Resiliencia híbrida en épocas inciertas: la guerra de Rusia y la sociedad ucraniana

CIDOB Report nº 8
Fecha de publicación: 09/2022
Autor:
Yulia Kurnyshova, investigadora posdoctoral, Austrian Institute for International Affairs y Andrey Makarychev, investigador asociado, CIDOB; profesor de Ciencias Políticas, Universidad de Tartu (Estonia)
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Se pueden extraer dos conclusiones respecto a la guerra actualmente en curso en Ucrania: por un lado, se sobrevaloraron las capacidades de Rusia para librar una guerra híbrida y la mayoría de los componentes no militares del poder ruso se revelaron deficientes; por el otro, se subestimó la magnitud y el alcance de la capacidad de resistencia de los ucranianos ante la agresión. Esta resistencia se vertebra a partir de una combinación de numerosas formas y prácticas de resiliencia como característica social de autosuficiencia, autonomía y autoorganización, que difieren de una gestión vertical de la respuesta a una emergencia. Se trata de una «resiliencia híbrida» que se basa en una forma de gobernanza descentralizada, en la sostenibilidad de las redes sociales, en una política informativa fiable y en una firme adhesión pública a la idea de una «guerra justa». 

Aunque, desde 2014, Moscú ha tratado de integrar herramientas híbridas en su política contra Ucrania, la invasión militar de Ucrania ha terminado siendo un tipo de guerra más bien convencional, cuyo objetivo es la destrucción física de las infraestructuras ucranianas tanto militares como no militares, en lugar de diversificar las herramientas estratégicas para minimizar el componente de poder duro en la estrategia general rusa. Los dos elementos principales del concepto de guerra híbrida —«guerra no lineal» y «control reflexivo»— fueron integrados en la fase inicial del conflicto, cuando Rusia se anexionó Crimea y se declaró la guerra en el Dombás por intermedio de terceros. Sin embargo, dichas estrategias parece que se han desvanecido en 2022. El Kremlin no ha logrado usar de una forma efectiva el poder institucional y comunicativo; su propaganda de guerra tiene una influencia limitada en el espacio de información occidental; y sus ciberataques no han conseguido un cambio de juego, habiendo sido el poder blando destruido por la brutalidad de la invasión.

Al mismo tiempo, se ha subestimado la magnitud y el alcance de la resiliencia de la población en Ucrania. Este país, al que Occidente frecuentemente ha considerado como de la periferia, dependiente de Rusia y débil, que no opuso mucha resistencia a la anexión de Crimea y la ocupación del Dombás en 2014, ha recuperado su subjetividad a través de la capacidad para sobrevivir y reaccionar contra un invasor que dispone de más recursos. Al respecto, este artículo sostiene que es la resiliencia híbrida el punto esencial de la supervivencia de Ucrania como nación, a través de la subjetividad política y la acción de su sociedad civil, y destaca los componentes clave del modelo ucraniano de resiliencia.

Resiliencia: genealogía del concepto

La literatura existente generalmente considera la resiliencia como un proceso de adaptación de la sociedad a sacudidas complejas. En términos generales, la resiliencia implica adaptación, colaboración y autosuficiencia de individuos y comunidades. En este sentido, se «traslada la responsabilidad a las comunidades y se promueve el autogobierno reflexivo a través de estrategias de sensibilización, gestión del riesgo y adaptabilidad» (Humbert y Joseph, 2019: 216); «las personas resilientes no quieren que los gobiernos garanticen y mejoren su bienestar porque han sido instruidas para creer en la necesidad de garantizarlo y mejorarlo por sí mismas» (Reid, 2018: 648); por consiguiente, individuos y grupos son, en última instancia, responsables de su propia adaptabilidad frente a las transgresiones externas, entre ellas, las intervenciones extranjeras.

No obstante, refutamos la opinión de los autores que creen que en tiempos excepcionales la resiliencia «desincentiva la ciudadanía activa» e incluso pone «en peligro el concepto de espacio público» (Juntunen y Hyvönen, 2014: 196). Por el contrario, la experiencia ucraniana demuestra que la resiliencia es profundamente política, ya que «tiene por objeto capacitar a las personas para que sean los agentes de su propia reducción de vulnerabilidad con la finalidad de tomar las decisiones adecuadas y evitar una mala adaptación a un entorno nuevo» (Grove, 2014: 244). Por lo tanto, las prácticas cotidianas de resiliencia «crean sujetos» (Cavelty et al., 2015: 9): las organizaciones de la sociedad civil, los grupos de base y las redes son fuentes esenciales para una estrategia de supervivencia y seguridad humana. 

Resiliencia híbrida: la experiencia ucraniana

Los datos sociológicos de una encuesta reciente indican un alto nivel de resiliencia entre la población ucraniana: 3,9 puntos sobre un máximo de 5. En esta clasificación, la resiliencia se compone de dos indicadores: salud física y bienestar y confort psicológico, incluyendo el interés por la vida, el sentimiento de utilidad, la capacidad para tomar decisiones y planificar el futuro, así como la ausencia de remordimiento por el pasado. Sin embargo, este artículo considera la resiliencia desde una perspectiva más amplia y destaca seis características esenciales que convierten la experiencia de resiliencia ucraniana durante la guerra en un fenómeno híbrido. 

