El H2Med y el Tratado de Barcelona, dos piezas en el puzle de la transformación energética

Opinion CIDOB 751
Publication date: 01/2023
Author:
Víctor Burguete, investigador sénior, CIDOB
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El H2Med y el Tratado de Barcelona son dos piezas de un gran puzle en la transformación del paradigma energético de Europa. La incertidumbre sobre la viabilidad económica de este proyecto de gasoducto de hidrógeno verde aún es enorme y hay importantes dudas sobre su regulación, gobernanza y su ajuste con los intereses geoeconómicos de otros actores. Si encajan las piezas, España dispondrá de una preciada fuente de competitividad y jugará un papel relevante en la soberanía y autonomía energética de Europa. Si fracasa, la península ibérica podría verse desconectada del espacio energético mediterráneo. 

Francia es el socio indispensable para cambiar el papel energético de España. El Tratado de Barcelona, firmado en la XXVII cumbre hispano-francesa celebrada en la ciudad Condal, eleva la relación entre estos dos países al máximo nivel, situación en la que ya se encuentran Alemania e Italia. El tratado debería facilitar la colaboración con Francia, el país que, históricamente, ha contribuido a que la península ibérica sea una isla en términos energéticos.

Sin embargo, el pasado diciembre, España, Portugal y Francia acordaron poner en marcha el proyecto de interconexión energética "H2Med", el primer corredor de hidrógeno renovable de la Unión Europea, capaz de transportar hasta el 10% del hidrógeno que consuma la UE en 2030. Este hidroducto podría convertir la península ibérica en “uno de los centros energéticos de Europa”, como ha asegurado la presidenta de la Comisión, Ursula von der Leyen. España, un país tradicionalmente importador de energía, podría así exportar y contribuir de forma relevante a la seguridad y autonomía energética de la UE.

La colaboración con Francia es imprescindible para poder garantizar la exportación de hidrógeno verde de la forma más económica posible. Hay que tener en cuenta que Francia deberá adaptar o construir las conexiones entre el puerto de Marsella hasta el centro de Europa para transportar el hidrógeno. Francia es lugar de paso y por tanto tiene la llave. Por otro lado, el gobierno francés podría priorizar el desarrollo de su propio hidrógeno a partir de energía nuclear (hidrógeno rosa) para abastecer su mercado interno y exportarlo de manera limitada, cubriendo así parte de la demanda energética no electrificable de sus vecinos. En positivo, la reciente incorporación de Alemania al proyecto debería asegurar la cooperación francesa. La alternativa al H2Med de construir un hidroducto submarino hasta Livorno (Italia) circunvalaría Francia, pero es más cara.

¿Qué más piezas se necesitan para que el H2Med sea un éxito? La siguiente es que la península ibérica produzca hidrógeno verde (todavía no lo hace) en suficiente cantidad para abastecer su demanda interna y generar un excedente para exportarlo. España tiene la oportunidad de lograrlo gracias a su fuerte desarrollo en renovables, su competitividad económica en la generación de esta energía y el apoyo público, entre el que destacan los fondos europeos Next Generation EU.

La pieza clave es que el hidrógeno verde tenga sentido económico. A corto plazo, el hidrógeno deberá consumirse cerca de donde se produce, por lo que para 2030 los costes de producción de hidrógeno deberán haberse reducido hasta el punto de que tenga sentido su exportación. Cuánto más barata sea la producción de hidrógeno verde, mejor podrá competir con el hidrógeno procedente de otras zonas geográficas y con otras fuentes de energía. El hidrógeno verde siempre será más caro que las renovables, ya que no deja de ser una energía renovable que se transforma, almacena y transporta antes de su uso. Pero sí puede ser más barata que otras tecnologías más contaminantes como el gas natural y el carbón en función del descenso de los costes de la producción y el almacenaje del hidrógeno, y el aumento de los costes de las energías fósiles (p.ej. mediante el aumento del precio del CO2 o el ajuste de carbono en frontera).

Actualmente China es el mayor productor de hidrógeno del mundo, fabrica también el 40% de las máquinas para producir hidrógeno (electrolizadores) a nivel global, su tecnología es la más barata (aunque no la más eficiente) y un reciente informe de BNEF alerta que el país podría tener una posición dominante en las cadenas de valor a finales de la década. Para evitar que ocurra lo mismo que sucedió con la energía solar, donde la preponderancia de China en la producción de paneles solares es abrumadora, Estados Unidos ha concedido importantes rebajas fiscales a las empresas productoras de hidrógeno. En Europa, para lograr los objetivos marcados, también será necesario mantener el amplio respaldo público para encontrar procesos de extracción de hidrógeno más baratos. Además, es necesaria una mayor flexibilidad del marco de ayudas de estado (como han demostrado los problemas para desplegar los fondos Next Generation EU), una mayor claridad normativa que aborde temas como la definición del hidrógeno verde y la certificación de origen, y la fijación de un marco de gobernanza (que determine, por ejemplo, si la importación de tecnología China para producir hidrógeno podría ser considerada o no contraria a los intereses estratégicos de la UE).

España debería optar por desarrollar sus propias cadenas de valor y cooperar con países afines teniendo en cuenta las consideraciones estratégicas a nivel europeo. Un H2Med abierto a otros países, por ejemplo con un ramal hacia Europa central y oriental, como ha dejado entrever el presidente de Francia, dotaría de un mayor peso a la península ibérica en la autonomía energética de Europa. Por otro lado, la existencia del H2Med impactará también en las relaciones con el Norte de África, al estar esta región extraordinariamente bien posicionada para producir hidrógeno (verde en el caso de Marruecos; y azul -de origen fósil con captura de carbono-, inicialmente, en el caso de Argelia). Ambos países competirán por colocar sus exportaciones de hidrógeno en la UE.

Paralelamente, los países mediterráneos, entre los que se encuentra España, explorarán la vía de exportación marítima para competir en un mercado global con otros grandes productores, entre los que destacarán los situados en Oriente Medio. A largo plazo, el mercado podría funcionar de forma similar al del gas natural hoy en día, con una parte segmentada (productores y consumidores conectados por tuberías) y otra global conectada a través del transporte marítimo.

La incertidumbre sobre la viabilidad de este proyecto aún es enorme, por lo que no se debe dejar en segundo plano otros proyectos de interconexión energética en discusión. La apuesta es ambiciosa y, si no tiene éxito, España podría acabar importando hidrógeno de Francia (el H2Med puede funcionar en ambas direcciones) y del norte de África, aumentando su dependencia frente a los vecinos, y ver a Italia convertirse en el principal hub energético del sur de Europa.

Las regiones tienen también un importante papel, como muestra que Aragón sea una de las cuatro regiones líderes de Europa en hidrógeno. Cataluña, y en especial Barcelona, tiene la oportunidad de situarse en el centro del mapa energético del sur de Europa y beneficiarse de la amplia disponibilidad de una nueva fuente de energía para acelerar su descarbonización. El proyecto debería facilitar, además, la creación de puestos de trabajo, la financiación para la mejora de la infraestructura portuaria y la atracción de I+D+i.

Palabras clave: H2Med, energía, España, Francia, Alemania, UE, hidrógeno verde, hidroducto, interconexión, Next Generation EU, renovables, China