La cooperación espacial en la relación Unión Europea-América Latina

Notes internacionals CIDOB_318
Publication date: 05/2025
Author:
Juan Pablo Soriano, profesor lector en Relaciones Internacionales, Universitat Autònoma de Barcelona y Maria Castells, gestora de proyectos de transferencia de tecnología e innovación, Knowledge Innovation Market
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En un escenario internacional cada vez más polarizado, la cooperación espacial entre la Unión Europea y América Latina podría ofrecer un modelo basado en el multilateralismo, la soberanía tecnológica y la defensa de un orden internacional abierto y equilibrado. 

El auge del sector NewSpace —innovación espacial liderada por startups y empresas— abre oportunidades birregionales para dinamizar ecosistemas tecnológicos, generar empleo y ampliar mercados. 

El cambio climático, la gestión de desastres y la seguridad alimentaria exigen alianzas espaciales birregionales sólidas para afrontar retos comunes, integrando capacidades tecnológicas, infraestructuras compartidas y uso estratégico de datos satelitales. 

El espacio se ha convertido en un eje estratégico del desarrollo tecnológico, económico y geopolítico global. La creciente competencia entre actores clave, como Estados Unidos y China, ha transformado el ecosistema espacial en un ámbito donde convergen intereses de seguridad, comercio, innovación y diplomacia. En este contexto, la cooperación entre la Unión Europea (UE) y América Latina y el Caribe (ALC) adquiere nueva relevancia, con potencial para reforzar su autonomía, promover una agenda compartida de desarrollo sostenible y reducir brechas tecnológicas. Ambas regiones comparten prioridades como la gestión de desastres, la conectividad digital y la resiliencia climática. Las tecnologías espaciales, como los sistemas de navegación y observación por satélite, permiten recopilar y analizar datos que son esenciales para una toma de decisiones más informada por parte de actores públicos y privados. Estas aplicaciones también facilitan la optimización de cadenas de suministro y la protección de infraestructuras críticas.

La creciente relevancia de la «geopolítica del espacio» es innegable, con actores como Estados Unidos y China consolidándose como potencias en la carrera por el liderazgo espacial. Esta nueva etapa, influida por el fenómeno del NewSpacese caracteriza por la expansión del sector privado en el desarrollo de tecnologías espaciales1. Es un nuevo enfoque que impulsa la innovación, reduce costes y promueve la colaboración público-privada, transformando lo que antes era una industria dominada por agencias estatales. Empresas europeas, como Airbus, Thales y Leonardo, bajo la lógica de la «autonomía estratégica», buscan competir con la industria estadounidense, liderada en la actualidad por el magnate Elon Musk y sus compañías SpaceX y Starlink. De esta forma, a medida que las iniciativas privadas surgen como alternativas viables a los actores espaciales tradicionales (estados y sus agencias nacionales), la competencia por el dominio del espacio entre las grandes potencias se ha intensificado. Por ello, las tecnologías espaciales –incluidas las redes de satélites y los sistemas de propulsión– y la potencial militarización del espacio2 se han vinculado estrechamente con la seguridad nacional, los intereses económicos y la influencia estratégica de los estados. Esto se debe, en particular, a la naturaleza dual de los elementos e infraestructuras espaciales, es decir, la posibilidad de emplearlos tanto con fines civiles como militares.

El segundo mandato de Donald Trump, iniciado en enero de 2025, ha intensificado las tensiones comerciales y de seguridad entre Estados Unidos y la UE, debilitando la cooperación transatlántica e internacional. La reactivación de aranceles y el enfoque proteccionista han acelerado la necesidad de que Europa avance hacia una mayor autonomía estratégica, en particular en el ámbito espacial. En este contexto, garantizar el acceso a tecnologías críticas y reducir la dependencia de servicios estadounidenses se ha vuelto esencial para alcanzar la soberanía tecnológica europea. Por su parte,  América Latina, históricamente dependiente de tecnología espacial extranjera, ha comenzado a posicionarse en este ámbito mediante alianzas estratégicas con actores globales, incluida la UE. En los últimos años, los países de ALC han experimentado un crecimiento significativo en su infraestructura espacial, con países como Brasil, Argentina y México desarrollando sus capacidades para construir satélites, con el establecimiento de varias agencias espaciales nacionales y con la creación, en 2021, de la Agencia Latinoamericana y Caribeña del Espacio (ALCE).

