El mundo en 2022: diez temas que marcarán la agenda internacional
Texto finalizado el 14 de diciembre de 2021. Esta Nota Internacional es el resultado de la reflexión colectiva del equipo de investigación de CIDOB en colaboración con EsadeGeo. Coordinada y editada por Eduard Soler i Lecha, en el proceso de redacción ha contado con aportaciones de Hannah Abdullah, Inés Arco, Anna Ayuso, Jordi Bacaria, Ana Ballesteros, Pol Bargués, Moussa Bourekba, Anna Busquets, Carmen Claudín, Carme Colomina, Emmanuel Comte, Carlota Cumella, Anna Estrada, Francesc Fàbregues, Oriol Farrés, Agustí Fernández de Losada, Blanca Garcés, Eva Garcia, Andrea G. Rodríguez, Juan Garrigues, Francis Ghilès, Seán Golden, Berta Güell, Juan Ramón Jiménez-García, Francesca Leso, Josep Mª Lloveras, Rafael Martínez, Esther Masclans, Óscar Mateos, Sergio Maydeu, Elisa Menéndez, Pol Morillas, Yolanda Onghena, Umut Özkirimli, Francesco Pasetti, Cristina Sala, Héctor Sánchez, Ángel Saz, Reinhard Schweitzer, Antoni Segura, Cristina Serrano, Eloi Serrano, Marie Vandendriessche, Pere Vilanova y Eckart Woertz, así como de socios individuales de CIDOB en los trabajos preparatorios.
En 2022 el mundo tiene más certezas sobre los desafíos a los que se enfrenta y es más consciente de su vulnerabilidad e interdependencia. El futuro siempre es incierto, pero la incertidumbre ahora no es tanto sobre el qué, sino sobre el cómo, el quién y el hasta cuándo. No es un problema de diagnóstico. Sobran datos y conclusiones sobre la trascendencia del momento actual, y de las grandes transiciones en curso como la digital, la verde o la laboral. Sin embargo, la incapacidad para llevarlas a cabo de forma colectiva e inclusiva nos sitúan en un escenario de fractura. El debate se centra en saber dónde están los límites de una posible irreversibilidad, qué tipo de liderazgo está mejor preparado o goza de mayor legitimidad para pilotar estas transformaciones y cuál es la mejor fórmula para gestionar este proceso de cambio con los menores costes sociales posibles.
¿Y qué hace de 2022 un año especial? Los avances en materia de vacunación deberían garantizar que en algún momento del año –quizás más tarde de lo esperado inicialmente– se pueda hacer el recuento de daños y mirar hacia delante. Así pues, uno de los grandes temas del año será la tan ansiada recuperación y todo aquello que puede frustrarla (precios, tensiones geopolíticas, malas noticias en el ámbito sanitario). En este proceso de arranque pospandémico será evidente que el mundo no solo avanza a distintas velocidades, sino que hay retrocesos para algunos colectivos, por ejemplo, en movilidad y crisis humanitarias. Y una de las preguntas más recurrentes que se oirá este año será si del shock de la pandemia hemos aprendido a afrontar los retos globales con más anticipación, ambición y solidaridad.
Recuperación económica
La irrupción de la COVID-19 provocó un parón excepcional en la economía, con una caída de más del 4% del PIB en términos globales pero, que en algunos casos como el de España superó el 10% en 2020. Según la Organización Internacional del Trabajo, en el pico de la crisis sanitaria 33 millones de personas se sumaron a las listas de desempleados y 81 millones salieron del mercado laboral. El consumo de los hogares cayó un 5% de media mundial, con algunas economías de peso como Italia, España, Reino Unido, Argentina y México con descensos superiores al 10%. En economías dependientes de la movilidad internacional, la caída aún fue más pronunciada: Singapur (-14%), Macao (-16%) y Mauricio (-18%).
Tras el shock inicial, gracias a la obtención de una vacuna en tiempo récord y a planes de estímulo ambiciosos, empezó la senda de la recuperación (véase gráfico 2). En el informe prospectivo de 2021 ya advertimos que esta recuperación iba a ser en forma de K. Es decir, que habría países, territorios, sectores económicos y grupos sociales que, pasada la pandemia, entrarían en una fase de bonanza y optimismo, mientras que otros seguirían instalados en una depresión social, económica y anímica.
Los datos de 2021 indican que se han acrecentado las desigualdades entre países y dentro de ellos, y que esta bifurcación podría continuar ampliándose. Oxfam revelaba que la riqueza de los multimillonarios globales había aumentado en 3,9 billones de dólares desde el inicio de la pandemia, aproximadamente el mismo volumen que perdieron las clases trabajadoras. La recuperación también está siendo distinta en clave de género. La OIT apuntaba en octubre de 2021 una recuperación de los niveles de empleo masculino, pero no así entre las mujeres trabajadoras.
El drama económico y social se ha paliado gracias a medidas de apoyo a sectores especialmente vulnerables, una política fiscal y monetaria expansiva y planes de estímulo que no han tenido el mismo grosor en todas partes. Esto ha vuelto a cuestionar el consenso de Washington – disciplina presupuestaria y limitación de la intervención estatal–, ya que el papel del Estado ha ganado protagonismo tanto en la gestión de la pandemia como en las estrategias de recuperación. En 2022 se evaluarán estas medidas, se discutirá su prolongación en el tiempo, y su financiación. En este sentido, empezará a tomar cuerpo la discusión sobre los altos niveles de endeudamiento en las economías desarrolladas, aunque postergando todavía la posibilidad de recortes a gran escala y cambios significativos en política monetaria para hacer frente a la subida de precios. Más urgente será el estrés financiero al que estarán sometidas las economías de renta media, la depreciación de algunas de sus monedas como la lira turca, o posibles crisis de deuda soberana.
Los puntos de partida son muy distintos. 2022 arranca con países en verde, es decir, que ya han alcanzado los niveles de PIB anteriores a la pandemia, como Estados Unidos, China y la India. Otros –como casi todos los países de la zona euro– tienen la esperanza de alcanzar esta meta durante el año. Una minoría significativa se situará en rojo, con previsiones de bajos niveles de crecimiento. Estos índices son especialmente preocupantes para países del Sur Global cuyo crecimiento demográfico sigue requiriendo altas tasas de crecimiento económico. El FMI sitúa a la principal economía latinoamericana, Brasil, con una previsión de subida muy débil (1,5%) y algo parecido sucede con los dos países principales del África Subsahariana, Nigeria y Suráfrica, con tasas inferiores al 3% (véase gráfico 3).
El debate económico internacional en 2022 intentará despejar cinco incógnitas: la solidez y sostenibilidad de la recuperación en las economías desarrolladas; el grado de vulnerabilidad de las economías de renta media; la amplitud de disparidad de comportamientos de las llamadas economías emergentes; el alza de precios, los cuellos de botella y los atascos de suministros como preocupación global; y, por último, el grado de preocupación sobre la factibilidad e impacto del estallido de la burbuja china, especialmente tras el aviso dado por la crisis del holding inmobiliario Evergrande.
Con independencia de si se esquivan estos riesgos, pero más aún si llegaran a materializarse, la agenda de recuperación económica irá acompañada de contestación. En 2021 ya se han advertido signos de deshielo de las protestas congeladas en 2020 por las restricciones de la movilidad impuestas para controlar la expansión del virus. La pandemia está exacerbando descontentos previos y en algunos lugares la situación se ha deteriorado a marchas forzadas. Líbano, por ejemplo, tiene previsto acudir a las urnas en 2022 en un clima de desgarro económico y social. A todo ello hay que sumar las expresiones de malestar de lo que podríamos denominar nuevos pobres. América Latina es un espacio de atención preferente, tanto por la existencia del descontento previo como por el adelgazamiento de la clase media. El Banco Mundial advertía que el 82% de los 72 millones de nuevos pobres residen en países de renta media, son de extracción urbana, más educados y dependientes del sector informal que los pobres ya existentes.
Sin embargo, la conciencia temprana del impacto de estas amenazas para la recuperación, la magnitud de los costes de un segundo shock en tan poco tiempo, y la constatación del riesgo de inflamación social podrían actuar como elementos disuasorios o como acicate para evitarlo. Una vez más, el diagnóstico es conocido, pero no cómo se reaccionará ante ello.
Tensión geopolítica
La tensión en las grandes potencias marcará el ritmo geopolítico global y condicionará las perspectivas de recuperación. La relación EEUU-China se ha consolidado como la rivalidad estructurante del sistema internacional. A esto se le suma el riesgo de escalada en Ucrania, con el despliegue, a finales de 2021, de más de 100.000 tropas rusas en la frontera, y la afirmación por parte estadounidense que una agresión no quedaría sin respuesta. Junto con estas dos grandes rivalidades, resurgen tensiones entre estados como Argelia-Marruecos, China-India o, con menor intensidad, Egipto-Etiopía.
Al tomar el pulso de la tensión geopolítica buena parte de las miradas se posan también en Taiwán. 2021 terminó con mayor preocupación sobre los efectos globales de un aumento de la tensión por Taiwán, sobre todo por las incursiones chinas en la zona de defensa aérea taiwanesa y con Xi Jinping advirtiendo que EEUU estaba jugando con fuego. Esto ha reavivado la intensa discusión sobre la sostenibilidad del actual statu quo, y sobre la inevitabilidad de un enfrentamiento entre las dos superpotencias. Taiwán no es el único punto de fricción. En 2022 habrá que estar pendiente de cómo esta rivalidad resuena en otros escenarios de competición como el Mar de la China Meridional, la península de Corea, la apertura de rutas árticas o las guerras comerciales.
Hace sólo una década del anuncio de Barack Obama sobre el “pivot to Asia”. En 2021 se pudo comprobar que la apuesta estadounidense no sólo se mantiene, sino que se ha reforzado con el acuerdo de seguridad con Australia y Reino Unido como parte de la alianza AUKUS. Durante la segunda década del siglo XXI, ha cambiado la definición del espacio donde se está jugando esta batalla, con la idea del ‘Indopacífico’ plenamente normalizada y ampliada. Esto está facilitando nuevas colaboraciones no sólo entre Washington y Camberra, sino también con Delhi y Tokio, insuflando así nueva vida al Diálogo de Seguridad Cuadrilateral (QUAD).
Por su lado, China sigue desplegando su ambición en África, a quien promete un partenariado entre iguales, y amplía los horizontes de su influencia global en América Latina, para quien ya es su principal socio comercial. A las inversiones en infraestructuras y compras de deuda, en 2021 China incorporó la diplomacia de la vacuna a su caja de herramientas de política exterior. De cara a 2022 China ha prometido donar 2.000 millones de vacunas al mundo. Pero, lo que parece preocupar en Estados Unidos y otros países aliados son los avances en materia de computación cuántica, como lo indica que Washington haya incluido una docena de compañías chinas en una lista negra de exportación. Además, la asertividad militar de China es cada vez mayor y se refleja en el gasto en defensa –con una subida del 6.8% respecto al 2020–, y en las noticias sobre ensayos con armas hipersónicas.
