Abdullah Ahmad Badawi

Nieto de un respetado maestro islámico e hijo de un militante fundador de la Organización Nacional de Malayos Unidos (UMNO), el partido que bajo el liderazgo de Tunku Abdul Rahman obtuvo en 1957 la independencia de la Federación de Malaya a partir del régimen semicolonial británico, su familia, asentada en la parte insular del diminuto estado de Penang -cuya franja de tierra continental está encajonada entre Kedah y Perak-, gozaba de un elevado estatus social y económico que le permitió recibir una educación selecta. Siguió estudios secundarios en la Bukit Mertajam High School, en la Penang Methodist Boys’ School y en una escuela religiosa musulmana que dirigían sus parientes. Luego se matriculó en la Universidad de Malaya, por la que obtuvo la diplomatura en Estudios Islámicos en 1964, meses después de formarse el Estado de la Gran Malasia, que comprendía Malaya, Sabah, Sarawak (territorios los dos últimos emplazados en el norte de la isla indonesia de Borneo) y, por poco tiempo, Singapur, que abarca el extremo sur de la península.

El mismo año de su graduación fue reclutado por la administración civil del Estado, donde comenzó su carrera de burócrata como secretario adjunto en el Departamento de Servicios Públicos. En 1965 se dio de alta en la militancia del partido del Gobierno, la UMNO, y en 1969 pasó a la plantilla del Consejo Nacional de Operaciones (MAGERAN), el organismo instituido por el primer ministro Abdul Rahman para administrar el estado de emergencia declarado en Kuala Lumpur a raíz de los sangrientos disturbios interétnicos de mayo de aquel año, en los que murieron cientos de personas de las comunidades malaya (básicamente musulmana) y china (budista, taoísta y, en menor medida, cristiana), detentadoras respectivamente de los poderes político y económico, y que pusieron en cuestión los delicados equilibrios de la sociedad multirracial. Precisamente, Abdullah procedía del único estado malasio en que los chinos constituían una ligera mayoría frente a la comunidad étnica a la que él pertenecía, la malaya.

En junio de 1971, presidiendo el Gobierno central Tun Abdul Razak bin Hussein, Abdullah fue promovido al puesto de director de la Juventud en el Ministerio de Cultura, Juventud y Deportes. Cuatro años más tarde fue nombrado subsecretario general del Ministerio. Permaneció en la administración federal hasta junio de 1978, cuando se lanzó a la política representativa en las filas de la UMNO, que acababa de cumplir sus primeras dos décadas en el Gobierno y que, asistiéndose de la coalición multiétnica y multirregional del Frente Nacional (Barisan Nasional, BN), había ganado por mayorías superiores a los dos tercios todas las elecciones celebradas en esta singular monarquía federal parlamentaria.

En los comicios generales del 8 de julio de 1978, quintos desde la independencia, Abdullah fue uno de los 132 candidatos del BN que obtuvo el escaño, en su caso en representación del distrito de Kepala Batas, en la parte continental de Penang, y en el que iba a ser reelegido cinco veces consecutivas. En aquella ocasión, sólo 22 puestos de la Cámara de Representantes fueron a parar a los partidos de la oposición, crónicamente débiles y faltos de liderazgo. El 27 de julio Abdullah ingresó en el Ejecutivo central como secretario parlamentario del Ministerio de la Administración Federal Territorial, el 2 de febrero de 1979 entró por designación en el Consejo Supremo de la UMNO y el 16 de septiembre de 1980 adquirió la condición de viceministro al tiempo que la de jefe del partido en Penang.

El 27 de junio de 1981, coincidiendo con el relevo de Datuk Hussein bin Onn en las jefaturas del partido y el Gobierno por un dirigente más enérgico, Dato' Seri Mahathir bin Mohamad, Abdullah confirmó su salto a los altos escalafones de la UMNO con su elección para el Consejo Supremo de la formación. Además, el 18 de julio, Mahathir le tomó a su servicio directo con el rango de ministro en la Oficina Ejecutiva del Primer Ministro, labor que desempeñó hasta el 1 de junio de 1983. Al mismo tiempo adquirió la condición de Dato', poniendo en marcha una larga secuencia de promociones dentro del complicado sistema de títulos honoríficos malayos de ámbito estatal y federal. El 25 de mayo de 1984 alcanzó por elección asamblearia una de las tres vicepresidencias del partido, a modo de anticipo de su nombramiento por Mahathir, el 14 de julio, como ministro de Educación.

