postergación de este largo proceso de integración revela más sobre la UE que sobre los países candidatos en cuestión. Macedonia del Norte, que en 2005 fue el primero en ganarse el estatus de candidato entre los países de los Balcanes Occidentales, es un claro ejemplo de cómo las agendas internas de los estados miembros acaban interfiriendo en el proceso de ampliación.
En el discurso sobre el estado de la Unión del pasado 23 de septiembre, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, fue rotunda: “El futuro de los Balcanes Occidentales está en nuestra Unión”. De hecho, su compromiso con la ampliación, desde su toma de posesión en 2019, ha sido superior al de su predecesor, Jean-Claude Juncker, que paralizó el proceso al inicio de su llegada al ejecutivo comunitario. Sin embargo, a pesar de que los mandatarios europeos proyectan una Europa “de 30+”, la realidad es que, desde la entrada de Croacia en 2013, la UE no ha sumado nuevos miembros. Los motivos oficiales que dan son diversos, aunque casi siempre se apunta a los problemas que presentan los países candidatos en materia de democracia, de gobernanza institucional o de estado de derecho, y a las tensiones regionales históricas que arrastran. En su visita a CIDOB del 14 de septiembre de 2023, el vicepresidente de la Comisión Europea, Margaritis Schinas, insistió: “Europa se ampliará. No es una pregunta, es una certeza”. Pero acto seguido, parafraseando a Winston Churchill, recordaba aquello de que “los Balcanes producen más historia de la que podemos consumir”. Aunque la Comisión se muestra convencida de que los Balcanes Occidentales se integrarán en la Unión, su mirada, sin embargo, sigue repleta de estereotipos y desaires. Las prioridades de Bruselas son otras y, en estos momentos, el debate sobre la futura ampliación se centra, sobre todo, en Ucrania y Moldavia.
En este contexto, la visión sobre la ampliación, desde los Balcanes Occidentales, es generalmente pesimista. Macedonia del Norte, por ejemplo, es candidata a la UE desde 2005. En 2009, la Comisión Europea recomendó la apertura de las negociaciones de adhesión, aunque condicionada a la resolución del conflicto sobre el nombre oficial del país que mantenía con Grecia, su vecino. En junio de 2018, el entonces primer ministro griego, Alexis Tsipras, y su homólogo macedonio, Zoran Zaev, llegaron a un acuerdo para renombrar el país como "República de Macedonia del Norte" y así evitar que, en un futuro, los macedonios pudieran reclamar parte del territorio de Grecia. El cambio de nombre oficial requería, además, una modificación de la constitución y su aprobación por dos terceras partes del Sobranie, el Parlamento.
Sin embargo, los problemas de Macedonia del Norte para entrar en la UE no acabaron tras el acuerdo con Grecia. En 2019, Alemania y Francia pidieron aplazar la apertura de las negociaciones. En 2020 fue Bulgaria, su otro vecino, quien vetó el arranque, debido a tensiones sobre identidad nacional y lengua entre ambos países. Bulgaria levantó el veto en 2022 pero exige a Macedonia del Norte reconocer que tanto su lengua como su identidad tienen origen búlgaro y que explicite la protección de la minoría búlgara en la constitución (mientras Bulgaria no reconoce la existencia de una minoría macedonia en su país). Para lograr esto, los macedonios deberán hacer otro cambio en la constitución que requiere un acuerdo amplio (de dos terceras partes del Parlamento) y que muchos consideran ofensivo.
“Las negociaciones de adhesión se han convertido en un proceso para satisfacer a los países europeos vecinos”, dijo un oficial del gobierno de Skopje en el diálogo entre think tanks de Macedonia del Norte y España que se celebró el 4 y 5 de junio de 2023. El miedo que tienen los macedonios es que, como ya sucedió tras el acuerdo con Grecia, aunque solucionen sus diferencias con Bulgaria y consigan aprobar el nuevo cambio constitucional, no hay garantías de que la UE acelere el proceso. En una entrevista reciente, Bujar Osmani, ministro de exteriores de Macedonia del Norte, se quejó de que los macedonios siguen haciendo concesiones pero no hay compromisos ni resultados por parte de la UE. Al contrario que en los círculos oficiales de Bruselas, en los que se pone el énfasis en las reformas necesarias de los países candidatos, los macedonios entienden que el proceso de adhesión poco tiene que ver ya con sus reformas.
En Macedonia del Norte se ha instalado la desconfianza. Políticos y analistas dirigen la mirada a los estados miembros y a sus distintas reticencias a ampliar el club comunitario como factor principal de este trabado proceso. Esta fue una de las principales conclusiones del diálogo entre think tanks del 4 y 5 de junio. “La credibilidad y legitimidad de la UE se está deteriorando entre los macedonios”, aseguró una investigadora del Instituto Prespa.
Macedonia se independizó de Yugoslavia en 1991 y entró a formar parte de las Naciones Unidas en 1993 bajo el nombre provisional de “Antigua República Yugoslava de Macedonia”. Es un país pequeño, sin litoral, de apenas dos millones de habitantes, y con una política exterior dependiente de Bruselas y Washington. Estuvo al borde del abismo en los primeros meses de 2001, con el conflicto armado que enfrentó a fuerzas separatistas de la minoría albanesa con las fuerzas de seguridad del Estado. Pero el conflicto se frenó a tiempo con la intervención internacional de la OTAN y la UE, y se firmó el acuerdo de paz de Ohrid. Desde entonces, Macedonia del Norte ha sido eminentemente pacífica. Las tensiones entre macedonios y albaneses se han resuelto con pactos entre partidos y coaliciones de gobierno. Y las manifestaciones de 2015 en contra del gobierno – turbulentas, pero pacíficas – terminaron con la dimisión y posterior condena por tráfico de influencias del hasta entonces primer ministro, Nikola Gruevski. La posibilidad de una integración europea y su ingreso en la OTAN, en marzo de 2022, siempre han servido de bálsamo para resolver diferencias internas. La clase política asume que la viabilidad del Estado depende de la entrada en el proyecto europeo. Sin embargo, crece la desconfianza en la UE entre la gente, a la vez que lo hacen las tesis nacionalistas y euroescépticas. Macedonia del Norte, como los demás países de los Balcanes Occidentales, quiere una mayor determinación por parte de la UE, que los estados miembros no están dispuestos a ofrecer.
Después de tantos años de dilación, la Unión Europea parece haber aceptado el coste de unos Balcanes Occidentales frustrados, inestables e inclinados a buscar apoyos fuera de la UE, mucho más que el desafío de imaginar a estos países como nuevos estados miembros, soberanos, capaces de disentir y con alianzas propias que disputan la hegemonía de la Unión. Cuando países como Hungría, Polonia o ahora Eslovaquia viran hacia postulados euroescépticos o incluso pro-rusos y desestabilizan la Unión desde dentro, llenan de razones a los que dudan de la ampliación. La Unión de 30+, como dijo el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, no será una realidad al menos hasta 2030.
Palabras clave: UE, ampliación, Balcanes Occidentales, Macedonia del Norte, Ucrania, 2030, adhesión, Bulgaria, desconfianza, 30+