Apuntes | La nueva era de inseguridad global: una oportunidad para el cambio social

APUNTE_WALDO SWART
Publication date: 10/2024
Author:
Waldo Swart, estudiante del máster en Relaciones Internacionales, Seguridad y Desarrollo, Universidad Autónoma de Barcelona
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Este año 2024 la OTAN conmemora 75 años de defensa colectiva en medio de varios conflictos activos. La guerra de Ucrania, que persiste después de dos años desde su inicio, y el riesgo inminente de escalada en Oriente Medio hacia una guerra global, impulsan a Europa hacia el rearme, poniendo fin a una era sin precedentes de paz y prosperidad en el continente. Estos conflictos vienen a sumarse a una sensación generalizada de inseguridad, resultante de una triple crisis planetaria ‒el cambio climático, la contaminación y la pérdida de biodiversidad‒, una pandemia y crecientes desigualdades. Y, mientras tanto, generaciones de jóvenes de todo el mundo expresan su sensación de incertidumbre ante el futuro. En este artículo, sostenemos que, a pesar de los desafíos, esta nueva era de inseguridad global no tiene por qué culminar en una tragedia. Constituye más bien una oportunidad, si logramos impulsar nuestra capacidad compartida de afrontar el futuro y de redefinir la noción de seguridad.

La eterna búsqueda de la seguridad

La inseguridad no es solo un fenómeno objetivo; también se manifiesta emocional y psicológicamente. En 1931, el autor judío Franz Kafka escribió un cuento titulado La madriguera, posiblemente con la intención de criticar la obsesión por la seguridad existente en los albores del movimiento sionista. En este cuento, Kafka pinta una imagen vívida de una criatura hundida en la psicosis: un topo que evita la desalentadora realidad de su existencia y opta por buscar refugio en su madriguera para protegerse de las amenazas que percibe. Al igual que el topo, nuestra conciencia global tiende a esconderse frente a una realidad que se tambalea peligrosamente cerca de un estado colectivo de caos. Esta precaria situación está marcada por una gran inercia institucional, derivada de la soberanía atrincherada de los estados-nación modernos sobre el monopolio de la seguridad.

A medida que todas estas crisis impactan de manera desigual en nuestras sociedades, generan también una peculiar distorsión en nuestra conciencia global. Nuestros temores, catalizados por crisis ambientales antropogénicas y pandemias, son manipulados para generar adhesión en torno a estructuras que perpetúan los mismos problemas que pretenden abordar. La incesante lucha global por el poder engendra una dinámica que proporciona seguridad para unos pocos mientras exacerba la inseguridad de otros, todo ello bajo el disfraz de la búsqueda de la seguridad universal. El papel que tienen las instituciones en esta dinámica está lleno de ambigüedad. Los estudios sobre seguridad habituales, por ejemplo, suelen perpetuar una espiral negativa de conflicto, sin dar cabida a las perspectivas críticas. A la inversa, los derechos humanos y los principios universales pueden servir tanto como justificaciones para la intervención del Estado como para generar marcos emancipadores que obligan a los actores a rendir cuentas.

Parafraseando a Antonio Gramsci, mientras el viejo mundo se acerca al crepúsculo de su delirio, un nuevo mundo lucha por nacer. Las ideas transformadoras que tratan de pensar sociedades más justas y pacíficas necesitan volver a imaginar de manera radical conceptos y estructuras que han quedado anquilosados, como el papel del Estado-nación como árbitro de la seguridad o la autoridad del Consejo de Seguridad de la ONU en la arquitectura de seguridad global. Mientras tanto, el espectro de la carrera armamentística mundial y de las alianzas de seguridad acecha, proyectando sombras sobre las aspiraciones de un mundo más armonioso y solidario. Psicológicamente, la búsqueda de la seguridad se manifiesta como una psicosis social. Afrontar la incertidumbre fundamental que encierra el futuro y nuestra responsabilidad actual incomoda y, por ello, tendemos a pasar por alto nuestros prejuicios y nuestros errores históricos.

Una nueva conciencia global

Sin embargo, a medida que los conflictos se internacionalizan cada vez más, también lo hacen las protestas sociales que claman por una justicia ambiental y social, mostrando el camino hacia el amanecer de una conciencia global. A pesar de nuestros diferentes trayectos y realidades, percibimos una creciente conciencia global de vulnerabilidades compartidas y enrevesadas interdependencias ecológicas, que reclaman una solidaridad internacional. Al mismo tiempo, los tradicionales discursos estatocéntricos sobre la seguridad continúan dominando los debates clásicos de seguridad, sobre el futuro de la OTAN y el papel que tiene la UE como actor geopolítico en el mundo. El discurso de la seguridad de algunos a expensas de la seguridad de otros se perpetúa por la cruel indiferencia de aquellos cuyas vidas tienen más valor y que quedan blindados en promesas estatales para su protección. 