El vínculo transatlántico también estará bajo los focos, especialmente durante la cumbre de la OTAN en Madrid del 29 y 30 de junio de 2022. Esta cita será un termómetro para testar del nivel de convergencia y confianza entre Estados Unidos y sus aliados europeos, y para comprobar cómo se posiciona la Alianza en relación con China. ¿Se la mencionará explícitamente en el nuevo concepto estratégico? En Madrid también se visualizará el estado de las relaciones entre Turquía y sus aliados occidentales; los agravios por ambas partes se han ido acumulando, pero hasta ahora han sido capaces de evitar el divorcio, incluso tras la polémica adquisición del sistema antimisiles ruso S-400 por parte del Gobierno de Erdoğan. Las acciones de Vladimir Putin en el flanco oriental de la alianza también condicionarán la agenda de la cumbre. Temáticamente, una de las prioridades de la OTAN será la ciberseguridad. La Alianza intentará recuperar posiciones en la carrera de innovación, especialmente en todo lo que tiene que ver con tecnologías emergentes y disruptivas, y avanzará en la puesta en marcha del Acelerador de Innovación de Defensa del Atlántico Norte (DIANA). También se esperan cambios en el liderazgo de la organización. Jens Stoltenberg termina su mandato en septiembre y se apuesta por el nombramiento, por primera vez, de una mujer para la Secretaria General.
En este contexto uno de los conceptos de moda en la Unión Europea es el de la autonomía estratégica. Esta idea entronca con la visión pregonada por los líderes de las instituciones comunitarias y ciertos estados miembros como Emmanuel Macron de una Europa más geopolítica. A partir de 2022 debería declinarse en acciones concretas. La pandemia y las decisiones unilaterales de Estados Unidos en el Indopacífico y Afganistán sugieren que la UE no puede seguir arrastrando los pies. Durante la primera mitad de 2022, con Francia asumiendo la presidencia rotatoria del Consejo de la UE, se adoptará la Brújula Estratégica (más conocido por su nombre en inglés, Strategic Compass), un documento que identificará retos y amenazas, articulará capacidades e intentará proyectar con más fuerza y coherencia la influencia de Europa como actor regional y global. El otro hito será la cumbre de defensa, también bajo presidencia francesa. De hecho, 2022 ha sido definido por Charles Michel como “el año de la defensa europea”, pero el grado de consenso entre socios de la UE dependerá, en buena medida, de la solidez de posiciones y su efectividad para desactivar amenazas de agresión por parte rusa. Finalmente, este año también debería acelerarse la adopción de la llamada directiva NIS2 con el objetivo de proteger las redes y sistemas de comunicación frente a ciberataques.
¿Hasta qué punto la UE querrá proyectarse hacia el Indopacífico o seguirá centrándose en los espacios más cercanos? Si sigue el ritmo marcado por las dos superpotencias, mirará hacia el Indopacífico y la cooperación con Estados Unidos y la competencia con China ganarán peso en la agenda de seguridad. No obstante, la balanza puede decantarse rápidamente hacia el otro lado. La UE se verá obligada a concentrarse en lo más cercano si se dispara la tensión en Ucrania o con Belarús, o si aumenta la tensión entre Marruecos y Argelia. Un elemento común de la desestabilización en los dos vecindarios (oriental y meridional) de la Unión es el impacto en la agenda energética y migratoria, con el recurso a medidas de presión o incluso chantajes en materia de gaseoductos y refugiados.
Aunque en menor número, también existen oportunidades de distensión a escala global. La más significativa tiene que ver con Irán. La situación es más complicada que en 2015, pero prosiguen las negociaciones multilaterales sobre el programa nuclear iraní, con la incógnita de si Israel puede actuar unilateralmente, si considera que los negociadores ceden demasiado. Una novedad en el plano regional son los gestos de apaciguamiento entre saudíes e iraníes, como se vio, por ejemplo, en la Asamblea General de Naciones Unidas. Representantes de las potencias regionales de Oriente Medio fueron capaces de reunirse en Bagdad en agosto de 2021 y Arabia Saudí está considerando reabrir el consulado iraní en la ciudad de Jeddah. En un año de alto voltaje geopolítico y con presión alcista sobre los precios de la energía, la consolidación o no de esta fase de distensión alrededor del estrecho de Ormuz es determinante.
Precios
El arranque del engranaje productivo y logístico global está siendo más arduo de lo esperado. El temor a que la espiral inflacionista o incluso episodios de escasez comprometan la recuperación económica, o cuestionen la globalización tal como la hemos conocido, catapulta esta cuestión a lo más alto de la agenda económica, política y social.
El alza de precios no tiene una única causa. Los efectos de mayores niveles de consumo y de liquidez gracias a los planes de estímulo y los excedentes de ahorro se daban por descontado. Pero a esto se le han añadido una suma de disrupciones en las cadenas de suministros, falta de materias primas como la propia madera o de derivados como el papel, el colapso de puertos y cuellos de botella en la producción y la distribución. A las medidas restrictivas impuestas por grandes economías como China para el control de la pandemia, se le ha sumado la escasez de mano de obra en posiciones esenciales, como ha evidenciado la falta de transportistas en el Reino Unido o Estados Unidos. La decisión de los países productores –y singularmente de Arabia Saudí– de negarse a inyectar más petróleo en el mercado ha contribuido a aumentar la presión alcista.
De hecho, una de las alzas de precio con mayor carga geopolítica es la de la energía. El Banco Mundial prevé que la tendencia alcista se mantenga durante todo el invierno de 2022, espoleada por el aumento del consumo durante el período invernal en el hemisferio norte y cuyas causas se remontan a bajadas en inversión en el ciclo anterior, concentración de la demanda en Asia y una capacidad de almacenamiento insuficiente. La esperanza es que los precios desciendan a partir de primavera. Pero el nivel de incertidumbre es muy alto y, en buena medida, está determinado por la evolución de la pandemia, lo que implica contemplar escenarios de rápida recuperación y precios temporalmente por encima de los 100 dólares el barril. La enorme oscilación que se ha producido durante los dos últimos años puede ser un aviso de episodios más frecuentes y extremos de subidas de precios.
Para los países de renta alta esta situación se traduce, fundamentalmente, en un aumento de la inflación, ya que el encarecimiento de la energía repercute en el resto de los productos, aunque sólo sea por los costes del transporte. Eurostat señalaba a finales de 2021 que la inflación de 4,9% era la más alta en veinte años (véase gráfico 4). Y a más inflación, mayor gasto público. Una de las paradojas del momento es que este episodio de precios altos puede acelerar la implementación de energías renovables cuyos bajos costes sigue alcanzando récords (véase gráfico 5), pero también aumentar la impopularidad de medidas para gravar el uso de energías fósiles o el levantamiento de subsidios, en línea con los compromisos adquiridos en el G7 y la COP26.
En una segunda categoría encontramos a países importadores de energía y con menores recursos para hacer frente al aumento de costes. Es ahí donde pueden producirse problemas de suministros. Líbano es uno de los casos más extremos, con escasez de productos esenciales como la leche, la gasolina o los medicamentos, pero no el único. La dependencia energética en Pakistán, Bangladesh y varios países de América Latina compromete aún más la recuperación económica. Otro de los casos que genera perplejidad son los fallos de suministro en China.
Dentro de esta segunda categoría hay que hacer especial mención a los países que sufren un doble shock: el precio de la energía y el de los alimentos. Hay un vínculo entre ambos, ya que el aumento de los precios del gas natural encarece sustancialmente la producción de fertilizantes. Durante todo el año 2021 la tendencia ascendente del índice de precios de los alimentos ha sido imparable y obliga a plantearse si pueden repetirse episodios de desestabilización política y social como los que se produjeron en 2010, y su impacto en materia de crisis humanitarias.
El tercer bloque de países lo componen los productores, como Rusia, Arabia Saudí o Argelia. Algunos de ellos pueden aprovechar el aumento de ingresos para acelerar procesos en curso de diversificación económica. Sin embargo, predominarán actitudes miopes, con sistemas rentistas que postergarán sus planes de transición energética, satisfechos al ver cómo la inesperada inyección de recursos les permite comprar la paz social, cooptar voces críticas, reforzar las capacidades represivas del Estado y reequilibrar las relaciones de poder con sus socios internacionales.
Para aquellas empresas y sociedades más implicadas en la sostenibilidad del planeta surgen, sin embargo, algunas oportunidades. Veremos en qué medida la combinación de conciencia ambiental y problemas de suministros consolidan pautas de consumo distintas, la apuesta por redimensionar las cadenas globales de valor y un impulso de la economía circular.
Salud
La expansión de la COVID-19 propulsó la salud a lo más alto de la agenda internacional. Esto incluye el impulso a la cooperación internacional en materia de salud, el uso geopolítico de la vacuna, o la reivindicación de la buena o mala gestión sanitaria como uno de los principales ingredientes del poder blando. El éxito o fracaso en materia de inmunización, o en la aparición o no de tratamientos efectivos contra la COVID-19 son factores decisivos con un fuerte impacto sobre la agenda política, económica y social a todos los niveles.
Uno de los principales riesgos identificados por los epidemiólogos es el surgimiento de nuevas variantes del virus que sean más contagiosas, más letales y resistentes a las vacunas actuales. De hecho, 2021 terminó con una nueva alarma por la aparición de la variante Ómicron. Si persisten amplias bolsas de población mundial sin vacunar aumenta la posibilidad de que este tipo de situaciones sean recurrentes.
Con todo, en 2022 los países que han quedado rezagados en la vacunación deberían mejorar su acceso, en parte por el aumento sostenido de las capacidades de producción –la UE calcula producir en su territorio 3.500 millones de dosis en 2022 y Modi anunció que la India producirá 5.000 millones adicionales durante ese año–. África es el principal desafío ya que, salvo excepciones como Marruecos, Cabo Verde o Túnez, los niveles de inmunización a diciembre de 2021 no llegan al 10%. Mención aparte merecen países en conflicto donde la cuestión no es solo el acceso a las vacunas, sino los problemas de distribución y el estado crítico de sus sistemas de salud.
Inquieta la resistencia a vacunarse de segmentos significativos de población en sociedades que sí tienen acceso. Es el caso de la mayoría de los países de Europa oriental, incluida Rusia. También son dignas de estudio las grandes diferencias que se producen entre territorios y grupos étnicos en Estados Unidos. Una de las novedades de 2022 puede ser el de países africanos que ahora sí tengan acceso a las vacunas, pero cuya población se resista a hacerlo. Es indicativo que Kenia haya empezado a introducir restricciones muy severas contra los no vacunados. En la mayoría de los casos, la resistencia a vacunarse es una combinación de la politización de la vacuna, la desconfianza en las instituciones, la permeabilidad de las campañas de desinformación y la fuerza del movimiento antivacunas antes de la COVID-19.
