Obama a la hora del té. La derrota demócrata ¿Una oportunidad para la agenda internacional europea?
Francesc Badia i Dalmases,
Gerente de CIDOB
4 de noviembre de 2010 / Opinión CIDOB, n.º 90
En la época de la interdependencia, el avance republicano en las elecciones americanas de mitad de legislatura supone un traspié para Europa y sus esperanzas de contar con un socio americano en sintonía con sus intereses en política exterior. O quizás no. En cualquier caso, ante la complejísima agenda internacional, la buena química entre Hillary Clinton y Lady Ashton será más necesaria que nunca.
Posiblemente se pensó que en la era post-Bush Jr. todo sería más fácil. Las expectativas levantadas en Europa por el discurso del candidato Obama, ante una entusiasta multitud congregada en el Tiertgarten de Berlín, suenan ahora a sueño lejano. El 24 de Julio de 2008, aclamado, el entonces senador por Illinois concluía: "Gente de Berlín – y gente del mundo – la escala de nuestro desafío es grande. El camino será largo. Pero vengo ante vosotros para decir que somos herederos de una lucha por la paz. Somos el pueblo de la esperanza improbable. Con la vista puesta en el futuro (...) rehagamos el mundo una vez más". Luego vino la fulgurante elección, la orden de cierre de Guantánamo y la esperanza, concretada en el rompedor discurso de El Cairo en junio de 2009, calificado por todos como histórico. Assalam aleicom, dijo: “He venido a buscar un nuevo comienzo”. Y luego llegó el espaldarazo internacional con la concesión, hace menos de un año, del premio Nobel de la paz. En su discurso de aceptación, el presidente señaló en Oslo: “El compromiso estadounidense con la seguridad global nunca será dejado de lado. Pero en un mundo en el cual las amenazas son más difusas y las misiones más complejas, Estados Unidos no puede actuar solo.” Todo esto, la voluntad de reforzar los lazos con Europa y refundar el orden internacional sobre la base de la libertad y del respeto a los derechos humanos, la reconciliación con los musulmanes y la paz en Oriente Medio o el abandono del unilateralismo, podría echarse a perder en este segundo tramo de su primer mandato –y quizás último, si se materializan los deseos de la mayoría republicana, hoy eufórica-.
La decepción que parece haber calado en Estados Unidos y en parte de Europa viene motivada por lo que ya se sabía, pero pronto se olvidó: que cuanto más altas son las expectativas, más fuerte es el choque con la realidad. Los grandes proyectos no se alcanzan en un día, ni siquiera en 22 meses. Llevar adelante la reforma sanitaria o resucitar unos mercados financieros fulminados por un ataque al corazón en Wall Street, no parece suficiente. El excepcionalismo norteamericano podría estar de vuelta, si es que Barak Obama mismo se demostrase una excepción, un corto paréntesis, como muchos de sus conciudadanos al parecer ahora desean.
La agenda internacional ha estado ausente de una campaña agresiva, focalizada en cuestiones domésticas lideradas por una débil situación económica y por una ultraderecha nacionalista que canaliza las frustraciones (sobre todo económicas) de muchos ciudadanos, mostrándose aislacionista o agresivamente militarista, según el té que se sirva a la mesa. Pero los temas de la agenda internacional norteamericana son ineludibles, y coinciden con la agenda europea. Parece que la firma –pendiente de ratificación por el renovado congreso- del nuevo tratado START de no proliferación con Rusia no peligra, y eso es una buena noticia para el mundo y para Europa. La salida de Irak, forzada por el presidente, ha sido un alivio para todos, y más después de que la filtración de documentos en Wikileaks abriera nuevamente los ojos a los horrores de la guerra. En Irán, a pesar de la buena coordinación con Bruselas a la hora de implementar sanciones, crece la sensación de que quizás arrinconar a Mahmoud Ahmadinejad no sea la mejor estrategia política. En Afganistán las cosas están como estaban, es decir, nadie sabe si mejor o peor. Con más tropas sobre el terreno y con unos aliados en la OTAN que aguantan el tipo pero comparten la prisa por volver a casa, y con un Hamid Karzai debilitado por la corrupción y compromisos tribales inconfesables, la luz al final del túnel es sólo intermitente. Tampoco en Oriente Medio la nueva iniciativa de paz ha dado fruto, mientras las grúas vuelven al trabajo en los asentamientos de Jerusalén-Este, y Hamas y Hezbollah siguen al acecho, esperando la caída de Abu Mazen. Con una China en creciente afirmación regional, también la relación es muy compleja, y en Europa vemos cómo la batalla dólar-yuan afecta al euro mientras Pekín sigue comprando deuda soberana en Grecia, en España y ahora en Portugal. Tampoco se avanza satisfactoriamente en cuestiones como la concertación ante el G20 de una estrategia común para salir de la crisis, o en el establecimiento de una estrategia euro-americana sobre cambio climático para Cancún.
Pero hay esperanza. Frente a un congreso hostil, al presidente siempre le queda el derecho a veto. Es un arma que puede utilizar a favor suyo. Quizás, como ya ha sucedido otras veces, un presidente debilitado en casa es más fuerte en el extranjero, buscando éxitos que lo validen internacionalmente y demuestren al votante que el “comandante en jefe” es un líder mundial a la altura de la nación americana. El problema está en que Obama ha heredado de los republicanos, no sólo una economía en bancarrota, sino un país éticamente deslegitimado en el exterior, y un mundo mucho más complejo y de difícil manejo, con tendencias más multipolares que multilaterales. Un mundo lleno de zonas grises donde las oportunidades para apuntarse éxitos en política exterior escasean.
Europa debe ayudar al presidente más proclive a sus intereses de la historia reciente, y hacerlo brillar en lo que pueda para asegurarse que un segundo mandato en 2012 consiga consolidar algunas soluciones internacionales para la agenda común. Sus éxitos ayudarán también al éxito del nuevo servicio exterior europeo, cuya puesta en marcha es también esencial para los intereses transatlánticos. Para empezar, seria una buena idea que la pareja Clinton / Ashton se citase con mayor frecuencia, no sólo para tomar el té, sino para tomar decisiones y, vista la complejísima agenda que nos ocupa, pasar rápidamente a la acción exterior. Esta derrota demócrata puede ser la última oportunidad en mucho tiempo.
Francesc Badia i Dalmases,
gerente de CIDOB