Ocupad Wall Street y la lucha por la justicia económica
Nick Charles, Analista de nuevos medios, NuevaYork
Jennifer Vento, de PDF (Personal Democracy Forum)
14 de octubre de 2011 / Opinión CIDOB, nº 130
Lo que hace poco más de un mes empezó con algunos centenares de manifestantes en un primoroso parque privado cerca del centro neurálgico de la escena financiera norteamericana y mundial, se está metamorfoseando en un movimiento de alcance nacional, si no internacional. Situándolo en un contexto global, el movimiento tiene sus antecedentes morales en los levantamientos de la Primavera Árabe y el movimiento de los indignados en España. “Occupy Wall Street” (#OWS) ya no puede menospreciarse sencillamente como si fuese un grupito de poco aseados jóvenes hippies modernizados. Es una caracterización errónea etiquetar este movimiento efervescente como una versión izquierdosa del nocivo Tea Party. Este último jura ahora que combatirá el #OWS. Pero los esfuerzos para descalificar el creciente número de participantes como meros anarquistas y hordas de desempleados, tal como han hecho el candidato republicano a la Presidencia Herman Cain y otros parece, en el mejor de los casos, ahístórico y petulante, y en el peor de los casos, desesperado. Si #OWS tuviera que parafrasear un viejo slogan de la organización a favor los derechos de los gays, Queer Nation, diría: “¡Estamos rebotados! ¡Estamos aquí! ¡Acostumbraos!”.
En una reciente tarde de viernes, algunos miles acampaban en el parque Zuccotti, antes conocido como Liberty Plaza, lugar que está sirviendo de zona cero para un colectivo indignado ante líderes de altos vuelos y gente súper forrada. A pesar de la desaliñada apariencia de muchos de los acampados, la vida en el parque-convertido-en- campamento está sorprendentemente bien organizada y atendida por voluntarios. Desde la recogida diaria de basuras hasta la distribución de alimentos a la hora de comer, la vida ahí sigue un horario establecido. En un límite del parque, a tiro de piedra de la bolsa y del monumento a las víctimas del World Trade Center, tiene lugar un interminable repique de tambores. En el lado opuesto, se celebra una “asamblea general”. Merodeando por todas partes andan representantes del Cuarto Poder: la prensa. Mientras que muchos de los medios de comunicación de cabecera, sean televisión, Internet o prensa escrita, se han mostrado lentos en la cobertura de la acampada y sus apoyos, la prensa independiente, los blogueros, Tweeteros y compañía están ahí, a tope desde el primer momento. Tanto la metodología como el ambiente del parque remiten a la dinámica puesta en marcha por los indignados en España que, antes del verano, ocuparon las plazas del centro de las dos grandes ciudades del país, Madrid (Puerta del Sol) y Barcelona (Plaza Catalunya).
Rodeando todo esto está la presencia, a menudo bien pertrechada, de la policía de Nueva York. El departamento, liderado por el comisario Ray Kelley y el alcalde Michael Bloomberg, espera poder evitar los feos incidentes que tuvieron lugar durante los primeros brotes de la protesta, sobre todo que se repitan incidentes como aquél en que un cabo de la policía fue gravado en vídeo disparando spray picante sobre cuatro jóvenes mujeres. El incidente está sujeto ahora a una investigación interna. Pero a medida que las protestas se han ido expandiendo por todo el país, han habido más enfrentamientos con la policía. La primera semana de octubre, por ejemplo, fueron detenidos cientos de activistas en un encontronazo con la policía de Boston. En este sentido, y aprendiendo de la experiencia española, evitar las chispas de la violencia es una cuestión clave. Mientras que, al principio, la intervención policial violenta engendra una ola de simpatía entre la población, acciones más violentas –como por ejemplo el bloqueo agresivo del acceso al Parlamento Catalán- se vuelven contra sus protagonistas y ayudan a deslegitimar el conjunto de las movilizaciones, por otro lado pacíficas.