Si se complica de nuevo la situación sanitaria, resurgirán los temas que han marcado la agenda de salud global durante los dos últimos años. Si se achaca a un problema de acceso, el foco se pondrá de nuevo en la liberalización de las patentes y el acaparamiento de vacunas por parte de los países más desarrollados. Si, en cambio, el riesgo a la salud global llega de países donde hay rechazo social a las vacunas, aumentará la presión para endurecer medidas o hacer obligatoria la vacuna. En tanto que muchas medidas afectan al conjunto de la población, puede aumentar la tensión entre los vacunados y los que rechazan hacerlo.
Desde el punto de vista estrictamente sanitario, la aparición de nuevas variantes debería poderse afrontar con menores sacrificios que durante el arranque de la pandemia. Primero, porque se sabe qué medidas funcionan y cuales no y, sobre todo, por los avances tanto en el campo de la investigación como de producción industrial. El contrapunto es que los sistemas de salud y sus profesionales están extremadamente tensionados y difícilmente pueden aguantar mayor presión.
Otra preocupación sanitaria es que en 2022 se hagan más evidentes los efectos de haber dedicado buena parte de los recursos a la lucha contra la COVID-19 en detrimento de otras enfermedades. Este es un fenómeno que preocupa tanto en los países más desarrollados como a los que tienen menos recursos. Por ejemplo, en materia de cáncer, un estudio constataba que en España disminuyeron las citologías en un 50% y las visitas a pacientes en un 20%. El deterioro de la salud mental es un fenómeno global. Y en países menos desarrollados se reportan repuntes inquietantes en materia de tuberculosis, salud sexual y reproductiva, y enfermedades intestinales entre niños en edad escolar. La esperanza en este ámbito es que parte del refuerzo que se ha producido en sistemas universales de salud sean permanentes, que haya más presión para la reforma de mecanismos de cooperación internacional como la Organización Mundial de la Salud –que se han demostrado tan imprescindibles como insuficientes–, y que la inversión pública y privada en innovación continúe dando frutos más allá de la lucha contra el coronavirus.
Miedos
El miedo a la pandemia no ha desaparecido, pero debe compartir protagonismo con otros temores. Algunos son coyunturales, como el de la escasez y la disrupción de las cadenas de suministros, otros de carácter permanente como las consecuencias del cambio climático, el descontento social o la obsolescencia de determinados tipos de trabajo (39% de los empleados según un estudio de PWC cree que su trabajo será obsoleto en cinco años) o de formación. Se trata, en suma, del temor a no poder adaptarse personal y colectivamente a una serie de transformaciones irreversibles. Evidentemente, hay actores e intereses que alimentan y refuerzan el miedo, que lo instrumentalizan políticamente, y que lo aprovechan económicamente. Estas prácticas y sus efectos para la cohesión social serán bien visibles en 2022.
Si la lucha contra la pandemia tuviera éxito, 2022 podría ser un año de ilusión, de pasar página. Pero incluso en ese escenario el trauma de la crisis sanitaria habrá abonado el terreno de la política y la economía del miedo. Habrá un intenso debate –con matices e intensidades distintas según los territorios– sobre la perdurabilidad de las medidas restrictivas impuestas a raíz de la pandemia, sobre los umbrales a partir los cuales deben levantarse, con sectores e intereses que desean extender indefinidamente algunas de ellas para hacer frente a otras problemáticas de orden público, de control fronterizo, o incluso de lucha contra opositores políticos. En este sentido, Amnistía Internacional ha alertado de cómo la lucha contra la pandemia amplía la brecha global en materia de respeto de los derechos humanos y Human Rights Watch ha denunciado nuevos abusos producidos en materia de libertad de expresión. Nada indica que quienes han sustentado estos mecanismos de control en la emergencia sanitaria estén dispuestos a abrir la mano.
El miedo va codo a codo con la desconfianza y se alimenta de un temor legítimo a quedar atrás. Hay desconfianza también hacia el “otro”, sobre todo si son grupos sociales que entran en competencia, desafían o modifican el statu quo. Hay desconfianza en las instituciones, que por naturaleza deberían ser de todos pero que algunos creen capturadas por un grupo social al que no pertenecen. La ciencia no queda al margen de este cuestionamiento –para algunos será la “ciencia de los otros”– y la desconfianza en la vacuna es, para muchos, una desconfianza en el sistema. Todo esto da alas al populismo, al racismo y los discursos del odio. Además, en materia económica, seguirán aumentando los beneficios para aquellos que invierten en lo que antes de la pandemia ya se definió como capitalismo de la vigilancia, o para los que se lucran con las compras de pánico por temor a la escasez como sucedió en China a finales de 2021.
El pensamiento y las actitudes reaccionarias continuarán ganando fuerza. El discurso de que “tiempos anteriores fueron mejores” –cuestionando algunos de los actuales procesos de modernización o la agenda de movimientos emancipatorios como el feminismo– no es nuevo. No obstante, la crisis sanitaria y, sobre todo, la aceleración de las tendencias de cambio ha aumentado tanto el sentimiento de vulnerabilidad como las actitudes conservadoras de quienes temen perder privilegios. El plebiscito constitucional en Chile, en un contexto de fuerte polarización política y económica, es uno de los escenarios de este choque.
Otra forma de instrumentalización política del miedo que seguirá presente en 2022 es el terrorismo. Persiste la incertidumbre sobre si la pandemia ha modificado en algo la forma de actuar o reclutar de los grupos terroristas. Donde hay más certeza, en cambio, es en la mayor diversidad de su amenaza. Por un lado, porque el terrorismo de cariz yihadista opera en espacios cada vez más amplios, extendiéndose especialmente en varios países del África subsahariana como la República Centro Africana, la República Democrática del Congo o Mozambique. Y, por el otro, por la amenaza que suponen las acciones del terrorismo de extrema derecha y el supremacismo blanco.
Esta combinación de miedos legítimos y utilización partidista de los mismos tensiona los sistemas democráticos, especialmente las democracias liberales. También en aquellos países que estaban inmersos en transiciones políticas como Túnez o Sudán. Un posible efecto de este hostigamiento es que las sociedades democráticas tomen conciencia de su fragilidad y, por lo tanto, de la necesidad de reforzarse, combatir a quienes alimentan los miedos y conectar mejor con las aspiraciones de la ciudadanía. Esto también supone una invitación para abordar una agenda de solidaridad a múltiples niveles, con el objetivo de confortar de forma inclusiva las preocupaciones de amplias capas de la población y romper, por lo tanto, el espiral de miedo y desconfianza.
Liderazgos
¿Quiénes aplacarán el miedo? ¿Quiénes gobernarán las transiciones climática, digital y social? ¿Qué tipo de ideas, personas y modelos gozan de mayor apoyo y legitimidad? En 2022 estas preguntas adquieren dos matices distintos: la valoración que los ciudadanos puedan hacer en las urnas de la gestión de la pandemia; y el tipo de ideas, personas y modelos que generan más credibilidad para conducir la pospandemia. A lo largo del año no sólo los liderazgos democráticos buscarán renovar la confianza popular, sino que los autoritarios también invertirán esfuerzos en consolidar sus bases y mejorar su reputación internacional.
Una de las peculiaridades del ciclo electoral en 2022 es que varios gobernantes de corte claramente populista tienen cita con las urnas. En Europa es el caso de los iliberales Viktor Orbán (Hungría), Janez Jansa (Eslovenia) y Aleksandar Vucic (Serbia). En América Latina, la atención está puesta en las elecciones brasileñas. Jair Bolsonaro no sólo busca la reelección contra el expresidente Lula da Silva, sino que preventivamente está cuestionando el sistema electoral, siguiendo el guion que escribió Donald Trump en 2020. En Filipinas, Rodrigo Duterte no podrá optar a un nuevo mandato, pero el dutertismo seguirá presente en las elecciones de mayo de 2022 a través de un estilo bronco en la campaña, espoleado por el anuncio que el hasta ahora presidente se presentará como senador y por la polémica familiar con su hija, Sara, aspirante a la vicepresidencia en un ticket con Bongbong Marcos, hijo del dictador Ferdinand Marcos. En India están programadas varias elecciones regionales, entre las cuales las de Uttar Pradesh, un estado de 200 millones de habitantes, que pueden ser un buen termómetro sobre la popularidad de Narendra Modi. En Turquía y Polonia también resurgirán los rumores de elecciones anticipadas, con la duda de si es un movimiento demasiado arriesgado para sus actuales dirigentes ante la crisis económica del primero, y la política del segundo.
El espectro del populismo también planeará sobre las midterm elections de noviembre en los Estados Unidos. Se escogerán los 435 congresistas y 34 de los 100 senadores. ¿Qué grado de apoyo tendrá el trumpismo y sus candidatos más afines? En un momento en que la popularidad del presidente Joe Biden y la vicepresidente Kamala Harris se ha erosionado hasta rondar el 40% en noviembre de 2021, aumentará la especulación sobre si es imaginable no sólo que Trump volviera a presentarse a las elecciones de 2024 sino que él o alguno de sus acólitos pudieran ganarlas.
Los ciudadanos franceses acudirán hasta en cuatro ocasiones a las urnas entre mayo y junio de 2022: las dos vueltas de las elecciones presidenciales, primero, y parlamentarias, después. Pero como pasó con las elecciones de 2017, hay margen para sorpresas. La irrupción del candidato Éric Zemmour –candidato “interesante” según Steve Bannon– ya está marcando el tono y el contenido del debate político. Una de las incógnitas es si, de pasar a una segunda vuelta, se le aplicaría el cordón sanitario, como se hace con el partido de Marine Le Pen. Macron, no obstante, confía renovar frente a cualquier oponente interno y diversificar sus alianzas bilaterales. El presidente francés aspira también a consolidar así su liderazgo en la Unión Europea, especialmente ahora que Angela Merkel ya no está. Para ello será clave el buen funcionamiento de un motor francoalemán renovado tras la formación del gobierno semáforo en Berlín. La llegada del socialdemócrata Olaf Scholz a la cancillería y el europeísmo desacomplejado y la defensa de los derechos humanos y los valores fundamentales de la UE que exhibe la nueva responsable de Exteriores, Annalena Baerbock, han despertado expectativas en Bruselas. Colectivamente, la UE deberá demostrar su capacidad para responder al desafío judicial de Polonia, las maniobras del Reino Unido respecto al protocolo de Irlanda del Norte y el control del Canal de la Mancha, y las turbulencias en su vecindad oriental y meridional.