Su carrera política en el régimen parecía imparable y el 7 de mayo de 1986 Abdullah asumió el Ministerio de Defensa, pero un año más tarde sufrió un fuerte revés que paró en seco aquella tendencia. A comienzos de 1987 Abdullah expresó su apoyo al ministro de Comercio y Finanzas, Tengku Razaleigh Hamzah, quien salió a disputarle a Mahathir la jefatura del partido y, por ende, la del Gobierno. La acción de Razaleigh publicitó una división interna sin precedentes que evocaba el malestar incubado en amplios sectores del partido por el estilo arrogante y autoritario de Mahathir, el cual, en ocasiones, chocaba con la tradición política del compromiso y el consenso.

El 24 de abril de 1987 Mahathir derrotó a Razaleigh por un apurado margen de votos en la elección de cargos celebrada en la Asamblea General de la UMNO, y en cuanto a Abdullah, a pesar de que había obtenido la reelección como vicepresidente del partido, el primer ministro no tuvo ambages en cesarle del Gobierno el 7 de mayo junto con los demás ministros que habían osado alinearse con Razaleigh, el cual, con más motivo, encabezó la lista de despedidos. La represalia se extendió al partido y el 17 de julio Abdullah fue cesado como jefe de la UMNO en Penang. Como Mahathir no tenía autoridad para hacer lo mismo con los cargos partidarios de carácter electivo, Abdullah retuvo su vicepresidencia.

En febrero de 1988 el conflicto entre Abdullah y Mahathir entró en un principio de solución gracias a una proclamación de lealtad del primero hacia el segundo. Con ello, no se realizó la conjetura de algunos observadores sobre que Abdullah habría podido pasarse a la oposición y unirse a Semangat'46, el nuevo partido montado por Razaleigh. Sin embargo, Mahathir rehusó de momento recuperar a Abdullah para el Ejecutivo (únicamente le ofreció los puestos menores de presidente de la Corporación de Industrias Pesada de Malasia –Hicom- y del Comité de Seguimiento de la Reestructuración de la Política Social del Consejo Consultivo Económico Nacional –NECC-, de los que el interesado sólo aceptó el segundo), tal vez por presiones de un joven líder emergente de la UMNO con un perfil de vehemente islamista que entonces gozaba de los máximos favores de Mahathir: Datuk Seri Anwar Ibrahim, ministro de Educación y archirrival de Abdullah al tener ambos su base territorial de apoyos en Seberang Perai, también conocida como la Provincia Wellesley, la franja continental de Penang.

En la Asamblea General celebrada por el partido en noviembre de 1990, Mahathir propició un reparto de poderes que dio satisfacción a Anwar y Abdullah: el día 30 el primero fue elegido vicepresidente de la formación y ascendió al tercer puesto de la jerarquía, teniendo delante únicamente al presidente adjunto y viceprimer ministro del Gobierno, Ghafar bin Baba, y al propio Mahathir; en cuanto al segundo, el mismo día fue confirmado en su vicepresidencia y quedó listo para un retorno triunfal al Ejecutivo de la nación el 9 de febrero de 1991, cuando Mahathir dispuso una remodelación ministerial que otorgó al antiguo titular de Defensa la prestigiosa cartera de Asuntos Exteriores, con efecto a partir del 15 de marzo (Anwar, por su parte, recibió el Ministerio de Finanzas).

En sus ocho años como responsable de la diplomacia malasia, Abdullah fue un eficiente copartícipe, si bien siempre desde el segundo plano, de la singular política exterior impulsada por Mahathir, cuya fuerte personalidad tendía a impregnar todas las acciones del Gobierno. De manera aparentemente contradictoria, el modelo malasio consolidado en la década de los noventa del siglo XX, por una parte, esgrimió planteamientos de celo nacionalista, promusulmanes, proasiáticos y proárabes, y, en general, la defensa vigorosa de las causas de los países del Sur menos desarrollados y en vías de desarrollo frente al Occidente rico.