En primer lugar, la necesidad de resiliencia surgió del sentimiento de vulnerabilidad frente a la agresión rusa, que los dirigentes del país tradujeron en una visión de autonomía. La guerra en Ucrania no empezó el 24 de febrero de 2022, sino en 2014, con la anexión de Crimea y el inicio de la infiltración militar rusa en el Dombás. Después de luchar por Ilovaisk, el aeropuerto de Donetsk y Debaltseve en 2014, Ucrania comprendió su debilidad, lo que creó una especie de trauma colectivo que fue aún más doloroso debido a la lentitud de los países occidentales en introducir fuertes sanciones punitivas contra Rusia. Las restricciones impuestas no lograron detener la guerra en el Dombás ni impedir futuras ofensivas del Kremlin, pero entretanto han alimentado un sentimiento de frustración hacia los aliados occidentales en Ucrania. La Unión Europea (UE) acogió favorablemente las «aspiraciones europeas» de Ucrania, pero sin claras perspectivas de una integración plena, planteando interrogantes entre los ucranianos sobre la fórmula de asociación más viable y el escenario de integración europea más plausible.

Volodímir Zelenski ganó la presidencia porque consiguió captar mejor esos sentimientos generalizados que su predecesor Petro Poroshenko. Tras afirmar que Ucrania, en su calidad de «país europeo, empieza con cada uno de nosotros», Zelenski abordó las cuestiones de los valores y la reforma de políticas sin considerar a la UE como el principal punto de referencia. Poniendo mucho menos énfasis en cuestiones de identidad étnica y lingüística, causantes de divisiones, el pragmático programa del presidente recibió un amplio apoyo en todo el país, ya que captó claramente la demanda pública de autosuficiencia y resiliencia.

En segundo lugar, las instituciones públicas ucranianas han seguido funcionando en gran medida durante la guerra en curso, incluso en las regiones más afectadas por las actividades militares de Rusia. Su resiliencia no habría sido posible sin la ayuda prolongada de la UE, incluida la transferencia a Ucrania de las prácticas europeas de buena gobernanza. La descentralización y las reformas de autogobierno han sido elementos fundamentales del compromiso de Ucrania con los agentes políticos y sociales extranjeros (organizaciones no gubernamentales y educativas, centros de estudio y medios de comunicación), que han tenido un impacto visible en los responsables de la toma de decisiones ucranianos. En particular, la pandemia de la COVID-19 ha fortalecido de forma sustancial la preparación de Ucrania ante futuros problemas, incluida la creciente habilidad de las autoridades públicas a nivel regional y municipal para desempeñar sus funciones a distancia bajo las estrictas condiciones de supervisión y control.

En tercer lugar, la guerra mostró mecanismos mediante los cuales el capital social y las redes familiares se vuelven elementos útiles para una resiliencia híbrida. Estos mecanismos incluyen la eliminación de los obstáculos a la acción colectiva, así como la creación de garantías informales y apoyo mutuo. Los vínculos entre parientes, vecinos y comunidades sirven como motor esencial de creación de resiliencia y, según una encuesta, el 94% de las personas encuestadas afirma tener relaciones pacíficas con sus familiares, el 89% con los vecinos y el 67% con los desconocidos. Los miembros de familias extendidas de las regiones devastadas por la guerra han encontrado refugio en la parte occidental de Ucrania. Los barrios donde los residentes podían confiar en la ayuda y asistencia mutua pudieron superar mejor los problemas comunes (como los saqueos), y la probabilidad de que las personas desplazadas regresaran en algún momento a sus hogares era mayor. Estas prácticas de resiliencia de base son componentes importantes del desarrollo de Ucrania como sociedad abierta, moderna e interconectada, en la que la clase media ya ha demostrado ser capaz de asumir una responsabilidad social y económica, tanto en crisis anteriores, incluida la revolución del Maidán, como actualmente en la guerra con Rusia.

En cuarto lugar, las redes sociales y la sociedad civil han sido esenciales para la resiliencia a nivel local. En las fases iniciales de la invasión rusa, hubo una fuerte dependencia de las ONG y los organismos noveles de socorro, como los voluntarios, en lugar del Gobierno central. Además, las ONG ucranianas a menudo han sustituido a las organizaciones internacionales y han suministrado ayuda a las ciudades asediadas o facilitado la evacuación de civiles. La mayoría de ONG nacionales y locales, redes religiosas, organizaciones de la sociedad civil y un número considerable de redes de voluntarios de reciente creación están proporcionando ayuda humanitaria vital en la mayoría de las ciudades afectadas por la guerra.

