Mauritania en la encrucijada de las amenazas regionales

Notes internacionals CIDOB, núm. 19

El 18 de julio del 2009 Mohamed Ould Abdelaziz llamado «Aziz» es elegido presidente de la República islámica de Mauritania con el 52 % de votos. Habiéndose hecho con el poder tras un golpe (6 de agosto 2008) que supuso para el país la aplicación de sanciones y la suspensión de la ayuda extranjera, estas elecciones le valieron la recuperación de la confianza de la comunidad internacional. Jefe del batallón de la seguridad presidencial durante veinte años y antiguo alumno de la Academia militar de Meknés, conoce el sistema desde el interior. Se ha granjeado una mejor entente con el reino jerifiano (Marruecos), así como el apoyo de sus socios capitalistas árabes y del golfo, europeos y norteamericanos. Francia y España, que tienen importantes intereses económicos en el país, abogan en seguida en favor de una reconciliación rápida con el nuevo régimen de Nuakchott.

Al declarar su voluntad de reformar las instituciones y restablecer la legitimidad del Estado, y sintiéndose fuerte con el apoyo tanto político como financiero de sus aliados extranjeros, el nuevo presidente mauritano intenta en la actualidad rehabilitar a su país con una determinación política y militar sin precedentes. Al haber sido aupado al poder legalmente sobre la base de un programa con tintes morales y de orden público, Aziz ha decidido afrontar los retos de seguridad interna y regional.

Mauritania es un país bisagra entre los conjuntos magrebí y subsahariano, y está sujeto desde hace unos años a las mismas amenazas de seguridad que sus vecinos. Está situado en un cruce de intercambios humanos, comerciales y religiosos Sur-Norte; y está también inmerso en la red de los flujos criminales que se extienden desde el Golfo de Guinea hasta el Mediterráneo.

(...)