Ante este escenario, la cooperación UE-ALC en el sector espacial no solo responde a intereses individuales de ambas regiones, sino que también abre la puerta a una mayor diversificación del panorama espacial, promoviendo un desarrollo más equitativo para reducir la brecha tecnológica en un entorno internacional cada vez más competitivo. Además, se establece una agenda que reviste especial importancia para España, la cual, como actor clave en la UE, puede contribuir significativamente a la cooperación birregional gracias a su experiencia espacial y a sus estrechos lazos con América Latina. Esta cooperación también puede fortalecer los vínculos diplomáticos y comerciales de España con la región, abriendo oportunidades en campos como la economía, la seguridad, la ciencia y la educación.

Panorama estratégico del espacio en ALC

El desarrollo del sector espacial en ALC ha seguido una evolución fragmentada pero constante. Desde los lanzamientos de satélites experimentales en la década de 1950 hasta la consolidación de programas satelitales en países como Brasil y Argentina, la región ha transitado de una etapa dominada por actitudes nacionalistas respecto a las tecnologías espaciales, hacia una agenda más técnica, cooperativa y estratégica. En los años sesenta y setenta del siglo pasado, surgieron las primeras instituciones nacionales que se ocupaban del tema espacial en Argentina (1960), en Brasil (1961) y en México (1962), entre otros. El despegue llegó en la década de 1990, con el lanzamiento de satélites propios, como el SAC-B argentino (1996) y el CBERS-1 brasileño-chino (1999), junto con la creación de agencias como la Comisión Nacional de Actividades Espaciales (CONAE) de Argentina, creada en 1991, y la Agência Espacial Brasileira (AEB) creada en 1994. No obstante, las brechas en infraestructura, gobernanza y financiación siguen limitando el despliegue de políticas espaciales sostenibles en la región.

Además de las agencias argentina y brasileña, ALC tiene otras agencias consolidadas: la Agencia Espacial Mexicana (AEM) creada 2010; la Agencia Boliviana Espacial (ABE), establecida en 2010; y la Comisión Nacional de Investigación y Desarrollo Aeroespacial (CONIDA) del Perú, creada en 1974. Brasil lidera en inversión y alberga el Centro de Lanzamiento de Alcântara, una de las infraestructuras clave de la región. Argentina dispone del Centro Espacial Teófilo Tabanera y de una destacada industria. México tiene una industria aeroespacial en expansión y ha lanzado nanosatélites con Japón y Estados Unidos. Perú planea construir un puerto espacial con apoyo estadounidense, mientras Bolivia opera la Estación Terrena de Amachuma con apoyo de China. Sin embargo, ALC carece de plataformas de lanzamiento plenamente operativas y de sistemas de navegación propios, lo que refuerza su dependencia tecnológica de actores externos

Asimismo, ALC ha desarrollado programas de observación terrestre, comunicaciones y monitoreo climático. Al respecto, destacan el programa argentino SAOCOM, centrado en la gestión de recursos naturales, y los satélites CBERS y Amazonia-1 de Brasil. También sobresalen proyectos como el Centro de Observación Geoespacial en Trinidad y Tobago, promovido por México, y diversas iniciativas climáticas que utilizan datos del programa Copernicus de la UE. En el ámbito regional, en 2020 se firmó la declaración de creación de la ALCE, formalizada en 2021 con el impulso de México y Argentina y el respaldo de la Comunidad de Estados Latinoamericanos y Caribeños (CELAC). ALCE busca coordinar capacidades técnicas, formación de talento y promover la cooperación internacional. Sin embargo, la falta de ratificación por parte de países clave como Brasil, Chile y Colombia, junto con diferencias de prioridades nacionales, ha dificultado su consolidación.

