Confrontar la ‘internacional populista’
*Este artículo fue publicado previamente en El Periódico
Muchos respiran aliviados. La victoria del liberal-conservador Mark Rutte en las elecciones holandesas ahuyenta el fantasma de Geert Wilders. Como hizo en su momento Van Der Bellen al imponerse a Hofer en las presidenciales austríacas. Europa, arrastrada mediáticamente por el fenómeno populista, ve en el segundo puesto del Partido para la Libertad de Wilders un buen presagio de cara a las presidenciales francesas, la verdadera batalla para el futuro de la UE. Pero detengámonos un momento en esta ‘derrota’ de Wilders.
Atendiéndonos a las cifras, un 13% del voto es muy poca cosa comparado con el eco mediático que ha generado el fenómeno de la extrema derecha populista, tanto en Holanda como Europa. Nadie preveía que Wilders llegaría al Gobierno, al ser necesario para conformar mayorías el apoyo de muchos partidos que ya habían descartado este escenario. Pero aun así, Wilders ha conseguido condicionar la campaña del liberal-conservador Rutte, endureciendo su posición sobre la inmigración y el Islam. En su momento, también el UKIP condicionó la agenda de los conservadores británicos en el ‘brexit’, el ‘Tea Party’ la de los republicanos y Trump o incluso Marine Le Pen la de la gestión de los atentados terroristas en Francia por parte del gobierno socialista de Manuel Valls.
En Holanda, frente a este endurecimiento del discurso, han subido con fuerza partidos proeuropeos y prosociedades abiertas, como los verdes o socioliberales del D66, que suman un 21% de los votos. Ante la revolución política de nuestros tiempos, parece fraguarse una nueva división entre los partidarios de sociedades cerradas y abiertas. Entre los que tienen como enemigo común al islam, la inmigración, los refugiados o Europa y los que ven en las sociedades abiertas, cosmopolitas e integradas en la UE la respuesta de futuro.
La ‘internacional populista’ de Wilders, UKIP, Trump o Le Pen ha entendido que debía articular discursos parecidos para condicionar la política occidental y no ser sólo “outsiders” que encarnan el voto protesta. Lo novedoso está precisamente en esta articulación discursiva transnacional. Articulación porque entienden que la unión hace la fuerza y que hay que dejar de lado antiguas batallas fratricidas. Discursiva porque buscan combinar una ideología antiestablishment con recetas concretas para el “pueblo”. Y transnacional porque saben que la política de hoy es global, no solo local, así que hay que profundizar el debate abierto-cerrado con alianzas internacionales.
Pero lo que la ‘internacional populista’ representa es sólo una cara de la moneda. Wilders ha conseguido modificar la agenda política de fuerzas de centro, pero también generar su propio antídoto. Otorgamos una victoria anticipada a Wilders comprando su retórica y dándole un eco inmerecido, pero la defensa de las sociedades abiertas y la UE han convencido a una parte mayor de la ciudadanía holandesa. Es el momento de confrontar discursos, no adaptarlos.
D.L.: B-8439-2012