La mirada del Sur Global hacia las dinámicas de seguridad internacional
Los dos conflictos más importantes de 2024 son un reflejo de la relevancia y complejidad que subyace a este artículo. En el primero de ellos ‒la invasión rusa de Ucrania‒, los países occidentales se mostraron unánimes en su condena a la agresión rusa y en la demanda de sanciones y castigos a Moscú. No obstante, la respuesta de los estados del Sur Global fue dispar; entre ellos, hubo quienes se negaron a tomar partido, quienes se alinearon con Occidente y, también, quienes dieron su apoyo a Rusia. En el segundo de los conflictos que nos ocupan ‒la guerra en Gaza‒, la disposición fue distinta; mientras que políticos y ciudadanos de todo el Sur Global condenaron la acción de Israel, muchos países occidentales insistieron en el derecho de Israel a la legítima defensa. Una gran parte del Sur Global percibió la postura de Occidente como una luz verde a la destrucción israelí de Gaza, y una muestra más del doble rasero y la profunda hipocresía que imperan en el orden internacional actual. Desde la óptica del Sur Global, la diferencia entre estos dos conflictos es que cuando las guerras y el sufrimiento humano tienen lugar en el Sur Global pasan en gran medida desapercibidos, mientras que los conflictos que afectan a Occidente saltan inmediatamente al centro de la agenda mundial.
Ambas guerras han monopolizado una buena parte de la atención y los recursos que Occidente tenía puestos en otros conflictos del Sur Global, lo que ha tenido como consecuencia una agudización de los conflictos en Myanmar, Sudán y Malí, que han quedado desatendidos. Otra de las derivadas de los citados conflictos, en este caso de Ucrania, y que se hizo evidente a la hora de reunir los votos suficientes para condenar la agresión rusa ante la Asamblea General de las Naciones Unidas en marzo de 2022, ha sido recordarle a Occidente la importancia del Sur Global en las dinámicas de seguridad internacional, cada vez más un actor por sí mismo, con una agenda e intereses propios y con el apoyo ‒cuando no la tutoría‒ de China o Rusia. En un momento geopolítico como el actual, en el que el mundo se está volviendo simultáneamente más multipolar y polarizado, la posición del Sur Global es capital.
No obstante, no debemos caer en la trampa de tratar al Sur Global como un actor cohesionado y unitario pues, históricamente, ha sido siempre un conglomerado diverso y fragmentario de actores. Es más, en los últimos años se han multiplicado las diferencias entre la gran colección de países que suelen agruparse bajo esta etiqueta, lo que hace difícil, si no imposible, hacer generalizaciones sobre el papel y el impacto del Sur Global en la seguridad internacional. Es por ello que, en este artículo, no se pretende hacer un exhaustivo análisis que lo abarque todo, sino una exploración más modesta, que dé cuenta de cómo la actual dinámica de seguridad internacional podría repercutir en una mayor marginación de los conflictos y las crisis en el Sur Global, transfiriendo más responsabilidades en las operaciones de paz y en las intervenciones de seguridad a los países del Sur, lo que en un panorama de seguridad internacional como el actual, cada vez más complejo y plagado de actores y rivalidades geopolíticas emergentes, podría aumentar los riesgos de escalada y propagación de los conflictos.
El Sur Global: una realidad imprecisa y cambiante
A pesar de que el término Sur Global es utilizado indistintamente por líderes políticos, analistas y académicos, carece de una definición precisa, y esto no solo es relevante desde un punto de vista académico o semántico, sino también en lo que respecta a la política práctica y a la seguridad internacional. Instintivamente, se asocia el término con países de África, Asia y América Latina, colonizados en su mayoría por las potencias europeas en algún momento. Ideológicamente, suele considerarse que esta experiencia común de colonización es la que define al Sur Global y la que le aporta una perspectiva compartida, además de coherencia política. En este sentido, el término puede entenderse como una designación más simbólica que geográfica1, que entronca con la lucha histórica por la descolonización y la construcción de un orden internacional más justo y equitativo. Así, por ejemplo, durante la Guerra Fría varios países del denominado Tercer Mundo (como se conocía entonces el Sur Global) se congregaron en torno al Movimiento de los Países No Alineados (MPNA) y al Grupo de los 77, buscando ampliar su poder mediante la unidad y, de este modo, resguardarse de la inseguridad resultante de la oposición y la manipulación de las superpotencias. Sin embargo, ya entonces había diferencias en cuanto a sus agendas e intereses. El propio MPNA estaba plagado de competencia y tensas rivalidades entre sus miembros2, y cuando les fue conveniente muchos de sus participantes no dudaron en apoyar políticas patrocinadas bien por Estados Unidos, bien por la Unión Soviética, si estas se alineaban con sus intereses y agendas.
