Hispanismo étnico e iberosfera: la peculiar mirada de Vox hacia la región latinoamericana

Revista CIDOB d'Afers Internacionals nº 132
Fecha de publicación: 11/2022
Autor:
Guillermo Fernández-Vázquez y David Lerín Ibarra
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Guillermo Fernández-Vázquez, profesor de Ciencia Política y de la Administración, Universidad Carlos III (Madrid). guillfer@clio.uc3m.es. ORCID: https://orcid.org/0000-0003-3698-5115 

David Lerín Ibarra, profesor de Ciencia Política y de la Administración, Universidad Complutense de Madrid. dlerin@ucm.es. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-7539-7634 

Uno de los rasgos primordiales de la ideología del partido político español Vox es el nacionalismo étnico o etnonacionalismo, que lo entronca con el pensamiento político de la derecha radical populista –definida por Mudde– dentro de la familia política de la ultraderecha. Este artículo examina, en primer lugar, en qué consiste teóricamente el nacionalismo étnico o etnonacionalismo para, a continuación, analizar un rasgo peculiar que distingue el nativismo de Vox de otros partidos de la derecha radical europea: el «hispanismo étnico»; por último, estudia las conexiones de Vox con América Latina, indagando sobre la conceptualización y los rasgos estratégicos específicos del proyecto que el partido español denomina la «iberosfera».

Vox es un partido político en vías de consolidación dentro del régimen político español y, muy específicamente, dentro de su sistema de partidos. El estudio de su pensamiento es fundamental para conocer los cambios que se están produciendo en dicho sistema de partidos. En este sentido, uno de los rasgos fundamentales de la ideología de esta formación es el nacionalismo étnico o etnonacionalismo, que lo entronca con el pensamiento político de la derecha radical populista (Mudde, 2007), dentro de la gran familia de la ultraderecha. Recordemos que esta familia política, siguiendo al autor neerlandés, está formada por dos corrientes políticas. Por un lado, por los partidos de extrema derecha que defienden postulados antipluralistas y antisistémicos, concepciones raciales de la nación y el uso de la violencia como instrumento político, además de mostrar vínculos con el fascismo histórico. Por el otro lado, también dentro de la ultraderecha, encontramos las formaciones de derecha radical (populista) que aceptan, en un principio, el pluralismo político y las reglas del sistema liberal democrático, aunque de forma restringida para dar primacía social y legal a la etnia autóctona («preferencia nacional»). Al respecto, se habla de un «liberalismo etnocrático» (Griffin, 2000), defendido por grupos que amparan concepciones étnicas de lo nacional, no tanto raciales, e intentan, por otro lado, desligarse del fascismo histórico y de la violencia explícita1.

Este artículo examina, en primer lugar, en qué consiste teóricamente el nacionalismo étnico o etnonacionalismo para, en segundo lugar, aplicar dicho rasgo ideológico al partido político español Vox, haciendo hincapié en el concepto de «hispanismo étnico» o «etnicismo hispanista». Ahondando en este concepto, en tercer lugar, nos preguntamos por las conexiones de Vox con América Latina, indagando en los rasgos definitorios y estratégicos de la noción de iberosfera. Para ello, llevamos a cabo un análisis del discurso de este partido político basado, en primer lugar, en un significativo número de fuentes secundarias y primarias; en segundo lugar, en el estudio de documentos oficiales de la formación española y, en tercer lugar, en la elaboración de una serie de entrevistas semiestructuradas tanto a cargos intermedios de Vox como a estrategas de su principal think tank: la Fundación Disenso. De este modo, el artículo comienza desarrollando una aproximación conceptual a la noción de etnonacionalismo; más adelante se detiene en el análisis de las peculiaridades del nativismo de Vox y, muy singularmente, en la noción de «hispanismo étnico», para finalmente enfocarse en la dilucidación del término iberosfera y en sus implicaciones culturales, políticas y estratégicas. El artículo se propone ofrecer, de esta forma, una visión profunda, situada y precisa del nacionalismo de Vox en su relación con América Latina2

Nacionalismo étnico o etnonacionalismo

La conceptualización de nación, desde la óptica de la ultraderecha (extrema derecha y derecha radical populista), es fundamental para esta investigación. Politológicamente, se reconoce a los pensadores Ernest Renan (1996 [1882]) y a Friedrich Meinecke (1922) como los padres fundadores de la separación entre nacionalismo étnico y nacionalismo cívico, basándose el primero en una concepción étnica-cultural y el segundo en el voluntarismo político; una oposición que ha sido tomada y desarrollada por muchos autores. Así, Michael Keating (1996) esgrime tal dicotomía para diferenciar la «nación étnica» de la «nación cívica», distinción muy similar a la división entre «nación cultural» y «nación política» de Andrés de Blas Guerrero (1994). Asimismo, surge la oposición entre «nación oriental» (fundamentada en el romanticismo alemán, ius sanguini) y «nación occidental» (basada en la Ilustración) de Hans Kohn (1944); o el contraste entre «nación organicista» y «nación voluntarista» de Alain Renault (1991). Según Keating (1996), en la nación étnica «la pertenencia a la comunidad nacional se confiere basándose en criterios atribuibles», por tanto, no es elegible ni voluntaria, ya que se pertenece a la nación si se cumplen una serie de condicionantes culturales de ese territorio: la lengua, la religión, la historia compartida, las tradiciones, las costumbres, la gastronomía, las conmemoraciones y festividades, el arte nacional, la vestimenta, elementos folclóricos, etc. Además, se acompañan estos componentes étnicos con una ascendencia común entre sus miembros. Por su parte, la nación cívica «tiene sus orígenes en la aquiescencia individual (…). Cualquiera puede entrar a formar parte de la nación, independientemente de su cuna o de sus orígenes étnicos», los individuos se constituyen voluntaria y libremente en la colectividad y, por tanto, «no hay ningún mito relativo a la ascendencia común» (ibídem: 16).