El ecosistema NewSpace de ALC muestra un creciente dinamismo. Startups como Satellogic en Argentina, Space JLTZ en México, y Visiona  en Brasil, desarrollan constelaciones de nanosatélites, plataformas de datos y soluciones de observación remota. Esta industria responde a necesidades de conectividad, agricultura, gestión de desastres y seguridad pública. Sin embargo, la escasa financiación local, la debilidad regulatoria y la falta de políticas coherentes limitan su expansión. Por su parte, Brasil, Chile, Colombia, Ecuador, México y Perú participan en el programa Artemis de la agencia espacial estadounidense NASA, mientras que Argentina y Brasil mantienen lazos históricos con dicha agencia. China ha lanzado satélites para BoliviaVenezuela, y ha construido una base de seguimiento satelital en Neuquén (Argentina), lo que ha generado tensiones con Estados Unidos Estas alianzas han acelerado el desarrollo tecnológico, pero también han creado dependencias estructurales y fragmentado el ecosistema espacial regional, al introducir sistemas como el BeiDou chino, frente al GPS estadounidense.

Panorama estratégico del espacio en la UE  

El enfoque europeo del sector espacial estuvo históricamente marcado por iniciativas nacionales dispersas. Durante la Guerra Fría, los científicos europeos comprendieron que los esfuerzos individuales no bastaban frente a las superpotencias. Así, surgió la idea de una organización multilateral puramente científica para la investigación espacial, la Agencia Espacial Europea (ESA), creada en 1975 e inspirada en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN). Desde entonces, Europa ha avanzado constantemente en infraestructura espacial: telecomunicaciones, navegación por satélite y observación terrestre.

En los años noventa, el interés por el espacio recuperó impulso cuando nuevos actores se sumaron al escenario internacional, superando la lógica bipolar de la Guerra Fría. Las actividades espaciales fueron vistas como clave para el desarrollo tecnológico y la recuperación económica e industrial. En el año 2000, la Comisión Europea y la ESA lanzaron una estrategia conjunta y, en 2003, una política espacial. En 2016, la Comisión, con una ambición renovada y mayores capacidades, presentó una nueva estrategia espacial que destacaba el potencial aún sin explotar del sector. Más adelante, en 2023, la UE adoptó su primera Estrategia Espacial para la Seguridad y la Defensa, en la que se identificaba así misma como una «potencia espacial global» en un entorno de creciente competencia geopolítica. En la actualidad, la UE prioriza proteger sus activos espaciales, disuadir amenazas y fortalecer su autonomía. Las tecnologías espaciales son claves para políticas como la defensa, el cambio climático, la migración y la competitividad digital. El espacio ha sido definido como un factor clave para la autonomía estratégica de la UE y sus estados miembros.

De esta forma, en las últimas décadas, la UE ha transformado su política espacial para aumentar su presencia en el espacio y reducir su dependencia de Estados Unidos y China. En 2021, Josep Borrell, alto representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, subrayó que «sin autonomía estratégica en el espacio, no puede haber autonomía estratégica en la Tierra». Actualmente, la gobernanza espacial europea se desarrolla en tres niveles: supranacional, con la Comisión Europea y la Agencia de la UE para el Programa Espacial (EUSPA), encargadas de la gestión y seguridad; intergubernamental, con la ESA liderando la investigación y proyectos emblemáticos como Copernicus (observación terrestre) y Galileo (sistema de navegación por satélite), y entidades como la Organización Europea para la Explotación de Satélites Meteorológicos (EUMETSAT); y, nacional, en el que los estados miembros aportan capacidades técnicas y apoyo institucional.

