Introducción. Geopolítica desde América Latina: cambio de ciclo y multipolaridad
Mélany Barragán Manjón, profesora permanente laboral, Universidad de Valencia (España)
Ariel Sribman Mittelman, investigador, Instituto de Estudios de América Latina y el Caribe, Universidad de Buenos Aires (UBA, Argentina); profesor de Ciencia Política, Universidad Europea de Madrid (España)
El primer cuarto del siglo XXI ha sido testigo de una reconfiguración dramática del tablero geopolítico global. Esta aseveración cobra su verdadera dimensión cuando se compara el mundo del año 2000 con el de 2024. Al alba del nuevo milenio, se cumplía una década de la caída de la Unión Soviética; y el «fin de la historia», anunciado por Francis Fukuyama con la correspondiente victoria definitiva del liberalismo occidental, parecía inapelable. Faltaba poco más de un año para que los atentados del 11 de septiembre de 2001 abrieran la primera brecha de debilidad de la gran potencia vencedora de la Guerra Fría, Estados Unidos; y ya emergían señales del poderoso crecimiento económico chino, aunque este no había alcanzado todavía la velocidad vertiginosa que adquiriría durante las primeras dos décadas del nuevo siglo. La India, por su parte, aún estaba lejos de convertirse en el país más poblado y la democracia más grande de la Tierra, así como de ocupar un espacio clave en la economía mundial debido a su pujanza tecnológica, su desarrollo en infraestructuras o su posición en el ajedrez geopolítico, con una mano tendida a Occidente y la otra a China y Rusia. En la misma línea, tampoco ostentaban peso alguno términos como los BRICS o el Sur Global, este último formado por un grupo de países que obliga a girar la mirada hacia un escenario que llevaba décadas con las luces atenuadas y en cuyo seno se ubica América Latina. Esta región, tras la crisis de la deuda en la década de 1980 y el Efecto Tequila en la de 1990, había ingresado al nuevo siglo en una nueva circunstancia crítica. El fracaso del Consenso de Washington dejó hundidas sus economías y agotadas a sus sociedades.
En este contexto, lo que traería la década siguiente a América Latina debe comprenderse, además de tener en cuenta los antecedentes, ampliando la mirada; una mirada que conecte, por un lado, lo político con lo particular de la región y, por otro, lo económico y general de la geoeconomía con la geopolítica global. El enfriamiento de las relaciones con Estados Unidos, el despegue chino y su demanda de materias primas (commodities) latinoamericanas, así como la revitalización de la Rusia postsoviética y su búsqueda de reconquistar espacios geopolíticos –en el caso de América Latina, sin una contrapartida geoeconómica relevante– articulan las dinámicas internas de la región con el despliegue del nuevo mundo multipolar en ciernes. La inserción de América Latina en el nuevo escenario, las oportunidades y desafíos que ello comporta, así como la complementariedad entre lo regional y lo global, han sido objeto de numerosas investigaciones. Sin embargo, casi todas ellas se han quedado en estudios parciales sobre la relación de América Latina con un actor exterior, ya sea Estados Unidos, China, Rusia u otro país o región. En un mundo cada vez más interconectado, donde el desarrollo tecnológico chino dispara el valor de los minerales abundantes en el Cono Sur latinoamericano, o en el que la invasión rusa de Ucrania y la guerra en Oriente Próximo entre Israel y Hamás generan inflación y dificultades socioeconómicas en toda América, por citar apenas algunos ejemplos, resulta imprescindible presentar los diversos actores del escenario de modo integrado.
Este es precisamente el objetivo del número 136 de Revista CIDOB d’Afers Internacionals: presentar de manera unificada y complementaria las relaciones de América Latina con varios actores de ese panorama global interconectado e interdependiente. Se trata de comprender el vínculo de la región con cada actor sin olvidar la presencia simultánea de todos los otros, la competición o la cooperación entre ellos, las ventajas que una u otra dinámica generan para la región. También se procura complementar el aspecto económico con el político, pero también el histórico y el cultural, que afectan las relaciones internacionales en mayor medida de lo que se suele considerar.
Con ese propósito, el artículo de Mélany Barragán y Ariel Sribman Mittelman analiza a nivel macro los ejes que articulan los cambios en las dinámicas regionales y la capacidad de los diferentes países para dar respuesta tanto a la coyuntura internacional como a viejos y nuevos problemas internos. La polaridad ideológica, el paulatino viraje hacia un posible segundo ciclo progresista, la marcada influencia de China en la agenda regional, así como la necesidad de Estados Unidos o la Unión Europea de replantear sus estrategias en la región son algunas de las cuestiones abordadas en el artículo. Asimismo, y a modo de introducción, se identifican las pautas de cambio, su impacto, los principales actores implicados y los procesos en curso.