Emparentado con la defensa de la nación étnica o etnonacionalismo, podemos mencionar el concepto de «ultranacionalismo palingenésico» de Griffin (1991: 26-55 y 2018: 63-69) frente a un nacionalismo de base socialista o liberal. Según el autor británico, el ultranacionalismo «por mucho que conserve una fachada de legitimidad democrática, ha quedado desprovisto de cualquier connotación humanística o igualitaria que podría adquirir un contexto liberal o socialista como fuente de libertades y derechos individuales, cívicos y legales para todos» (ibídem, 2018: 65). Asimismo, para acercarnos al concepto de «nación étnica», es necesario hacer un breve repaso histórico de sus usos. En el siglo xix, en el apogeo de nacionalismo y del romanticismo, era frecuente describir la condición étnica identificándola, con poco rigor, con el término raza. Sin embargo, serán los fascismos del siglo xx los que recalcarán clara y conscientemente un nacionalismo racial, sobre todo en el caso del nacionalsocialismo alemán y en la Italia fascista, fundamentalmente a partir de 1938, con la instauración de las leyes raciales y, posteriormente, en la República Social Italiana entre 1943 y 1945, también conocida como la República de Saló.

Desde la perspectiva de la extrema derecha y las formaciones actuales de esta corriente (neofascistas o neonazis), el componente racial de la nación étnica todavía está presente; por tanto, la extrema derecha enlaza los tres elementos: nación, etnia y raza. Esto se aprecia claramente, por ejemplo, en los discursos de CasaPound Italia (CPI), del Movimento Sociale Italiano (MSI), del British National Party [Partido Nacional Británico] (BNP), del Nationaldemokratische Partei Deutschlands [Partido Nacionaldemócrata Alemán] (NPD) o del griego Amanecer Dorado (AFI). Sobre este último, podemos ilustrar estas características, ya que el partido griego reivindica «la sangre racialmente pura», la «supremacía blanca» y la nación helénica «constituida exclusivamente por los nativos a través de elementos biológicos y culturales como la línea sanguínea» (García Olascoaga, 2018: 15). En España, el partido nacionalsocialista Alianza Nacional (AN) –aunque ciertamente es muy minoritario– es uno de los grupos organizados más significativos al respecto, al mostrar postulados racistas sin ninguna ambigüedad; como su lema político: «Nación, raza y socialismo» (Alianza Nacional, 2019). Además, otros grupúsculos, como La Falange (FE), Hogar Social Madrid (HSM), la Asociación Cultural de Amigos de León Degrelle (de ideología nacionalsocialista) o el ya disuelto Movimiento Social Republicano (MSR)manifiestan importantes elementos raciales en su discurso político. A nivel global, en esta defensa de una visión racial de la nación, también podríamos citar otros pequeños partidos de extrema derecha, fascistas o nacionalsocialistas marginales, grupos ciberfascistas y movimientos callejeros de skinheads white power (como el grupo estadounidense Hammerskin Nation), normalmente anclados en la intimidación y la violencia.

En cambio, por el lado de la derecha radical populista, se ha abandonado el empleo del término raza, aunque reivindicando la nación étnica, alegando la necesidad de la diferenciación étnica de los pueblos. Asimismo, esta derecha radical populista también habla de identitarismo; es decir, defiende la necesidad de preservar la identidad étnica de cada pueblo de forma separada y específica, sin mestizajes entre ellos (Taguieff, 1985: 71-76 y 1986: 97-103). En consecuencia, los partidos políticos de derecha radical defienden un tipo de «nacionalismo étnico» o «etnonacionalismo», donde la pertenencia a la nación no es un hecho o una decisión voluntaria, sino que se pertenece a una nación si se cumplen una serie de condicionantes étnicos; esto es, unos rasgos culturales «propios» de esa nación: idioma, religión, tradición, costumbres, gastronomía, etc., a los que habría que sumar un componente genético relativo a la ascendencia común. De esta manera, de acuerdo con los partidos de la derecha radical populista, solamente formará parte de la nación quien tenga estos condicionantes étnicos. Con ello, esta familia ideológica rechaza cualquier construcción nacional basada en los principios de la nación cívica multicultural. De ahí que sea posible afirmar que los partidos de derecha radical populista no aceptan la pluralidad etnocultural dentro de una misma nación; sino que más bien apuestan por una «homogeneización interna» (Koch, 1991). Ejemplo de esta postura y de este desideratum axiológico es la siguiente declaración del líder de Vox, Santiago Abascal: «Creo que la homogeneidad cultural y moral es beneficiosa para la sociedad (…) También la religiosa» (citado en Sánchez-Dragó, 2019: 222).

Por consiguiente, desde este punto de vista, cada etnia debe tener un Estado-nación separado y diferenciado del resto; así, se reivindica «el derecho a la diferencia» étnica (De Benoist, 2015). A esta teoría se la conocerá como «etnopluralismo» («etnodiferencialismo» o simplemente «diferencialismo»); un concepto que fue desarrollado por el teórico francés Alain De Benoist a lo largo de la década de 1970 y que ha defendido hasta la actualidad (Sanromán, 2008). Para este autor, el «etnodiferencialismo» se opone ferozmente al «universalismo», al que acusa de perseguir «la erradicación de todas las diferencias raciales y culturales que se disolverían en una gran civilización universal, fruto de un crisol nivelado por el mestizaje, la igualación y la aculturación» (citado en Sebastián, 2015). Para De Benoist (1992: 4), el «derecho a la diferencia» es un «derecho a la identidad y a la existencia colectivas, derecho a la lengua, a la cultura, al territorio y a la autodeterminación, derecho a vivir y trabajar en el propio país, derecho a los recursos naturales y a la protección del mercado». Por lo tanto, la defensa del etnopluralismo se define, en gran medida, por la identidad de la etnia en relación con la tierra (de origen) como algo inseparable: «En todo el mundo, las etnias plantean reivindicaciones y bullen inquietas las regiones (…) Los hombres sienten apego por una tierra que consideran suya y están dispuestos a luchar por su independencia e integridad (…) Los hombres están atados carnalmente a la tierra que los ha visto nacer y con la que se fundirán cuando, eslabones que han desaparecido pero no faltan, solo sobrevivan por las cosas grandes que hayan hecho, y de las que sus descendientes hayan conservado y más tarde transmitido el recuerdo» (ibídem, 1971: 1-2).

