Apuntes | ¿Cómo se explica el atractivo de la extrema derecha entre los jóvenes blancos?

APUNTE_PAMELA NILAN
Fecha de publicación: 09/2024
Autor:
Pamela Nilan, catedrática de Sociología de la Newcastle University, Australia
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Son muchos los países de la OCDE ‒de características similares‒, en los que la extrema derecha está reclutando a jóvenes blancos insatisfechos. Gracias a su uso de la propaganda persuasiva, fomenta los comportamientos violentos ‒tanto dentro como fuera de Internet‒ y los inicia en un camino político en el que puede ser difícil dar marcha atrás. ¿Qué factores explican el atractivo que la extrema derecha tiene sobre los jóvenes, especialmente los hombres blancos? Los investigadores no llegan a ponerse de acuerdo acerca de si la causa principal es más una crisis socioeconómica o a una crisis de identidad (de género). En mi opinión, la respuesta es multicausal, y se sitúa en la confluencia de diversos factores, como la edad, el género y la transformación económica neoliberal. Esto se evidencia a raíz de diversas constataciones. Primero, que el colectivo que con diferencia se siente más atraído por la extrema derecha son los hombres blancos. Segundo, que el auge de la extrema derecha coincide con un aumento del trabajo precario, de los contratos de corta duración y del desempleo intermitente. Y tercero, y relacionado con lo anterior, que el sector poblacional más afectado por la precarización son los jóvenes de 15 a 30 años. 

Según un informe publicado en Reino Unido en el 2017 y titulado Jóvenes, Masculinidad y Bienestar1, entre los hombres jóvenes encuestados existía una fuerte sensación de desventaja por el hecho ser hombres, que contrasta con las altas expectativas que sentían depositadas en ellos por el hecho de ser hombres. El estudio recogía también la opinión de una minoría que expresaba su resentimiento por la aparente discriminación y desventaja en el ámbito laboral. Ciertamente, el discurso sobre los derechos de los hombres se enmarca en lo que el sociólogo estadounidense Michael Kimmel ha denominado la sensación de «derecho agraviado», que lleva algunos hombres a culpabilizar al feminismo, al orgullo queer y a las mujeres en general. Esto con frecuencia se convierte en racismo populista, pues la supremacía blanca y la supremacía masculina siempre han ido de la mano.

La infeliz situación de algunos hombres jóvenes en la actualidad tiene mucho que ver con los cambios en el mercado laboral. Como señala el politólogo neerlandés Cas Mudde, los jóvenes blancos que trabajan en sectores marginales o inseguros tienden a sentirse más atraídos por el discurso de la extrema derecha que aquellos de sus iguales que logran acceder a situaciones de trabajo más estables y satisfactorias. Hay vínculos de afinidad entre la realización de la masculinidad y las dimensiones de raza, clase y heterosexualidad que les son inculcadas a los hombres jóvenes a medida que crecen. Cuando esos elementos de habitus masculino se combinan con estructuras laborales cada vez más precarias, no resulta sorprendente que algunos jóvenes reaccionen y se vuelvan más vulnerables a la retórica populista que los conceptualiza simultáneamente como víctimas del feminismo y como héroes no reconocidos en una guerra racial. 

La propaganda de la extrema derecha promete a los jóvenes blancos que se sienten agraviados una consideración como sujeto superior que restaura la jerarquía patrimonial occidental. Esta retórica sostiene que el feminismo y el orgullo queer no solo han debilitado a los hombres, sino que han debilitado a la sociedad en general, porque los heroicos hombres blancos que construyeron la nación han sido devaluados hasta el punto de quedar sometidos. Ese discurso se encuentra en todas partes en la «manosfera»2, la red de Internet en la que los hombres se quejan de su situación vital e incitan a otros hombres a llevar a cabo acciones contra las mujeres como trolling, doxing, zoombombing, deepfakes, etc. Tanto la manosfera como los grupos de extrema derecha afirman que la sociedad ha sido «feminizada» por el feminismo, en detrimento de los hombres blancos, que deben por tanto defenderse, lo que da lugar a un discurso de una masculinidad a la vez victimista y heroica.

Apoyar a la extrema derecha sirve como un mecanismo de reforzamiento para estos jóvenes blancos, cuando les entran dudas acerca de las presuntas certezas de la historia patriarcal. También encuentran sus propios espacios en la cultura popular, la ropa, la música y los festivales de extrema derecha que les brindan un espacio cool donde expresar la ira, la rebelión y la resistencia contra los discursos más centrados. Este discurso les brinda esperanza al afirmar que, como jóvenes blancos alienados, pueden alcanzar una simbólica posición de la hipermasculinidad a través de la articulación del odio en Internet contra inmigrantes, personas racializadas, feministas, homosexuales, musulmanes, la élite codiciosa y corrupta y, muy a menudo, las mujeres per se. 