Los expertos en relaciones internacionales piden a Europa que despierte de la política moral y evolucione hacia una nueva dimensión geopolítica. Los enfoques cargados de consideraciones normativas son tachados de posmodernos e idealistas, fruto de haber vivido demasiado tiempo en una relativa burbuja de paz y seguridad, y de haber obviado el hecho de que este es un mundo de poder y fuerza, en el que todos los actores actúan bajo sus propios intereses. Desde este punto de vista, las crisis emergentes hacen acuciante la necesidad de reforzar la arquitectura de seguridad mundial y protegerla de una crítica creciente. Tales llamadas no reconocen que esta arquitectura es parte de la búsqueda contraproducente de la seguridad, y que no hace sino profundizar la actual espiral negativa de creciente inseguridad.

Seguridad global

Al enfrentarnos a los albores de una nueva era caracterizada por la inseguridad global, surge la pregunta: ¿sigue siendo factible la búsqueda de la seguridad global? En las críticas realistas del idealismo utópico, la seguridad global suele entenderse como una realidad paralela, en la que se ignora la prioridad de cada Estado-nación para salvaguardar sus propios valores e intereses. Esta visión, que funciona como una profecía autocumplida, es difícil de esquivar. Sin embargo, es necesario caminar hacia un enfoque más crítico y, para ello, es preciso un examen minucioso que determine quién define las amenazas mundiales y de quiénes son los derechos y la seguridad a los que se da prioridad. El concepto de seguridad humana ofrece vías posibles para abordar las cuestiones planteadas por los estudios críticos de seguridad. En lugar de concebir un camino lineal hacia la realización plena de los derechos humanos universales (a menudo cargado de tintes imperialistas), resultaría sensato adoptar una visión cíclica de la historia. Esta concepción reconoce la naturaleza subjetiva de la justicia y aboga por diálogos inclusivos que puedan acoger voces y perspectivas diversas.

Corresponde a los investigadores abrir enfoques innovadores sobre la seguridad global. En lugar de perpetuar un discurso de seguridad que bajo el disfraz de la seguridad universal beneficia a algunos a expensas de otros, podemos replantear la inseguridad como un catalizador que sirva para fomentar la conciencia global de preocupaciones compartidas. Este concepto sirve como antítesis de la despreocupación, en la línea de la noción heideggeriana de sorge («el cuidado»), como esencia de la existencia humana. Reconocer la incertidumbre permanente del futuro subraya la urgencia de comprometerse con el presente. A fin de convertir nuestros temores sobre cuestiones sociales, ambientales y económicas en ideas transformadoras para la creación de sociedades más justas, sostenibles y pacíficas no debemos ver la nueva era de la inseguridad global únicamente en términos negativos, sino como un momento crucial para redefinir con humildad las nociones de seguridad y de marcos de seguridad. Como individuos que ocupamos diversos roles sociales, disponemos de capacidad de acción e influencia para cultivar un verdadero cuidado, para amplificar las voces marginadas y para impulsar procesos participativos de toma de decisiones.

Conclusión

El surgimiento de una nueva conciencia global marcada por la inseguridad tiene el potencial de transformarse en un verdadero cuidado por nuestro mundo, la tierra y sus habitantes. Los académicos tienen la responsabilidad de impulsar tales cambios de paradigma e ilustrar cómo, en medio de la agitación propia de esta nueva era de inseguridad global, cabe encontrar una oportunidad para reconocer nuestra humanidad compartida. Y a partir de ese reconocimiento, participar en un diálogo significativo con el fin de abrir nuevos espacios en los que cultivar nuestras preocupaciones globales, a través de la reforma democrática de instituciones como las Naciones Unidas. Una democracia deliberativa a escala mundial sigue siendo un escenario crucial para la toma de decisiones globales. 

Dado que las elecciones tienden a perpetuar aristocracias, cleptocracias y oligarquías, se hace imperativo empoderar a las voces marginadas y defender los principios de la justicia intergeneracional. Esto implica romper ciclos de injusticia y salvaguardar los derechos de las generaciones que habitarán en el futuro este planeta. Al tiempo que se respeta la autodeterminación de todos los pueblos, se hace imperativo el desmantelamiento gradual del excesivo poder que poseen los estados-nación y las empresas transnacionales. Bajo esta perspectiva, el sentido global de inseguridad sirve como un crisol no solo para afrontar los capítulos más oscuros de la humanidad, sino también para combatir firmemente las sombras y desafíos que amenazan nuestro futuro colectivo.