Apuntes | El compromiso de la UE con el Sur Global: del discurso a la realidad

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Publication date: 10/2024
Author:
Samuele C. A. Abrami, doctorando en Ciencias Políticas, Catholic University of the Sacred Heart (Milán); Investigador visitante, Stockholm University Institute for Turkish Studies, Sabanci University (Estambul)
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Desde que empezó la invasión a gran escala de Ucrania por parte de Rusia, en febrero de 2022, el Norte Global mantuvo la esperanza de poder aprovechar la circunstancia para reforzar su cohesión interna y lograr que los países del Sur Global1 se adhirieran a sus llamamientos estratégicos. Sin embargo, el resto del mundo dio un tibio apoyo a la respuesta transatlántica. Muchos estados se abstuvieron de condenar a Rusia, y pocos han apoyado las sanciones económicas. Por su parte, la guerra en Gaza ha asestado otro duro golpe al objetivo de la UE y ha puesto claramente de manifiesto el doble rasero de Occidente, causando insatisfacción en muchos países del Sur Global. Desde el punto de vista de la UE, que se presenta a sí misma como defensora del multilateralismo, partidaria de la solidaridad internacional y el donante más generoso de ayuda al desarrollo, esta reacción suscita el interrogante de por qué le cuesta tanto a Europa comprometerse constructivamente con el Sur Global.

Muchos observadores han señalado últimamente que el orden liberal internacional está experimentando una profunda transformación, marcada por el surgimiento de nuevas potencias que desean desafiar la hegemonía tradicional de las naciones occidentales. Entre estas fuerzas transformadoras no solo se encuentran China y Rusia, sino también otros países del Sur Global. A pesar de ser una amalgama heterogénea de naciones que abarcan diferentes geografías, culturas y situaciones económicas, el Sur Global comparte hoy en día una parte significativa del PIB global; el 42% en comparación con el 19% de hace tres décadas. Este cambio resalta la creciente influencia económica y diplomática de estos países y explica su deseo de afirmarse y tener voz en la configuración de un nuevo modelo de gobernanza global.

Conscientes de la relevancia del Sur Global, los estados europeos han mostrado un notable aumento de la atención hacia este en los últimos años. Sin embargo, desde el punto de vista de estos países, la percepción de que Europa ha estado tratando conscientemente de influir y cortejarlos viene acompañada de la sensación que Bruselas no ha abandonado por completo su lógica clásica de confrontación de bloques frente a poderes no afines. No es casual que el Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores, Josep Borrell, se refiriera a Europa como un «un jardín que ofrece la mejor combinación de libertad política, prosperidad económica y cohesión social, [mientras] la mayor parte del mundo es una selva que podría invadir el jardín». Unido a la espiral de múltiples crisis, esta dialéctica afecta tanto a la dinámica interna de la UE como a su lugar en el tablero mundial. 

Sobre esto, si bien es innegable que el compromiso de la UE con el Sur Global ha aumentado a nivel comercial, energético y diplomático, la condicionalidad de sus acuerdos (ligada principalmente a los derechos humanos y la democracia), es percibida como hipócrita por sus destinatarios. Es más, lejos de ser uniforme e incondicional, la naturaleza de las relaciones que la UE establece con cada uno de estos países se ve condicionada por factores como la proximidad geográfica, económica y cultural, el legado histórico o las urgentes necesidades de desarrollo. Esta aproximación condicional de los miembros de la UE contrasta con países como Rusia y China, así como con potencias emergentes como Turquía y los Emiratos Árabes Unidos, que parecen abordar mejor las necesidades del Sur Global sin vincularlas necesariamente a requisitos que a menudo son difíciles de cumplir. 