En el actual entorno de seguridad, hablar de un Sur Global unificado y coherente resulta aún más problemático y, si nos trasladamos a los dos conflictos referidos anteriormente, aunque la posición de muchos estados del sur en relación con Gaza y Ucrania da voz a una memoria compartida de opresión colonial y marginación internacional, también se hacen patentes diferencias significativas. Algunos de los estados que forman parte del Sur Global han aumentado mucho su poder económico, militar, político, diplomático y simbólico, y tienen cada vez menos en común con los estados con las rentas más bajas del mundo. En particular, China e India han surgido como centros alternativos de poder e influencia, y ambas proyectan su poder ideológico y militar más allá de sus países vecinos; otros, como Turquía, Brasil y los estados del Golfo aspiran a convertirse en potencias intermedias. Mientras que, en el sentido contrario, estados como Sudán del Sur, Haití y Myanmar, por mencionar tan solo algunos, parecen hundirse cada vez más en el conflicto y la pobreza.
A esta diversidad se añade la falta de una voz unificada u organizada que represente al Sur Global. Como ha observado recientemente la actual presidenta del International Crisis Group, Comfort Ero, aunque son muchos los que afirman hablar en nombre del Sur Global «ningún país puede reclamar este papel para sí mismo»3. Como miembros fundadores del grupo BRICS, Brasil, China e India han luchado por erigirse en portavoces del Sur; sin embargo, esto no ha ido en detrimento de sus propios intereses y de las rivalidades en materia de seguridad con otros estados del sur. China, por ejemplo, representa una importante amenaza para la seguridad de países vecinos, ya que además de Taiwán, mantiene serias disputas de seguridad con Vietnam y las Filipinas. Una China que en el ámbito de la política exterior ha vinculado cada vez más estrechamente su agenda a la de Rusia. Por su parte, India, a pesar de ser una de las abanderadas del MPNA, se ha acercado cada vez más a Occidente en materia de seguridad, llegando incluso a participar en el Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (conocido como Quad), un foro estratégico de seguridad que incluye también a Estados Unidos, Australia y Japón, y que está diseñado en gran medida para contrarrestar las reivindicaciones marítimas de Beijing. Aunque India defiende una «Política de Vecindad Primero», su hegemonía indiscutible en la región de Asia Meridional inquieta a sus vecinos más pequeños y mantiene permanentemente una relación tensa con Pakistán. En pocas palabras, la perspectiva de un Sur Global unido parece tan lejana como siempre, a pesar de ser hoy más necesaria que nunca. Como afirma Shivshankar Menon, antiguo asesor de Seguridad Nacional indio, el actual clima geopolítico de multipolaridad y rivalidad entre grandes potencias ha dejado a muchos países del Sur Global «alienados y desalineados» en lugar de más unidos y no alineados4.
Una marginación creciente
Tradicionalmente, los países del Sur Global han quedado relativamente al margen de los debates académicos y políticos sobre la seguridad internacional, en los que eran tratados de manera tangencial, bien como meros peones de la Guerra Fría, bien como escenarios de conflictos sangrientos, generalmente muy localizados geográficamente5. Sin embargo, esto comenzó a cambiar tras el final de la Guerra Fría y con la revisión crítica de la agenda occidentalocéntrica y estatocéntrica. Dentro del ámbito académico, se apostó por una expansión y ampliación del concepto de seguridad, que iba más allá del estatocentrismo y de las cuestiones militares, y que apelaba a poner el foco en los individuos, las sociedades y las amenazas no militares derivadas de presiones sociales, económicas y ambientales6. Los ataques terroristas del 11 de septiembre de 2001 en EEUU colocaron súbitamente a los llamados estados frágiles, débiles o fallidos del Sur Global en el centro de la agenda de seguridad internacional, ya que los ataques, según se expresaba en la Estrategia de Seguridad Nacional de Estados Unidos, «nos enseñaron que estados frágiles como Afganistán pueden representar un peligro para nuestros intereses nacionales tan grande como el de los estados fuertes»7.