A continuación, el trabajo de Sebastián Bitar y Thomas Long aborda las relaciones interamericanas; en concreto, los vínculos de América Latina con Estados Unidos. Para ello introducen el concepto de «hegemonía matizada», a fin de reflejar el complejo sistema de relaciones asimétricas y jerárquicas que caracterizan al período poshegemónico estadounidense. En este marco, destacan las diferencias entre las relaciones de Estados Unidos con el Cono Sur, por un lado, y con América Central y México, por otro. Para englobar estas divergencias entre países latinoamericanos en su relación con Estados Unidos los autores acuñan el concepto de «asimetría diferenciada».
La aportación de Susanne Gratius y Anuschka Álvarez von Gustedt examina las relaciones entre América Latina y la Unión Europea. Partiendo de la premisa de que tanto la pandemia de la COVID-19 como la agresión de Rusia a Ucrania han puesto de manifiesto los riesgos que plantea la dependencia del exterior, las autoras exploran el discurso sobre la autonomía en la política exterior de ambas regiones, atendiendo a sus objetivos, prioridades y consecuencias regionales y birregionales. En este sentido, sostienen que temáticas como el cambio climático y la protección del medio ambiente son parte de una nueva agenda compartida que debería reemplazar la vieja lógica del interregionalismo, basada en una forma de integración que pierde peso tanto en América Latina comoy la Unión Europea.
Andrea Bianculli, por su parte, analiza el desarrollo de la integración regional latinoamericana y los desafíos que esta enfrenta. Por un lado, afirma que los cambios geopolíticos a nivel global provocan nuevas tensiones en los bloques regionales ya existentes, dificultando su integración, y, por otro, destaca las diferencias ideológicas entre líderes y la clara ausencia de un liderazgo regional. Sin embargo, subraya la importancia de enfrentar esos desafíos, no solo para el desarrollo económico sino también para el político, presentando la integración regional como un escalón intermedio entre lo nacional y lo global.
El artículo de Fernando Pedrosa propone una reflexión sobre las relaciones entre América Latina y Asia. Se trata de una mirada amplia, que agrega al componente geopolítico elementos históricos y culturales. Como punto de partida, apunta las diferencias entre países, tanto entre los asiáticos como entre los latinoamericanos, problematizando la consideración de estos como dos bloques internamente homogéneos. Asimismo, destaca la necesidad de valorar el potencial que tiene toda Asia, no solo China, para América Latina. Precisamente este artículo marca una pauta que caracteriza este monográficoen su conjunto: sugiere la conveniencia de evitar las categorías estáticas, como la de Sur Global, ya que si algo ha demostrado este primer cuarto del siglo xxi es que el anclaje a categorías rígidas no se adapta a los cambios que se producen constantemente en la geopolítica y la geoeconomía globales. Del mismo modo que el vertiginoso crecimiento chino obliga a preguntarse si se puede seguir incluyendo a esta potencia en el Sur Global, guerras como la de Rusia-Ucrania e Israel-Hamás han provocado reordenamientos de tal magnitud que resulta imprescindible operar con clasificaciones más dinámicas.
El monográfico se cierra con el trabajo de Mónica Hirst, Roberto Russell, Ana María Sanjuan y Juan Gabriel Tokatlian, quienes abordan el papel de América Latina dentro del Sur Global, así como el de este último en el orden global. De esta forma, si bien el llamado Sur Global tiene hoy más gravitación en el orden mundial, sigue siendo el principal escenario de las crisis internacionales y el locus de disputas del Norte. En este contexto, aunque América Latina no se ve directamente afectada, no puede hacer caso omiso de su lugar como parte del Sur Global. Por ello, este trabajo invita a pensar en la noción de «orden no hegemónico» y en los procesos que articulan los principales clivajes del orden en formación.
Siguiendo esta idea, este número evita concebirse como la plasmación de una imagen fija, como registro de un momento histórico. Más bien se propone como un ejercicio de observación del movimiento, de interpretación de las corrientes que orientan la marea geopolítica global –y cómo estas afectan a la región latinoamericana– y que es necesario contemplar en conjunto para comprender los siguientes virajes cuando lleguen.
Revista CIDOB d’Afers Internacionals, nº 136, p. 7-10
Cuatrimestral (enero-abril 2024)
ISSN:1133-6595 | E-ISSN:2013-035X