Por otra parte, el régimen de Kuala Lumpur no dudó en colaborar con las mismas potencias que eran blanco de sus críticas periódicas, en particular, Estados Unidos y el Reino Unido, brindando a sus empresas privadas grandes oportunidades de negocio y aceptando de sus gobiernos sendas cooperaciones en defensa y seguridad, a la vez que les seducía con la carta de una promoción responsable, estrictamente controlada desde arriba y sin concesiones a la sharía, del Islam local, que profesa el 60% de la población.

Al menos hasta la tremenda sacudida económica que entrañó la crisis financiera asiática de 1997-1998, Mahathir y sus colaboradores alardearon de la síntesis, presuntamente feliz, del parlamentarismo islámico, los valores culturales nacionales que inciden en la armonía social y el modelo de capitalismo de mercado. Éste último había convertido a Malasia en un país de desarrollo medio-alto, todo un dragón asiático en ciernes, con base exportadora en la nueva industria manufacturera, eclosión de los servicios financieros, auge de las telecomunicaciones y las nuevas tecnologías, y elevadas tasas de crecimiento con la vocación de ser sostenido. Poseyendo unas bases estructurales más convincentes que otros países del entorno, Malasia, sin embargo, con su economía volcada a los mercados de exportación, era más vulnerable a las perturbaciones de fuera.

En cuanto al sistema político, las prácticas corporativas y excluyentes del Gobierno y su red de compadrazgos, las cortapisas al libre desenvolvimiento de los partidos opositores al amparo de la controvertida Ley de Seguridad de 1960, las severas restricciones impuestas a la libertad de información y la maquinaria electoral de la UMNO y el BN hicieron de los mecanismos representativos de la democracia parlamentaria un mero instrumento para renovar cada cuatro o cinco años la hegemonía del partido en el poder. La alternancia política estaba tan vedada en 1993 como lo había estado en 1983 o lo iba a estar en 2003. Cuando Abdullah tomó posesión del Ministerio, en plena guerra del Golfo, su primera misión exigió todo un encaje de bolillos, ya que Mahathir se había puesto del lado de la comunidad internacional y la ONU a la hora de condenar a Irak por invadir Kuwait, pero ahora, para no dar argumentos proselitistas a los radicales musulmanes de casa, rehusaba aportar tropas a la coalición internacional liderada por Estados Unidos.

Posteriormente, su labor se centró en representar al primer ministro en sus envites de regusto geopolítico en el escenario regional, en el seno de las organizaciones Asociación de Naciones del Sudeste Asiático (ASEAN) y Cooperación Económica de Asia-Pacífico (APEC), cuyas iniciales orientaciones comercial y librecambista Kuala Lumpur pretendía ampliar a los ámbitos de cooperación e integración de índole política y cultural, con la idea fija de articular un bloque de solidaridad asiática frente a Estados Unidos y los dos países anglosajones del Pacífico sur, Australia y Nueva Zelanda.

Por lo que se refiere a la ASEAN, el acuerdo de 1992 para alcanzar un Área de Libre Comercio (AFTA) en 2008 a partir de enero de 1993 (el proceso avanzó bastante más rápido de lo previsto y el 1 de enero de 2002 el AFTA era básicamente un hecho para los seis estados fundadores de la ASEAN), la formalización en 1997 del diálogo comercial con tres países asiáticos no miembros, China, Japón y Corea del Sur, integrados en el ámbito ASEAN+3, y los ingresos entre 1995 y 1999 como miembros de pleno derecho de Vietnam, Laos, Myanmar –éste país, con polémica, por la dictadura militar allí imperante- y Camboya, fueron grandes decisiones que absorbieron buena parte del trajín diplomático de Abdullah.

Ahora bien, el hecho de servir leal y eficientemente a Mahathir, tanto desde su oficina ministerial como en el feudo político en Penang, no resguardó a Abdullah de las asechanzas de los enemigos que tenía dentro del partido. A mediados de 1993 el ambicioso Anwar, con el consentimiento tácito de Mahathir y apoyado en sus "jóvenes turcos" de la UMNO (ellos se presentaron a sí mismos como el "Equipo de la Misión"), lanzó una ofensiva política para remover a Ghafar Baba de la presidencia adjunta del partido y hacerse con ese puesto de privilegio, directamente ligado a la vicepresidencia del Gobierno; en resumidas cuentas, Anwar aspiraba a ser el número dos del régimen y el delfín oficioso de Mahathir.