Aunque la UE no ha militarizado formalmente su estrategia espacial, sí ha adoptado una postura más asertiva para proteger sus intereses en un entorno global de creciente incertidumbre estratégica. Sin embargo, una independencia total implicaría riesgos: alejarse del multilateralismo y adoptar una visión más cerrada. Por ello, su apuesta por una autonomía estratégica equilibrada, abierta a la cooperación y basada en normas comunes, será crucial para consolidarse como actor global responsable en el uso del espacio.

Cooperación espacial y proyección geopolítica: una agenda estratégica para la UE y ALC

La cooperación espacial entre la UE y ALC ha pasado de vínculos técnicos dispersos a una agenda más estructurada, centrada en intereses estratégicos compartidos. Este giro responde a la creciente interdependencia tecnológica, al interés mutuo en abordar desafíos globales –como el cambio climático, la digitalización y la seguridad– y a la voluntad política de consolidar una asociación birregional más equilibrada. La convergencia de prioridades ha creado un terreno fértil para expandir la cooperación birregional espacial. Se han firmado acuerdos entre la ESA y agencias de Argentina (2002), Brasil (2002) y México (2023), que establecen mecanismos de asistencia técnica y participación en programas científicos. Un hito importante fue el acuerdo de 2018 entre Brasil y la UE, que facilitó el acceso de los países iberoamericanos a los datos del programa Copernicus.

La creación de ALCE en 2021 marcó una nueva etapa, con la ambición de que esta institución se convirtiera en un nodo de articulación regional y de la región con otros socios internacionales. Foros como la Cumbre UE–CELAC han sido clave para institucionalizar el diálogo político de alto nivel y respaldar iniciativas tecnológicas. En la Cumbre UE-CELAC de 2023, se presentó una hoja de ruta birregional para el periodo 2023-2025, que prevé eventos conjuntos sobre políticas espaciales. Además, destacan iniciativas como los centros regionales de Copernicus ALC en PanamáChile, que refuerzan el monitoreo ambiental y la prevención de desastres. El programa BELLA II, lanzado en 2022, mejora la conectividad birregional mediante fibra óptica submarina, facilitando el intercambio de datos espaciales en tiempo real. La Alianza Digital UE–ALC, fortalecida en 2023, incorpora el espacio como eje estratégico de la cooperación digital. Esta plataforma promueve un marco de colaboración integral en temas digitales y espaciales, y contempla sinergias con la ALCE. La Alianza se articula con el instrumento Global Gateway, que prevé hasta 45.000 millones de euros en inversiones en ALC hasta 2027, parte de los cuales se destinarán a infraestructura espacial, a formación y a conectividad. Y el programa Horizonte Europa ha financiado proyectos conjuntos en observación terrestre, seguridad climática y aplicaciones para el desarrollo urbano y rural sostenible.

UE y ALC coinciden en el uso pacífico del espacio y el multilateralismo, lo que facilita la cooperación en normas, regulaciones e intercambio de datos. Esta convergencia puede reforzar la coordinación en foros multilaterales, como la Comisión sobre la Utilización del Espacio Ultraterrestre con Fines Pacíficos (COPUOS, por sus siglas en inglés) de las Naciones Unidas. Asimismo, esta convergencia podría facilitar el uso compartido de infraestructuras y promover la interoperabilidad entre sistemas espaciales. Al respecto, más allá de los vínculos existentes, hay un amplio margen para consolidar una cooperación regional ambiciosa y sostenible que beneficie a ambas regiones en un escenario de competencia global. 

A continuación, se identifican algunas oportunidades y algunos retos para la cooperación UE-ALC en el sector espacial:

Oportunidades para una agenda espacial birregional

  • Diversificación estratégica ante la competencia global. La creciente rivalidad entre China y Estados Unidos ofrece a la UE y ALC incentivos para diversificar sus alianzas. La cooperación UE-ALC puede proponer un modelo alternativo basado en el multilateralismo, las tecnologías civiles y la autonomía, evitando la fragmentación de la gobernanza espacial. 

