Mucho más que Siria: las razones tras el veto ruso y chino

Opinion CIDOB 138
Fecha de publicación: 02/2012
Autor:
Eduard Soler i Lecha, investigador principal, CIDOB
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Eduard Soler i Lecha,
investigador principal, CIDOB

7 de febrero de 2012 / Opinión CIDOB, n.º 138 /E-ISSN 2014-0843

En el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas se ha votado mucho más que un proyecto de resolución sobre Siria. Para algunos países, especialmente para los que vetaron la resolución, lo que sucede en Siria es lo de menos. Con su veto, Rusia y China han verbalizado ante el mundo pero sobre todo al resto de miembros permanentes del Consejo de Seguridad, que siguen apostando por la no-injerencia en asuntos internos de terceros países, que no avalan la lectura del principio de Responsabilidad de Proteger que permitió a los aliados poner fin a cuarenta y dos años de gobierno de Muammar Gaddafi en Libia y que tampoco están dispuestos a quedarse callados observando los movimientos de placas tectónicas que desde principios de 2011 se están produciendo en el Norte de África y en Oriente Medio.

No es una sorpresa que Rusia y China apuesten por la no-injerencia, y más si las sanciones son para poner presión sobre un régimen autoritario que reprime brutal e indiscriminadamente a movimientos de oposición. Los gobiernos de Rusia y China no sólo defienden una visión westfaliana de las relaciones internacionales sino que, por decirlo suavemente, sienten escasa empatía hacia aquellos manifestantes que toman la calle y las redes sociales para exigir más libertades o para protestar contra los abusos de poder. No hace falta remontarse a Tiananmen o a la guerra de Chechenia. Tras la caída de Ben Ali y Mubarak, China reforzó el control sobre Internet, llegando a bloquear búsquedas con palabras clave como Jazmín o Egipto, y redobló el cerco policial contra los activistas políticos. Las autoridades rusas también están poniendo un gran empeño en silenciar los manifestantes que han salido a las calles de Moscú y de otras ciudades de la Federación para denunciar el fraude electoral.

En marzo de 2011 Rusia y China optaron por la abstención a la resolución 1973 que autorizó todo tipo de medidas salvo la intervención terrestre para proteger a los civiles en Libia. Esta resolución se fundamentó sobre el principio de la Responsabilidad de Proteger, adoptado en 2005 por la Asamblea General, con el fin de proteger colectivamente a los civiles de genocidios, depuraciones étnicas y crímenes de lesa humanidad. Visto el desarrollo y resultados de la intervención de la OTAN en Libia, Rusia y China, consideran que se ha establecido un precedente negativo en la utilización de este principio y afirman que van a ser más estrictos para que no se confunda intervención humanitaria con cambio de régimen. Opinan, al igual que algunos países en vías de desarrollo, que las potencias occidentales recurren a este principio para legitimar el apoyo a una de las partes en conflicto. Acusan a europeos y norteamericanos de una política de doble rasero y recuerdan casos en los que no se ha intervenido para demostrar que la voluntad de actuar en Siria o Libia responde a intereses y no a consideraciones humanitarias. Hace un año, rusos y chinos cedieron ante las presiones que venían no sólo desde Estados Unidos, Francia y el Reino Unido sino también de la Liga Árabe. En estos momentos las presiones siguen viniendo de las mismas capitales pero rusos y chinos se ven a sí mismos como perdedores de la intervención en Libia y no quieren tirarse más piedras sobre su tejado.

Se corre el riesgo de sobredimensionar la importancia que hoy en día tiene Siria para Rusia. Es cierto que en Tartus, en la costa siria, se encuentra una pequeña base naval rusa y que buena parte del armamento que estos días se utiliza para reprimir a los civiles es de fabricación rusa. Pero en términos absolutos Siria es una pieza menor, por no decir prescindible, para la economía rusa o para su estrategia de seguridad. En el caso de China es todavía más evidente y por ello siempre se ha confiado más en un cambio de actitud por parte de Beijín. Si los países del Golfo, firmes partidarios de sanciones contra Damasco y grandes suministradores de energía del mercado chino hicieran una presión coordinada, China podría llegar a optar por la abstención.

Para desgracia de los ciudadanos sirios, los intereses en juego no están en Siria sino en un ámbito regional más amplio. Están en la redefinición de Oriente Medio que quedará tras la primavera árabe y muy especialmente en relación a Irán. Muy probablemente, al disponerse a vetar la resolución sobre Siria, chinos y rusos tenían en mente la escalada de tensión sobre el programa nuclear iraní. Ante un ruido de sables cada vez más intenso y ante unas sanciones que encarecen el precio de la energía y que según China comprometen la recuperación económica a escala global, rusos y chinos han querido marcar sus líneas rojas. Se debate sobre Siria en un ambiente de Guerra Fría y como pasaba entonces la vida y el sufrimiento de los individuos pasa a ser un tema menor en la escala de prioridades.

Eduard Soler i Lecha,
investigador principal, CIDOB