Apuntes | Naturalizar la extrema derecha: un riesgo para los conservadores
Muchos europeos se inquietan hoy ante lo que llaman «el auge de la extrema derecha» en Europa, como si el éxito electoral de esta fuera algún tipo de fenómeno de la naturaleza y no lo que realmente es, el resultado de acciones concretas. Y es que la extrema derecha solo suele florecer cuando la centroderecha empieza a competir con ella, desplazándose a la derecha e imitando sus consignas extremistas. Si la centroderecha se niega a cooperar con la extrema derecha y se mantiene en el centro político, la extrema derecha rara vez se eleva por encima de un umbral de un tercio del voto, aproximadamente.
Ningún partido europeo conoce tan bien este mecanismo como la centroderecha democratacristiana de la Unión Social Cristiana (CSU) de Baviera, en el sur de Alemania. Todo comenzó en primavera de 2018, cuando la CSU optó por desplazarse hacia la derecha para recuperar a los votantes que había perdido ante Alternativa para Alemania (AfD) y ganarle en su propio terreno. Horst Seehofer, entonces ministro de Interior de Alemania y miembro destacado de la CSU, cambió el nombre del Bundesinnenministerium (Ministerio del Interior) por el de Heimatministerium (Ministerio de la Patria). El equipo de Seehofer en aquellos días estaba compuesto por seis hombres encorbatados y ninguna mujer, y fueron ellos los que le ayudaron a dar un giro brusco hacia la derecha, especialmente en temas de inmigración. Redactaron borradores para el plan inconstitucional de Seehofer de introducir cruces cristianas en las aulas, como «símbolo fundamental de la identidad y el modo de vida bávaros», presionaron en contra de las sanciones europeas contra Rusia y le organizaron encuentros con el primer ministro húngaro, Viktor Orbán. El resultado de esta estrategia fue un crecimiento aún más rápido de AfD y una contracción de la propia CSU, motivo por el cual, solo 18 meses después, Seehofer volvería a girar 180º, de la mano del líder de la CSU, Markus Söder, por entonces primer ministro de Baviera. Fue cuando la CSU regresó al centro político que la AfD comenzó a caer en las encuestas. En 2019, de un día para otro, Seehofer dejó de hablar con dureza sobre los inmigrantes en sus discursos. Como presidente de las reuniones europeas de ministros del Interior, durante la presidencia alemana del Consejo de la UE, se esforzó por negociar una política europea de asilo y migración que funcionara mejor, que incluyera canales de inmigración legal y otros componentes esenciales que solía descuidar. También comenzó a hablar sobre la importancia de la diversidad en los cargos públicos y dejó de afirmar que el islam no pertenecía a Alemania. El líder del partido, Markus Söder, tuvo un cambio de actitud similar. Apoyó abiertamente las propuestas del Gobierno federal de un amplio paquete europeo de apoyo por la COVID-19 financiado por eurobonos y elogió la economía verde y los derechos de las mujeres. Y ambos abandonaron el hábito de ridiculizar al Gobierno federal de Berlín y a las instituciones europeas de Bruselas. ¿Por qué? ¿Qué los hizo volver al centro político?
La respuesta llegó a principios del verano de 2020, cuando el secretario general de la CSU, Markus Blume, concedió una entrevista al semanario Die Zeit1. Las palabras de Blume siguen siendo muy relevantes para todos aquellos que intentan comprender cómo crecen los partidos de extrema derecha. Mariam Lau, la entrevistadora del semanario alemán, le preguntó por qué la CSU se había movido bruscamente hacia la derecha para volver luego, de repente, al centro. Blume le respondió, con calma, que podía imaginar su confusión, pues la CSU había estado efectivamente zigzagueando. Parecía que había dos CSU, una justo después de la crisis migratoria de 2015-2016 y otra posterior a 2019.
En su primera versión, la vieja CSU había intentado imitar la estrategia y el mensaje de la AfD, que era su rival radical por la derecha en ese momento en Baviera. Sin embargo, de las lecciones tomadas surgió una segunda versión –la nueva CSU–, razonable y más moderada, que había dejado de imitar a la AfD y que se había distanciado de ella. La razón de este giro fue simple, y Blume lo expresó del siguiente modo: «Du kannst ein Stinktier nicht überstinken», que viene a significar sencillamente que «no se puede atufar a una mofeta».
