Bélgica: «La tercera elección»
¿Qué tienen en común la Comisión Europea, el Gobierno federal belga y los gobiernos regionales? Que sus mandatos terminan al mismo tiempo. Aunque la celebración de las elecciones para las respectivas asambleas el mismo día presenta una ventaja práctica, con ello se reduce la capacidad de identificar qué nivel de poder es competente para cada asunto e, inevitablemente, se debilita el sistema democrático. Las elecciones europeas reciben una atención relativamente escasa, en un país que, sin embargo, ostenta actualmente la Presidencia del Consejo de la Unión Europea (UE).
Los partidos tradicionales en el poder frente a una oposición radical
Desde octubre de 2020, el primer ministro, Alexander De Croo, dirige un Gobierno federal formado por no menos de siete partidos procedentes de las cuatro familias políticas tradicionales: los liberales (Open VLD-MR/Renew); los socialistas (Vooruit-PS/S&D); los verdes (Groen-Ecolo/Verdes-ALE); y los democristianos, en este caso sólo los del lado de habla holandesa de la frontera lingüística (CD&V/PPE). Así pues, la oposición está compuesta por el partido nacionalista flamenco (N-VA/CRE, actualmente el mayor partido de la Cámara de Representantes); la derecha radical (Vlaams Belang/ID); y la izquierda radical (PTB-PVDA/GUE-NGL]), junto con Les Engagés/PPE —los democristianos francófonos— y DéFI (sin representación en el Parlamento Europeo), además de dos diputados independientes.
El hecho de que, en octubre de 2020, De Croo presentara el programa de su Gobierno a la Cámara de Representantes en el hemiciclo bruselense del Parlamento Europeo, debido a las restricciones impuestas por la COVID-19, fue un mensaje subliminal: su Gobierno se presentaba como firmemente proeuropeo. El acuerdo de coalición mencionaba a Europa alrededor de 130 veces. Con un Gobierno formado por las fuerzas políticas arriba mencionadas, esta es la posición lógica: Bélgica, estado miembro fundador fuertemente dependiente del mercado interno, debe seguir abogando por una mayor integración europea.
En la estructura federal belga también debe tenerse en cuenta la dinámica política dentro de las Regiones, ya que estas desempeñan un papel destacado en la actual Presidencia del Consejo de la UE. Siguiendo la división de poderes del país, las Regiones están dirigiendo algunas formaciones del Consejo, una situación única en comparación con otros estados miembros federales. En Flandes lidera una coalición N-VA/CD&V/Open VLD, en Bruselas una coalición PS/Ecolo/DéFI/Groen/Open VLD/Vooruit y en Valonia una PS/MR/Ecolo. Sin necesidad de comentar quién se sienta en la oposición a este nivel, señalemos al menos que, también a nivel regional, Vlaams Belang (en Flandes) y PTB-PVDA (en Flandes y Valonia) se sitúan en la oposición. Resulta interesante que Valonia sea una de las pocas regiones de Europa sin ningún partido de derecha radical. La migración es allí un tema del que apenas se habla. Al igual que el Gobierno federal, los gobiernos regionales mantienen una postura proeuropea, aunque con matices diferentes.
Una campaña electoral europea en la sombra
El 9 de junio de 2024, los belgas acudirán a las urnas para votar en tres elecciones: regionales, federales y europeas. Aunque Bélgica se encuentra en su momento más europeo desde 2010, al ejercer la Presidencia del Consejo por decimotercera vez, las europeas son las elecciones que menos impacto están teniendo de entre las tres elecciones.
Aunque ejercer la Presidencia es una situación ideal para mostrar de manera más clara qué hace la UE por la población, paradójicamente, este hecho acaba ocupando una parte importante del espacio dedicado a los asuntos de la UE en los medios de comunicación, reduciendo el espacio informativo dedicado a la campaña de las presentes elecciones europeas. La Presidencia por turnos tiene también la particularidad de exponer la diversidad de posturas de todos los niveles de gobierno del país en relación con distintos asuntos de la UE. Este contexto ha sido utilizado activamente en las campañas electorales de los partidos de derecha radical e izquierda radical para marcar sus diferencias con los partidos en el poder, en temas como la migración o «las medidas de austeridad dictadas por Europa», respectivamente.