De hecho, el etnonacionalismo apela constantemente al ethnos, la nación étnicamente pura (Perrineau, 2005: 23). Por ello, los partidos políticos de derecha radical populista muestran gran hostilidad a los extranjeros y a las comunidades culturalmente diferentes a la etnia autóctona, excluyéndolos de la nación. Las organizaciones de extrema derecha van aún más allá, negando la pluralidad racial dentro de la comunidad nacional a la que aspiran, defendiendo la homogeneidad racial. El objetivo final, tanto en el caso de la derecha radical «etnopluralista» como en el caso de la extrema derecha «racialista», es alcanzar un Estado con una sola nación homogénea o mononacional (Mudde, 2007: 16); un objetivo que se concreta en un Estado monoracial en el caso de la extrema derecha y en un Estado monoétnico o monocultural en el caso de la derecha radical.

El etnonacionalismo resalta así «la importancia de la identidad nacional como elemento central del ser nacional, lo que le lleva a impulsar un discurso político de corte excluyente» (Mongan Marcó, 2019: 169). Este principio excluyente es definido por Cas Mudde (2007: 19) como nativismo en los siguientes términos: «[el nativismo] es un andamiaje ideológico que plantea que los estados solo deben estar habitados exclusivamente por miembros de un grupo nativo (la nación) y que aquellos elementos no nacidos en ese lugar (personas e ideas) son fundamentalmente una amenaza para la conformación de un Estado nación homogéneo». De esta manera, podemos caracterizar a este etnonacionalismo como «perennialista» (Smith, 2001: 60), en la medida en que concibe a la nación como algo inmutable en la historia, un fenómeno persistente y recurrente en todas las épocas. Smith (ibídem) detalla las características de esta concepción de la nación diferenciándola de una noción «moderna» de esta. La nación «perennialista» sería una comunidad etnocultural, persistente e inmemorial, con raíces temporales y en el espacio (patria histórica), orgánica, sin fisuras ni diferencias, unitaria, con una única voluntad y ancestral. Por el contrario, la «nación moderna» se opone radicalmente a la anterior, definiéndose como una comunidad política, nueva, inconstante, mutable, creada, espontánea, dividida en grupos y de voluntades múltiples (véase la figura 1). 

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Por tanto, la derecha radical populista y la extrema derecha no creen ni en sociedades multiculturales ni en la integración; y solo la derecha radical aceptaría la asimilación cultural4. Según Roger Eatwell y Matthew Goodwin (2018: 14), los partidos de esta familia política «cuestionan la capacidad de las sociedades occidentales para absorber rápidamente las tasas de inmigración y un hipercambio étnico sin precedentes en la historia de la civilización moderna». Ahora bien, sobre este punto, existen algunas diferencias entre la extrema derecha y la derecha radical populista. La primera restringe aún más el concepto de nación y rechaza toda inmigración, tanto regular como irregular, reclamando sin distingos la expulsión de los inmigrantes con o sin documentación. Por su parte, la derecha radical populista apuesta por expulsar exclusivamente a la inmigración irregular y a los extranjeros regularizados «delictivos», pudiendo aceptar la asimilación de etnias similares a la propia, como destaca Omar García Olascoaga (2018: 8): «Los neofascistas pugnan por conservar esta comunidad nativa (…) mediante la expulsión de todos los extranjeros (legales e ilegales) y el rechazo sistemático hacia minorías como los homosexuales o los gitanos», por su parte «la derecha radical populista se pronuncia en contra de los elementos no nativos, pero solo se enfoca en expulsar exclusivamente a la inmigración irregular, dejando una puerta abierta para todos los extranjeros y minorías étnicas cuyo deseo sea integrarse en la nación receptora».

Asimismo, la derecha radical populista hace hincapié en el rechazo a la comunidad musulmana, más que a la comunidad judía. De hecho, las formaciones de esta familia política se caracterizan por apoyar al Estado de Israel; por lo que el gran otro, la alteridad, el enemigo (en el vocabulario del teórico Carl Schmitt [1888-1985]), ya no es el judío, sino el musulmán. La justificación para esta exclusión viene determinada por la convicción, expresada por la globalidad de este conjunto de partidos, de que la religión islámica cuestiona «los aspectos principales de la vida moderna en Occidente, como la igualdad y el respeto por las mujeres y las comunidades LGTB» (Eatwell y Goodwin, 2018: 14). La idea, en suma, de que el islam no resulta compatible con el modo de vida en Occidente; salvo que se lo restrinja a una esfera exclusivamente íntima.

Por último, las formaciones de la derecha radical populista insisten en dar preferencia en lo social, en lo político y en lo económico a la etnia nativa frente a la extranjera; exigiendo, por ejemplo, que las ayudas sociales recaigan prioritariamente en los ciudadanos nacionales. A este modelo se lo ha bautizado como welfare Chauvinism o «chovinismo del bienestar» (Casals, 2012; Cornago y Zollinger, 2018; Dudda, 2018). El proyecto del welfare Chauvinism está presente en todas las plataformas electorales de esta familia política, expresándose en lemas como «preferencia nacional», «prioridad nacional» o «los nacionales, primero». La defensa de este «etnicismo social» es más acusado en algunos actores partidistas como el austríaco Freiheitliche Partei Österreichs (FPÖ) o el francés Front National (FN) –ahora Rassemblement National (RN)–, que en otros como el neerlandés Partij voor de Vrijheid (PVV), el polaco Ley y Justicia (Prawo i Sprawiedliwość [PiS]) o incluso Chega! en Portugal. En España, dentro de este «etnicismo social», encontramos a partidos como España2000 (López Ortega, 2016), Plataforma Per Catalunya (PxC) (Casals, 2009; Hernández-Carr, 2012), e incluso a la propia formación liderada por Santiago Abascal.

