Abdallah II

El cuarto monarca de la dinastía hachemí es hijo del rey Hussein ibn Talal, al que sucedió en su fallecimiento el 7 de febrero de 1999. Segundo de sus vástagos y mayor de entre los varones, nació del segundo de sus cuatro matrimonios, el contraído en 1961 con la británica Antoinette Gardiner, convertida en la princesa Muna al-Hussein, de la que se divorciaría en 1972. El joven príncipe se educó en colegios del Reino Unido y Estados Unidos y, siguiendo los pasos de su padre, recibió desde 1980 formación militar en la elitista Royal Academy de Sandhurst. Tras su graduación amplió estudios en Oxford, Reino Unido y en 1986 se licenció en Relaciones Internacionales por la Universidad de Georgetown, Estados Unidos. Posteriormente prestó diversos servicios en el Ejército británico y en las unidades acorazadas del Ejército Real jordano.

Considerado un oficial competente, en 1993 fue ascendido a subcomandante de las fuerzas especiales encargadas de la protección de la familia real, y al año siguiente, luego de dirigir una exitosa operación de captura de un pistolero que había abatido a varias personas, al grado de general de división al frente de una unidad especial antiterrorista. Dicha unidad participó en el restablecimiento del orden público a raíz de los disturbios de 1996 en el sur del país. De hecho Abdallah ostentó en sus primeros años de vida la condición de heredero al trono, pero el 1 de abril de 1965 la complicada situación interna movió a Hussein, objeto de repetidos atentados, a designar a su hermano el príncipe Hassan, quince años mayor que su sobrino Abdallah. Tras tres décadas sin alteraciones en la línea sucesoria, con el súbito agravamiento de su larga enfermedad el monarca cambió de decisión.

El 25 de enero de 1999, en vísperas de su último viaje a Estados Unidos para recibir tratamiento contra el cáncer, emitió un decreto por el que retiraba a Hassan la condición de príncipe heredero y se la otorgaba a Abdallah. Este recibió de su tío los documentos que simbolizaban la transferencia de poderes y al día siguiente, en el mismo aeropuerto en que despedía a su padre camino de Estados Unidos, prestó juramento como heredero.

El nuevo plan de transferencia, más que por la idoneidad del designado, sorprendió por la incertidumbre que generaba en tan dramático momento, con el rey al borde la muerte. Se hizo notar que Hussein habría asistido descontento a las poco disimuladas muestras de ambición de poder de su hermano, en forma de intrigas palaciegas y de movimientos para colocar a sus hombres de confianza en puestos clave del Ejército y la Administración. Su trayectoria de gris -pero eficaz- gestor económico, muy diferente de la de Hussein, el monarca-soldado volcado en los azares de la defensa nacional y la diplomacia, tampoco le convertía en popular.

Con Abdallah en la línea de sucesión al trono se restauraba el principio de primogenitura y de descendencia directa del linaje hachemí (por Hashim, bisabuelo de Mahoma), en tanto que su experiencia castrense le garantizaba la fidelidad de las fuerzas armadas y el afecto del pueblo, cuyo numeroso componente palestino (entre refugiados y autóctonos, alrededor de 1.900.000 personas, el 30% de la población) contemplaría con agrado el tener una reina, la princesa Rania, de entre los suyos. Ello compensaría su inexperiencia cierta en política exterior y en la administración, a pesar de contar con destacadas amistades entre las casas reinantes del Golfo y de haber participado en numerosos proyectos de expansión turística.

El 6 de febrero el gobierno decidió que Hussein, en coma irreversible, se hallaba incapacitado para ejercer sus funciones y nombró a Abdallah regente. Éste se apresuró a tranquilizar a la comunidad internacional, para la que era un perfecto desconocido, y a la población jordana con unas declaraciones en las que aseguraba que Jordania "trataría de efectuar una transición pacífica y tranquila para mantener la estabilidad del país". Más significativamente, prometió emprender "reformas democráticas radicales", con "mayor apoyo al proceso democrático, a la libertad de expresión, al pluralismo político y a las instituciones de la sociedad civil".

Hussein falleció el 7 de febrero. Horas después, Abdallah prestó juramento como nuevo rey en el Parlamento y, siguiendo la voluntad de su padre, designó sucesor en el trono a su hermanastro menor Hamzah, hijo de la reina Noor y recurrentemente referido como el hijo predilecto del monarca finado. Al día siguiente tuvieron lugar los funerales de Estado, supervisados en todo momento por Abdallah, quien aprovechó el público evento para ofrecer una imagen de normalidad y de unidad al lado de su tío Hassan. Su entronización como Abdallah II no tendría lugar hasta el 9 de junio.

El 28 de enero Abdallah había recibido el espaldarazo sin reservas de Estados Unidos con su entrevista en Ammán con la secretaria de Estado Madeleine Albright. Simultáneamente era descargado en el aeropuerto de Aqaba material norteamericano por valor de 35 millones de dólares, la última entrega del paquete de ayuda militar fijado para 1998 y que ascendía a 225 millones. Con el anuncio de ayudas suplementarias, Washington deseaba proteger al joven monarca de la dependencia de Irak, cuyo embargo internacional venía perjudicando extraordinariamente al reino, desprovisto de recursos naturales.

En este sentido, aun subrayando el rechazo de su país a las sanciones de la ONU, Abdallah dejó entrever una mayor dureza con el régimen de Saddam Hussein, no el prudente neutralismo -si bien decididamente hostil en los últimos años- adoptado por su padre desde la Guerra del Golfo en 1991. Asimismo, el día de su designación como regente Abdallah se permitió considerar a Irán "una amenaza para la seguridad de ciertos países del Golfo", declaración valorada por los observadores como destemplada en unos momentos de inauguración susceptibles de exigir la máxima prudencia. En definitiva, se adivinó que bajo Abdallah Jordania seguiría siendo un aliado de Estados Unidos en la región, más estrecho si cabe. Sobre este punto, hay que recordar que en 1996 Jordania se convirtió en el sexto país en recibir de la Casa Blanca el estatus de Aliado Importante No de la OTAN (MNNA), que en Oriente Próximo sólo poseían hasta la fecha Israel y Egipto.