Aunque la celebración de estas tres elecciones el mismo día presenta una ventaja práctica, también reduce la capacidad de identificar qué nivel de poder es competente en cada ámbito político. El riesgo de confusión —que también existe cuando las elecciones europeas se organizan por separado, como se ha demostrado en otros artículos— se ve reforzado por campañas en las que candidatos de distintos niveles se reúnen y debaten juntos, o aparecen en los mismos folletos electorales. Otro factor que contribuye a intensificar este riesgo es el hecho de que muchos candidatos —de forma voluntaria o no— formulen propuestas sobre temas que no pertenecen al ámbito de competencias del nivel de poder al que optan, o que algunos candidatos ocupen actualmente un escaño en una asamblea distinta de aquella a la que se presentan. Aunque no se puede suponer que los resultados serían diferentes si las elecciones europeas se organizaran por separado, esta situación debilita el sistema democrático al no arrojar suficiente luz sobre cada una de las asambleas de las que forman parte los representantes, diluyendo así los valores democráticos y educativos que pueden tener las campañas electorales.
Una «megacampaña electoral» de este tipo también empuja a los partidos políticos a tomar decisiones sobre a qué elecciones deben destinar recursos de forma prioritaria. Dado que los partidos políticos no perciben la posibilidad de ganar mucho poder en las elecciones europeas (Bélgica sólo envía a 22 eurodiputados sobre un total de 720), estos tienden a dar prioridad de forma natural a las votaciones federales y regionales, ya que los resultados de éstas influyen en sus posibilidades de formar parte de una coalición de gobierno. Los resultados de las elecciones europeas, en cambio, ni siquiera inciden directamente en qué partido político obtendrá representación en el Colegio de Comisarios. Por esta razón, la atención de los medios de comunicación tras las elecciones se centrará sobre todo en los niveles de poder federal y regional. Además, los candidatos al Parlamento Europeo constituyen una pequeña minoría de la totalidad de aspirantes que se presentan a las elecciones, lo que hace que tengan una visibilidad limitada en el espacio público. Cuando depositen su voto, es probable que los belgas elijan el mismo partido político para las elecciones europeas que el que han escogido para las otras dos contiendas electorales, y no al revés. Los partidos, ante esta situación, destinan relativamente menos recursos financieros a la campaña de las elecciones europeas, una actitud que en cierto modo refleja cómo los belgas dan por sentada la UE, una realidad a la que no hace falta destinar mayores esfuerzos, a pesar de su importancia crucial para la economía belga.
Elementos tradicionales, con una novedad
Según el último Eurobarómetro, a la pregunta de con qué probabilidad votarían en las elecciones europeas si éstas se celebraran «la semana que viene», el 75% de la ciudadanía belga indicó que era probable que participara en estos comicios, ligeramente por encima de la media de la UE (71%). Teniendo en cuenta que en Bélgica votar es obligatorio, el porcentaje no es tan elevado. Esto puede explicarse a través de tres factores principales: en primer lugar, la falta de conocimiento sobre las elecciones; en segundo lugar, la desconfianza hacia las instituciones políticas; y, en tercer lugar, los reiterados anuncios contra legem de importantes personalidades políticas de que el hecho de no votar no conllevaría multas. Estos anuncios son preocupantes, ya que debilitan el estado de derecho y, a su vez, la fuerza de la democracia belga y la confianza hacia las instituciones.