En quinto lugar, también la resiliencia informativa es importante. El hecho de que la invasión a gran escala rusa fuera precedida por una guerra híbrida ha ayudado a Ucrania a adquirir cierta experiencia en contrarrestar la propaganda rusa. Antes de la guerra, los medios de comunicación ucranianos se caracterizaban por su diversidad y pluralismo de opiniones y, a diferencia de Rusia, desde la invasión a gran escala Ucrania no ha introducido la censura militar, aunque a veces la cobertura adolece de un optimismo excesivo. Los medios digitales gratuitos crean oportunidades para que los voluntarios, los defensores de los derechos humanos y los periodistas registren los crímenes de guerra. El elevado nivel de apoyo emocional a Ucrania en muchos medios de comunicación occidentales —y la simbólica identificación con el país— constituye una fuerza movilizadora adicional para la resistencia doméstica.

En sexto lugar, las dimensiones ética y valórica de la resiliencia son de la máxima importancia: la diferencia fundamental es que Ucrania está librando una guerra de legítima defensa (para su supervivencia y su futuro), mientras que Rusia está librando una guerra de agresión (de expansión y recuperación del pasado). Para Ucrania, se trata ante todo de una guerra justa de liberación, que moviliza y une la nación en aras de la defensa de la independencia del país. Para Rusia, se trata de una guerra neoimperialista encaminada a restablecer el imperio de antaño, basada en las ideas de zonas de influencias y gestión de gran potencia. 

El papel de la UE

La UE ha desempeñado un papel esencial en los seis factores mencionados que contribuyen a la resiliencia híbrida de Ucrania tras el reinicio de la guerra en febrero de 2022. Esto no es sorprendente, dado que fue en gran medida la UE la que produjo y promovió discursos y prácticas de resiliencia hacia las zonas próximas del este y del sur del país. Desde 2014, los programas de asistencia de Occidente han desempeñado un papel decisivo en la facilitación de las reformas en Ucrania y en la creación de condiciones favorables para la integración económica y social. El Acuerdo de Asociación UE-Ucrania concertado en 2014 es el más amplio de la UE con un país tercero. Ucrania ha recibido 14.000 millones de euros de fondos europeos, un nivel de apoyo financiero sin precedentes, que contribuyó de manera importante a la reificación de las prácticas de resiliencia, definida por la Unión en su Estrategia Global, como la capacidad de «los estados y las sociedades para reformarse, así como para resistir y recuperarse de crisis internas y externas».

El 18 de marzo de 2020, la Comisión Europea presentó la «Política de la Asociación Oriental más allá de 2020. Reforzar la resiliencia: una Asociación Oriental eficaz para todos», que destacaba los resultados positivos obtenidos en tres de las cuatro esferas prioritarias (fortalecimiento de la economía, fortalecimiento de la conectividad, fortalecimiento de la sociedad) en el plan de trabajo «Veinte resultados para 2020». Con respecto a la esfera prioritaria del fortalecimiento de la gobernanza, el documento abogaba por la necesidad de mejorar significativamente los resultados en la esfera de la gobernanza relacionada con la lucha contra la corrupción y el empoderamiento de la sociedad civil. La descentralización y las reformas de autogobierno en Ucrania han sido dos de los pilares de este proceso. Además, la asistencia de la UE ha contribuido decisivamente al apoyo a la sociedad civil, a la libertad de prensa y al activismo de base en Ucrania. Si la UE sigue priorizando el fortalecimiento de la resiliencia facilitando la responsabilidad local y una participación comunitaria que incluya toda la sociedad, Ucrania emprenderá el camino correcto para una rápida recuperación, después del conflicto, basada en las normas y valores europeos de democracia, transparencia y buena gobernanza.

La resiliencia se ha convertido en el eje vertebrador para una nueva subjetividad ucraniana en Europa como nación capaz de luchar no sólo por su propia independencia e integridad territorial, sino también por la seguridad europea en un contexto más amplio. 

Referencias

Cavelty, Myriam Dunn; Mareile Kaufmann y Kristian Søby Kristensen. «Resilience     and (in)security: Practices, subjects, temporalities». Security Dialogue, vol. 46, nº. 1, p. 3-14 (2015).

Grove, Kevin. «Agency, affect, and the immunological politics of disaster resilience». Environment and Planning D: Society and Space, nº. 32 (2014), p. 240-256.

Humbert, Clemence y Jonathan Joseph. «Introduction: the politics of resilience: problematising current approaches». Resilience, vol. 7, nº. 3 (2019), p. 215–223.

Juntunen, Tapio y Ari-Elmeri Hyvönen. «Resilience, Security, and the Politics of Processes». Resilience: International Policies, Practices, and Discourses, vol. 2, nº. 3 (2014), p. 195-209.

Reid, Julian. «Neoliberalism, Development and Resilience». En: Konings, Martijn; Primrose, David; Cahill, Damien y Cooper, Melinda. The SAGE Handbook on Neoliberalism. Londres: SAGE publishing , 2018.