Putin, sin plan B en Chechenia

Opinion CIDOB 384
Fecha de publicación: 02/2016
Autor:
Marta Ter, Researcher at Observatorio Eurasia
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D.L.: B-8439-2012

 

Ramzán Kadírov ha vuelto a hacerlo. Con sus amenazas contra políticos rusos opositores y disidentes, tachándoles de “enemigos y traidores” a la patria, y ofreciéndose él mismo a  desempeñar un papel central en su eliminación, el presidente checheno ha puesto de nuevo en apuros al Kremlin, que continúa mostrándose indulgente con sus exabruptos. 

Ramzán Kadírov llegó al poder en Chechenia en 2003, justo después de que su padre Ajmad Kadírov fuera asesinado en un atentado en Grozni. La primera imagen que Rusia tuvo de él fue la de un joven que no llegaba a los 30 años presentándose ante Putin en chándal en el Kremlin, dispuesto a asumir el mando en la díscola región chechena. Desde entonces, el presidente ruso Vladímir Putin ha apoyado sin fisuras sus sucesivos mandatos, con ingentes sumas de dinero y carta blanca para gobernar Chechenia, que ha pasado a ser el feudo privado de Kadírov. A cambio, con puño de hierro, el líder checheno ha sabido mantener a raya al separatismo y a los radicales islamistas.  

Putin ha sido el valedor de Kadírov mientras éste construía una vertical de poder parecida a la suya, aunque con métodos bastante más expeditivos y violentos. Para ello, Kadírov se rodeó en primer lugar de ex-guerrilleros chechenos, bien ofreciéndoles amnistía y protección, bien obligándoles a formar parte de lo que acabaría siendo su ejército privado. Con este grupo de combatientes, y arropado por el FSB y por el presidente ruso, Kadírov se deshizo de quién podía hacerle sombra en el control de Chechenia: el clan Yamadáev. Sulim y Ruslán Yamadáev, comandantes del batallón “Vostok”, una de las pocas unidades militares en Chechenia que no se subordinaban a Kadírov, sino al Ejército ruso y al GRU (servicios de inteligencia militar rusos), fueron asesinados en Moscú en 2008 y en Dubái en 2009, respectivamente.  

La policía de Dubái acusó de organizar el asesinato de Sulim Yamadáev a Adam Delimjánov, primo de Kadírov y por aquel entonces jefe de las fuerzas chechenas. El nombre de Delimjánov ya había sonado con anterioridad ligado a otro asesinato, el del coronel checheno Movladi Baisarov, que no quiso someterse a Kadírov y denunció los abusos en Chechenia. Acabó acribillado a balazos en pleno centro de Moscú a finales de 2006. Pero la krysha –“protección”, en el submundo criminal ruso–de Kadírov y su entorno más cercano se mantenía intacta y así, en diciembre de 2007, Delimjánov se convirtió en diputado de la Duma por el partido de Putin “Rusia Unida”, donde continúa hoy día. 

En la última década, se han producido varios asesinatos selectivos de personas críticas con el gobierno checheno. En la mayoría de los casos, los autores materiales de los asesinatos eran chechenos a sueldo, que han sido condenados. Pero los autores intelectuales de los crímenes nunca han sido identificados. Así sucedió con el asesinato de Umar Israílov, un checheno que había servido en las fuerzas especiales de Kadírov y que iba a acusarle ante el tribunal de Derechos Humanos de Estrasburgo de secuestros y torturas cuando fue abatido a tiros en 2009 en Viena; la periodista Anna Politkóvskaya, asesinada a balazos por un comando checheno en 2006, y la activista Natalia Estemírova, secuestrada por unos hombres en Grozni y encontrada al día siguiente acribillada en una cuneta. 

El último de estos crímenes políticos con huella chechena es el del opositor ruso Borís Nemtsov, asesinado en febrero de 2015 cerca del Kremlin. Los sospechosos de haber cometido el crimen son hombres cercanos a Kadírov, todos ellos pertenecientes a los servicios de seguridad chechenos. El principal sospechoso del asesinato es Zaur Dadáyev, subcomandante del batallón checheno Sever, que incluso había sido condecorado por el Kremlin con la Medalla al Valor. Tras conocerse las detenciones, Kadírov se refirió a Dadáyev como un “auténtico patriota ruso”. Dadáyev, es, además, un colaborador estrecho de Alimbek Delimjánov, comandante del batallón “Sever” y hermano de Adam Delimjánov. Todos ellos forman parte del entorno más cercano de Kadírov. Pero la policía no ha dado con el organizador del asesinato. Dadáyev y otros cuatro chechenos de bajo perfil han sido detenidos y pronto serán juzgados, pero la cadena de responsabilidades no ha llegado más arriba. En parte, porque la Fiscalía y el Comité de Investigación de Rusia se han visto imposibilitados de interrogar a según qué personas en Chechenia. 

Y es que en muchos aspectos, las instituciones federales no parecen funcionar en Chechenia. En abril de 2015 hubo una operación policial conducida por las fuerzas del Ministerio del Interior rusas en territorio checheno, en la que murió un delincuente. Tras este suceso, Kadírov dio la orden a sus agentes de "disparar a matar" a cualquier fuerza de seguridad de otras partes de Rusia que llevasen a cabo operaciones en Chechenia. Es decir: Chechenia es su coto, y nadie puede actuar ahí sin su consentimiento. 

Ahora, con sus amenazas recientes contra los “enemigos del pueblo” y proponiéndose como una figura clave en su neutralización, Kadírov insiste de nuevo en ampliar los dominios de su feudo y volverse imprescindible en Moscú. Proclama a los cuatro vientos que es un patriota, jura lealtad a Putin y le ofrece su contingente de miles de “voluntarios” dispuestos a entrar en combate. Hace unos meses, Kadírov congregó a más de 10.000 hombres de sus fuerzas de seguridad en el estadio de fútbol de Grozni y declaró: "Somos la infantería de combate de Vladímir Putin. Tenemos a decenas de miles de personas especialmente entrenadas, y pedimos al líder ruso que nos considere como una unidad especial formada por voluntarios”. “Somos conscientes de que Rusia tiene su ejército regular”, dijo Kadírov, pero “hay tareas que sólo pueden resolverse a través de voluntarios, y nosotros podemos ocuparnos de ello”. Estos “voluntarios” ya lucharon contra las fuerzas de Kíev en Donbás, Ucrania, y según Kadírov, están ahora mismo también combatiendo en Siria, apoyando desde el terreno los bombardeos de la aviación rusa y de Al Assad. 

Pero Kadírov puede estar jugando con fuego al querer ganar peso en Moscú con su “ejército de voluntarios”, apoderándose de un espacio que, tradicionalmente, han ocupado otros cuerpos de seguridad rusos (Interior, Defensa, FSB o GRU). Putin ha permitido a Kadírov crecer y crear un sistema de poder piramidal sustentado en relaciones personales. Muchos de los hombres que conforman su ejército privado son antiguos insurgentes que lucharon contra Rusia y que la odian, por tanto, se sienten subordinados sólo a Kadírov. A su vez, las relaciones entre Moscú y Grozni se basan en el vínculo personal Putin-Kadírov, y el líder checheno muestra su respeto y lealtad a Putin, no al conjunto de Rusia. 

Por todo ello, Putin se encuentra en una posición realmente delicada con Kadírov. Si altera el frágil equilibrio existente, que de algún modo sirve de contención en el Cáucaso, no se sabe qué podría ocurrir. Putin es consciente de ello y tolera a Kadírov porque, posiblemente, no tenga ninguna alternativa mejor. No hay plan B para Chechenia.