Los primeros encuentros internacionales del rey indicaron qué países son los prioritarios para la diplomacia jordana. Aprovechando la afluencia de mandatarios a las exequias reales del 8 de febrero, sostuvo sendos encuentros con Bill Clinton (quien le recibió en su primera visita oficial a Estados Unidos el 17 de mayo) y, gesto significativo, con el presidente sirio Hafez al-Assad. En una decisión que fue juzgada inadecuada por algunos observadores jordanos, dado el bloqueo del proceso de paz con los palestinos, recibió al primer ministro israelí Binyamin Netanyahu el 28 de febrero para una entrevista en Ammán.

Indudablemente, al Estado judío le resultaba del todo capital el mantenimiento de buenas relaciones con el Reino jordano, su estabilidad interna y su integridad territorial frente a sus poderosos vecinos, viéndole como el Estado natural que los palestinos reclaman y como un estado-tapón fiable frente a la imprevisibilidad de sirios e irakíes, además de un mediador insustituible en sus muy difíciles tratos con la Autoridad Palestina. El cordial encuentro de Abdallah con Yasser Arafat en Gaza el 26 de mayo demostró que la desaparición de Hussein no iba a alterar el estrecho vínculo entre jordanos y palestinos; antes bien, la llegada de Abdallah al trono fue considerada positiva para el refuerzo de los vínculos entre las comunidades árabe-beduina y palestina que componen Jordania.

Su primer encuentro con el nuevo primer ministro israelí Ehud Barak aconteció en Aqaba el 13 de julio, y realizó sus primeras visitas oficiales a Siria el 26 de julio y a Israel el 23 de abril de 2000. En su reunión con Arafat en la ciudad cisjordana de Ramallah el 25 de abril de 2000 respaldó explícitamente la creación de un Estado palestino con capital en Jerusalén oriental, en tanto que con su negativa a entrevistarse en Jerusalén con Barak el 22 de agosto (el presidente israelí, Moshe Katzav, se negó a recibirlo en Tel Aviv) dejó a las claras que no iba a reconocer la aspiración israelí de soberanía sobre esa parte de la ciudad, ocupada a Jordania en la guerra de 1967.

Cuando a finales de septiembre de 2000 estalló en Jerusalén la segunda intifada palestina contra Israel, el monarca condenó el recurso por este país a su arsenal militar para reprimir la revuelta, pero junto con el presidente egipcio Hosni Mubarak se situó en el bando de los países árabes que pidieron prudencia y rechazaron como temerarios los llamamientos a la guerra general contra el Estado judío. Así se observó en el fallido encuentro multilateral de Sharm el-Sheikh, el 16 y 17 de octubre, junto con Arafat, Barak, Clinton y Mubarak, y en la cumbre de emergencia que la Liga Árabe celebró en El Cairo el 21 y 22 de octubre.

En este escenario Abdallah sostuvo un encuentro a tres con el rey de Marruecos Mohammed VI y el recién elegido presidente sirio Bashar al-Assad, los otros dos representantes de una generación de jóvenes líderes árabes que hablaban un mismo lenguaje y que relevaron a sus padres fallecidos en lapso de algo más de un año. Bien relacionado con Abdallah desde hacía años, la promoción de Assad hijo coronó en particular la nueva era en las relaciones jordano-sirias. Por otro lado, el 1 de noviembre causó sensación la visita del primer ministro Ali Abu al-Ragheb (nombrado el 19 de junio anterior) a Irak, en el primer viaje de alto nivel en una década. La apertura con el régimen de Saddam Hussein contradecía el talante anunciado de Abdallah, aunque respondía a necesidades esencialmente económicas, más perentorias desde que el colapso del proceso de paz en la región arruinaba las perspectivas de dividendos en aquel capítulo.

En el orden interno, en septiembre de 1999 Abdallah dispuso diversas medidas represivas contra sectores islamistas y fundamentalmente contra Hamás, organización a la que acusó de pretender convertir el país en una base de retaguardia para acciones terroristas antiisraelíes en Cisjordania. La advertencia real iba dirigida a todos los partidos islamistas, incluyendo los Hermanos Musulmanes. Cuando estalló el conflicto abierto entre los palestinos e Israel, Abdallah desoyó las demandas de estos sectores de la inmediata ruptura de relaciones diplomáticas con el Gobierno de Tel Aviv.

Como se adelantó arriba, Abdallah está casado desde el 10 de junio de 1993 con Rania Yassin, nacida en Kuwait en 1970 en el seno de una distinguida familia palestina y residente en Jordania desde 1990, con derecho a la dignidad de reina por la disposición de su esposo del 21 marzo de 1999. El matrimonio tiene tres hijos, el príncipe Hussein (nacido en 1994) y las princesas Iman (1996) y Salma (2000). Entre las aficiones de Abdallah figuran los coches de competición, los aviones de combate y las artes marciales. Se le ha descrito como un hombre afable y laborioso, poseedor de inusual modestia y sentido de humor. Aunque también, al decir de otros, de una rara excentricidad. Así, poco después de asumir, disfrazado de ciudadano anónimo y sin que, al parecer, nadie le reconociese, realizó diversas inspecciones in situ de los servicios sociales del Reino, en los que constató múltiples deficiencias.

(Cobertura informativa hasta 20/3/2001).

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