Abdullah y el otro vicepresidente de la UMNO, el ministro de Agricultura Sanusi Junid, como él, un exponente de la clase política tradicional, caracterizada por el pragmatismo y las suaves maneras, salieron a respaldar la renovación en su puesto de Baba en las elecciones de los cargos de liderazgo que debía celebran la Asamblea General del partido a finales de 1993. Sin embargo, la facción de Anwar hizo valer su fuerza y Baba, viendo la batalla perdida, se retiró voluntariamente de la pugna, dejando expedito el camino para la aclamación de Anwar como presidente adjunto.

El 4 de noviembre de 1993 la facción del ministro de Finanzas hizo sentir toda su pujanza y Abdullah y Junid fueron derrotados en las votaciones para las tres vicepresidencias, que ganaron el ministro de Defensa, Datuk Najib Abdul Razak (hijo y sobrino respectivamente de los ex primeros ministros Abdul Razak bin Hussein y Hussein bin Onn), el jefe del Gobierno del estado de Selangor, Mohamad Mohamad Taib, y el jefe de Gobierno de Johor, Muhyiddin Yassin. En diciembre, Anwar coronó su estrategia con el nombramiento por Mahathir como viceprimer ministro.

Abdullah evitó el ostracismo en la cúpula de la UMNO gracias a su reasiento en el Consejo Supremo, pero además tampoco se resignó al contratiempo sufrido en la Asamblea General de 1993. Tres años después, en la Asamblea General del 10 de octubre de 1996, el ministro de Exteriores se tomó la revancha y descabalgó a Muhyiddin Yassin en las votaciones internas. La recuperación de la vicepresidencia del partido por Abdullah, elevado a la condición de Dato' Seri en julio de 1997, se interpretó como el primer toque de atención de Mahathir a Anwar y su facción.

De hecho, las pugnas internas entre moderados y radicales en la UMNO tuvieron un desenlace inesperado en septiembre de 1998, cuando Mahathir encontró al cabeza de turco ideal para distraer el creciente malestar social (crisis económica y demandas de apertura política) en el mismísimo Anwar, quien de la noche a la mañana pasó de acariciar el poder supremo al infierno del oprobio, el maltrato y la cárcel. Anatemizado como homosexual por Mahathir con los más ásperos calificativos, Anwar fue fulminantemente destituido el 2 de septiembre de todos sus puestos en el Gobierno, dos días después expulsado del partido y, luego, sin solución de continuidad, procesado por los delitos de sodomía, conspiración y abuso de poder en dos juicios que no reunieron las mínimas garantías y que por momentos parecieron una farsa con pruebas y testimonios convenientemente fabricados. En abril de 1999 y agosto de 2000 Anwar fue hallado doblemente culpable y condenado a un total de 15 años de prisión.

La brutal desaparición de escena de Anwar, cuyas ideas propias en materia económica (contrarias al intervencionismo del Estado como receta anticrisis), alto perfil político y excesiva ambición terminaron por despertar las iras del susceptible e imperioso Mahathir, convirtió en el primero de los favoritos a Abdullah, quien desde el ya olvidado incidente de Razaleigh Hamzah en 1987 había demostrado ser un servidor del primer ministro laborioso y de toda confianza. Además, el ministro no escatimaba ahora los dardos –aunque manteniendo las formas y no incurriendo nunca en el insulto- contra su enemigo caído en desgracia.

El 8 de enero de 1999, en el apogeo del escándalo Anwar, Mahathir sacó a Abdullah del Ministerio de Exteriores y le nombró viceprimer ministro y ministro del Interior. El otro alto puesto dejado vacante por Anwar, la presidencia adjunta de la UMNO, fue también asumida por Abdullah a principios de febrero, aunque en funciones. Al tratarse de un cargo electivo, la titularidad tuvo que esperar hasta la Asamblea General anual del 11 al 13 de mayo de 2000, la 54ª en la historia del partido; entonces, tanto él como Mahathir fueron confirmados en sus puestos por aclamación. En septiembre de 1999 el rey Salahuddin Abdul Aziz Shah le confirió su primer título honorífico federal, el de Datuk, al que siguió el estatal de Datuk Seri, otorgado por el gobernador de Sabah.