En materia de liderazgos, la otra gran cita es el 20 congreso del Partido Comunista Chino, que tendrá lugar en octubre. Xi Jinping aspira a consolidar el control y la dirección del partido con un tercer mandato que marcaría el inicio de una nueva era, rompiendo con el sistema de alternancia del poder introducido por Deng Xiaoping. Una vez revisada la historia del partido, del congreso se espera la fortificación del liderazgo de Xi, una renovación de la cúpula del partido y una hoja de ruta para los próximos años, sobre todo encaminada hacia la consecución de la ‘prosperidad común’ a nivel doméstico. Un elemento interesante, con potencial repercusión global, es el cuestionamiento del crecimiento del PIB como indicador de éxito. En un momento marcado por la doble ralentización de la economía china y de la economía global, garantizar la estabilidad, el progreso económico y la reducción de las desigualdades serán esenciales para afianzar la legitimidad popular del líder y del sistema, especialmente ante la crisis de deuda privada, los problemas de suministros y el aumento de las desigualdades. La legitimidad del partido centenario es indispensable para consolidar su modelo de capitalismo de Estado y para mantener a raya a los cada vez más potentes conglomerados empresariales.
En los países árabes, varios liderazgos buscarán confirmación. El príncipe heredero de Arabia Saudí, Mohamed Bin Salman, aspira a pasar página de la crisis reputacional que supuso el asesinato de Jamal Khashoggi en 2018, y apuestas fallidas como la guerra de Yemen o el boicot contra Qatar. En 2022 el joven príncipe continuará preparando el terreno de cara a la sucesión en caso de fallecimiento o abdicación de su padre e intentará negociar producción de petróleo a cambio de reputación. Abdelfattah Al Sisi, presidente egipcio, también intenta continuar en el poder con una intensa campaña de imagen y algunas tímidas decisiones para suavizar la represión contra las voces críticas. Egipto acogerá la COP27 y dice hacerlo en nombre de África. Claramente, la lucha contra el cambio climático no será la única prioridad de Al Sisi. Es una apuesta no exenta de riesgos ya que su celebración en Sharm el Sheikh puede revelar las contradicciones en materia de libertad de expresión y manifestación que acompañan cada edición de la COP. En Túnez, el presidente Kais Saied buscará el apoyo a través de consultas populares y un referéndum constitucional que certifique el “golpe de mano” que dio en verano de 2021 con la disolución del parlamento, y que despertó dudas sobre la supervivencia de la única transición democrática de la región.
Innovaciones
¿Estamos mejor preparados para hacer las cosas de forma distinta? La pandemia ha comportado una reevaluación, veremos si pasajera, de las prioridades de las administraciones públicas y las sociedades. Las medidas impuestas para hacer frente a la emergencia sanitaria aceleraron procesos de transformación económica y social, y aunque puede haber reajustes en materia de teletrabajo, se ha producido un cambio de hábitos en movilidad, consumo y procesamiento de la información, y un proceso de aprendizaje intensivo de herramientas digitales difícilmente reversible. Además, otra de las herencias de la crisis sanitaria ha sido el foco en la ciencia, con fenómenos aparentemente contradictorios como el mayor prestigio social de la ciencia (la última encuesta global del State of Science Index (SOSI) indica que un 79% de la gente confía que la ciencia mejorará el modo de vida de los próximos cinco años) y las dinámicas de politización y contestación mencionadas anteriormente.
La tendencia, si se mantiene, invita a pensar en una densificación de los proyectos de colaboración entre equipos de investigación, la articulación de alianzas entre administraciones públicas, científicos y sector privado, y una relación más cercana de la ciudadanía con la ciencia. Y, todo ello, con un claro aumento de dotación presupuestaria. Así lo indican las partidas del 37% y 20% respectivamente destinadas a financiar la transición verde y la digital en los fondos Next Generation EU, o los 250.000 millones destinados a innovación en los planes de estímulo de Estados Unidos.
En el otro lado de la balanza, esto aumentará la concentración de la producción científica en pocos países. La inversión global en inteligencia artificial y computación cuántica la lideran Estados Unidos, China y un reducido grupo de países desarrollados a los que, en algún ámbito, se le suma India. En materia de nuevas patentes, el liderazgo chino es indiscutible y se observa aquí también un desplazamiento hacia Asia. Esta asimetría científica añade una nueva dimensión de desigualdad, en este mundo que avanza, también en innovación, a distintas velocidades.
Junto con la salud, el segundo gran ámbito de concentración de esfuerzos es el medioambiental. En 2022 aumentará la presión sobre las comunidades científicas, las empresas y las administraciones públicas para encontrar soluciones innovadoras a la crisis climática. Esto incluye la investigación en tecnologías avanzadas para disminuir las emisiones asociadas al uso de la energía, como la captura y almacenamiento de carbono, reactores nucleares modulares, y opciones para descarbonizar las industrias con gran intensidad de energía. Otro reto es la búsqueda de soluciones técnicas para anticipar y prevenir los peores impactos de las catástrofes naturales y aumentar la resiliencia.
En 2022 –y de forma un tanto miope– la conversación energética seguirá pivotando alrededor de las energías fósiles y del uso geopolítico del gas, pero una perspectiva a largo plazo invitará a prestar mayor atención a la cuestión de los minerales raros y, aunque más abundante, al litio, que son esenciales en la construcción de aerogeneradores, placas fotovoltaicas y baterías. Parece que la UE empieza a identificar la trascendencia de esta cuestión con acciones para 2022 como la operacionalización de la Raw Materials Alliance y la propuesta en 2020 de regulación sobre baterías, con la promoción de materiales reciclados.
En materia digital, la cuestión de los chips seguirá en la agenda –su escasez ha sido una de las noticias de 2021 y se ha hecho visible su repercusión para el resto de industrias–, pero también en materia de gobernanza y de innovación conceptual. 2022 es un año en el que se comprobará la ambición y utilidad del Consejo UE-EEUU de Comercio y Tecnología, en cuya agenda figuran la inteligencia artificial, las tecnologías verdes, la gobernanza de datos y la cadena mundial de suministro de semiconductores. En términos conceptuales, una de las ideas que ganará tracción es la de las transiciones mellizas (la verde y la digital) en las que el papel de las ciudades tendrá un fuerte protagonismo. Un reto compartido será el de la digitalización del sector público –proceso que se ha acelerado con la pandemia– y en el que los distintos niveles de la administración buscarán ejemplos de éxito en otros países para emularlos. En este ámbito surgen dos riesgos: administraciones que se quedan atrás, y un aumento de la cibervulnerabilidad.
En la intersección entre los procesos de digitalización de la economía y la necesidad de financiar los programas de estímulo pospandémicos ganará trascendencia la búsqueda de soluciones fiscales. 2021 supuso un punto de inflexión, entre otros, por el compromiso en la cumbre del G-20 de Roma de aplicar un impuesto mínimo global para sociedades del 15%. Para 2022 queda la implementación de estas decisiones, e incluso una nueva discusión al alza si se intensifica el debate público sobre la justicia fiscal y la asunción de responsabilidades por parte de los milmillonarios fundadores y grandes accionistas de las principales compañías globales. Entre estas, destaca el auge de lo digital ya que en las listas de grandes fortunas mundiales cada vez hay más “tech billionaires” provenientes de empresas cuyo modelo de negocio permite un mayor acceso a mecanismos de “optimización fiscal”.
La búsqueda de estas soluciones fiscales forma parte de una agenda social más amplia, en la que también entran asuntos fundamentales como la solidaridad intergeneracional o la cohesión territorial. En esta transformación de mercados laborales y modelos productivos conviven la reivindicación del derecho a un trabajo digno con fenómenos como la irrupción, en 2021. de la llamada gran dimisión de trabajadores. Todo ello invita a pensar soluciones sociales, laborales y también territoriales.
El reto de los grandes espacios metropolitanos es combatir la desigualdad y a la vez la degradación medioambiental. Las intervenciones urbanas para probar soluciones climáticas innovadoras han proliferado en las últimas dos décadas gracias al apoyo de redes de ciudades como C40 y otras plataformas de intercambio de conocimiento. Las ciudades se están convirtiendo en líderes de lo que se llama “gobierno por experimento”: procesos que prueban nuevas soluciones climáticas sociotécnicas y de gobernanza en laboratorios urbanos y, si tienen éxito, las escalan. El indudable protagonismo de lo urbano tiene como contrapunto el grito de alerta de las zonas menos pobladas y conectadas –especialmente en países con grandes contrastes demográficos–. Para estos territorios, los costes de quedar rezagados de las transiciones en curso suponen una amenaza existencial. Por ello intentarán reequilibrar su falta de músculo económico a través de la reivindicación social y la acción política.
En 2022 se hablará de soluciones y también de la obsolescencia de los modelos actualmente vigentes de producción y consumo. En el ámbito internacional una pregunta especialmente relevante es si los nuevos modelos de producción, consumo y trabajo tienen una extensión universal o ahondan los procesos de fragmentación. El delicado equilibrio entre la necesidad de encontrar soluciones cooperativas y los instintos competitivos de aquellas potencias que aspiran a situarse en la vanguardia de estos procesos de cambio también marcará la geopolítica de la innovación. En este sentido, la carrera espacial y, en general, todo aquello que sea visto como “la última frontera” ganará peso en la agenda.
Movilidad
Las perspectivas de recuperación económica, las tensiones geopolíticas, la política del miedo o la polarización del debate electoral en países como Francia, Hungría o Estados Unidos contribuirán a situar la movilidad internacional como un factor relevante en 2022. Esto se concretará en cinco fenómenos de distinta naturaleza.
El primero es que, graciasa la vacunación, 2022 debería ser el gran año de la recuperación de la movilidad internacional para aquella minoría que antes de la pandemia podía costearse esos viajes y sin encontrar trabas fronterizas. Para hacerse una idea de qué implica esa recuperación vale la pena recordar que entre abril y mayo de 2020 el número de pasajeros de vuelos internacionales se desplomó un 92% y, en diciembre de ese año, se alcanzó el pico de restricciones globales de movilidad y cierre de fronteras, según un informe de la Organización Internacional para las Migraciones y el Migration Policy Institute. En 2021 la recuperación fue parcial y la Conferencia de las Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo alertaba de la pérdida de 4$ billones en el sector turístico. En función de la evolución de la pandemia, se reimpondrán o suavizarán las restricciones a la movilidad internacional. Las potencias turísticas competirán por demostrar que sus países no son sólo atractivos sino también seguros desde el punto de vista sanitario. Los acuerdos para el reconocimiento recíproco de la documentación sanitaria –en formato de pase COVID u otros– ganará importancia en la agenda diplomática del año 2022, especialmente para aquellos países para los que la movilidad internacional es esencial para su desarrollo económico o para su reputación. De nuevo, un factor más que ahondará en la lógica de un mundo que avanza a varias velocidades.
El segundo es que las medidas impuestas para contener la pandemia incrementan el número de personas dispuestas a emigrar. Buena parte de lo que los expertos en migraciones denominan push factors, o factores de empuje, han adquirido una dimensión casi estructural: conflictos cronificados, emergencias humanitarias recurrentes, crisis naturales más frecuentes, aumento de nuevos pobres. Si continúa la tendencia actual, el número de desplazados forzosos podría llegar en los próximos años a los 100 millones de personas (véase gráfico 7). Las medidas impuestas para contener la pandemia han aumentado la vulnerabilidad de las personas que necesitan protección internacional y ha reforzado el fenómeno de las crisis en cascada. Esto se suma a la continuidad de medidas que ya estaban en boga antes de la pandemia como la construcción de muros físicos y la externalización de fronteras que pondrá de manifiesto las contradicciones de quienes, como la administración Biden-Harris, prometían gestionar los flujos migratorios de forma distinta.