El caso de Vox en España es muy peculiar y, por ello, merece un estudio singularizado y detallado, en la medida en que no solo identifica la nación española con el grupo nativo y no solo establece algún tipo de «prioridad nacional» o «preferencia nacional» para el conjunto de los autóctonos; sino que introduce además una salvedad que guarda relación con su noción de la historia de España, con su combate contra la denominada «leyenda negra» (Roca Barea, 2016) y, muy en particular, con su visión de la hispanidad como hecho cultural que acarrea consecuencias políticoétnicas. 

Hispanismo étnico de Vox

Al igual que el resto de partidos políticos de la derecha radical europea, Vox realiza una defensa encendida del etnonacionalismo. Así, de la misma manera que Marine Le Pen apuesta por la «priorité nationale» (Fernández-Vázquez, 2019: 61) y Donald Trump por el «America first», Vox aboga por dar prioridad y privilegiar socialmente a los nativos nacionales: «En España, los españoles primero» (Vox, 2019b), «los españoles tienen que tener prioridad en el acceso a las ayudas sociales» (ibídem, 2018c), «España, lo primero» (ibídem, 2018a), «los españoles estarán primero» (ibídem, 2018b), etc.La nación, razona Vox, se debe en prioridad a sus «hijos», que son no solo sus moradores legítimos, sino también sus propietarios. En este punto, la retórica de Vox no difiere un ápice de la de sus homólogos europeos. La nación es una casa que pertenece legítimamente a una etnia y que solo puede ser habitada en calidad de «huésped» o «invitado» por aquellos que no pertenecen de origen al grupo nativo. Más adelante, si estos «huéspedes» adoptan el modo de vida de la casa y se «asimilan», sostiene Vox, entonces pueden empezar a reclamar derechos de inclusión dentro del grupo nativo. Pero siempre en calidad de «conversos» que deben seguir demostrando su buen comportamiento; y nunca en tanto que «cristianos viejos», recurriendo a una terminología usual en la España de los siglos xvi y xvii. Como puede percibirse, el argumento es cultural, pero la lógica sigue siendo patrimonial y ligada al linaje.

No obstante, a pesar del repudio generalizado que Vox manifiesta hacia los migrantes, la formación española establece una pequeña excepción para aquellos individuos procedentes de América Latina. Aunque de entrada la inmigración es vista como un peligro, como un asunto delicado y dificultad potencial, el partido de Santiago Abascal abre un canal de preferencia para los ciudadanos de la iberosfera. El argumento que cimenta esta excepción y esta preferencialidad es que los ciudadanos latinoamericanos son asimilables étnicamente o, en todo caso, más asimilables que los sujetos de procedencia islámica. Y es que, en efecto, la hostilidad de Vox hacia la inmigración está enfocada principalmente hacia la población musulmana, como atestiguan diversos artículos de especialistas (Sánchez Medero, 2018; Ferreira, 2019: 88). Véase, como ejemplo, esta declaración de Santiago Abascal (2018) durante un mitin en Gran Canaria en 2018: «No es lo mismo un inmigrante procedente de un país hermano hispanoamericano, con una misma cultura, con una misma lengua, una misma cosmovisión del mundo, que la inmigración procedente de países islámicos. No queremos que España sea como el resto de Europa. No queremos que ese 4% de musulmanes que hay en España, y que para algunos podrán resultar una minoría simpática, se conviertan en un problema».

Esta lógica de preferencialidad hacia los ciudadanos de la iberosfera puede ser definida terminológicamente como «hispanismo étnico» o «etnicismo hispanista». Esto es, un tipo de razonamiento o justificación que da prioridad al inmigrante latinoamericano, apelando a los lazos culturales e históricos entre la metrópoli (o las metrópolis, si incluimos a Portugal) y las antiguas colonias. Se trata de una ampliación de la etnia nativa en régimen de subalternidad, recuperando el mito del imperio (o de los imperios) y aduciendo una cierta compatibilidad o complementariedad entre las culturas. Javier Ortega Smith, secretario general de Vox, expresaba del siguiente modo esta idea en un acto celebrado en Zamora en enero de 2019: «Queremos una inmigración que sea legal, que sea controlable, una inmigración que sea posible. Nosotros creemos que la inmigración legal es buena para ayudar cuando hay déficits poblacionales. Nosotros queremos que esa población que ha venido a trabajar, que haya cumplido los requisitos, pueda encontrar en esta provincia un lugar donde poder desarrollar su vida. Especialmente, aquellos que vengan de países hispanoamericanos» (Vox, 2019c).

Del mismo modo, el programa electoral de Vox para las elecciones generales de 2019 se hace eco de esta preferencialidad ligada al «hispanismo étnico» en los puntos 22 y 100. El documento, titulado «100 medidas para una España Viva», sin llegar citar a los migrantes latinoamericanos, usa una referencia implícita hablando de «nacionalidades que comparten idioma e importantes lazos de amistad y cultura con España» (punto 22). A su vez, en el punto 100, el programa subraya la necesidad de elaborar un gran plan de cooperación internacional con naciones de la «comunidad histórica hispana» para, entre otras medidas, «ordenar el flujo migratorio»: «La inmigración se afrontará atendiendo a las necesidades de la economía española y a la capacidad de integración del inmigrante. Se establecerán cuotas de origen privilegiando a las nacionalidades que comparten idioma e importantes lazos de amistad y cultura con España» (Vox, 2019e: 6). El programa también propone impulsar un gran Plan Nacional de Cooperación Internacional con las naciones de la comunidad histórica hispana para la ordenación de las inversiones, ayudar a las empresas españolas, garantizar la seguridad jurídica en los países de acogida y ordenar el flujo migratorio» (ibídem: 24).