  • Monitoreo ambiental y seguridad multidimensional. Ambas regiones comparten el interés en la sostenibilidad y la vigilancia climática. Programas como Copernicus pueden fortalecer la resiliencia climática de ambas regiones, y mejorar la gestión de desastres, de la agricultura sostenible y de la conservación de la biodiversidad. El uso compartido de datos satelitales permitiría vigilar zonas remotas, como la Amazonía, optimizar la planificación urbana y territorial mediante el análisis de datos ambientales y demográficos. Estos sistemas además pueden aportar información relevante para enfrentar desafíos de seguridad, como el tráfico y la trata de personas, el tráfico de drogas, la pesca y la minería ilegales, o la protección de recursos estratégicos.

  • Crecimiento del NewSpace en ALC. El surgimiento del NewSpace en ALC abre nuevas oportunidades de cooperación con la UE en transferencia e innovación tecnológica, así como en incubación empresarial. Programas como Horizonte Europa, Global Gateway y la Alianza Digital UE_ALC deben fortalecerse para conectar más ambos ecosistemas.

  • Desarrollo conjunto de infraestructuras. La cooperación en infraestructura espacial ofrece beneficios mutuos. La UE dispone de capacidades tecnológicas, institucionales e industriales consolidadas (ESA, Copernicus, Galileo, IRIS²), mientras que ALC aporta ventajas geográficas, talento científico emergente y un mercado creciente de servicios satelitales. La cooperación permitiría avanzar en la fabricación conjunta de satélites, estaciones terrestres compartidas y transferencia tecnológica.

  • Asociaciones institucionales y desarrollo de capacidades. La experiencia técnica de la UE, puede ser un apoyo fundamental para el desarrollo de la Agencia Latinoamericana y Caribeña del Espacio (ALCE). Las agencias nacionales de España, FranciaPortugal ya colaboran con la ALCE, promoviendo buenas prácticas en sectores como agricultura y ciudades inteligentes.

  • España en la agenda espacial birregional. El sector espacial de España ocupa la cuarta posición en relevancia dentro de la UE, situándose únicamente por detrás de Alemania, Francia e Italia. Una cooperación espacial más estrecha entre la UE y América Latina puede beneficiar a España en los niveles económico, tecnológico y estratégico. Su industria espacial, con vínculos ya existentes en la región, puede ampliar mercados y consolidarse como proveedor tecnológico. El auge del NewSpace español encuentra en América Latina un entorno ideal para desplegar soluciones aeroespaciales. Gracias a sus lazos históricos y diplomáticos, España puede actuar como un puente estratégico, facilitando la integración regional en programas europeos y promoviendo redes de innovación entre universidades, centros de I+D y empresas. Además, puede impulsar la cooperación institucional y política birregional, liderar la consolidación de la ALCE como interlocutor regional y posicionarse como motor de una alianza espacial UE-ALC.

Retos estructurales y geopolíticos para una alianza espacial sostenible

  • Cooperación en un entorno polarizado. La intensificación de la competencia geopolítica en cuestiones espaciales puede dificultar a ambas regiones mantener la neutralidad, y puede profundizar la fragmentación de los ecosistemas aeroespaciales. Las posibles alineaciones con China o Estados Unidos podría debilitar la cooperación UE-ALC, afectando la sostenibilidad de una estrategia común. Para preservar la confianza entre actores públicos y privados en la UE y en ALC, se debería proponer un modelo técnico e inclusivo, alejado de alineamientos políticos. 

  • Aranceles estadounidenses y cooperación UE-ALC en el ámbito espacial. La imposición de aranceles por parte de Estados Unidos sobre acero, aluminio y minerales críticos3 ha encarecido materiales esenciales para la industria espacial, afectando la cadena de suministro global y elevando los costes de producción de satélites, lanzadores y otros componentes clave. Esto factiblemente generará retrasos en proyectos, mayores tarifas de lanzamientos y una creciente incertidumbre económica. Sin embargo, este contexto también representa una oportunidad estratégica. Si la UE y ALC evitan replicar estas medidas proteccionistas, pueden fortalecer sus vínculos económicos y tecnológicos en el ámbito espacial. Apostar por cadenas de suministro diversificadas, producción conjunta y mayor cooperación tecnológica permitirá comenzar a reducir la dependencia de Estados Unidos, impulsar la resiliencia industrial y consolidar un ecosistema espacial birregional más competitivo y sostenible.