Un tercer elemento es que la crisis sanitaria y los desajustes en el arranque de la economía han propiciado una mayor demanda en las principales economías desarrolladas de trabajadores en sectores como el sanitario, los cuidados, el transporte, entre otros. Así, aunque persista el fenómeno de fronterización, aumenta la presión económica para ampliar los canales legales de emigración. Los posibles beneficiaros se circunscriben a determinados perfiles profesionales que no siempre coinciden con el perfil tradicional de “altamente cualificados”. El Parlamento Europeo, por ejemplo, votó una resolución en noviembre de 2021 exigiendo a la Comisión que presente, antes de finales de enero de 2022, una propuesta para facilitar la entrada de migrantes por cauces legales para resolver el desajuste entre oferta y demanda. En la exposición de esta resolución se expone que, si no se hace, se reducirá la atractividad y competitividad de la Unión Europea, y se estiman los beneficios de introducir estas medidas en 37.600 millones adicionales para el PIB de la Unión cada año. En la UE, como en el resto de las economías desarrolladas, primará una política de migración instrumental y basada en intereses, sobre las políticas alternativas de tipo normativo, dejando al margen las personas necesitadas de protección internacional.
En cuarto lugar, la celebración del mundial de fútbol en Qatar pondrá el foco sobre los derechos y condiciones de los trabajadores extranjeros. Qatar es un caso paradigmático porque cerca del 90% de los residentes son extranjeros y han sido imprescindibles en la construcción de infraestructuras necesarias para acoger el mundial. Para Qatar, este acontecimiento deportivo es la culminación de una política de proyección de influencia a través de mecanismos de poder blando. Además, permite reforzar la idea que ha salido indemne del bloqueo que varios países árabes le impusieron entre 2017 y 2021. A pesar de que la situación de los trabajadores extranjeros todavía es muy mejorable, las autoridades qataríes son conscientes del riesgo reputacional de campañas que incluso han llamado al boicot. Como dijo Amnistía Internacional a finales de 2021, el tiempo se agota para que Qatar cumpla las promesas y derogue o reforme sustancialmente el sistema de la kafala (patrocinio), que da un enorme poder al empleador sobre el empleado. El resto de los países de Oriente Medio con sistemas parecidos estarán atentos a la ambición de la reforma y también lo estarán los países de origen de la mayoría de los trabajadores extranjeros en el Golfo, como Filipinas, Pakistán, India o Nepal.
El quinto factor son los procesos de emulación y aprendizaje en la utilización política de las migraciones. Las fronteras europeas son el laboratorio en el que diversos países están probando dónde están los límites para ejercer presión sobre la UE utilizando el miedo o rechazo social a la llegada de inmigrantes, sabiendo que este es uno de los mecanismos más efectivos para erosionar gobiernos y alterar prioridades. Los vecinos de la UE se observan y sacan lecciones sobre qué tácticas dan mejores resultados. Kelly M. Greenhill describió, ya en 2010, este fenómeno como una de las casuísticas de lo que llamó “armas de migración masiva”. Una de las novedades es que la propia Unión y sus estados miembros también están modulando sus respuestas en función de la experiencia acumulada.
Aunque el tema de la movilidad será relevante a escala global, su trascendencia aumentará en algunos territorios fronterizos. Es el caso de España y concretamente de las dos ciudades autónomas, Ceuta y Melilla. La frontera entre España y Marruecos viene siendo, desde hace años, un laboratorio donde se experimenta con políticas y prácticas, y lo que allí sucede acaba marcando pautas en otras fronteras exteriores de la UE. En 2022 están sobre la mesa dos decisiones relevantes: cuándo y cómo reabrirá Marruecos sus fronteras, y si se solicita la inclusión de las dos ciudades autónomas en el espacio Schengen.
Crisis humanitarias
En 2020 y 2021, las necesidades humanitarias globales crecieron significativamente. Según Naciones Unidas, entre 2020 y 2021 se ha pasado de 167 a 235 millones de personas necesitadas de ayuda humanitaria. Es decir, de una de cada 45 personas en el mundo, a una de entre 33. La COVID-19 está actuando como factor agravante de las crisis humanitarias preexistentes. Además, la pandemia desplazó la atención de estas grandes crisis a otros dramas más cercanos, en los que países ricos o de renta media han visto como sus sistemas sanitarios se acercaban peligrosamente al colapso.
Aunque la financiación internacional se mantuvo en 2020 y buena parte de 2021, sigue siendo insuficiente dada la magnitud y volumen de necesidades. Uno de los elementos que podría empeorar una situación de por sí complicada es el rápido y sostenido aumento de los precios de los alimentos básicos. A las puertas de 2022, se alertaba que la situación en materia de inseguridad alimentaria alcanzaba “niveles catastróficos sin precedentes”.
Este factor coyuntural se añade a unas tendencias de largo recorrido como la reemergencia de conflictos congelados y la intensificación de los desastres naturales y destrucción de hábitats y medios de vida. Se constata, por ejemplo, un aumento de desplazados forzosos por elementos climáticos –entre los cuales episodios de lluvias intensas o sequías persistentes–, de hasta 30 millones de personas en 2020, y sin cálculos todavía para 2021. El resultado es que hay más crisis humanitarias, en más sitios, duran más tiempo y afectan capas más amplias de la población.
En 2022 no sólo habrá más crisis, sino que se abordarán como algo más que un problema humanitario. Se pondrá de manifiesto su trascendencia para la agenda internacional y, al discutir qué medidas deben emplearse para aliviar la situación, se entrará de lleno en cuestiones de tipo geopolítico que trascienden la dimensión humanitaria. Será el caso, entre otros, de Afganistán, África Oriental y el Sahel, América central y el Caribe, Yemen y las fronteras europeas.
En Afganistán el principal tema de debate es el grado de reconocimiento e interlocución con los Talibán. Tras la toma de Kabul, el Fondo Monetario Internacional y muchos otros organismos y estados suspendieron el acceso de las autoridades afganas a fondos económicos. Un 80% del presupuesto del anterior Gobierno afgano dependía de fondos internacionales, y según datos del Banco Mundial más del 40% del PIB del país corresponde a la Ayuda Oficial al Desarrollo. La decisión de trabajar o no con las nuevas autoridades de Kabul la tomarán los organismos internacionales, pero dependerá en gran medida de los gestos y acciones que puedan hacer los Talibán durante los primeros meses de ejercicio del poder. El PNUD publicó en setiembre de 2021 un informe con varios escenarios para Afganistán en 2022. En el mejor de los casos, el país perdería entre el 3.6% y el 8% de su PIB, con los niveles de pobreza aumentando entre el 7% y el 15%. En el peor de los escenarios, con una crisis de alta intensidad y de interrupción del comercio internacional, el PIB caería más de un 13%, y los niveles de pobreza alcanzarían el 97% de la población afgana. Ante el riesgo de colapso del Estado y de la economía afgana, la ayuda humanitaria –canalizada a través de Naciones Unidas o de algún país con interlocución con el gobierno afgano– puede ser más imprescindible todavía.
Varios países africanos sufrirán un deterioro de su situación humanitaria en 2022. A unos niveles previos de pobreza muy elevada y algunas de las mayores concentraciones de hambruna y peores accesos a servicios de salud y educación del mundo, algunas partes del continente, como el cuerno de África o el Sahel, asisten también al aumento de la violencia y a la reanudación de conflictos congelados. Preocupa especialmente la guerra entre el gobierno etíope y Frente de Liberación Popular de Tigray que, entre otras consecuencias, está impidiendo el acceso de ayuda humanitaria en varias regiones del norte de Etiopía, propulsando el número de personas que requieren ayuda humanitaria hasta superar los ocho millones, y con situaciones de hambrunas que no se veían en las últimas décadas. A esto habrá que sumar las tensiones “hidropolíticas” entre Addis Abeba y El Cairo por el caudal del Nilo, la violencia crónica en Sudán del Sur y partes de Somalia, la incertidumbre sucesoria en Chad, la inestabilidad política en Mali, la mayor crisis de desplazados internos africana en la República Democrática del Congo, o la extensión de la presencia del terrorismo yihadista desde el Sahel hasta el norte de Mozambique, donde se cuentan hasta 800.000 desplazados tras la implantación de otro grupo yihadista.
Varios territorios de América Central y el Caribe también arrastran un deterioro de la situación humanitaria. En 2021 Haití volvió a ser noticia: violencia política (asesinato del Presidente Jovenel Moïse), fortalecimiento del crimen organizado, catástrofes naturales (el devastador terremoto del 14 de agosto, seguido poco después por una tormenta tropical) y las polémicas deportaciones de haitianos por parte de Estados Unidos, que llevó a su enviado especial a dimitir. Además de los haitianos, muchos ciudadanos de América Central, especialmente los que huyen de la pobreza del llamado corredor seco y quienes huyen de la violencia de bandas criminales asentadas en las principales ciudades, también continuarán protagonizando escenas de desesperación.
Aunque han desaparecido de la agenda mediática, el conflicto en Yemen y Siria prosigue, y la situación humanitaria se agrava. Martin Griffiths, secretario general adjunto de Asuntos Humanitarios de la ONU alertaba que el 90% de la población siria ya vive bajo el umbral de la pobreza. En Naciones Unidas también se ha escuchado que “la situación en Yemen no es solo la peor crisis humanitaria sino la peor respuesta internacional a una crisis de estas características”. Una de las paradojas de estos dos conflictos es que incluso en un contexto en que las potencias regionales han hecho gestos de acercamiento, ni los niveles de violencia parecen disminuir, ni se alivia por lo tanto el sufrimiento de los civiles atrapados en el conflicto.
Una de las novedades de 2022 podría ser el de ver cómo se extiende la crisis humanitaria en países que no están en conflicto. El rápido deterioro de las condiciones de vida en el Líbano hace saltar todas las alarmas. Para el Banco Mundial es una de las peores crisis globales y achaca su gravedad a la inacción. Los países europeos verán con inquietud la extensión y cronificación de estas crisis humanitarias cada vez más cerca de sus fronteras, y cómo la migración irregular en el Mediterráneo es, en sí misma, un desastre humanitario.
Emergencia climática
El punzante discurso en la COP26 de la primera ministra de Barbados, Mia Amor Mottley, empezó recordando “que la pandemia nos ha enseñado que las soluciones nacionales a los problemas globales no funcionan”. Al final, la cumbre de Glasgow se saldó con un balance con claroscuros. Políticamente, hubo gestos importantes: Estados Unidos volvía a la mesa tras el desplante de Trump; China, aunque no representada al más alto nivel –Xi Jinping no viaja fuera de China desde la irrupción de la COVID-19–, firmaba con Estados Unidos una declaración conjunta de valor simbólico; Turquía anunció justo antes de la cumbre la ratificación del acuerdo de París; y Modi comunicó el compromiso de India a alcanzar cero emisiones netas para 2070, aunque sin detalles concretos.