La misma tesis del «hispanismo étnico» es reproducida y transferida a nivel europeo: «Nos comprometemos a trasladar a la Unión Europea con claridad los criterios de preferencia o cuotas de origen que debe aplicar España, privilegiando a las nacionalidades que comparten idioma e importantes lazos de amistad y cultura con España» (ibídem, 2019d: 12). Es decir, la UE debe reconocer e integrar el «hispanismo étnico»; necesita reformarse para reconocer esta realidad cultural. Aunque solo sea atendiendo a criterios de índole pragmática y de evitación de conflictos. No obstante, Vox avanza un paso más allá. En el mitin celebrado en el Palacio de Vistalegre el 8 de marzo de 2020, bautizado por el partido como «Vistalegre iii: La Alternativa», Santiago Abascal (2020) llegó a referirse a los ciudadanos hispanoamericanos como «hermanos» y a calificarlos como «compatriotas»: «Hemos visto en Washington y en Nueva York cómo nos paraban nuestros compatriotas iberoamericanos sabiendo perfectamente la gesta que estaba protagonizando Vox en España. Para nuestra sorpresa. Porque cuando iniciamos este camino, lo hicimos para defender España, pero no nos imaginábamos que habría tantos hermanos hispanoamericanos al otro lado del Atlántico viéndonos con tanta ilusión, con tanta esperanza, y deseando emular lo que nosotros estamos haciendo (…). Lo decimos desde la hermandad con todas esas naciones con las que compartimos cultura, identidad y lengua, y desde la convicción de que tenemos el deber de ayudar a nuestros compatriotas y hermanos hispanoamericanos».

Asimismo, en octubre de 2021, durante su primera intervención en el evento conocido como Viva 21 (una suerte de fiesta popular y regional dirigida a los militantes y simpatizantes de Vox), Abascal lanzaba el siguiente elogio de la hispanidad y de la colonización: «El lamentable presidente de los Estados Unidos acaba de atacar la gran obra de la hispanidad, la gran obra de la evangelización. Acaba de referirse a las atrocidades cometidas por los españoles. ¿De verdad Biden se atreve a decir eso? ¿De verdad se atreve a decirlo alguien cuyos antepasados llegaron con la excusa de hacer botones y avanzaron hacia el oeste con la evangelización del plomo, no dejando ni un indio y metiéndolos en reservas? Qué orgullo en cambio podemos sentir nosotros de lo que hicieron nuestros mayores, de lo que hicieron nuestros antepasados, de lo que hizo la mejor de nuestras reinas: Isabel la Católica. Qué orgullo sabernos herederos de los que descubrieron el “Nuevo Mundo”. De aquellos que pusieron fin al genocidio de los pueblos indígenas. De aquellos que inventaron el “imperio solar español” que era el “imperio de los Derechos Humanos”. De aquellos que dieron al mundo la mayor obra de hermandad universal que haya aportado ningún pueblo» (Abascal, 2021).

Para el «hispanismo étnico», la historia pesa, tiene gravidez, se plasma en cristalizaciones culturales y genera efectos. El pasado compartido sedimenta y se torna sustrato. Por eso no es casual que la historia conforme la base de su justificación y de su excepcionalidad: en el doble sentido de exaltación y de exención o dispensa. Para Vox, la historia del Imperio español modela una fibra cultural sustancial, haciendo que los ciudadanos de la iberosfera puedan ser considerados, en última instancia, miembros de un mismo linaje cultural. Y, por lo mismo, ejemplares de una esencia cultural similar. De ahí que los latinoamericanos merezcan no solo un trato diferencial con respecto al resto de inmigrantes, sino incluso una actitud de buena acogida. Porque son vistos, desde esta óptica, como parientes lejanos que, tras muchas décadas de ausencia, regresan al hogar familiar o núcleo matricial. Y porque, por lo mismo, se hallan en los contornos del grupo nativo: «¿Por qué la inmigración hispanoamericana se adapta bien a nosotros? Porque sus miembros, sean creyentes o no, tienen un sentido del pecado similar al de los españoles. Ven las cosas más o menos igual que nosotros» (Abascal citado en Sánchez Dragó, 2019: 222). Otras declaraciones provenientes del partido refuerzan esta idea: «La Hispanidad (…) fue y sigue siendo nuestra gran fuerza, también en Europa, porque somos parte de una comunidad hispanoamericana que nos une, gracias a que nuestros abuelos ofrecieron a la humanidad el mayor gesto de hermanamiento universal que ningún pueblo ha ofrecido en lo largo de la historia, y por eso damos la bienvenida y nos abrazamos a todos los hermanos hispanoamericanos que hoy hay entre nosotros» (Vox, 2019a).

Además, sobre este punto, Vox expresa orgullo ante una situación de privilegio que diferenciaría a España de otras antiguas potencias coloniales europeas. Se trata de una eventualidad que haría de España no solo un caso insólito y casi único en el mundo; sino que fundamentaría, de hecho, el «hispanismo étnico». Así, en contraste con lo que acontece en otros países como Francia, Reino Unido o Bélgica, los habitantes de Hispanoamérica compartirían globalmente una misma religión con la antigua metrópoli: el cristianismo. Este núcleo cultural en común, unido a la lengua, cimenta la base de la fraternidad hispana y, por así decirlo, de la contigüidad étnica. No en vano, de acuerdo con las tesis de Vox, la carencia de este importante rasgo en común provoca que países como Francia se vean obligados a reivindicar, por un lado, las bondades de la francofonía; y que, por otro lado, desconfíen de las personas procedentes de los países con los que comparten lengua (salvo quizás la región canadiense de Quebec), estableciendo estrictos controles migratorios al efecto. O que líderes políticos como los franceses Marine Le Pen o Éric Zemmour alaben el papel de la lengua francesa en el mundo como instrumento geopolítico y, al mismo tiempo, eviten considerar como «culturalmente hermanos» a todos los miembros de la francofonía. A diferencia de casos como este, presume Vox, España se libra de tener que realizar este tipo de sutilidades, o de introducir oraciones adversativas después de cada elogio.

