Reseña de libros | ¿Occidente frente al espejo? Argumentos realistas frente a simplificación

Revista CIDOB d'Afers Internacionals_137
Fecha de publicación: 09/2024
Autor:
Alfredo Crespo Alcázar
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Alfredo Crespo Alcázar, profesor, Universidad Antonio de Nebrija, Madrid

Heather, Peter y Rapley, John. ¿Por qué caen los imperios? Roma, Estados Unidos y el futuro de Occidente. Desperta Ferro Ediciones, 2023, 196 págs.

Peter Heather y John Rapley nos ofrecen una obra dinámica y rigurosa en la que abordan el escenario actual que acontece en Occidente, enumerando retos y proponiendo soluciones. El binomio formado por Europa y Estados Unidos no atraviesa su mejor momento, lo que ha llevado a preguntarse si su destino inmediato es idéntico al que corrió el imperio romano. A pesar de esta premisa, el libro no rezuma pesimismo sino más bien realismo constructivo, sobre todo porque los autores rechazan tanto mantras consolidados como soluciones caracterizadas por la simplicidad.

En esta suerte de «evolución negativa» de Occidente, los autores privilegian un momento clave como fue la crisis de 2008. Al respecto, en ese momento se percibieron dos fenómenos. Por un lado, Occidente transitó primero por una Gran Recesión y después por un Gran Estancamiento. Por otro lado, se aceleró el ascenso de China tanto en términos económicos como en lo relativo a la admiración suscitada por su modelo de planificación centralizada que desprecia derechos y libertades. Como se detecta, el cambio de escenario resultó radical. En efecto, a fines del siglo xx, el presidente Bill Clinton señalaba que las posibilidades que el futuro ofrecía a Estados Unidos eran ilimitadas. Por su parte, la UE aceleraba un proceso de ampliación por el que se integraban en ella los otrora países del «telón de acero», una etapa de euro-optimismo en la que el proyecto europeo se asociaba esencialmente con la prosperidad. 

La conmoción provocada por la crisis de 2008 hizo que surgieran las primeras soluciones planteadas frente a esta. Una de ellas, poco original, descansó en intentar mantener lejos de Occidente a los inmigrantes, con el fin de no repetir los errores cometidos en su día por el imperio romano. Tal alternativa la descartan Heather y Rapley en los siguientes términos: «las migraciones masivas y organizadas de finales de la era romana tuvieron que generar elevadas pérdidas para alguien. Los migrantes godos, vándalos, anglosajones y otros competían todos por una parte del activo principal –tierra– (…) Las economías modernas, por el contrario, pueden crecer de una forma que sería imposible en las eras anteriores, de modo que la riqueza de los nuevos ciudadanos no tenga que obtenerse a expensas de los ya existentes» (p. 114). De una manera más concreta, identificar inmigración con rapiña de recursos públicos se ha convertido en los últimos años en un eslogan enarbolado por sectores tanto de la clase política como de la sociedad. Tal análisis simplificador y reduccionista se completa con soluciones de idéntica naturaleza, sobresaliendo al respecto la construcción de muros. Esto último implica la exclusión del «otro» al que previamente se ha estigmatizado.  

Heather y Rapley, aunque no comulgan con esa visión catastrofista, sí enumeran una serie de imperios que existieron pero que dejaron de ser tales, bien por divisiones internas, bien por la aparición de un adversario que los derrotó militarmente, bien por la llegada de extranjeros atraídos por la prosperidad, precisamente, de ese imperio.  En lo que a Europa se refiere, no es la primera gran crisis que afronta. En este sentido, como entidad geográfica en abstracto, ejerció un dominio global a lo largo de la historia que parcialmente finalizó tras la Segunda Guerra Mundial. A partir de ese instante asistimos a un nuevo orden internacional, en el que además de la irrupción y consolidación de dos superpotencias enfrentadas en todos los terrenos, se observaron otras mutaciones de calado. En este sentido, quizás la principal de estas radicó en la «aparición» de un Occidente que compartía rasgos y metas similares (economía de mercado, Estado de derecho…), aunque bajo el liderazgo ya no de Roma, Londres o París, sino de Estados Unidos. 

El resultado fue una etapa de prosperidad que afrontó una primera acometida en la década de los años setenta del siglo pasado. La respuesta consistió en cambiar el paradigma político-económico. Así, los postulados neoliberales reemplazaron a los del Estado del bienestar, siendo aquellos asumidos por la familia socialdemócrata: «en lugar de un Estado benevolente que trataba de gestionar la economía de forma que tanto negocios como ciudadanos prosperasen, ahora todo quedó en manos del libre mercado, en el cual el autointerés ilustrado genera resultados beneficiosos para la sociedad» (p. 127). 

Todo ello sufrió un revés claro con la crisis de 2008. Además, el avance de China con su «transformación revolucionaria» ha generado repercusiones en la distribución del poder económico. Occidente ha encontrado un rival de entidad muy superior a la Unión Soviética en la Guerra Fría o a Rusia en actualidad. Pekín, a través del ejercicio de poder blando, está atrayendo a su órbita a un buen número de países, sin olvidar la interdependencia que mantiene con Estados Unidos. Sin embargo, aunque el antagonismo es tangible, los autores subrayan los beneficios potenciales de una cooperación de Occidente con China que irían más allá de los meramente económicos, pues existen asuntos de interés global, como el cambio climático.

Esta apreciación convive con otra diferente. En efecto, Heather y Rapley son conscientes de que para muchos gobiernos la confrontación con China supone la reacción más fácil de vender a su ciudadanía. Este modus operandi, sin embargo, constituye «altos costes, en potencia ruinosos, en comparación con el enfoque menos popular, pero más realista, de aceptar la inevitabilidad de la periferia y tratar de adaptarse a ella» (p. 145).

En íntima relación con la idea anterior, en la obra aparecen bien reflejados algunos retos que debe afrontar Occidente, en particular el envejecimiento de su población y el alto grado de polarización que se observa en el interior de sus países. En este sentido, el Brexit o la victoria de Trump en 2016 simbolizaron esa utopía consistente en recuperar la pureza del Estado-nación, considerándolo el único actor capacitado para responder a cuantas cuestiones complejas se planteen. Dicho con otras palabras, el recurso al nacionalismo estatal como fórmula mágica, sin tener en cuenta su carácter fallido ya certificado por la historia. Lo principal es que este debate hunde sus raíces en una causa mayúscula: la dialéctica ganadores versus perdedores provocada por el desarrollo de la globalización. Esto se ha traducido en una brecha cada vez mayor entre ricos y pobres, abonando el terreno para la aparición de políticos populistas a ambos lados del Atlántico.

En definitiva, una obra de obligada consulta para quienes están interesados en cuestiones relativas a las Relaciones Internacionales, la Geopolítica y la Historia. Sin incurrir en buenismos, Heather y Rapley diseccionan el panorama que afronta Occidente, identificando déficits tangibles y exponiendo respuestas frente a estos.


Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 137
Cuatrimestral (mayo-septiembre 2024)
ISSN:1133-6595 | E-ISSN:2013-035X