Colombia se juega la paz en un voto
Colombia se enfrenta, por fin, al reto de la paz. Tras casi sesenta años de conflicto y más de siete millones de víctimas, la sociedad colombiana debe decidir por qué apuesta. De momento, la pacificación está a merced de la siguiente pregunta: "¿Apoya usted el acuerdo final para la terminación del conflicto y la construcción de una paz estable y duradera?". Con un “Sí”, los colombianos legitimarán la intensa negociación llevada a cabo en La Habana en los últimos cuatro años y la implementación del acuerdo final anunciado el pasado 24 de agosto. Con un “No”, los colombianos asestarán un duro golpe a la mesa de negociación del que sería difícil reponerse. Es decir, Colombia debe decidir qué tipo de sociedad quiere ser y qué camino debe seguir.
Las últimas encuestas publicadas por los medios de comunicación del país dejan entrever una victoria del “Sí” y un aumento de la participación. Desde el 26 de agosto, la intención de voto favorable ha subido del 39 a casi un 70 por ciento, el respaldo al “No” ha variado entre el 28 y el 32 por ciento según las encuestas, mientras que el porcentaje de abstención se ha desplomado del 22 por ciento inicial a menos de un 3, según la encuesta realizada por el periódico El Tiempo y W Radio en las últimas semanas. En esta última encuesta cabe recalcar la dimensión regional del voto. Así, el “Sí” es la opción más valorada en el norte del país, con más de un 70 por ciento de apoyo frente a un 23 por ciento en contra. La opción del “Sí” también gana en la región noroccidental con un 52 por ciento frente a un 42 en contra. En la zona suroccidental, el voto favorable alcanza el 70 por ciento, mientras que el rechazo no llega al 25. Por lo tanto, y según esta encuesta, el respaldo al acuerdo gana en las regiones más afectadas históricamente por el conflicto armado.
A pesar de los pronósticos favorables, los partidarios del “Sí” se muestran cautos. Para que el acuerdo sea aprobado debe obtener un umbral electoral del 13 por ciento. Es decir, un total de 4.396.626 votos. Según un comunicado de la Corte Constitucional de Colombia, publicado el 18 de julio de este año, en caso de que el resultado del plebiscito fuera negativo “el efecto sería la imposibilidad jurídica de implementar el acuerdo final comprendido como una política pública específica”. Sin embargo, añaden que seguirían manteniéndose “las facultades del presidente para mantener el orden público incluso a través de la negociación con grupos armados ilegales, tendiente a lograr acuerdos de paz”.
Más allá de consideraciones legales y encuestas, esta campaña por la paz refleja tres problemas fundamentales recurrentes en Colombia: la polarización social y política del país, la desconfianza de los colombianos hacia las FARC-EP y el reto de llevar a cabo una pedagogía de la paz a contrarreloj. Máxime teniendo en cuenta que el Gobierno necesita empezar a implementar los acuerdos antes de las próximas elecciones presidenciales en mayo de 2018.
La brecha entre aquellos que apoyan el proceso de paz y aquellos que están en contra no es ninguna novedad. La campaña presidencial de 2014 ya fue un claro ejemplo de ello. Pero resulta novedoso, en cambio, que esta disputa enconada haya arraigado en el día a día de los colombianos. Cada vez son más frecuentes los mensajes en las redes sociales que llaman la atención por la descalificación entre amigos o familiares enzarzados en discusiones a favor del “Sí” o el “No”. Además, el hecho de que figuras como el ex presidente Álvaro Uribe Vélez, un reconocido estratega en comunicación política, el ex presidente Andrés Pastrana o el procurador Alejandro Ordóñez hayan decidido presidir la campaña por el “No” hacen necesario adoptar cierta cautela ante el anunciado triunfo del “Sí”.
Esta elevada polarización hace necesario que el Estado colombiano -por no decir el conjunto de la comunidad internacional- invierta en una intensa campaña de pedagogía para la paz. No se trata sólo de festejar la oportunidad que se le presenta al país con estos acuerdos, ni de hacer sólo campaña por una u otra opción. Se trata de explicar, sin tecnicismos ni florituras, qué son los acuerdos de paz y qué implicaciones tendrán para el conjunto de la sociedad. Se deben conocer con claridad los sacrificios que la sociedad deberá aceptar a cambio de esta oportunidad para vivir en paz.
Son muchos los esfuerzos que se están haciendo en este sentido. Las delegaciones del Gobierno y las FARC-EP en la Habana están realizando visitas a todas las regiones del país. Una campaña de comunicación emprendida por el Gobierno colombiano y organizaciones civiles ha producido innumerables infografías, vídeos, documentos, e incluso un curso virtual desarrollado desde el ejecutivo, sobre cada uno de los acuerdos alcanzados. Ahora bien, más allá de esto, cada familia colombiana tiene una historia particular; algún ser querido que de forma directa o indirecta ha sufrido las consecuencias del conflicto. Son a ellos y a cada una de las víctimas a los que la sociedad colombiana tiene ahora la responsabilidad de resarcir con un futuro mejor.
Cabe recordar, además, que ningún acuerdo de paz es perfecto. Muchas de las inquietudes de quienes rechazan este pacto pueden llegar a ser dudas legítimas. Y no se debe perder de vista que la sociedad colombiana tendrá que hacer sacrificios importantes y afrontar controversias. Así, por ejemplo, el punto referente a la justicia transicional incluye la concesión de amnistías dependiendo del grado de contribución voluntaria al esclarecimiento de la verdad; o el tratamiento especial por la Jurisdicción Especial para la paz. Por no mencionar, el dilema ético y moral que supone para muchos colombianos la participación política de las FARC-EP y la plena reintegración de sus miembros. Dudas y dilemas, todos ellos, lícitos y que se ven reforzados por la memoria de negociaciones de paz fallidas y experiencias negativas como los procesos de desmovilización de paramilitares del año 2003. Como han apuntado numerosos expertos, a Colombia le cuesta imaginarse en paz.
A la sociedad le queda tan solo un mes para plantear estas cuestiones a las que tanto el Gobierno como las FARC-EP deberán dar respuesta. Queda tan sólo un mes para que los ciudadanos hagan un ejercicio de responsabilidad con el futuro. No se trata de elegir pensando en la cicatriz incurable del pasado ni de atender a eslóganes políticos. De lo que se trata, en realidad, es de marcar con un “Sí” o con un “No” qué tipo de sociedad y qué futuro quieren los colombianos para su país. A la guerra ya se le han entregado más de 7 millones de víctimas. La cuestión ahora es: ¿cuántas más?
D.L.: B-8439-2012