Narendra Modi ¿primer ministro indio en 2014?

Opinion CIDOB 194
Fecha de publicación: 06/2013
Autor:
Nicolás de Pedro, investigador principal, CIDOB
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Nicolás de Pedro

Investigador principal, CIDOB

18 de junio de 2013 / Opinión CIDOB, n.º 194 / E-ISSN 2014-0843

 

El Ministro Jefe del Estado indio de Gujarat, Narendra Modi, será el cabeza de lista del Bharatiya Janata Party (BJP) en las elecciones generales de mayo del 2014. La ejecutiva nacional del BJP, principal partido de la oposición y de ideología nacionalista hindú, le ha nombrado jefe del comité nacional de campaña. Esto no implica que, tras las elecciones, sea necesariamente el candidato a primer ministro del partido, pero si obtiene un buen resultado, nadie duda de que lo será. Se despeja así una incógnita con la que se venía especulando desde hace varios meses, particularmente desde la victoria de Modi, por tercera vez consecutiva, en las elecciones en el Estado de Gujarat en diciembre de 2012. Modi es el personaje político del momento y una figura claramente en ascenso, pero genera serias controversias. Sus entusiastas seguidores están convencidos de que marcará una época y lanzará a India, definitivamente, por la senda del crecimiento y la liberalización económica. Sus detractores, por el contrario, temen que altere las bases seculares y plurales sobre las que se ha construido la India contemporánea.

 

Modi es, probablemente, el candidato más competitivo que puede ofrecer el BJP, pero provoca divisiones, también, dentro del partido. Su nombramiento ha provocado la abrupta renuncia de todos sus cargos en el partido de L.K. Advani, líder fundador del BJP y artífice de su consolidación como alternativa de Gobierno. Bajo el liderazgo de Advani el partido pasó de 2 diputados en 1984 a 182 en 1998, lo que posibilitó el primer Gobierno del BJP con Atal B. Vajpayee como primer ministro. Con su renuncia, veremos si definitiva, lo que debería ser un primer paso del BJP hacia la conquista del poder en Delhi se ha transformado en una crisis de partido. Advani no se ha referido explícitamente a Modi, pero su advertencia del riesgo que supone que el partido quede cautivo de un individuo y su “agenda personal” iba claramente dirigida a él. Los enfrentamientos enconados con miembros del partido no son nuevos para Modi, que, no obstante, tratará de minimizar y obviar la renuncia de Advani, quien, por cierto, tiene ya 85 años.

 

Pero el verdadero desafío para Modi está fuera del partido. La eclosión de partidos regionales y de casta ha fragmentado el panorama político indio y son necesarias grandes coaliciones, de más de 10 partidos, para formar Gobierno. La idoneidad y capacidad de un candidato como Modi, caracterizado por su fuerte personalismo y perfil azafrán, color tradicional del nacionalismo hindú, para aglutinar una coalición amplia y extensa resultan dudosas. Por mucho que su sola mención irrite a sus simpatizantes, el nombre de Modi está indisolublemente ligado al estallido de violencia comunal que sacudió Gujarat en marzo de 2002 y que se saldó con varios centenares de muertos (que oscilan de 1.000 a 2.500 según las fuentes), mayoritariamente musulmanes, aunque también perecieron y perdieron sus casas y negocios docenas de hindúes.

 

Lo más preocupante de aquellos sucesos, el episodio más grave de violencia religiosa desde la partición en 1947, fue la pasividad y sospechas de connivencia policial y gubernamental. Los agresores hindúes estuvieron bien organizados y pertrechados, incluyendo censos que les permitieron identificar y encontrar a sus víctimas. Ha habido muchas denuncias públicas sobre la supuesta simpatía, cuando no complicidad, de Modi, Ministro Jefe de Gujarat ya en 2002, con los alborotadores. Judicialmente nunca se ha probado nada, pero lo que resulta incontestable es que, cuando menos, hizo poco por detener la violencia. De hecho, por su papel aquellos días, Modi sigue sujeto a restricción de visado por parte de EEUU, lo que de continuar su ascenso hacia el poder en Delhi puede plantear algunas paradojas geopolíticas.

 

 El ‘fenómeno Modi’ arrastra una ola de entusiasmo que va más allá de Gujarat y, pese a lo sucedido en 2002, supera barreras religiosas, regionales y de casta. Miles de simpatizantes hacen campaña permanente por él en twitter,, en consonancia con el título que le dan los medios de “rey de las redes sociales”. Modi apuesta por mecanismos novedosos para hacer campaña, incluyendo un merchandising completamente centrado en él (al más puro estilo norteamericano) o el uso de hologramas con su figura en 3D en los mítines. Su mensaje se dirige a una audiencia amplia y transversal y está centrado en el crecimiento económico, la lucha contra la corrupción y el buen gobierno, es decir, los principales asuntos en la agenda política doméstica. Sus aduladores hablan ya del Moditva como nuevo paradigma del BJP, en paralelo con el Hindutva (hinduidad), tradicional eje ideológico del partido. Además, por su insistencia en la necesidad de reducir el tamaño del Gobierno, lo equiparan con Margaret Thatcher. Precisamente, en el momento de la muerte de la ex primera ministra británica en abril de este año, Modi ofrecía una conferencia en Delhi centrada en su lema “minimum Government, maximum governance” lo que llevó a algún columnista entusiasta a hablar de una conexión “kármica” entre ambos dirigentes.

 

 Pero lo más relevante e interesante del ‘fenómeno Modi’ es su aparente capacidad para galvanizar el apoyo de las clases medias urbanas a lo largo y ancho del país. Para muchos representantes de esta nueva India, Modi representa la esperanza en un Gobierno diferente y la posibilidad de crear una suerte de Indian dream al estilo del sueño americano. Modi, que basa su popularidad en los altos índices de crecimiento en Gujarat bajo su mandato, ha sabido cultivar su imagen de gestor eficiente, de luchador incansable y creíble contra la corrupción y de apostar decididamente por la meritocracia. Es decir, todo aquello que alimenta la irritación de muchos ciudadanos indios con el gobernante partido del Congreso lastrado por la parálisis, los grandes escándalos de corrupción y la aparente falta de alternativas (y discurso) más allá de la dinastía Nehru-Gandhi.

 

Hacer predicciones electorales en India es, no obstante, un asunto complicado y aventurado. Los pronósticos fallaron estrepitosamente en 2004 y en 2008. El ‘fenómeno Modi’ es sólido, pero aún es una incógnita su impacto más allá de Gujarat y de las grandes ciudades. Además, queda por ver la respuesta del Congreso, partido al que con frecuencia se suele dar por muerto, pero que casi 70 años después de la independencia, sigue siendo la principal fuerza política del país. Todo apunta a que Rahul Gandhi, hijo de Sonia Gandhi, actual presidenta del partido, será el candidato en las elecciones de 2014. Rahul, sin embargo, sigue siendo elusivo y enigmático sobre sus intenciones. Pero el escenario soñado por la prensa india, un enfrentamiento Modi-Gandhi, está cada vez más cerca de hacerse realidad.