La reforma de una Organización Mundial del Comercio en crisis: ¿misión imposible?
La Organización Mundial del Comercio (OMC) contribuyó, desde su puesta en marcha en 1995, a la liberalización del comercio internacional a escala planetaria, que ha fomentado la globalización de la economía, la deslocalización de muchas empresas y la formación de cadenas globales de valor. Durante años, la OMC ha favorecido, junto con otros factores, el crecimiento económico, la expansión de las empresas transnacionales y el desarrollo de países emergentes, particularmente de China y otros países asiáticos, que se han industrializado rápidamente.
En su apogeo, la OMC ya fue objeto de críticas, como evidenciaron las sonadas protestas de diversos movimientos sociales contra la globalización neoliberal y sus asimétricos beneficiarios durante la Conferencia Ministerial celebrada en Seattle en 1999. Pero también hubo muchas voces en defensa de la OMC y la globalización, subrayando que la apertura de los mercados a nivel mundial ha permitido, en buena medida, sacar a centenares de millones de personas de la pobreza en países emergentes. Se defendió, asimismo, que un sistema multilateral del comercio basado en normas y garantizado por un avanzado mecanismo de solución de diferencias, presidido por el Órgano de Apelación de la OMC, aportaría más seguridad jurídica y previsibilidad a las relaciones económicas internacionales.