Las circunscripciones para las tres elecciones presentan diferencias: las regionales abarcan los distritos, las federales las provincias y las europeas la Comunidad. Bélgica es uno de los cuatro estados miembros que no tiene una circunscripción a nivel nacional para las elecciones europeas, sino tres: una para la Comunidad flamenca, otra para la Comunidad francesa y otra para la Comunidad germana. Esto hace que el espacio político en el que se desarrolla la campaña para las elecciones europeas sea aún más pequeño que el tamaño del país, en un momento en que algunos miembros de la UE abogan por una circunscripción de ámbito comunitario. Por consiguiente, el análisis de los resultados de las próximas elecciones europeas en Bélgica probablemente no permitirá extraer conclusiones sobre lo que opinan los belgas, sino más bien sobre lo que opinan los belgas de habla holandesa, francesa y alemana, respectivamente. Los partidos deben apostar inevitablemente por candidatos que sean conocidos internamente en las respectivas Comunidades y, por tanto, elegir a políticos consolidados o a personalidades de otros sectores (por ejemplo, los medios de comunicación, la empresa o el mundo académico). En este contexto, algunos nombres de candidatos principales no sorprenden: la muy popular Sophie Wilmès por el MR (primera ministra entre 2019 y 2020, muy visible durante la pandemia de COVID-19) —tras la inesperada retirada de Charles Michel—, Elio Di Rupo por el PS (primer ministro entre 2011 y 2014, ministro-presidente de Valonia por segunda vez desde 2019), Johan Van Overtveldt por N-VA (ministro de Finanzas entre 2014 y 2018 y actual presidente de la Comisión de Presupuestos del Parlamento Europeo) o Wouter Beke por CD&V (presidente del partido entre 2010 y 2019). A la vez, se está produciendo un cierto cambio de guardia. Un político de carrera en la UE como Philippe Lamberts se retira, pero otros políticos nacionales con amplia experiencia toman las riendas de la política de la Unión, consolidando aún más la antigua tradición belga de enviar al Parlamento Europeo a políticos veteranos, de la que son ejemplos notables Wilfried Martens y Guy Verhofstadt. Los partidos aprovechan la popularidad de esos candidatos para promocionar también a sus homólogos para los otros dos niveles de poder, por ejemplo, presentándolos uno al lado del otro en los folletos electorales, lo que refuerza la confusión antes mencionada.
El próximo 9 de junio de 2024, por primera vez, los belgas de 16 o 17 años tendrán el derecho —y la obligación— de votar en las elecciones europeas. Bélgica se une así al pequeño club de cinco estados miembros que permiten a sus ciudadanos votar a partir de la edad de 16 años (Austria, Alemania, Malta) o 17 (Grecia). Sin embargo, las elecciones europeas son las únicas para las que se ha introducido este derecho. Esta decisión puede entenderse como un símbolo de que el futuro de las próximas generaciones se decidirá a nivel europeo, o bien como una demostración de la relativa falta de importancia que las autoridades conceden a esta elección, eligiéndola para intentar un nuevo experimento democrático. Según algunas proyecciones, esta decisión favorecerá probablemente a los partidos verdes y extremistas.
El auge de los extremos
Con un número limitado de escaños por asignar, que además se reparten entre las diferentes Comunidades (NL 13 —de 12 en las elecciones de 2019—, FR 8, DE 1) y una miríada de partidos políticos, las elecciones europeas ofrecen un grado relativamente alto de previsibilidad dentro de la esfera política belga. Por el lado de la Comunidad flamenca, Vlaams Belang/ID ganará probablemente un cuarto escaño y PTB-PVDA/GUE-NGL dos escaños —de tener 0 en este lado de la frontera lingüística—, ello a expensas de los escaños de CD&V/PPE y Open VLD/Renew y gracias al nuevo escaño asignado a Bélgica. Pasando a la Comunidad francesa, es probable que PTB-PVDA gane un escaño más, a costa de Ecolo/Verdes-ALE. En cuanto a la Comunidad germana, no se espera ningún cambio. Tales resultados significarían: en primer lugar, que 8 de los 22 eurodiputados elegidos en Bélgica procederían de los extremos; en segundo lugar, que el PS/S&D no se vería afectado por el hecho de que sus dos actuales eurodiputados fueran noticia tras el escándalo del llamado «Qatargate»; y, en tercer lugar, la llegada de 10 nuevos rostros belgas al Parlamento. Esta última cifra es sólo ligeramente inferior a la de todo el hemiciclo, que podría ver hasta un 58% de caras nuevas.
La postura pro-UE del actual Gobierno federal, en todo caso, no va a traducirse en una mejora electoral en junio de 2024, una desafortunada nota final para una Presidencia del Consejo hasta ahora exitosa.
Monografía CIDOB -88- 2024