En definitiva, si bien Vox comparte el nativismo de los partidos de la derecha radical europea, introduce una dispensa o cláusula de excepción para los individuos procedentes de países latinoamericanos a los que considera, al menos retóricamente, «culturalmente hermanos»; y a quienes incluso, para enfatizar este hecho, llega a calificar como «compatriotas». El hispanismo étnico es entonces una peculiar declinación del nativismo que establece un trato de favor a la comunidad iberoamericana basado en una supuesta facilidad para asimilarse a la «etnia española», como resultado del hecho de compartir una misma religión, lengua, costumbres, cosmovisión e historia. Así, de acuerdo con la concepción patrimonial y basada en el linaje de las naciones que propugna Vox (expresada habitualmente en un tipo de metáforas que comparan las naciones con casas), los ciudadanos de América Latina representarían parientes lejanos del grupo nativo y, por lo mismo, huéspedes privilegiados del hogar nacional. En síntesis: habitantes potencialmente legítimos del grupo nativo y de la «casa España»; hermanos culturales en el presente y (quizá) compatriotas en el futuro. 

El proyecto de la iberosfera

El hispanismo étnico se traduce en un proyecto político que Vox denomina «iberosfera». Se trata de un neologismo que el partido de Santiago Abascal comenzó a utilizar a finales del año 2019 y que apareció profusamente tanto en los discursos que el líder de la formación verde pronunció en el mitin de «Vistalegre iii: La Alternativa», como durante la moción de censura contra Pedro Sánchez impulsada por el partido extremista en octubre de 2020. Paralelamente, Vox creó en 2020 su propio think tank, con el nombre de Fundación Disenso, con la vista puesta en el nuevo concepto de la iberosfera, y fundó una plataforma digital bautizada precisamente con el nombre de La Gaceta de la Iberosfera el 12 de octubre de ese mismo año (véase la figura 2). Este diario en línea recoge noticias de diversos países de habla hispana y elabora columnas de opinión de signo ideológicamente liberal en lo económico y conservador en lo moral. En ellas se reflejan posiciones contrarias a los gobiernos de Argentina, Venezuela, Chile, Nicaragua, Cuba o Perú. 

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Asimismo, y de modo altamente significativo, el líder de Vox hizo gravitar una reunión con congresistas norteamericanos del Partido Republicano celebrada en febrero de 2020 sobre el concepto de iberosfera5. Tal decisión ofrece una idea de la importancia que Vox atribuye al concepto y, sobre todo, permite entender qué papel juega dicho neologismo en la aproximación del partido español a otras formaciones; ya se trate de plataformas de la derecha radical europea o de otros actores vinculados al movimiento neoconservador a nivel global. Ahora bien: ¿cómo definir la iberosfera? «Siguiendo el concepto de “angloesfera”, la iberosfera se propone presentar el espacio de herencia hispanoportuguesa como una futura área de influencia económica, cultural y política», responde Eduardo Fernández Luiña, director de estudios de la Fundación Disenso6. En términos de cultura, subraya que «la iberosfera se esfuerza por hacer hincapié en lo que une a todos estos países y no en lo que los separa». En cuanto a la economía, puntualiza que «la iberosfera resalta la existencia de un espacio de influencia económica y de un mercado de más de 800 millones de personas que exige una mayor coordinación» y que, al mismo tiempo, abre «una inmensa promesa de inversión y prosperidad». Y, finalmente, en lo concerniente a la política, afirma que «la iberosfera aspira a convertir esta región en un espacio de cooperación política, no tanto para cuestiones específicas, sino sobre todo para la defensa de ciertos principios como la democracia, el Estado de derecho y las libertades individuales».

En su vertiente más táctica, «la iberosfera es un concepto que permite desplegar una agenda de relaciones internacionales aún antes de estar en el Gobierno», apunta Isidoro Sevilla, responsable nacional de comunicación del partido de Santiago Abascal. «La iberosfera», continúa, «es un extraordinario paraguas para que los partidos conservadores en Hispanoamérica no se referencien en el Partido Popular, sino que se referencien directamente en Vox y en sus partidos amigos»7. De este modo, subraya Isidoro Sevilla, la iberosfera también debe ser observada como una «vía para hacerle el sorpasso al PP no solo electoralmente, sino incluso en el ámbito de las relaciones internacionales». Es, en consecuencia, un artefacto estratégico para relacionarse con otros actores políticos.

La iberosfera se concibe, por tanto, como un área de influencia y como un artefacto táctico para relacionarse con partidos políticos y entidades de la sociedad civil en la América hispanoparlante y lusohablante. No obstante, como todo proyecto, incorpora una serie de enemigos o adversarios contra los que se dirige y que, en última instancia, terminan definiendo el cariz ideológico del proyecto (Mouffe, 2009). Unos contrincantes que, en definitiva, hacen que este acabe cobrando sentido más allá de las declaraciones generales. Ahora bien, ¿quiénes son los enemigos de la iberosfera? Existen dos niveles de hostilidad: un primer nivel de enemistad regional, en el que se confronta fundamentalmente con actores políticos del subcontinente americano; y un segundo nivel de enemistad que se establece en un marco global de disputa con China. 