Si bien muchos políticos preferirían morderse la lengua antes que admitir algún tipo de error, la apertura de Blume fue original e instructiva, y explicó cómo, después de la crisis migratoria, la CSU literalmente lo había intentado todo para mantener a raya a la AfD. Primero, intentado ignorar a la AfD, algo que no funcionó ya que el partido cuenta con sus propios canales de comunicación y llega a mucha gente con sus constantes provocaciones y polarización política, algo de lo que tuvimos buena muestra durante la crisis migratoria de 2015, cuando su máquina de propaganda funcionó a todo tren. La segunda estrategia, la de imitar a la AfD o incluso adelantarla por la derecha, tampoco funcionó. En ese caso, explicaba Blume, los políticos de extrema derecha simplemente se desplazan aún más hacia la derecha, lo que no le dejó otra alternativa a la CSU que ponerse a su zaga. Así es, justamente, como los partidos clásicos de derecha convierten lentamente las ideas de la extrema derecha –un movimiento político con tendencias antidemocráticas– en mainstream. Antes de que te des cuenta, señalaba Blume, «acabas por ser arrastrado al lado oscuro».
Vale la pena repasar el trayecto llevado a cabo por la CSU alemana, porque contiene un mensaje útil para los conservadores del resto del continente, especialmente para los republicanos en Francia, el Partido Popular por la Libertad y la Democracia (VVD) en los Países Bajos, el Partido Popular Austríaco (ÖVP), los tories británicos y algunos otros partidos de centroderecha europeos que han dado pábulo a la extrema derecha en los últimos años y que están siendo los damnificados en el proceso. Y esto ha sido también lo que le ha sucedido al Partido Republicano en Estados Unidos. Durante años desplegaron la alfombra roja a movimientos de extrema derecha como el Tea Party, hasta que fueron engullidos por ellos. Desde que Donald Trump asumió el mando del Partido Republicano, este prácticamente ha dejado de existir y ha pasado a ser una mera herramienta de la máquina de propaganda trumpista. En el Reino Unido, el Partido Conservador parece ir en la misma dirección de intentar atufar –por tomar prestada la terminología de Blume– al UKIP y el partido Brexit, y hay más partidos conservadores en Europa que, por el momento, han optado por esta vía, por lo que su destino, en última instancia, podría ser similar.
En su libro Conservative Parties and the Birth of Democracy (Cambridge University Press, 2017), Daniel Ziblatt, politólogo de Harvard, escribe que no se puede entender la historia europea sin estudiar los partidos conservadores moderados, pues su manera de reaccionar al cambio determina en buena parte si una democracia sobrevivirá o no. A principios de la década de los años treinta, escribe Ziblatt, el centroderecha alemán cometió un error de cálculo fatal al dar un giro abrupto a la derecha, tratando de forjar alianzas con Hitler y los nazis. Terminarían por ser devorados por ellos.
Esta es la razón por la que Söder y Seehofer finalmente regresaron al centro político, donde suele encontrarse la mayoría de los votantes: de lo contrario, ya no habría ningún partido ahí. La CSU comenzó a promover de nuevo puntos de vista moderados sobre la inmigración, los extranjeros y Europa y, fundamentalmente, comenzó a contradecir a la AfD en temas clave. El regreso al centro dio sus frutos. Para el verano de 2020, el partido CDU-CSU lideraba las encuestas con casi un 40%, mientras la AfD de Baviera perdía prácticamente la mitad de sus apoyos. Como ahora era el único partido que abogaba por posiciones muy radicales, los votantes comenzaron a verlos como lo que realmente era: un partido de extrema derecha.
Ahora la CSU ha vuelto a girar hacia la derecha. Y lo mismo han hecho varios partidos de centroderecha en Francia, Países Bajos, Austria y otros lugares. En esos países, la extrema derecha crece en detrimento de la centroderecha. En España, sin embargo, donde la centroderecha ha descartado la cooperación con la extrema derecha de VOX a nivel estatal, esta última formación obtuvo menos de lo que muchos esperaban en las elecciones del año pasado.
Las decisiones de la CSU en 2019 fueron, por consiguiente, oportunas e inteligentes, y ojalá otros partidos de centroderecha europeos demostraran la misma lucidez.
Nota:
*Este artículo es una versión adaptada de una columna publicada en EUobserver en 2019.
1- Véase Markus Blume. «Du kannst ein Stinktier nicht überstinken». Zeit Online n.º 24 (3 de junio de 2020).