En las dos décadas posteriores, los estados del Sur Global de rentas bajas o afectados por conflictos han pasado a ser cruciales para la seguridad y la estabilidad internacionales, dando lugar a innumerables intervenciones de seguridad y desarrollo. Es más, en general, podemos reseñar muy pocos casos en los que estos conflictos e insurgencias ‒ya sea en Afganistán, Irak o Somalia‒ hayan mejorado o se hayan apaciguado como resultado de tales intervenciones; la tendencia es más bien la contraria. En la región del Sahel, por ejemplo, se ha producido una expansión y profundización del extremismo violento, y en Oriente Medio grandes áreas se han visto desestabilizadas como consecuencia de las guerras de Irak y Siria. Tampoco faltan crisis nuevas o crecientes: de Myanmar a Haití, y de Yemen a Sudán, los hambrientos, los desplazados, los heridos y los muertos en los escenarios de guerra del Sur Global alimentan dramáticas estadísticas.
A pesar de ello, en 2024 el mundo parece mirar hacia otro lado, pues la atención de los líderes y organizaciones internacionales se centra en otras preocupaciones y crisis percibidas como más determinantes, o «más cercanas a casa». La guerra en Ucrania ‒la más grande en Europa desde 1945‒ ha absorbido gran cantidad de recursos materiales y del esfuerzo diplomático. También ha hecho que Europa y Estados Unidos desatendiesen otras muchas crisis, motivo por el cual la ONU y las ONG internacionales han repetido las llamadas a movilizar el apoyo político y humanitario para las crisis del Sur Global. Según el Norwegian Refugee Council, que elabora un listado anual de crisis olvidadas como las de Burkina Faso, Colombia y la República Democrática del Congo, en 2022 se escribieron «cinco veces más artículos sobre la crisis de los desplazados ucranianos» que sobre las diez crisis más olvidadas del mundo: «Por cada dólar recaudado por persona necesitada en Ucrania en 2022, solo se recaudaron 25 céntimos por persona necesitada en las diez crisis más desatendidas del mundo»8.
Buen ejemplo de ello es la guerra civil en Sudán. Desde que estalló la guerra, en abril de 2023, se estima que han muerto 15.000 personas, miles de ellas en una intencionada limpieza étnica en Darfur. Más de 8 millones de sudaneses han sido desplazados y casi dos millones han huido a estados vecinos inestables como Chad, Etiopía y Sudán del Sur. Se calcula que 18 millones de personas padecen hambre, una situación que se ha visto agravada por el hecho de que ambas partes beligerantes han utilizado el acceso a los alimentos como un arma de guerra. A pesar de ello, a nivel internacional y por estar la atención centrada en Gaza y Ucrania, el conflicto en Sudán ha recibido poca atención en los medios de comunicación políticos, diplomáticos o internacionales de alto nivel y aún menos apoyo humanitario y material. Sudán es solo un ejemplo, entre otros muchos, que da verosimilitud a las acusaciones de doble rasero de la comunidad internacional a la hora de hacer frente a las crisis humanitarias y de seguridad; de ahí el creciente resentimiento del Sur Global hacia el orden mundial actual9.
Mayor responsabilidad
Los conflictos en Ucrania y Gaza no son la única razón que explica la negligencia por parte de Europa y de EEUU con respecto a los conflictos en el Sur Global. En el seno de ambas potencias estamos asistiendo a la emergencia de partidos políticos y sentimientos radicales de derecha que abogan por el fin de las políticas exteriores intervencionistas y que dan cobertura a la retracción en curso desde hace algún tiempo. En cuanto a las operaciones de paz, tras las bajas sufridas en las tropas en los años noventa y la peligrosidad creciente, los gobiernos occidentales se han mostrado cada vez más reacios a intervenir en campos de batalla lejanos que impliquen poner «las botas sobre el terreno». Aunque sigan asumiendo el grueso de los recursos financieros necesarios para las intervenciones de paz y de estabilización tanto regionales como de la ONU, los soldados y otro tipo de personal provienen en su mayoría del Sur Global, de países como Bangladesh, Nepal, India, Rwanda, Pakistán, Ghana o Indonesia, que ocupan regularmente los primeros lugares en la lista de países suministradores de tropas. Bajo el lema «soluciones africanas a los problemas africanos», la Unión Africana también ha asumido una responsabilidad y un liderazgo cada vez mayores en las operaciones de paz en el continente, al igual que organizaciones regionales como la Comunidad para el Desarrollo del África Austral (SADC, por su sigla en inglés), la Comunidad Económica de Estados de África Occidental (CEDEAO) y la Comunidad del África Oriental (CAO). Este año, por ejemplo, Sudáfrica envió 2.900 soldados para apoyar a las fuerzas de la República Democrática del Congo en su lucha contra grupos armados, como parte de una operación de la SADC. El Sur Global es, por consiguiente, un actor importante para responder a los problemas de seguridad del mundo y muchos estados pueden describirse como «terceros actores»10.