Más allá de la confrontación: abordar la realidad

Si Europa quiere revertir esta tendencia, debe reconocer que no se trata meramente de discursos y percepciones de Occidente versus «el resto», sino también de una realidad con claros tintes geopolíticos. En primer lugar, es importante analizar el mundo multipolar en el que vivimos y en lugar de mirar solo hacia Occidente, comprender que son muchos los países del Sur Global que están optando por explorar sociedades alternativas; China y Rusia están aprovechando el momento para reforzar su influencia en Asia, África y América Latina, lo que no implica que esto sea en substitución de sus vínculos con Estados Unidos, el Reino Unido y la UE. En su desempeño, muchos países del Sur Global tratan de romper con el tradicional papel sumiso que hasta ahora han tenido en la política global para adoptar una postura proactiva. El reto ahora es que las nuevas relaciones que se están tejiendo no reproduzcan las asimetrías del pasado ‒de hecho, las potencias emergentes se esfuerzan por no ser calificados de neocoloniales‒, y que se construyan a partir de enfoques renovados y abiertos a las posibilidades de un futuro compartido y en pro del bien común. 

En segundo lugar, es importante reconocer que el Sur Global no es un bloque monolítico, ni cuenta con un líder o portavoz hegemónico. No existe un enfoque único que valga por igual para relacionarse con todos estos países. Aunque comparten una misma desconfianza y sensación de marginación en el sistema de gobernanza mundial existente, sus respuestas a los acontecimientos y desafíos internacionales difieren entre sí. De hecho, las posiciones del Sur Global sobre muchas cuestiones no se limitan a ser reflejo de concepciones alternativas del sistema global de gobernanza frente a Occidente. Implican también preocupaciones y aspiraciones concretas sobre cuestiones de desarrollo económico y social. Esto debería ser una invitación para que Europa se brinde a escuchar sus voces y a entablar un diálogo constructivo que vaya más allá de las narrativas tradicionales de ayuda. Las potencias intermedias y los nuevos mediadores como Turquía, Indonesia y Qatar pueden servir de puente para facilitar este diálogo y la cooperación en torno a desafíos compartidos para promover un orden mundial más inclusivo y equitativo.

Por último, sigue siendo importante reconocer que una política internacional pragmática que carezca de una brújula moral podría socavar los esfuerzos de la UE para hacer frente a los desafíos mundiales y exacerbar las tensiones existentes. Por lo tanto, sigue siendo esencial que la UE mantenga sus valores y principios al mismo tiempo que se compromete con el Sur Global, fundamentando sus acciones en un compromiso con los derechos humanos, la democracia y la justicia social. A pesar de las diversidades existentes dentro del Sur Global, hay líneas comunes que vinculan estas naciones, como una aspiración compartida de una mayor representación e influencia en los procesos globales de toma de decisiones. Las acciones de la UE deben guiarse por la comprensión de estas dinámicas y por el compromiso de abordar la demanda de reformas de las estructuras de gobernanza mundial existentes, garantizando una mayor equidad e inclusión. Además, la UE debe reconocer que sus acciones y políticas en materia de comercio, cambio climático y migraciones tienen consecuencias de largo alcance para el Sur Global. Esto conlleva la necesidad de un diálogo genuino con estas naciones para entender sus prioridades y preocupaciones, con el objetivo de diseñar conjuntamente políticas y programas que respondan a sus necesidades de una manera más holística. También implica garantizar que los acuerdos comerciales sean justos y equitativos, y que la ayuda al desarrollo tenga lugar de manera que capacite a las comunidades locales y promueva el desarrollo sostenible, implicando tanto a los gobiernos como a las sociedades civiles.

En resumen, el compromiso de la UE con el Sur Global debe ir más allá de la narrativa de la competencia y comprometerse con otras partes del mundo en base a realidades y valores compartidos, y no en términos de pertenencia a bandos diferentes. Si la UE apuesta por el diálogo, por abordar las necesidades de desarrollo y por defender sus valores, puede desempeñar un papel constructivo en la configuración de un orden mundial más inclusivo y equitativo.


Nota:

1- Para una discusión taxonómica en profundidad, véase Elena Fiddian-Qasmiyeh y Patricia Daley (eds). Routledge handbook of South-South relations (Londres: Routledge, 2019).