El primer nivel viene marcado por el manifiesto de la Carta de Madrid, firmado el 26 de octubre de 2020; una declaración en la que los impulsores del concepto de iberosfera señalan como enemigos a los «regímenes totalitarios de inspiración comunista, apoyados por el narcotráfico y por terceros países»8, que se articulan en torno a iniciativas como el Foro de Sâo Paulo9 y el Grupo de Puebla10. La iberosfera se propone, así, como polo de oposición política y como alternativa a los gobiernos de signo progresista en América Latina. De esta manera, la iberosfera representa una convocatoria realizada desde la antigua metrópoli con el fin de aunar esfuerzos contra una serie de gobiernos y de instancias o foros internacionales. Con todo, no se trata únicamente de una apelación táctica, sino que incorpora también una serie de argumentos ideológicos y de criterios axiológicos. La Carta de Madrid se redacta en nombre de la «libertad, la prosperidad y la igualdad ante la ley» y, en esa medida, se concibe también como un llamamiento en torno a principios. O sea, como un reclamo para unir a una cierta heterogeneidad de actores políticos: «La iberosfera es una plataforma que nos permite tener socios fiables, es un instrumento conceptual que nos permite aglutinar a todos los sujetos políticos que no se consideran de izquierda o que están en contra de la extrema izquierda. Esto agrupa a conservadores, a liberales, a políticos de carácter más nacional-populista e incluso a libertarios/libertarianos; o sea, a grupos políticos muy diversos pero que en definitiva rechazan lo que la gente entiende por “progresismo” y por “izquierda”. Eso va desde Álvaro Uribe en Colombia a José Antonio Kast en Chile, pasando por Keiko Fujimori, por Jaïr Bolsonaro e incluso por Javier Milei en Argentina»11.

El segundo nivel guarda relación con la convicción profunda de vivir ya y de estar transitando aún más hacia un mundo multipolar. A este respecto, la iberosfera debe entenderse como «la respuesta del mundo de herencia ibérica a la influencia y pujanza cada vez mayores de Rusia y, sobre todo, de China»12. Ello puesto que, continúa Fernández Luiña, «en un mundo de bloques, la iberosfera tiene la oportunidad de desempeñar un papel relevante al lado del mundo anglosajón y del, por así decir, bloque occidental». «Nuestra perspectiva», concluye, «es que, en un mundo caótico, lograr construir un espacio de seguridad frente a la influencia de otras superpotencias resulta un asunto absolutamente clave». De ahí que Vox insistiera tanto en el concepto de iberosfera en su visita a la Conferencia Política de Acción Conservadora (CPAC) organizada por la Unión Conservadora Estadounidense, en febrero de 2020, y que más adelante hiciera de este término, y de la oposición a China, una de las piedras angulares de sus discursos durante la pandemia y pospandemia.

¿Cuál es entonces la relación entre el concepto de iberosfera y el hispanismo étnico? Son dos conceptos altamente conectados: el hispanismo étnico es el resultado de la iberosfera, ya que si existe la iberosfera como espacio cultural común, puede existir el etnicismo hispanista. La primera es simultáneamente el legado y el horizonte de las experiencias imperiales de España y Portugal; y el segundo representa el corolario de aquellas experiencias y su contrapartida en el presente. De tal manera que la iberosfera permite rehabilitar narrativamente el ideal imperial, justificar la influencia económica ibérica en la región y posicionar a Vox como un actor relevante en el plano político internacional; pero exige como correspondencia la apertura de una excepción al nativismo propio de la derecha radical europea. A este respecto, el caso de Vox debe interpretarse como una anomalía relativa dentro de la familia ideológica de la derecha radical europea. Una anomalía que hunde sus raíces en la especificidad del legado cultural en términos de lengua y sobre todo de religión de la denominada «monarquía hispánica».

En definitiva, la restitución simbólica del episodio imperial español y la reivindicación moderna de la iberosfera como espacio de influencia cultural, política y económica, en detrimento de otras potencias como China o Rusia, permite a Vox tomar una posición privilegiada no solo ante los sectores sociales y los think tanks neoconservadores en América Latina, sino sobre todo a ojos de la alternative right norteamericana (Alt-Right), especialmente en un contexto multipolar y de conflictividad geopolítica. Esta maniobra hace soñar a Vox con sorpassar al Partido Popular también en el ámbito de las relaciones internacionales y explica, en último extremo, la insistencia reciente en el concepto de iberosfera, así como la hostilidad creciente hacia China. 

Conclusiones

La derecha radical populista ha abandonado el empleo del concepto de raza y ha pasado a reivindicar las naciones étnicas, entendidas como conglomerados culturales de naturaleza primordial, persistente y sustancial. Así, las identidades nacionales son para los partidos de esta familia ideológica bienes de naturaleza inmaterial cuya supervivencia se encuentra en peligro como consecuencia directa de la globalización y de la inmigración de masas. Por eso critican duramente los fenómenos migratorios y reivindican la existencia de estados multinacionales; dentro de una concepción global que se quiere respetuosa de la diferencia y defensora del etnopluralismo. Es decir, partidaria de la diversidad y pureza de las «naciones étnicas». En este sentido, Vox no escapa a esta visión primordialista, sustancialista y nativista de la nación; opuesta tanto a una idea de nación cívica como al concepto de multiculturalismo. De hecho, el partido de Santiago Abascal forma parte de la familia de los partidos de la derecha radical populista y comparte grupo parlamentario europeo con varios de los más insignes (por ejemplo, Fratelli d’Italia). Sin embargo, el nativismo de Vox viene acompañado de una peculiaridad que lo convierte en un caso singular de estudio.