Unánimemente descrito como un dirigente jovial, relajado, modesto y cortés, inmune a las tentaciones de corrupción y capacitado para construir consensos, pero carente del instinto de implacabilidad política, Abdullah difería de Mahathir a ojos vista en las formas y en el estilo, aunque seguramente no tanto en el fondo. Su nueva etapa directiva en el Gobierno y el partido coincidió con la multiplicación de declaraciones extremadamente críticas de Mahathir en política internacional.

Los acerbos ataques del primer ministro contra los países y organismos occidentales, a los cuales acusó de injerencia (condenas a Kuala Lumpur por el juicio contra Anwar), de intentar imponer a Malasia y el resto de Asia sus valores culturales (concepto de los Derechos Humanos como exigencia universal) y de propiciar un modelo de globalización desregulado donde el capital especulativo operaba a su antojo, fueron tímidamente secundados por su segundo, quien en todo momento jugó la baza de ser el rostro amable del régimen. Las paradojas del estilo Mahathir –fustigaciones verbales y colaboración en la práctica- cobraron más nitidez si cabe a raíz de los atentados terroristas del 11 de septiembre de 2001.

El 22 de junio de 2002 Mahathir, con vivas -e inusuales- muestras de emotividad, comunicó a la 56ª Asamblea General anual de la UMNO su intención de renunciar en favor de Abdullah al frente del Gobierno para octubre de 2003, después de presidir en Kuala Lumpur la X Cumbre de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI). Los observadores indicaron que con este anuncio anticipado, Mahathir envió un mensaje de tranquilidad a los mercados y preparó con suficiente antelación al partido para la transición ordenada del poder. Todo discurrió de acuerdo con lo planeado, al cabo de un año largo en el que Mahathir dirigió las más vitriólicas catilinarias a Occidente en general y a Estados Unidos en particular, por cómo estaba llevando la lucha global contra el terrorismo y por la invasión de Irak sin el aval de la ONU, así como a Israel, por su represión de los palestinos, amén de unos explosivos comentarios sobre los judíos que fueron tachados de antisemitas en medio mundo. Del 17 al 21 de junio de 2003 la UMNO celebró su 57ª Asamblea General, y allí el casi octogenario líder confirmó que su retirada el 31 de octubre iba a ser completa con la inclusión de la presidencia del partido.

En el día prefijado tuvieron lugar las ceremonias del traspaso de poderes a Abdullah, quien tomó posesión como quinto primer ministro de Malasia, el primero perteneciente a una generación de dirigentes que no participó en el movimiento independentista. El nuevo gobernante juró su cargo en el Palacio Nacional de Kuala Lumpur ante el rey nominal del Estado desde 2001, Saiyid Sirajuddin ibni al-Marhum, rajá de Perlis. Sírvase recordar que el llamado Yang di-pertuan agong, título que puede traducirse por dirigente supremo, de Malasia es el jefe del Estado con funciones reducidas a su más mínima expresión -simbólicas y protocolarias-, y que cada cinco años es seleccionado de entre los sultanes y demás monarcas regionales reunidos en conferencia.

Abdullah, que conservaba en sus manos la cartera de Interior y tomado también de Mahathir la de Finanzas, así como la presidencia de turno del Movimiento de Países No Alineados (la cual iba a ostentar hasta la próxima conferencia-cumbre trianual de la organización, en 2006), heredaba un país estable en todos los aspectos, con la cuestión intercomunitaria sin tensiones aparentes, la protesta política prodemocrática adormecida y la economía en fase de recuperación desde el crecimiento casi cero registrado en 2001, cuando los mercados de exportación se desplomaron en el contexto de la deceleración global agudizada por los atentados del 11 de septiembre. En 2002 y 2003 el PIB había crecido al ritmo medio del 4,4% y se creía que en 2004 la tasa iba a ser al menos un punto superior, siempre y cuando no aminorara la demanda de los países clientes (ASEAN, Estados Unidos, China y Japón) y no estallaran en cualquier país de la zona crisis a priori tan poco económicas como la neumonía asiática o Síndrome Respiratorio Agudo y Severo (SARS), en su acepción científica.