Sin embargo, debido a las presiones de última hora por parte de India, la resolución final de Glasgow dejó de contener un llamamiento para “acelerar los esfuerzos hacia la eliminación progresiva de la energía del carbón” –phase out, en inglés– para pedir una “reducción progresiva” –phase down–. Este sentimiento de urgencia y de presión permitió la adopción en tiempo de descuento del Pacto Climático de Glasgow. Un acuerdo que permite completar el “rulebook” de París, facilitando así su implementación, y que también incluye el compromiso de revisar los planes nacionales en el curso del año 2022 para mantener el objetivo de 1,5 °C. Este compromiso será una de las grandes cuestiones de cara a la COP27 de Sharm el Sheikh. ¿Serán verdaderamente nuevos planes a la altura de la urgencia o meras revisiones? Es una tarea complicada desde el punto de vista técnico y el tiempo apremia.
En Glasgow aumentaron las promesas de los países más ricos para ayudar financieramente a los menos desarrollados, que estos siguen considerando insuficientes, entre otras razones por la postergación del compromiso de 100.000 millones de dólares anuales a 2022-2023. Es, también, a partir del Pacto de Glasgow que empiezan las negociaciones sobre nuevas metas de financiación después de 2025. Asimismo, merecen atención algunas iniciativas acordadas por grupos de países en materia de reducción de emisiones de gas metano o de deforestación. Otra novedad es el de los compromisos expresados por grupos de empresas como la alianza financiera para las cero emisiones netas (GFANZ) o la iniciativa liderada por la UE junto a más de 100 países de reducir un 30% las emisiones de metano para 2030, el compromiso de más de 100 líderes mundiales a acabar con la deforestación también para 2030, o de parte de la industria automovilística y de algunos estados, regiones y ciudades para lograr la transición global de este sector para 2040 y cinco años antes en los mercados principales. Todos estos planes siguen siendo a medio plazo, y en 2022 será esencial ver si se toman medidas concretas a corto plazo y si el ejemplo de este tipo de iniciativas se extiende a otros ámbitos de actividad económica.
Como dijo el propio Joe Biden en su discurso, los próximos años son decisivos. El presidente estadounidense describió esta década como una breve ventana de oportunidad para aumentar las ambiciones y hacer los deberes, que se está cerrando rápidamente. No ha hecho más que repetir el consenso de la comunidad científica sobre la necesidad de corregir el rumbo antes de que sea demasiado tarde (véase gráfico 8).
Si los líderes políticos dejaron Escocia con la tranquilidad de haber logrado un acuerdo, el activismo climático se mostró claramente decepcionado. Desde los sectores más combativos, como Extinction Rebellion, ya se ha anunciado una movilización masiva en abril de 2022. Desde posiciones más pragmáticas, como la campaña Race to Zero, el reto para 2022 es ampliar alianzas y compromisos. Si vuelven las movilizaciones del activismo climático en las calles y en los despachos, cabe preguntarse si también alzarán la voz los agraviados de la transición energética que antes de la pandemia habían empezado a manifestarse contra impuestos medioambientales o el fin de la industria del carbón en varios países europeos.
Otro de los grandes temas de 2022 es la preparación del mecanismo de ajuste en frontera al carbono (CBAM son sus siglas en inglés), y las reacciones que provoque entre quienes se sientan agraviados. La Unión Europea es quien lleva el liderazgo en este ámbito, aunque el debate acerca de la forma final de su regulación estará aún presente en 2022, pero Estados Unidos está estudiando medidas similares. Más allá del objetivo principal de mitigar el cambio climático, estas medidas tienen un doble propósito: evitar que, en vez de avanzar hacia una industria verde europea, se deslocalice la producción fuera de la UE; e incentivar a otros países a implementar políticas climáticas. Su aplicación será gradual, empezando en 2023 y completándose en 2026. Esto afecta, en una primera fase, a grandes sectores como la industria siderúrgica, los fertilizantes o las cementeras. Por consiguiente, 2022 es un año en que la UE deberá hacer mucha pedagogía entre aquellos países que le acusarán de proteccionismo verde, y para negociar exenciones que no invaliden el sistema general. Una primera prueba será la cumbre UE-África de febrero de 2022.
El concepto de justicia estará muy presente en este tipo de encuentros y en la conversación global sobre el desafío climático. No obstante, los términos del debate tendrán matices distintos en función de si hablamos de países industrializados o del sur global. En las economías más desarrolladas se insistirá en la necesidad de promover una transición justa, que no agrave las desigualdades internas, que compense los costes de los sectores, territorios o individuos que salen perdiendo con la transición verde. En cambio, los países de industrialización tardía y con déficits importantes de desarrollo demandarán que los países más responsables de las emisiones vertidas hasta ahora financien los mecanismos para adaptarse a los efectos inevitables del cambio climático, lo que se convertirá en uno de los focos de debate de la COP27. Por otro lado, aquellos estados especialmente damnificados por el calentamiento global, como los pequeños estados insulares en vías de desarrollo, reclaman una agenda de “pérdidas y daños” –loss and damage, en inglés–, es decir, compensaciones directas.
La agenda medioambiental reanuda con la lógica de las distintas velocidades, retrocesos incluidos. El principal riesgo es que, ante la necesidad de una respuesta colectiva, las percepciones e intereses difieran lo suficiente como para impedir una respuesta a la altura. El desajuste de velocidades se da respecto a la transición verde pero también en relación con la recuperación económica, la producción científica, la movilidad o el acceso a las vacunas. En el ejercicio del año anterior dijimos que si la gestión de la COVID-19 había sido una especie de examen, había que optar a una segunda convocatoria. En esta segunda convocatoria, a la gestión de una pandemia que no puede darse por terminada, se le suma la emergencia climática, la capacidad para contener y desactivar tensiones geopolíticas de alto potencial destructivo y la reducción de las desigualdades. En estos y otros frentes tocará demostrar que se ha aprendido algo y que el sentimiento de urgencia se traslada del discurso a la acción.
Calendario CIDOB 2022: 75 fechas para marcar en el calendario internacional
1 de enero – Renovación del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas. Ghana, Gabón, Emiratos Árabes Unidos, Albania y Brasil se incorporan al Consejo de Seguridad de la ONU como miembros no permanentes.
16 de enero – 30 aniversario de los acuerdos de paz de Chapultepec. El Salvador puso fin a 12 años de guerra civil tras los acuerdos firmados entre el Gobierno y el Frente Farabundo Martí de Liberación Nacional (FMLN). Se abrió un proceso de paz donde se impulsaron una serie de reformas políticas, judiciales y militares, que la ONU dio por finalizado en 1997. La actual administración liderada por el polémico presidente Nayib Bukele ha cuestionado el espíritu de estos acuerdos calificándolos de “farsa” y corruptos, creando una ola de indignación por parte de organizaciones de derechos humanos, víctimas de guerra, exguerrilleros, etc.
17 - 21 de enero – Foro de Davos. Cita anual que reúne a los principales líderes políticos, altos ejecutivos de las compañías más importantes del mundo, dirigentes de organizaciones internacionales y ONG, así como personalidades culturales y sociales destacadas. El lema de esta edición es “Trabajar juntos, restaurar la confianza” y analizará la recuperación económica mundial tras el estallido de la pandemia, y el aumento de las tensiones sociales.
23 - 27 de enero – V Conferencia de las Naciones Unidas sobre los Países Menos Adelantados. Qatar acogerá una nueva edición de este foro multilateral del que forman parte 46 países. Se espera que adopten un programa de acción hasta 2030, con la recuperación pospandémica como su principal prioridad.
24 de enero – Segunda vuelta de las elecciones en Libia. Varias son las candidaturas que optan a llegar a esta segunda vuelta de las elecciones presidenciales impulsadas por Naciones Unidas, entre las que destacan Khalifa Haftar, líder del autodenominado Ejército Nacional Libio que controla el este del país y partes del sur, el ex ministro del Interior Fathi Bashagha, el primer ministro Abdulhamid Dbeibah del Gobierno de Unidad Nacional interino, o Saif al-Islam Gaddafi, hijo de Muamar el Gaddafi. El país busca una salida política tras 10 años de conflicto.
24 - 26 de enero – Primer Foro Humanitario Europeo. Organizado por la Comisión Europea y Francia, que preside el Consejo de la Unión Europea en el primer semestre de 2022, reunirá a responsables políticos, organizaciones humanitarias y otros socios para abordar la urgencia de ayuda humanitaria y las limitaciones a las que se enfrentan las organizaciones y sus beneficiarios.
30 de enero – Elecciones generales en Portugal. La caída del gobierno de António Costa, tras el rechazo a los presupuestos por parte del Partido Comunista y el Bloque de la Izquierda, puso fin a seis años de estabilidad política.
30 de enero – 50 aniversario del Bloody Sunday. Una manifestación en Derry (Irlanda del Norte) en contra de una medida del Gobierno británico, durante el conflicto norirlandés, acabó con la muerte de 13 personas tras la intervención del ejército en 1972. Los disturbios posteriores provocaron la disolución del parlamento de Belfast y los incendios de las embajadas británicas en Dublín e Irlanda del Norte, además de una oleada de adhesiones a la banda terrorista IRA. No fue hasta 2010 que el entonces primer ministro David Cameron pidió disculpas en nombre del Gobierno británico.
Enero – Foro de Líderes de las Islas del Pacífico. Es el principal foro de discusión panregional de Oceanía que agrupa los intereses de 18 estados y territorios en materia de cambio climático, uso sostenible de los recursos marítimos, seguridad y cooperación regional. Esta reunión se producirá en un momento de creciente tensión entre China y los Estados Unidos y sus aliados.
4-20 de febrero – Juegos Olímpicos de Invierno. China acoge en Beijing la XXIX edición, aunque este año estará condicionada por el impacto global de la Covid-19, la movilidad internacional y la amenaza de boicot diplomático planteado por varios países para denunciar las violaciones de derechos humanos por parte del país, así como la polémica por las denuncias de acoso de la tenista Peng Shuai y su posterior desaparición.
7-11 de febrero – Primera Conferencia Internacional sobre Derecho Nuclear. Austria acogerá esta primera edición organizada por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA) para que gobiernos del todo el mundo, organizaciones internacionales, sector empresarial y sociedad civil debatan sobre el derecho nuclear.
17-18 de febrero – Cumbre Unión Africana - Unión Europea. Los líderes africanos y europeos llevan varios años trabajando para aprobar una asociación estratégica entre ambos bloques, de especial interés para la UE. En la agenda se abordarán temas claves para ambos como la transición verde, la migración, la seguridad transnacional y varios acuerdos comerciales.
