Apuntes | El odio como arma política: causas y consecuencias del discurso antinmigración de la extrema derecha en Europa

APUNTE_FRANCESCO PASETTI
Fecha de publicación: 09/2024
Autor:
Francesco Pasetti, investigador principal, CIDOB
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El ascenso de los partidos de extrema derecha en Europa es una muestra más de que el discurso antinmigración resulta tremendamente rentable. A algunos de ellos les ha abierto las puertas del gobierno, como al Fidesz de Viktor Orbán, que lleva más de 14 años en el poder en Hungría; o como a Hermanos de Italia y a La Liga, que desde 2022 gobiernan en coalición en Italia. Incluso aquellos partidos que no han alcanzado el poder han visto aumentar significativamente su peso electoral y político. Es el caso del Partido por la Libertad de Geert Wilders, que ganó las elecciones del pasado noviembre en Países Bajos; o el de los Demócratas de Suecia, que en 2022 se convirtieron en segunda fuerza política del país y fueron claves para la formación del actual gobierno de Ulf Kristersson, que depende de sus votos para mantenerse a flote. La suma de las dinámicas nacionales se traslada también al Parlamento Europeo, donde el ascenso de la extrema derecha se ha materializado en la significativa presencia de los Conservadores y Reformistas Europeos (ECR) y de Identidad y Democracia (ID), que se ha visto aumentada tras las elecciones de junio 2024. 

El éxito de la extrema derecha se ha construido sobre un discurso propagandístico y programático, que contrapone antagónicamente la ciudadanía nacional con los inmigrantes de origen extranjero, a los que define como un problema y una amenaza para la seguridad pública, la economía y la cultura del país; una amenaza que es además, urgente y de supervivencia, lo que convierte la lucha contra la inmigración en una prioridad política absoluta. ¿Cuáles son las razones que explican el éxito y la eficacia, en términos electorales, del discurso antinmigración? ¿Y cuáles son sus consecuencias? 

Podemos identificar tres factores fundamentales para explicar el poder del discurso antinmigración: el identitario, el político y el mediático. El primero de ellos, el factor identitario, hace referencia a la suplantación de la clase por la cultura en la identidad social del electorado. En otras palabras, el objetivo es que, en el momento de acudir a las urnas, la preocupación de los votantes sean más las cuestiones identitarias y culturales que las económicas y de clase. Se trata de un cambio estructural que se ha observado a partir del siglo XXI y que es sensible al conjunto de las democracias occidentales. Los economistas Nicola Gennaioli y Guido Tabellini lo explican detalladamente en un artículo de 20231, donde analizan el aumento del conflicto político acerca de las cuestiones identitarias y la simultánea atenuación de las cuestiones relativas a la equidad en EEUU. Este cambio entre clase y cultura en la demanda electoral se ha reflejado en la oferta política en términos de programas y propaganda. Así es como, en el paso de las políticas de redistribución del siglo XX a las políticas de reconocimiento del siglo XXI ‒parafraseando a Nancy Fraser‒ el discurso antiinmigración se reafirma como elemento central y «necesario» del debate político. 

En segundo lugar, el factor político apunta a la ausencia de alternativas al discurso antinmigración en la arena política. Hoy en día, en ningún debate electoral raramente se escucha un planteamiento abiertamente positivo y constructivo con respecto a la cuestión de la inmigración; por ejemplo, uno que reconozca el valor y la función social de las instituciones islámicas, o que defienda la necesidad de garantizar más y mejores servicios para la población extranjera, o que, simplemente, critique la eficacia y la eficiencia de las políticas migratorias de retorno. Esta ausencia tiene su base en el realineamiento del electorado de clase baja desde las posiciones de izquierda hacia las de la derecha. Esta es otra de las consecuencias del cambio en la identidad de los votantes mencionado anteriormente. Si bien el apetito del electorado por los argumentos identitarios representa un incentivo para que los partidos de derecha desplieguen un discurso antinmigración que atrae a las clases bajas, también supone inevitablemente un desincentivo para que los partidos de izquierda promuevan un discurso alternativo, debido al riesgo de perder influencia sobre esa misma masa electoral. En pocas palabras, para los partidos de izquierda plantear un discurso alternativo sobre la cuestión de la inmigración se vuelve en un inconveniente político. 