Recientemente, llevé a cabo una investigación en Australia que me permitió realizar entrevistas a jóvenes blancos acerca de su sensación de masculinidad perdida, en las que afirmaban por ejemplo, que: «Las mujeres y los hombres de izquierda están imponiendo su discurso sobre lo que debería ser un hombre» (hombre de 24 años, vendedor, soltero); o que «hombres blancos perfectamente válidos están siendo reemplazados por chicos afeminados, lesbianas de pelo azul e imbéciles no binarios» (hombre de 22 años, solicitante de empleo, soltero). Estas afirmaciones reflejan la ansiedad de ver «desplazado» el tipo de masculinidad tradicional en el que han sido educados y/o por el que han optado, y es un sentimiento del que luego se hacen eco las ideas de reemplazo y de pérdida que son centrales en el discurso de la extrema derecha europea; la noción de que nos encontramos en medio de un proceso deliberado de sustitución demográfica y cultural de los «nativos» blancos por personas de diferentes orígenes étnicos y culturales. 

Tradicionalmente, la mayoría de los hombres adultos trabajaban a tiempo completo, mientras que las mujeres no trabajaban o tenían un empleo a tiempo parcial. Sin embargo, en la actualidad, la familia de doble ingreso es la norma; el modelo masculino como sostén de la familia ha desaparecido. Además, ahora se solicita formación superior incluso en los puestos de trabajo más básicos, y al mismo tiempo, el trabajo precario, a corto plazo y autónomo ha ido creciendo rápidamente, dando lugar a lo que algunos llaman la economía «gig», caracterizada por un trabajo muy fragmentado e inseguro. Esto ha condicionado la opinión que los hombres jóvenes tienen sobre sí mismos y del mundo cambiante que les rodea, fomentando la nostalgia de algunas formas tradicionales de autonomía y de control basados en el género. 

Por otra parte, el mundo digital es, hoy en día, el principal ámbito de comunicación interpersonal y político. Los influencers de extrema derecha utilizan Internet, los videojuegos y las redes sociales para captar a jóvenes blancos que llevan «vidas digitales» en su tiempo libre. Los algoritmos canalizan sus intereses masculinistas y promueven su creencia en la victimización masculina blanca. El anonimato de Internet garantiza la avalancha diaria de noticias falsas, teorías conspiranoicas y discursos de odio. Las narrativas de extrema derecha estimulan intencionadamente la imaginación supremacista masculina a través de cuentos fantásticos de lucha heroica, tribus blancas puras de sangre y élites demoníacas secretas que tratan de hacerse con el control total del mundo. El discurso de los héroes tiene un amplio atractivo cultural para los hombres jóvenes y hace que sea un terreno fértil para que la extrema derecha construya marcos de persuasión.

Influencers misóginos de extrema derecha como Andrew Tate, Gavin McInnes y Jordan Peterson se acercan a jóvenes blancos cis, alentándoles a realizar campañas de acoso contra mujeres e inmigrantes; un juego en el que el odio sirve como munición y el objetivo es despersonalizado. Apoyar a un grupo de extrema derecha antifeminista puede entenderse como un acto heroico que reafirma el patriarcado blanco. Ofrece así, no solo una forma de salir de la victimización masculina blanca, sino también un antídoto contra la inseguridad ontológica que afecta a muchos jóvenes.

Los hombres jóvenes suelen iniciarse en su apoyo a la extrema derecha juntándose con o siguiendo a personas cuyas ideas son de su agrado. La aceptación del grupo de iguales y el intercambio de artículos son muy importantes para los jóvenes. El mundo en Internet es tan vasto en la actualidad que incluso los jóvenes que mejor conocen la red tienden a habitar un nicho relativamente pequeño de contactos, con los que comparten ideas y se sienten cómodos. Este filtro da lugar a una burbuja que transmite la sensación de que el mundo digital es seguro y cómodo. No obstante, aunque esta burbuja de los aparentemente afines resulte tranquilizadora, conlleva sus propios riesgos, pues puede aumentar la probabilidad de un efecto de resonancia mediática o «cámara de eco», en el que algo resulta verosímil porque proviene de conocidos y aparece en muchos lugares simultáneamente, lo que lleva a un sesgo de confirmación. 

El mundo digital es un entorno de alta presión que funciona las 24h del día todos los días de la semana, en el que los influencers de extrema derecha suelen plantar un reclamo provocativo en las redes sociales y luego alientan a los seguidores a compartirlo masivamente. Un riesgo fundamental es que los jóvenes suelen confiar en la información y el consejo de sus iguales de Internet como fuentes legítimas. Los incitadores humanos al odio (influencers de extrema derecha generadores de contenidos) no son muchos, pero cuando su último meme o mensaje de odio aparece en Internet es probable que ya haya circulado previamente por los dispositivos de gran cantidad de jóvenes no necesariamente seguidores suyos, lo quieran o no. Ese diluvio virtual puede amplificar el pensamiento perjudicial y el incipiente apoyo a la extrema derecha por parte de jóvenes blancos conectados digitalmente que se enfrentan a su propia sensación de incertidumbre. En conclusión, el atractivo que tiene la extrema derecha para los hombres jóvenes blancos opera a nivel emocional, visceral y simbólico.

Notas:

1- Véase Open University (2017), Youth, Masculinity and Wellbeing. (en línea) https://wels.open.ac.uk/sites/wels.open.ac.uk/files/files/YMMW.

2- N. del Ed.: neologismo formado por la palabra inglesa man (hombre) y -sfera, en referencia al mundo virtual, es decir, los espacios de Internet donde predominante se expresan e interactúan hombres, sobre temáticas percibidas como masculinas.