18-20 de febrero – Conferencia de Seguridad de Múnich #MSC22. Es el mayor foro de debate sobre políticas de seguridad internacional, reuniendo a figuras de alto nivel de más de setenta países.
28 de febrero - Centenario de la independencia de Egipto. Se cumplen 100 años de la independencia de Egipto del Reino Unido. Esta celebración se produce en medio del intento de Al Sisi de recuperar prestigio internacional.
28 de febrero – 3 de marzo. Mobile World Congress. Barcelona acoge el mayor evento global que reúne a las principales empresas tecnológicas y de comunicación internacionales. Esta edición estará orientada a la conectividad y la reinvención. Se espera con especial atención conocer las propuestas en Big Data, 5G, inteligencia artificial y otros avances tecnológicos marcados por los cambios de hábitos producidos a raíz de la pandemia.
Febrero – Presidencia Italia. En febrero termina el mandato del presidente Sergio Mattarella. A principios de enero empezará el proceso de elección del candidato para los próximos siete años por parte de un colegio de electores. Entre los nombres con los que se ha especulado está el del propio primer ministro Mario Draghi y el de Silvio Berlusconi.
Febrero - Cumbre de la Unión Africana. Senegal asume la presidencia de la principal organización africana con numerosos frentes abiertos en el continente: las consecuencias económicas y sanitarias de la pandemia; la guerra en Etiopía; los abusos de gobernabilidad y el retroceso democrático en el continente, como en Sudán, Mali, Chad y Guinea; la crisis socioeconómica y de gobernanza en Zimbabue y el extremismo violento en el norte de Mozambique; las tensiones entre Argelia y Marruecos; o el aumento de los desplazamientos forzados y de la inseguridad alimentaria en el continente.
Febrero – Elecciones legislativas en Uttar Pradesh (India). Es la más importante de varias elecciones regionales. Este estado de 200 millones de habitantes está gobernado por el BJP, el partido de Narendra Modi, y puede marcar el ciclo político entre ahora y las elecciones generales de 2024.
9 de marzo – Elecciones presidenciales en Corea del Sur. El país afronta estas elecciones en medio de la tensión geopolítica en el indo-pacífico y con el exfiscal general Yoon Seok-Youl, queriendo desbancar al actual presidente Moon Jae-in, cuyo gobierno sale debilitado en las encuestas tras acumular varios casos de corrupción, un aumento de los precios de la vivienda y un creciente malestar social.
19 de marzo – 60 aniversario de la independencia de Argelia. Aunque la colonización de Francia finalizó hace seis décadas, la tensión diplomática entre los gobiernos de París y Argel se ha recrudecido este 2021 a cuenta, precisamente, de la memoria histórica.
27 de marzo - Elecciones parlamentarias en Líbano. Líbano afronta estas elecciones sumido en una profunda crisis institucional y económica, y una emergente crisis humanitaria interna.
27 de marzo – Elecciones en Hong Kong. Carrie Lam, directora ejecutiva de la Región Administrativa Especial de Hong Kong (RAEHK), finaliza mandato, aunque podrá ser elegible para renovar cargo. Tras las protestas masivas de 2019, la instauración de una ley de seguridad nacional y un nuevo sistema electoral, la tensión social en Hong Kong sigue siendo elevada. Estas elecciones se producirán, además, en el vigésimo quinto aniversario de la transferencia de soberanía del Reino Unido a China.
Marzo – Aprobación del Strategic Compass. La UE aprueba la llamada Brújula Estratégica, un documento que pretende definir la estrategia en materia de política exterior europea e identificar amenazas y riesgos de seguridad y defensa.
3 de abril – Elecciones presidenciales, parlamentarias y locales en Serbia. El populista y conservador Partido Progresista Serbio (SNS) de Aleksandar Vucic domina la vida política de Serbia desde hace varios años. Estas elecciones se producirán, además, tras varios meses de fuertes tensiones entre Serbia y Kosovo, que forzó la mediación de la UE.
10 y 24 de abril - Elecciones presidenciales en Francia. Emmanuel Macron opta a un segundo mandato en estas elecciones que, salvo sorpresa, se decidirán en una segunda vuelta. La irrupción de Éric Zemmour como candidato presidencial polarizará aún más estos meses de campaña electoral donde la inmigración, la seguridad, la geopolítica y el revisionismo histórico serán ejes centrales del debate público.
22 de abril – Elecciones generales en Eslovenia. Janez Jansa, actual primer ministro y líder del Partido Democrático Esloveno, aspira a revalidar mandato. Su gobierno está enfrentado a las autoridades europeas y tiene una importante contestación social interna debido a algunas de las medidas adoptadas desde que asumió el cargo por tercera vez en 2020. Cuatro de los principales partidos de la oposición han llegado a un acuerdo de coalición si ganan las elecciones.
25 de abril - 8 de mayo – Conferencia sobre Biodiversidad de la ONU (COP15). El objetivo de esta segunda parte de la conferencia, que comenzó virtualmente en octubre de 2021, es finalizar y adoptar el marco mundial de biodiversidad post-2020 para estabilizar las tendencias que han exacerbado la pérdida de biodiversidad.
Abril - Elecciones legislativas en Hungría. El independiente Péter Márki-Zay será el candidato de la lista unificada de seis formaciones opositoras húngaras, que abarca un amplio espectro político, para enfrentarse al primer ministro Viktor Orbán. La relación de Hungría con la Unión Europea será uno de los ejes principales de la campaña, junto con la seguridad y la inmigración.
Abril – Finalización de la COFOE. En mayo de 2021, la Comisión Europea, el Parlamento Europeo y el Consejo de la Unión Europea lanzaron una serie de consultas ciudadanas con el objetivo de recopilar ideas sobre los retos y prioridades del proyecto europeo para los próximos años. Se espera que en el mes de abril se hagan públicas las conclusiones y se aporten orientaciones y propuestas tangibles en la Conferencia sobre el Futuro de Europa (COFOE).
Abril – Acto de protesta de Extinction Rebellion (UK). Extinction Rebellion, el movimiento social medioambientalista de desobediencia civil no-violenta, ha anunciado su intención de realizar el mayor acto de resistencia política en la historia del Reino Unido para exigir políticas medioambientales efectivas a los gobiernos y la comunidad internacional.
9 de mayo - Elecciones en Filipinas. Sara Duterte-Carpio, hija del presidente Rodrigo Duterte, y Ferdinand "Bongbong" Marcos, hijo del dictador Ferdinand Marcos, se presentan conjuntamente como candidatos para ocupar la vicepresidencia y presidencia del país. Otro de los candidatos notorios es la leyenda del boxeo filipino Manny Pacquiao, antiguo aliado y actual rival político de Rodrigo Duterte.
26 de mayo – 50 aniversario del Tratado SALT I. Fue el primer gran tratado entre Estados Unidos y la Unión Soviética para limitar el número de misiles antibalísticos utilizados en la defensa contra misiles con carga nuclear.
29 de mayo - Elecciones presidenciales en Colombia. La firma de los Acuerdos de Paz entre el gobierno y las FARC en 2016 abrió un nuevo escenario político y social en Colombia. Tres grandes alianzas políticas, que en los próximos meses tienen que elegir candidato, aspiran a obtener la presidencia: la izquierdista Pacto Histórico, la Coalición Centro Esperanza, y el derechista Equipo Colombia. Dos meses antes, el 13 de marzo, se celebrarán las elecciones generales, un termómetro de la fuerza de cada una de esas coaliciones.
Mayo - Elecciones parlamentarias Australia. La coalición Liberal-Nacional de centro-derecha aspira a mantener el gobierno que lidera desde 2013. Por su parte, la candidatura laborista busca recuperar el poder poniendo la agenda medioambiental en el eje del debate político. El papel de Australia en el tablero geopolítico del Pacífico dará más relevancia internacional a estos comicios.
12 de junio – 19 de junio – Elecciones legislativas en Francia. El fantasma de la cohabitación sobrevuela sobre esas elecciones, donde se elige el color político de la Asamblea que podría resultar adverso a la Presidencia de la República, limitando así su margen de maniobra, especialmente en política interna.
17 de junio – 50 aniversario del Watergate. Está considerado el escándalo político más importante de Estados Unidos tras desvelarse una trama de espionaje de la Administración Nixon a la oficina del Partido Demócrata en el complejo de edificios de Watergate, en Washington, durante la campaña electoral de 1972.
20 de junio - Día Mundial del Refugiado. El número de personas desplazadas forzadas en 2021 ha alcanzado de nuevo cifras récord, tanto de desplazados internos como de refugiados. Durante esa semana de junio se dará a conocer el informe anual de ACNUR de tendencias de desplazamientos forzados en todo el mundo.
27 de junio – 1 de julio – II Conferencia de Naciones Unidas sobre los Océanos. Aplazada desde 2020 y organizada conjuntamente por Kenia y Portugal, será una de las citas medioambientales claves en este año. Reunirá a gobiernos, sector privado y sociedad civil para avanzar en la consecución del Objetivo 14 sobre Vida Marina de la Agenda 2030 de los ODS, especialmente en el uso de la tecnología verde y usos innovadores de los recursos marinos, la pérdida de hábitats y biodiversidad, así como la gobernanza del océano.
29 – 30 de junio – Cumbre de la OTAN. Madrid acogerá una nueva cumbre de la Alianza Atlántica en la que se espera la adopción de un nuevo Concepto Estratégico de la OTAN y en la que se abordarán cuestiones de seguridad con relación al norte de África y el Sahel, su complementariedad con la seguridad europea, o los retos en materia de seguridad de las guerras híbridas y tecnológicas.
Primer semestre – IX Cumbre de las Américas. Estados Unidos ejercerá de anfitrión en esta edición que reúne a todos los líderes de los países del continente. En la agenda: migraciones, cambio climático, democratización, seguridad y la América pospandémica. Una de las incógnitas será la participación de los gobiernos de Venezuela, Nicaragua o Cuba, enfrentados abiertamente con el gobierno de Joe Biden.
Primer semestre– Cumbre Europea de la Defensa. Francia acogerá esta primera cumbre específica sobre defensa impulsada desde la Unión Europea.
5 -15 de julio – Foro de Diálogo de Alto de Nivel sobre Desarrollo Sostenible de la ONU. Este foro es la plataforma central de Naciones Unidas para el seguimiento y la revisión de la Agenda 2030 y sus 17 Objetivos de Desarrollo Sostenible, que en esta edición se realizará bajo el lema “Reconstruir mejor a partir de la enfermedad del coronavirus (COVID-19) mientras se avanza en la plena implementación de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible”.
25 de julio – Referéndum constitucional en Túnez. Un año después de la controvertida decisión del presidente Kais Saied de suspender el parlamento, los tunecinos deberían dar su aprobación una nueva constitución. Antes se iniciará un proceso de consulta con la ciudadanía y, previsiblemente, en diciembre habría elecciones legislativas.