Es muy probable que el Sur asuma cada vez más responsabilidades en las misiones de paz y seguridad, del mismo modo que existen nuevas formas de acuerdos de cooperación Sur-Sur en materia de seguridad e iniciativas experimentales de gobernanza transnacional de la seguridad. Valga el ejemplo del acuerdo ‒suspendido por el momento‒ para que Kenya lidere una misión de Apoyo Multinacional a la Seguridad (MSS, por su sigla en inglés) para combatir la violencia de las bandas en Haití. Desde el asesinato del presidente Jovenel Moïse en 2021, la capital de Haití, Puerto Príncipe, ha sido devastada por la guerra entre bandas, lo que ha provocado más de 4.400 muertes en 2023 y más de 1.500 en los tres primeros meses de 202411. La misión internacional propuesta está autorizada por el Consejo de Seguridad de la ONU en la Resolución 2.699 (2023), pero no es una operación de mantenimiento de la paz de la ONU al uso, sino una operación financiada principalmente por Estados Unidos y liderada por Kenya, que aporta 1.000 oficiales de policía. En el momento de redactar este artículo no estaba claro si la misión se llevaría a cabo, debido tanto a la feroz oposición dentro de Kenya como a la ausencia de una autoridad política operativa en Haití12. No obstante, la misión propuesta sirve de ejemplo de las nuevas formas de intervención transnacionales de seguridad Sur-Sur, así como del creciente papel del Sur Global en las intervenciones internacionales de seguridad.
Mayor complejidad
La existencia de un orden mundial más multipolar permite a muchos países del Sur Global encontrar mayores oportunidades para escapar del eterno dominio de Occidente y para diversificar sus alianzas y colaboraciones de seguridad. En los últimos años, China e India han ampliado su cooperación militar y de seguridad con otros países del Sur. China, en particular, ha defendido su Iniciativa para la Seguridad Global (GSI, por su sigla en inglés) abordando las diversas preocupaciones de seguridad de los países de África, América Latina, Oriente Medio y Asia. Una gran cantidad de aspirantes a potencias intermedias como Turquía, Emiratos Árabes Unidos (EAU), Arabia Saudí y, en menor medida, Brasil, también se han vuelto más activos en el ámbito de la seguridad en todo el Sur Global. El resultado dista mucho de ser evidente: si bien algunas colaboraciones pueden mejorar la paz y la estabilidad y producir fuerzas de seguridad con mayor capacidad gracias a los entrenamientos y ejercicios conjuntos, también existe el riesgo de un entorno de seguridad más volátil y complejo en el que se multiplique el potencial de escalada de los conflictos.
El Cuerno de África es buen ejemplo de ello. Con una ubicación clave en las principales rutas marítimas internacionales, incluido el acceso al mar Rojo y al Canal de Suez, esta zona se ha convertido en un centro de intensa competencia geopolítica que involucra a un número creciente de actores y países extranjeros. Djibuti, uno de los estados más pequeños del continente, alberga actualmente presencia militar estable de ocho países extranjeros: Alemania, España, Italia, Francia, Estados Unidos, Reino Unido, Arabia Saudí y ‒lo más controvertido‒ China. Toda la región se ve arrastrada cada vez más por las rivalidades políticas de Oriente Medio, en las que Turquía, Emiratos Árabes Unidos, Qatar, Arabia Saudí, Egipto e Irán compiten por ejercer su influencia. Cuando a principios de 2024, Etiopía y Somalilandia ‒una región separatista de Somalia‒ firmaron un controvertido acuerdo que otorgaba a Addis Abeba acceso al mar Rojo, Somalia respondió firmando un nuevo acuerdo de seguridad marítima con Turquía. Emiratos Árabes Unidos, aliado de Etiopía y Somalilandia, han brindado su apoyo a Etiopía, mientras que Egipto y Qatar han tomado partido por Somalia. Esta situación compleja y cambiante ilustra cómo los conflictos actuales del Sur Global a menudo involucran a múltiples actores, y cómo resulta cada vez más probable que una crisis que implica a un único enemigo termine por arrastrar a otros.