  • Diferencias regulatorias en el sector NewSpace. La UE aplica normas estrictas sobre protección de datos, adquisiciones y tecnologías de doble uso. Muchos actores del NewSpace en ALC carecen aún de marcos jurídicos sólidos para ajustarse a esos estándares. Esto puede dificultar la cooperación empresarial y limitar el desarrollo de proyectos conjuntos.

  • Consolidación de la ALCE como socio funcional. Reforzar la ALCE debe ser parte de la estrategia europea para contar con un interlocutor regional estable en la agenda espacial. Aunque cuenta con cierto respaldo político, el principal reto de la ALCE es la fragmentación regional. Además, deberá consolidar su estructura institucional, resolver cuestiones de financiación y que más estados participen de manera definitiva, ya que países clave como Brasil, Chile y Colombia siguen sin ratificar su membresía e integrarse

Hacia una alianza espacial birregional con visión de futuro

La cooperación espacial UE-LAC tiene el potencial de convertirse en un factor transformador de su relación estratégica. En un contexto global definido por la competencia geopolítica, la transición tecnológica y el auge del NewSpace, ambas regiones tienen la oportunidad de consolidar una alianza duradera que combine capacidades técnicas, intereses comunes y valores compartidos.

Por ello, fortalecer la cooperación en áreas clave –como la sostenibilidad ambiental, la innovación tecnológica y la autonomía estratégica– permitiría a ambas regiones estar en una mejor situación para afrontar desafíos globales como el cambio climático, la seguridad o la gestión de recursos naturales. El futuro pasa por fomentar un ecosistema espacial birregional más resiliente, inclusivo y orientado a la innovación, con un papel destacado de las startups y pymes. España, por su posición geográfica, institucional y diplomática, está llamada a desempeñar un papel articulador de esta alianza. Puede actuar como puente político y tecnológico, promoviendo marcos de cooperación más integradores y facilitando la participación latinoamericana en programas europeos.

Sin embargo, será esencial superar los obstáculos que persisten: barreras regulatorias, tensiones comerciales y debilidades institucionales que limitan la consolidación de actores regionales como la ALCE. Estos desafíos deben abordarse con voluntad política sostenida y mecanismos concretos de cooperación técnica, financiera y normativa. 

Las cumbres UE-CELAC ofrecen una plataforma privilegiada para proyectar esta agenda. La cita prevista en Colombia, para finales de 2025, podría ser el punto de inflexión para establecer una hoja de ruta birregional en materia espacial. Avanzar hacia una gobernanza compartida del espacio, con enfoque multilateral y sostenible, no solo es posible, sino necesario.                                                                                            

Notas:

1- El NewSpace es una nueva dinámica del sector espacial que se consolida a partir de la década de 2010, caracterizada por la creciente participación de empresas privadas, startups y actores no tradicionales en el desarrollo de tecnologías, servicios e infraestructuras espaciales.

2- Es importante enfatizar que el Tratado sobre el Espacio Ultraterrestre de 1967 prohíbe colocar armas nucleares o de destrucción masiva en órbita o en cuerpos celestes, y establece que la exploración espacial debe realizarse con fines pacíficos. Aunque no prohíbe explícitamente las armas convencionales, limita la instalación de bases militares en el espacio. Además, conforme a la Carta de las Naciones Unidas, se prohíbe el uso de la fuerza en las relaciones internacionales, lo que también se aplica a las actividades espaciales, reforzando la necesidad de evitar una carrera armamentista en este ámbito.

3- A fecha de mayo de 2025.

DOI: https://doi.org/10.24241/NotesInt.2025/318/es

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