A esa singularidad la hemos denominado en este artículo «hispanismo étnico» o «etnicismo hispanista», que puede ser definido como una concepción de la nación española que otorga un rango de preferencialidad a los inmigrantes de origen latinoamericano, apelando a los lazos culturales e históricos entre las metrópolis ibéricas y sus antiguas colonias. Una prioridad que se justifica basándose en el carácter supuestamente más asimilable (en términos de lengua y, sobre todo, de religión) de los ciudadanos procedentes de países latinoamericanos y a la contigüidad étnica. Como ha sido analizado a lo largo del artículo, el hispanismo étnico como declinación particular del nativismo en la península ibérica conduce a Vox a calificar como «hermanos» e incluso como «compatriotas» a los individuos del otro lado del Atlántico con quienes, según Santiago Abascal, se comparte no solo una lengua y una cultura, sino específicamente una identidad. Es decir, un tronco nativo común y una cosmovisión del mundo. Por eso, de acuerdo con una concepción patrimonial y basada en el linaje de la nación española, Vox considera a los inmigrantes procedentes de América Latina como parientes lejanos y, por lo mismo, como huéspedes privilegiados del hogar nacional. Pese a todo, el hispanismo étnico como tropos retórico no se traduce en acciones políticas concretas o en medidas programáticas precisas, más allá de menciones vagas a la «óptica de la hispanidad». El hispanismo étnico funciona entonces como una articulación discursiva destinada a convencer y a seducir a una parte del electorado español a través de un tipo de retórica de carácter épico y palingenético.

Por último, el hispanismo étnico se desborda en un proyecto de naturaleza económica, política y cultural que Vox denomina la «iberosfera» que, a semejanza de la «angloesfera», dibuja un área de influencia para España y Portugal que posiciona a las fuerzas de la derecha radical de ambos países no solo como actores centrales en el combate contra los gobiernos de signo progresista en América Latina, sino también como sujetos protagonistas en un contexto geopolítico multipolar de tensiones crecientes entre el bloque occidental y el bloque oriental compuesto por China y Rusia. Así se entiende también la dimensión táctica que incorpora el concepto de iberosfera y la voluntad que en él hay inscrita de sorpassar al Partido Popular en el ámbito de las relaciones internacionales. Finalmente, de cara a futuros trabajos, sería preciso analizar si existe un correlato de los conceptos de «iberosfera» e «hispanismo étnico» en la derecha radical portuguesa; y si la reciente intensificación de las relaciones entre Vox y Chega! responde a este proyecto estratégico de alcance internacional. 

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Notas:

1-Para profundizar en la diferenciación entre la extrema derecha y la derecha radical populista véase Lerín Ibarra (2019). Asimismo, más adelante se ampliarán los conceptos de raza y etnia relacionados con la nación.

2- Agradecemos particularmente a los/as revisores/as -por sus oportunos comentarios que han ayudado a subsanar errores, completar y mejorar este artículo. Una parte del valor o mérito que este texto pueda tener corresponde por tanto también a ellos/as.

3- Del mismo modo, en España han existido históricamente un gran número de minúsculos movimientos fascistas o nacionalsocialista que defendían principios raciales: Círculo Español de Amigos de Europa (CEDADE), entre 1966 y 1993; Bases Autónomas (BB.AA), entre 1983 y mediados de la década de 1990; Juventud Nacionalista Revolucionaria (JNR), entre 1987 y 2013; y la Joven Nación o Alianza por la Unidad Nacional (AUN), entre 1994 y 2005.

4- La asimilación propone una uniformidad cultural, obligando a las minorías étnicas a adoptar las señas de identidad de la cultura dominante, renunciando, por tanto, a las propias.

5- Ocurrió durante la Conservative Political Action Conference celebrada entre los días 26 y 29 de febrero de 2020 en la ciudad de Washington.

6- Entrevista a Eduardo Fernández Luiña, 15 de marzo de 2022

7- Entrevista a Isidoro Sevilla, 11 de marzo de 2022.

8- El texto completo del manifiesto «Carta de Madrid» puede encontrarse en el siguiente enlace web de la Fundación Disenso: https://fundaciondisenso.org/carta-de-madrid/ [Fecha de consulta: 01.02.2022].

9- El Foro de Sâo Paulo es un espacio de encuentro de partidos y organizaciones políticas de izquierda fundado en 1990 con el fin de reflexionar acerca de las consecuencias para América Latina del fin del socialismo real» en Europa y en los antiguos países soviéticos, así como para encontrar alternativas políticas y económicas al neoliberalismo.

10- El Grupo de Puebla es un foro de carácter político y también académico integrado fundamentalmente por representantes de la izquierda latinoamericana; entre ellos, los expresidentes de Bolivia, Evo Morales; de Brasil, Lula da Silva (elegido de nuevo presidente en octubre de 2022) y Dilma Rousseff; de Ecuador, Rafael Correa; de España, José Luis Rodríguez Zapatero; de Uruguay, José Mujica; y de Honduras, Manuel Zelaya. Fue fundado en el año 2019 y hasta la actualidad ha celebrado siete reuniones.

11- Entrevista a Isidoro Sevilla, 11 de marzo de 2022.

12- Entrevista a Eduardo Fernández Luiña, 15 de marzo de 2022.

Palabras clave:  Vox, España, derecha radical, hispanismo étnico, ideología, iberosfera, América Latina, extrema derecha

Cómo citar este artículo:  Fernández-Vázquez, Guillermo y Lerín Ibarra, David. «Hispanismo étnico e iberosfera: la peculiar mirada de Vox hacia la región latinoamericana». Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 132 (diciembre de 2022), p. 49-71 . DOI: doi.org/10.24241/rcai.2022.132.3.49 

Revista CIDOB d’Afers Internacionals, nº 132, p.  49-71
Cuatrimestral (octubre-diciembre 2022)
ISSN:1133-6595 | E-ISSN:2013-035X
DOI: https://doi.org/10.24241/rcai.2022.132.3.49

Fecha de recepción: 03.05.22  ; Fecha de aceptación:  31.08.22