Esta complejidad se ve reforzada por la creciente rivalidad entre las principales potencias, sobre todo entre Occidente, por un lado, y China y Rusia, por el otro. Aunque el auge de China y Rusia parece ofrecer una vía de escape a la hegemonía occidental13, lo cierto es que la lógica de la situación se asemeja cada vez más a la de la Guerra Fría, en la que dos potencias ‒o bloques‒ compiten por el poder y la influencia en el Sur Global. La sorpresa inicial y las críticas que acompañaron la negativa de los países del Sur Global a apoyar de manera incondicional la condena de Occidente de la invasión rusa de Ucrania recuerda a la era del «o están con nosotros o contra nosotros», al igual que la posterior competencia por hacer amigos y aliados ‒y lograr votos en las Naciones Unidas‒, especialmente entre los 54 estados africanos.
Más preocupante y potencialmente mucho más peligroso es el posible retorno de los conflictos subsidiarios. Cuando los gobiernos militares de Malí, Burkina Faso y Níger comunicaron a las tropas francesas que debían abandonar el país, atribuyeron su decisión al imperialismo y las ansias de dominación de París, afirmando que había sido incapaz de detener el extremismo violento. Entonces buscaron la ayuda y la protección de Rusia, a través del grupo semimercenario Wagner. Esta vía de escape no solo afecta a Francia y a otros países occidentales, sino que también ha agravado y fragmentado, aún más si cabe, el ya de por sí complicado entorno de seguridad del Sahel. También ha dividido a los países de África Occidental, debilitando a su organización regional CEDEAO y, lo que es más importante, ha hecho poco, si es que ha hecho algo, por detener las insurgencias y mejorar la seguridad de la población civil.
Conclusión
Si siempre fue difícil hacer generalizaciones sobre el Sur Global y la seguridad internacional, hoy en día lo es más aún. El entorno geopolítico y de seguridad actual, definido por la multipolaridad y la creciente rivalidad de grandes potencias, a la vez que plantea la posibilidad de un Sur Global unificado, da indicios de que la unificación no pasará de ser una mera aspiración irrealizable. En medio de las tensiones geopolíticas, regionales, personales, económicas e identitarias que conforman el heterogéneo Sur Global, con frecuencia hay una posición común del Sur en contra de la dominación económica, estructural, militar y política de Occidente. Como tal, la idea de Sur Global sigue viva como horizonte político. No obstante, en la coyuntura geopolítica actual, el Sur Global está más fragmentado que unido, y más «desalineado» que no alineado. Sus diversos miembros desempeñarán roles diferentes y se verán afectados de manera desigual por la cambiante dinámica de la seguridad internacional, a riesgo de un abandono y de la exacerbación de las crisis persistentes de seguridad del Sur Global, lo que puede hacerlas más complejas y entreveradas con las rivalidades entre las grandes potencias.
REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS
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Notas:
1- Véase Grovogui (2011).
2- Véase Vitalis (2013).
3- Véase Ero (2024).
4- Véase Menon (2023).
5- Véase Abrahamsen y Sandor (2018).
6- Véase Krause y Williams (1997).
7- Véase La Casa Blanca (2002).
8- Véase Norwegian Refugee Council (2023).
9- Véase Menon (2023).
10- Véase Abrahamsen y Sandor (2018).
11- Véase ACNUDH (2024).
12- N. del Ed.: Aunque Kenya acordó en octubre de 2023 liderar una fuerza policial internacional autorizada por la ONU en Haití, en enero de 2024 la Corte Suprema de Kenya falló que la iniciativa no era constitucional en parte debido a la falta de «acuerdos recíprocos» entre los dos países.
13- Véase Cooley y Nexon (2020).