9 de agosto – Elecciones generales en Kenia. La sucesión de Uhuru Kenyatta, que tras un segundo mandato no puede volver a presentarse, ha tensionado al país. La situación se ha visto agravada por el impacto socioeconómico de la pandemia. La batalla por el voto de los cerca de 7 millones de nuevos votantes jugará un papel importante.
15 de agosto – Primer aniversario de la vuelta al poder de los talibanes. Se cumple un año de la caída del Gobierno de Ashraf Ghani y la proclamación del Emirato Islámico de Afganistán por parte de los talibanes.
Agosto – Elecciones generales en Angola. El Movimiento Popular de Liberación de Angola (MPLA), el partido en el poder desde 1979, aspira a revalidar su control del ejecutivo a manos del presidente João Lourenço, quien se enfrenta a denuncias de autoritarismo y mal gobierno, y a las rivalidades internas de su partido. La oposición está agrupada tras la União Nacional para a Independência Total de Angola (UNITA) y su líder Costa Júnior.
5-6 de septiembre – 50 aniversario de la Masacre de Múnich. Durante la celebración de los Juegos Olímpicos de Múnich en 1972 el grupo terrorista palestino Septiembre Negro asaltó las habitaciones de la delegación israelí, tomando como rehenes a once miembros de su equipo olímpico, dos de los cuales murieron durante el asalto. Los otros nueve fallecieron en las horas siguientes tras una operación de rescate fallida.
11 de septiembre – Elecciones generales en Suecia. La caída de la coalición de gobierno en noviembre de 2021 llevó al país a un período de inestabilidad y bloqueo. Una de las incógnitas a resolver será qué alianzas y nuevas coaliciones se formarán por parte de los partidos de la derecha y los populistas.
13-20 septiembre – 77ª Sesión Asamblea General de Naciones Unidas. Una cita anual que reúne a todos los líderes mundiales para evaluar el actual estado de sus políticas nacionales y su visión del mundo.
15-16 de septiembre – Cumbre de la Organización de Cooperación de Shanghái. Uzbekistán acogerá una nueva edición de este foro de seguridad y economía regional compuesto por China, India, Kazajstán, Kirguistán, Pakistán, Rusia, Tayikistán, Uzbekistán y, más recientemente, por Irán.
2 de octubre – Elecciones generales en Bosnia. Bosnia y Herzegovina afrontan este año electoral bajo una creciente tensión interna que puede hacer retroceder todos los avances de los últimos años. Las amenazas secesionistas del líder serbio de Bosnia, Milorad Dodik, que supondrían el fin de los acuerdos de paz de Dayton de 1995, han producido una escalada de las tensiones entre las diferentes comunidades étnicas en el país.
2 de octubre – Elecciones generales en Brasil. Jair Bolsonaro opta a la reelección, esta vez bajo el paraguas del Partido Liberal. Si la justicia no lo impide, Lula da Silva, expresidente del país, también concurrirá a las elecciones después de haber recuperado sus derechos políticos tras salir de la cárcel. Una tercera vía podría abrirse con las candidaturas del exministro de justicia Sergio Moro o del neolaborista Ciro Gomes.
20 de octubre - Cumbre Mundial de Alcaldes C40. Buenos Aires será anfitriona de esta edición del C40 que reúne a más de treinta alcaldes de las ciudades más importantes del mundo. El encuentro estará centrado en la agenda urbana pospandemia y la implementación de una agenda verde.
27-29 de octubre – Centenario de la Marcha sobre Roma. Se cumplen 100 años de la marcha sobre Roma que llevó a Benito Mussolini, líder del Partido Nacional Fascista, al poder tras la caída del gobierno de Luigi Facta y la petición del rey Víctor Manuel III para que formara gobierno. Grupos de extrema derecha y neofascistas han anunciado su intención de conmemorar esta efeméride. Será un momento para reflexionar sobre la vulnerabilidad de las democracias liberales.
30-31 de octubre – 17ª Cumbre del G20. “Recuperarnos juntos, recuperarnos más fuertes” será el lema de la decimoséptima cumbre de los líderes del G20 que se celebrará en Bali, Indonesia.
Octubre – XX Congreso Nacional del Partido Comunista de China. En 2022, el Partido Comunista Chino (PCCh) celebrará su vigésimo Congreso Nacional del Partido, en el que el presidente Xi Jinping podría optar a un tercer mandato, centrado en la meta de aumentar la prosperidad y disminuir las desigualdades.
Octubre – Congreso Mundial de Ciudades y Gobiernos Locales Unidos. Daejeon, en Corea del Sur, acogerá esta edición que reúne a líderes de ciudades de unos 140 países para impulsar la cooperación mutua y la prosperidad común entre los gobiernos locales.
Octubre – Cumbre de la ASEAN. Camboya acogerá una nueva edición que agrupa a 10 países del sudeste asiático. Las expectativas para la presidencia son bajas debido al obstruccionismo del régimen camboyano en la ASEAN y su total alineación con China, todo ello a pesar de la gran cantidad de desafíos que enfrenta la región en materia de integración económica, seguridad y cambio climático.
8 de noviembre – Midterm en Estados Unidos. Una verdadera prueba para medir el grado de apoyo de la administración Biden-Harris y al trumpismo. En las elecciones de mitad de mandato, se renovarán la totalidad de los 435 escaños de la Cámara Baja y 34 de los 100 escaños en la Cámara Alta.
21 de noviembre – 18 de diciembre – Mundial de Fútbol en Qatar. Será la primera vez que un país árabe acoja una Copa del Mundo. Su designación, en 2010, ha sido foco constante de críticas de organizaciones de derechos humanos, especialmente en el ámbito laboral, y también de varios gobiernos que llaman al boicot. Para Qatar supone la culminación de su estrategia de poder blando, y la confirmación de que ha salido airoso del bloqueo que le impusieron varios países árabes en 2017.
Noviembre – Cumbre del Cambio Climático COP27 en Sharm el-Sheikh. Egipto acogerá una nueva edición de la mayor cumbre mundial sobre cambio climático. Es un país especialmente vulnerable a la degradación ambiental y que dice querer representar al continente africano. Organizaciones de derechos humanos han planteado dudas sobre la conveniencia de esta sede.
Noviembre – XXVIII Cumbre Iberoamericana. República Dominicana acogerá esta edición, que tiene como lema «Juntos hacia una Iberoamérica justa y sostenible», y en la que se avanzará en un programa conjunto que impulse acciones relacionadas con el cambio climático y las políticas de desarrollo.
10 de diciembre – Entrega Premio Nobel de la Paz. El más controvertido de los premios Nobel se entrega el Día de los Derechos Humanos, aniversario además de la muerte de Alfred Nobel.
30 de diciembre – Centenario de la creación de la URSS. La Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS) constituida en 1922 se formó tras la Revolución de Octubre de 1917, y estuvo conformada por cuatro repúblicas socialistas: Rusia, Transcaucasia, Ucrania y Bielorrusia. Su disolución el 8 de diciembre de 1991 marcó el fin de una era en la escena internacional dominada por la URSS y Estados Unidos.
31 de diciembre – Alemania pone fin a las centrales nucleares. El anuncio de Angela Merkel de cerrar las plantas nucleares alemanas a finales de 2022 abrió un importante debate a nivel europeo sobre el uso de la energía nuclear y la dependencia geoestratégica. Este cierre coincidirá con la apuesta contraria por parte de Francia, que ha anunciado la construcción de nuevas centrales nucleares para mantener la independencia energética francesa, además de argumentar que la energía nuclear prácticamente no emite gases de efecto invernadero.
Segundo Semestre – Elecciones en Haití. El país más pobre de América Latina atraviesa una persistente inestabilidad política, económica y social que arrastra desde hace años: magnicidio en 2021, la crisis de seguridad en buena parte del país, los efectos de los terremotos de 2010 y 2021, la interinidad del actual gobierno, el cierre del Parlamento o la enorme crisis alimentaria que afecta a gran parte de la población. Si se dan las condiciones de seguridad, se espera la celebración de elecciones locales, legislativas y presidenciales.
Segundo Semestre - Cumbre APEC. Tailandia acogerá una nueva edición del principal foro de cooperación económica y geoestratégica de la región Asia-Pacífico, que reúne a 21 países y que se celebrará bajo el lema "Abrir, conectar y equilibrar".
Pendiente – Publicación del Sexto Informe IPCC. Aunque en 2021 se hizo pública una primera parte del informe elaborado por el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC), se espera su publicación completa a lo largo de 2022.
Pendiente - Elecciones presidenciales y legislativas en Mali. El golpe de estado que condujo a la caída del presidente Ibrahim Boubacar Keita en agosto de 2020 ha dejado en el aire la celebración de elecciones previstas para el 27 de febrero. El régimen militar interino debe clarificar el nuevo calendario y si se posponen las elecciones a otra fecha o hacen transferencia de poderes a un gobierno civil.
Pendiente – Cumbre UE-CELAC. El Alto Representante de la Unión para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, Josep Borrell, ha anunciado su intención de celebrar una nueva edición en un momento clave para profundizar el marco de relación entre ambas regiones.
Pendiente – Cumbre Líderes América del Norte. México será el país anfitrión de la cumbre conocida como la de los Three Amigos (México, Canadá y Estados Unidos), donde se abordarán temas como las migraciones, la seguridad, la energía o el comercio.
Pendiente – 48ª Cumbre G7. Olaf Scholz acogerá en Alemania una nueva edición del G7 donde se debatirán y buscarán acuerdos sobre algunos de los problemas mundiales más relevantes, con especial atención al impacto internacional de la Covid-19.
Pendiente – XIV Cumbre de los BRICS. China acogerá una nueva edición de los BRICS (Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) con la salida a la crisis económica provocada por la pandemia como eje central de la cumbre. Xi Jinping ha anunciado su intención de profundizar la cooperación en varios campos con sus socios BRICS.
Pendiente – Cumbre Liga Árabe – Unión Europea. Tras una primera edición en 2019, se espera una segunda edición a lo largo de este 2022. La agenda estará centrada en los retos comunes de seguridad y resolución de conflictos, la cooperación económica y medioambiental y el escenario post pandemia que se abre en ambas regiones.
Pendiente – Plebiscito constitucional en Chile. A través de un referéndum los chilenos podrían aprobar la nueva constitución redactada por la Convención Constitucional. Lo hará en un contexto de polarización política y económica. A este referéndum se le conoce como el plebiscito de salida en la medida que el nuevo texto sustituiría al heredado de la dictadura de Augusto Pinochet.
Palabras clave : 2022, tendencias, prospectiva, desigualdad, límites, recuperación, geopolítica, precios, salud, Covid-19, pandemia, miedos, liderazgos, elecciones, Francia, Brasil, Hungría, China, innovación, tecnológicas, ciberseguridad, movilidad, crisis humanitarias, emergencia climática, COP27
DOI: https://doi.org/10.24241/NotesInt.2021/265/es
E-ISSN: 2013-4428