Una pregunta que se han planteado tanto los que dan apoyo como los que son contrarios al movimiento de base es la siguiente: ¿que quieren exactamente los que protestan? Efectivamente, ingresos justos, la codicia de las grandes corporaciones y el bloqueo de la política son las cuestiones más obvias a las que exigen respuesta. Pero hasta el momento no ha habido una articulación de las reivindicaciones, sino más bien una “declaración de la ocupación de la ciudad de Nueva York” y un documento abierto, actualizado regularmente, que subraya los “principios de solidaridad” del #OWS – entre ellos, la defensa de la transparencia, el ejercicio de la responsabilidad individual y colectiva, y la adopción de herramientas en código abierto. Haya reivindicaciones o no, lo que parece haber es un hartazgo total en la raíz del movimiento. El slogan “somos el 99 por ciento” oprimido ostensiblemente por el 1 por ciento que controla de manera desproporcionada una parte significativa de la riqueza, es la fuente de la que todo emana. Esto es lo que le proporciona su potencia y lo hace peligroso. Lo que esto cuestiona es la base de un sistema, enraizado en un “sueño” según el cual, por obra y gracia de la educación y del trabajo duro, cualquiera en Norteamérica puede renacer, tal un ave Fénix, a un confortable nivel de prosperidad. Díganle esto a los millones que están sin empleo y tienen muy pocas perspectivas de volver a encontrar otro trabajo en su vida. Díganle esto a los millones que han perdido su vivienda y se han sumado al creciente número de los sin techo. De hecho, más de 1.000 ciudadanos residentes en Estados Unidos han compartido su experiencia personal en un blog que va registrando las experiencias del 99 por ciento.
Los pesimistas predicen que, una vez empiece a llover, a escarchar o a nevar y bajen las temperaturas, los activistas se van a disolver como un azucarillo. Esto es lo que finalmente aconteció en España, y sin la intervención de una meteorología adversa. Interminables asambleas en ausencia de una agenda clara y pobres resultados a pesar de una ola inicial de simpatía genuina plantean un reto que el movimiento tendrá que afrontar. Pero otros son mucho más cautos. El Presidente Barack Obama, lejos de condenar el movimiento, ha dicho que comprende porqué están hartos. El Partido Demócrata, por su parte, ha estado rozando el límite de abrazar el movimiento como algo que bebe de los principios del partido. Incluso los sindicatos, tradicionales socios de los Demócratas, están dando apoyo verbal y material en muchos de los centenares de lugares por todo el país donde han brotado manifestaciones. El reto para #OWS es evitar que el movimiento sea cooptado por las organizaciones típicas, políticamente encuadradas, que ven el movimiento como un vehículo que pueden manejar durante el largo camino hacia las elecciones presidenciales del 2012.
Aunque los acampados acaben abandonando el parque a medida que el invierno se acerque, esto no quiere decir que el movimiento pueda darse por muerto en ningún caso. De hecho, el momentum obtenido online por #OWS empequeñece el alcanzado por las acampadas a lo largo del país. Existe una fuerte conexión entre los que están sobre el terreno en el parque Zuccotti y aquellos que participan a distancia. A través de un media-center financiado por el sitio de crowdfunding Kickstarter, los activistas han puesto en marcha puntos de conexión wifi, estaciones de recarga, e incluso un canal de emisión en directo con miles de usuarios a todas horas, haciendo que el movimiento exista, y se organice, en el ciberespacio. Y ese puede ser el lugar lógico para seguir dando impulso una vez que el movimiento alcance su masa crítica, puesto que el congregarse online hará que el movimiento sea manifiestamente mucho más accesible, complementándose con puntuales movilizaciones presenciales a nivel global, como la que ha tenido lugar este 15 de Octubre.
Esto podría ser mayor y más importante que cualquier elección o ciclo electoral. Esta es una batalla por el alma de una nación que hace tiempo está en bancarrota de ideales e ideas, más allá de aquellas al servicio de los más ricos y bien atendidos. Esta es una batalla política, que debe lucharse a nivel local y a escala global, puesto que la salida a esta crisis no está al alcance de ninguna nación en solitario, incluso si esa nación es los Estados Unidos de América.
Nick Charles, Analista de nuevos medios, NuevaYork
Jennifer Vento, de PDF (Personal Democracy Forum)