¿Marcha atrás tras la adhesión?

Opinion CIDOB 03
Fecha de publicación: 05/2008
Autor:
Jordi Vaquer i Fanés. Coordinador de Programa
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20 de mayo de 2008 / Opinión CIDOB, n.º 3

No sería exagerado considerar a la ampliación como el instrumento más poderoso de la Unión Europea para la transformación de su entorno inmediato. La evolución positiva de los países del sur y del centro de Europa, la consolidación de sus democracias, el crecimiento de sus economías y la mejora del bienestar para sus ciudadanos son, a todas luces, indiscutibles. Sin embargo, este instrumento tiene la vida limitada: tan pronto como la adhesión está aprobada, los incentivos de los países a seguir la línea marcada por la Unión Europea quedan muy reducidos. Así lo están demostrando estos días, por desgracia, los gobiernos de Rumania y Bulgaria.

Las primeras voces de alarma sonaron cuando, en Septiembre de 2006, la ansiada luz verde brilló para los dos candidatos. Ya entonces, algunos advirtieron de que la adhesión de dos países cuyos sistemas judiciales y de lucha contra la corrupción dejaban mucho que desear podía ser contraproducente. La propia Comisión se aseguró de prever, por primera vez, la posibilidad de adoptar medidas de salvaguardia ante incumplimientos en las áreas de ‘especial preocupación’. Estas incluyen algunas áreas administrativas (agencias de pagos, administración agrícola, cuestiones fitosanitarias) pero, sobre todo, la reforma de la justicia y la lucha contra la corrupción, el crimen organizado y el blanqueo de dinero.

Justamente estas cuestiones son las que han desatado las alarmas cuatro meses después de la adhesión. Francia y Gran Bretaña se han sumado a las demandas de Suecia y Países Bajos para que la Comisión supervise con mayor firmeza la lucha contra el crimen y la corrupción, usando un lenguaje más duro, en especial para Bulgaria. OLAF, la oficina antifraude de la UE, está trabajando en 12 casos de apropiación indebida de fondos europeos, y estudiando otros 15, sólo en ese país. La iniciativa del comisario de interior Frattini de irse a esquiar con el ministro de interior búlgaro durante un viaje oficial no ayudó a mejorar la percepción sobre el papel de la Comisión. Si a esto le sumamos el cambio político en Rumania, donde el gobierno de Calin Tariceanu ha cesado a la reformista ministra de Justicia, Monica Mancovei, y el Parlamento ha suspendido provisionalmente (en contra de la opinión del Tribunal Constitucional y hasta la celebración de un referéndum de confirmación) al también reformista Presidente, Traian Basescu, el panorama es preocupante.

La Comisión haría muy bien en escuchar esas advertencias. Huelga insistir en la importancia de la transparencia y el correcto procedimiento judicial, así como la lucha contra el blanqueo de dinero, en un mercado interior donde los capitales pueden circular libremente. Una actitud vacilante de la Comisión en este tema no sólo supone un riesgo para el mercado interior; proyecta, además, una oscura sombra sobre las próximas ampliaciones. Doris Pack, una eurodiputada alemana de centro-derecha, lo expresó con palabras muy duras en Sarajevo en abril: ‘Fue un gran error de la UE decir que Rumania y Bulgaria serían miembros en 2007’ dijo. ‘Es un error que nunca más repetiremos’. Ella, y muchos más, exigirán un grado de madurez mucho mayor en las próximas ampliaciones. Otros, simplemente, usarán este argumento para bloquear las candidaturas balcánicas y turca.

Pero son sobre todo los gobiernos de Bulgaria y Rumania los que, en vez de protestar sobre supuestos dobles raseros – como hizo el ministro búlgaro de interior, deben enfrentarse al problema. La entrada en la UE representó en el pasado un enorme incentivo para la inversión internacional hacia países como España. Ello fue en parte resultado del acceso al mercado interior y de los menores costes salariales, pero también de la confianza en la seguridad jurídica y en la estabilidad política que supone ser miembro del club europeo. Si la transparencia y rigor que, a grandes rasgos, definen a los países miembros no prevalecen en Rumania y Bulgaria, los inversores internacionales difícilmente vayan a apostar por ellas. Sus gobiernos, además, deberían pensárselo dos veces antes de intentar esquivar las exigencias de sus socios, demostrando desde el inicio una falta de voluntad de cumplir acuerdos y compromisos, si es que quieren presentarse como aliados fiables en las complejas negociaciones internas entre los 27.

Jordi Vaquer i Fanés
Coordinador del Programa Europa, Fundació CIDOB