Europa entra en fase desconocida
* Este artículo se publicó previamente en La Vanguardia
"Lo que no te mata, te hace más fuerte". Recuerden estas palabras pronunciadas por Donald Tusk, Presidente del Consejo Europeo, porque pasarán a formar parte de los libros de historia de la UE. Con el Brexit, el paradigma de sociedad abierta y cosmopolita que representa el Reino Unido se aleja del continente y deja la sensación de vacío emocional propia de cualquier ruptura sentimental. Seguiremos admirando a los británicos, pero de ahora en adelante nos consideraremos, en el mejor de los casos, socios y no hermanos de un proyecto político compartido.
El ideal de "una unión cada vez más estrecha" quedó malherido en las negociaciones del Consejo Europeo de febrero. El euroescepticismo se plasmó en un acuerdo político que desdibujaba la integración europea como destino final de los pueblos de Europa. Entonces se trataba de matar el principio para no llevarse por delante a la Unión. Hoy, la UE sigue sin estar ante un riesgo inminente de desaparición. Pero la pérdida de su segunda economía y los efectos del Brexit sobre los equilibrios entre estados miembros se harán notar en los próximos años.
La UE ya no es un proyecto que solamente conoce la vía de la integración y su ampliación a nuevos miembros. Después del Brexit, es también un ejercicio de deconstrucción efectiva, en el que por primera vez se activará la cláusula de salida de uno de sus estados por voluntad propia (el artículo 50 del Tratado de Lisboa). Tusk teme que ello mate a la Unión.
Pero por muy fuerte que sea la sacudida, el propósito último de la UE sigue vigente. Preservar la cooperación entre estados, el bienestar y la cohesión social de sus pueblos y su presencia global son objetivos imprescindibles. El ideal europeo, plasmado en la progresiva renuncia de la soberanía estatal a favor de mayores cuotas de cooperación internacional, sigue siendo un ejemplo único en las relaciones internacionales.
Ante ello, a la UE después del Brexit se le plantean dos escenarios: la salida suave del Reino Unido o la abrupta. En el primer caso, una vez activado el artículo 50, los 27 y Londres tratarán de dibujar una relación beneficiosa para ambas partes. Evitando fomentar una "Europa a la carta", se establecerá un nuevo marco de cooperación entre socios en el seno del Espacio Económico Europeo, con las menores trabas posibles al intercambio comercial y la libre circulación de trabajadores.
En este escenario, el Reino Unido se hallará en una situación parecida a la de partida, contribuyendo al presupuesto europeo y acatando las regulaciones europeas sin participar en la toma de decisiones. Sin embargo, se forjará un partenariado heredero de 40 años de cooperación efectiva. Entre tanto, la UE aprovechará para reformar su arquitectura institucional y crear un núcleo duro de Estados que plante cara a déficits estructurales: el déficit democrático, la construcción a medias de la Unión Económica y el apuntalamiento de la libre circulación de personas con una política de asilo común y la reforma de Schengen. Con uno menos, los 27 tendrán que ser capaces de superar la trampa institucional que confiere derecho de veto a cada uno de los Estados y se emplearán a fondo en reforzar un núcleo al que rodeen socios preferentes (el Reino Unido entre ellos).
El escenario de ruptura abrupta se traducirá en una pérdida de confianza mutua y el efecto llamada del referéndum Brexit a otros países de la UE. Países Bajos, Suecia, Dinamarca o incluso Francia se plantearán ejercicios similares, pero ante todo predominará la parálisis en las salas de reuniones de Bruselas. La división entre partidarios de dar al Reino Unido un buen trato y los que abogan por un correctivo se sumará a la herencia de las crisis del euro y de los refugiados: norte contra sur, este contra oeste.
La UE ha entrado en fase desconocida. Pero salir reforzados del shock del Brexit dependerá de cómo abordemos el debate político e institucional de fondo. Este probablemente requiera pasar de la lógica inexorable de la integración a la de la diversificación de la Unión.
D.L.: B-8439-2012