En sus primeras alocuciones, Abdullah aseguró que no iba a introducir cambios sustanciales en las políticas practicadas por su predecesor; antes al contrario, las iba a proseguir desde el momento en que garantizaban "un gobierno verdaderamente efectivo, moderno y exitoso". También, prometió mantener el alto perfil internacional alcanzado por Malasia, continuando el compromiso en la "búsqueda de una justicia universal" y el trabajo en pro de "una economía mundial más equitativa y un orden político global basado en la ley internacional". No faltó la referencia a la lucha contra el terrorismo de matriz islamista, practicada con todo rigor por Mahathir, que ha llevado a la detención sin juicio ni cargos de un importante número de militantes de la Jemaah Islamiyah, una de tantas organizaciones extremistas relacionadas con el entramado Al Qaeda de Osama bin Laden.

Las fuerzas de la oposición parlamentaria, la más destacada de las cuales era el Partido Islámico de Malasia (PAS, también llamado Partido Islámico Pan-Malasio), no se hicieron muchas ilusiones con el nuevo mandatario, quien inmediatamente después de su asunción llamó a sus huestes a movilizarse a fondo para ganar con la contundencia habitual –mayoría absoluta de más de dos tercios de los escaños- las próximas elecciones legislativas, a celebrar en 2004. El PAS continuaba adelante con sus proyectos, poco menos que utópicos, en el ámbito federal –que no en el regional, ya que viene gobernando, y con profusión de disposiciones intolerantes, en dos de los 13 estados-, como la creación de un Estado islámico con vigencia de la sharía y el código penal de castigos hadd (amputaciones y lapidaciones). Con este programa radical del PAS, Abdullah y la UMNO tenían asegurado el apoyo en bloque de las importantes minorías china e indostánica, y, en general, de los malasios no musulmanes, que suponen el 40% de la población total.

Por lo que se refería a una hipotética liberalización política bajo Abdullah, aquellos ciudadanos malasios, seguramente minoría sobre el conjunto de la población, que consideraban que la salvaguardia de las libertades fundamentales y la plenitud de derechos cívicos y políticos en este país semidemocrático eran lo prioritario, podían hacer conjeturas, si acaso, sobre una suavización de los aspectos más represivos del régimen y –esto, con más fundamento- sobre la remoción de su componente personalista y dictatorial encubierto que había caracterizado los 22 años del Gobierno Mahathir. Pero una apertura que facilitara el final de la hegemonía de la UMNO y sus partidos satélites, y diera paso a un sistema de partido dominante o mayoritario que abriera cauces a la representación y la competitividad electorales, no parecía realizable.

El binomio UMNO-BN, con medio siglo de exitoso funcionamiento tentacular y acaparador de espacios públicos y privados a sus espaldas, estaba tan enraizado en la sociedad que el escenario de una caída del régimen por presión popular, como la sucedida en la vecina Indonesia entre 1998 y 1999 (apartamiento del partido Golkar regido por el dictador Suharto y por su efímero sucesor, el civil Bacharuddin Jusef Habibie), se antoja impensable en Malasia.

El 7 de enero de 2004, Abdullah, se aseguraba que contra su voluntad y respondiendo a las presiones ejercidas desde la UMNO, nombró un viceprimer ministro en la persona del ministro de Defensa y vicepresidente del partido, Dato' Seri Najib Abdul Razak, quien no había tenido problema en dejar en la estacada a su antiguo aliado, Anwar, cuando su defenestración de 1998 y cuyas relaciones con Abdullah nunca habían sido cordiales. Hasta esta designación, se especuló con que Abdullah intentaría frenar las ambiciones de un dirigente que, como él, contaba con el patrocinio de Mahathir, el cual, dicho sea de paso, aseguró que su jubilación era completa y que no pensaba interferir ni mediatizar la acción de los nuevos gobernantes.


(Cobertura informativa hasta 1/2/2004 Nota del editor: A. A. Badawi dimitió el 2/4/2009. Al día siguiente, el puesto de primer ministro de Malasia recayó en N. T. Razak)