Un complejo legado histórico para Claudia Sheinbaum

Opinion 813
Opinión CIDOB nº 813
Fecha de publicación: 10/2024
Autor:
Anna Ayuso, investigadora sénior, CIDOB
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Con una amplia victoria electoral y arropada por una mayoría absoluta, Claudia Sheinbaum se ha convertido en la primera presidenta de México.  Sheinbaum, que ha recibido como legado de su predecesor el mandato de continuar la cuarta transformación del país, deberá enfrentar también las debilidades estructurales sociales, económicas y de seguridad que amenazan el futuro de México

Claudia Sheinbaum Pardo, la primera mujer que ha asumido la presidencia del gobierno de México en su historia, fue elegida con la más amplia mayoría que ha tenido un jefe de Estado en el país. El resultado es fruto de un trasvase de votos del saliente presidente Andrés Manuel López Obrador, que acabó su sexenio de gobierno con una aprobación del 77% de la población, a la candidata del partido oficialista de izquierda Movimiento Regeneración Nacional (MORENA). Ese legado, en forma de apoyo popular, le da un gran capital político al nuevo gobierno, pero también genera unas expectativas muy altas que no serán fáciles de cumplir en el corto plazo. La presidenta se presenta como la continuadora del «segundo piso de la Cuarta Transformación» ideada por su mentor para profundizar en un cambio cuyo objetivo es centrarse en las necesidades del pueblo y acabar con las desigualdades y discriminaciones históricas. Sheinbaum mantiene la dialéctica de la defensa del pueblo frente a las élites -«primero los pobres»- como eje de su programa político, y apela a la movilización social para construir lo que el movimiento MORENA identifica como Humanismo Mexicano. También se reafirma en la austeridad republicana, en el combate a los privilegios y en la reivindicación de los pueblos indígenas.

Entre los logros no contestados de la pasada legislatura está el haber conseguido reducir la pobreza en más del 5 % (nueve millones y medio de mexicanos) e incrementado los ingresos de los trabajadores mediante el aumento del salario mínimo en más de un 120%, complementado con transferencias monetarias a casi un 40% de las familias más necesitadas. También se han adoptado mejoras sobre las condiciones laborales, incluido el derecho a vacaciones. Sin embargo, según datos oficiales, todavía hay 47 millones de personas en la pobreza de los cuales 9 millones en pobreza extrema. Tampoco se ha conseguido reducir de forma efectiva el trabajo informal que está en torno al 54,5%, lo cual deja a más de la mitad de la población al margen de las prestaciones sociales laborales y con peores salarios. Además de ser origen de grandes desigualdades, la informalidad tiene consecuencias en la consolidación de un sistema de cobertura universal en los servicios públicos. Servicios como educación y salud han recibido fuertes críticas, incluso por parte de algunos de sus votantes.

Otro aspecto que, a pesar de pasos positivos, aún es muy insuficiente, es la reforma fiscal. México tiene una presión fiscal muy por debajo de la media de América Latina, 17% del PIB frente 21,5% regional, y a gran distancia de la media de la OCDE (34%), organización de la que forma parte desde 1994. Esa baja recaudación, junto a un bajo crecimiento económico (2% con expectativas a la baja) han llevado al país a un déficit fiscal histórico y un endeudamiento del 47% del PIB que supone una gran carga para el erario y pone en cuestión la sostenibilidad en el tiempo de las políticas sociales emprendidas. La buena noticia es que la inversión extranjera directa ha sido un factor positivo para la recuperación tras la pandemia. México se está viendo favorecida por el efecto de la relocalización de inversiones, aunque estén muy concentradas en pocas industrias manufactureras en el norte del país. 

Las migraciones, un tema crucial y de gran peso en la campaña electoral norteamericana en curso, se han convertido en un capítulo importante en las relaciones de México con Estados Unidos. López Obrador consiguió llegar a acuerdos tanto con la administración Trump como con Biden para contener los flujos migratorios a cambio de cooperación, pero la presión sobre las fronteras no deja de crecer y tiene costes, no solo económicos, sino también en materia de derechos humanos. Una victoria de Trump en las elecciones presidenciales de noviembre podría tener consecuencias negativas, tanto en las políticas migratorias, como en las exportaciones mexicanas a Estados Unidos que suponen más del 78% de su comercio exterior.

López Obrador defendía que «la mejor política exterior es la interior» y se proclamó partidario acérrimo del principio de no injerencia recogido en la Constitución Mexicana. Sin embargo, la ha aplicado de forma selectiva según afinidades ideológicas. El desinterés por la política exterior y el sesgo ideológico de López Obrador han impedido que México haya ejercido una influencia sólida tanto en el ámbito global, como en el regional. Todavía es una incógnita qué proyecto de política exterior tendrá la nueva presidenta junto al canciller designado, Juan Ramón de la Fuente, con experiencia como embajador ante Naciones Unidas, pero en su discurso de toma de posesión, Sheinbaum reiteró los principios constitucionales y la autonomía: «Nos coordinamos, no nos subordinamos».

La peor herencia recibida por Claudia Sheinbaum es la fracasada política en materia de seguridad. Los homicidios violentos han alcanzado niveles históricos sumando más de 190.000 muertes durante el sexenio, a los que se suman otros miles de desaparecidos. Las respuestas que se han dado no parecen tener efecto. López Obrador prometió un cambio de modelo de seguridad, pero acabó confiando la solución a la creación de una Guardia Nacional militarizada que no parece capaz de hacer frente a las bandas criminales organizadas que se han apoderado de partes del territorio del país. La doctora Sheinbaum, como suelen llamarla, ha prometido profundizar en el modelo de justicia social, que pretende ir a las raíces del problema de la violencia combatiendo la desigualdad. Es un buen plan en el medio y largo plazo que aún no se ha hecho realidad. Para el corto, sin embargo, anunció una nueva Estrategia de Seguridad Nacional y aludió a su experiencia como gobernadora de Ciudad de México.

Junto a la promesa de continuidad, las primeras medidas anunciadas en sus «100 pasos para la transformación» también ofrecen algunas diferencias respecto a su predecesor, como un mayor énfasis en los temas relacionados del medio ambiente, desarrollo sostenible y la resiliencia climática, y una preocupación por mejorar la salud, la educación, la ciencia y la cultura, que presentan grandes carencias. También incorpora un capítulo dedicado a los derechos de las mujeres en el que, además de la igualdad, se aborda el tema de la violencia y de los cuidados. Todo ello fue enunciado minuciosamente en su discurso a la población en la plaza del Zócalo tras la toma de posesión, siguiendo la tradición de su predecesor de largos discursos llenos de promesas. Tras el baño de masas, llega el peso de la responsabilidad de gobernar un país complejo en un contexto internacional convulso, lleno de incertidumbres. De lo que no cabe duda es que, con su llegada a la presidencia, se ha roto un techo de cristal para las todas mujeres en el país, y eso sí es hacer historia.

Palabras clave: México, Sheinbaum, AMLO, Cuarta Transformación, MORENA, Humanismo Mexicano, migraciones

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