En tercer lugar, el factor mediático atañe a la perversa relación que vincula la extrema derecha y los medios de comunicación. Lo explica muy claramente la académica Ruth Wodak, una de las voces más reconocidas en el ámbito del discurso político sobre la inmigración, en su libro La Política del Miedo (2015)En los tiempos de la «democracia mediática» –en la que las palabras valen más que los hechos y la práctica democrática depende de una performance mediáticamente atractiva– el discurso antinmigración se impone en los medios de comunicación a través de un mecanismo perverso. Frente a un mensaje racista o xenófobo de un representante político, los medios de comunicación se enfrentan a una disyuntiva: si, por un lado, deciden no informar, podrían ser percibidos como si lo estuvieran respaldando; si, por el otro, deciden informar, inevitablemente acaban contribuyendo a su difusión. Este es el terreno incierto que permite a los partidos de extrema derecha marcar la agenda y centrarla en la cuestión de la inmigración.

Las consecuencias del discurso antinmigración de la extrema derecha son múltiples y complejas. Entre las más evidentes y más relevantes están las que se observan en términos políticos y de políticas.

La primera de ellas se refiere al efecto llamada hacia el discurso de otros partidos: la narrativa antinmigración de la extrema derecha actúa como un centro gravitacional, atrayendo a los demás partidos hacia posiciones y relatos similares. Esta dinámica afecta especialmente a los partidos ubicados entre el centro y la derecha del espectro político, que temen que una posición menos intransigente en materia migratoria pueda empujar a parte de su electorado hacía partidos de extrema derecha. El politólogo Kyung Joon explica esta dinámica y analiza la evolución de los programas políticos de los partidos en 16 países europeos durante tres décadas entre los siglos XX y XXI2. El autor demuestra que el creciente éxito electoral de los partidos de extrema derecha en estos países ha empujado los partidos de derecha hacía posiciones más restrictivas con respecto al multiculturalismo. Valgan como ejemplo algunas de las declaraciones de los representantes del Partido Popular Europeo durante la última campaña electoral: «Nuestra identidad nacional está abierta, pero no está en venta», anticipando un enfoque más restrictivo en materia migratoria.

La segunda consecuencia del discurso antinmigración se observa en las políticas que se llevan a cabo. El discurso antinmigración, de hecho, no solo inspira propaganda electoral y programas políticos, sino también medidas concretas. Para darse cuenta de esto basta con observar la evolución de las políticas migratorias de la Unión Europea y sus estados miembros a lo largo de las últimas dos décadas. El proyecto de una migración legal, ordenada y segura ha sido lento pero inexorablemente sustituido por la idea de una «Europa-Fortaleza»: un proyecto basado en un imaginario político que arraiga en el miedo hacia el migrante y en la contraposición entre ciudadanos nacionales y extranjeros. Es decir, siguiendo las coordenadas discursivas de la extrema derecha.

A nivel de políticas concretas, sus directrices principales han sido, por un lado, la securitización de las fronteras a través de una creciente inversión en vallas, fuerzas de seguridad y tecnologías de vigilancia; y, por otro, la externalización del control migratorio, lograda mediante la proliferación de acuerdos con países de origen y tránsito. Estas medidas han hecho las fronteras europeas más inaccesibles y las rutas migratorias más peligrosas. La OIM estima que entre 2014 y 2024 han muerto al menos 30.000 personas en el Mediterráneo en el intento de llegar a Europa. En el proyecto de la «Europa-Fortaleza» la seguridad de los ciudadanos europeos se persigue, cada vez más descaradamente, a costa de los derechos y la vida de las personas migrantes. 

«Las palabras son piedras», escribía Carlo Levi, advirtiéndonos de la importancia de usar la palabra y el discurso con conciencia, y alertando de sus consecuencias tangibles y también negativas. En el contexto europeo actual, las piedras lanzadas por la extrema derecha han remodelado el discurso público y el imaginario político sobre la inmigración. El poder de este discurso arraiga en su capacidad de tocar la fibra del electorado, resonando con sus preocupaciones identitarias; en ser un mensaje sin respuesta en ausencia de una narrativa alternativa sólida que lo desafíe en el debate público; y en recibir una atención mediática constante, lo que perpetúa su presencia en el discurso social. Sus consecuencias se traducen en políticas que perjudican a los migrantes y, a la vez, dañan los principios de igualdad, derechos humanos y dignidad que cimientan los valores que Europa dice defender. 

Notas:

1-  Gennaioli, N. y Tabellini, G. «Identity Politics». Working Paper n. 693. IGIER, Università Bocconi (2023).

2- Kyung Joon, Han. «The Impact of Radical Right-Wing Parties on the Positions of Mainstream Parties Regarding Multiculturalism». West European Politics, n.º 38:3 (2015), p. 557-576.