Los otros vecinos de Irán: por qué India y la UE pueden ser los más beneficiados por el acuerdo

Opinion CIDOB 347
Fecha de publicación: 07/2015
Autor:
Nicolás de Pedro, investigador principal, CIDOB
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Nicolás de Pedro

Investigador principal, CIDOB 

23 de julio, 2015 / Opinión CIDOB, n.º  347

*Una versión de este artículo se publicó en el periódicoEl Mundo

 

Oriente Próximo y el Golfo son las áreas donde se proyecta de forma inmediata el acuerdo con Irán, pero su potencial impacto no se circunscribe únicamente a esta región. En los debates de estos días se está pasando por alto que el panorama geopolítico de la gran Asia Central, desde Rusia en el norte hasta India y China en el este, pasando por todas las repúblicas centroasiáticas, puede verse también seriamente transformado. De hecho, de implementarse el acuerdo, más allá de Irán y sus aliados regionales –el régimen de Bashar al Assad en Siria y Hezbollah en el Líbano–, los grandes beneficiados pueden ser India e incluso la Unión Europea, si sabe jugar bien sus cartas.

Para India, el deshielo entre Teherán y Washington no sólo disipa uno de los principales escollos en su creciente vínculo estratégico con EEUU sino que facilita su acceso al sector energético iraní y le abre otra prometedora vía de acceso al Asia Central ex soviética. India aspira a jugar mayor papel en esta región, tanto por razones de seguridad como por su deseo de acceder a los hidrocarburos de la cuenca del mar Caspio. Y una vez hecho público el acuerdo sobre su programa nuclear, Irán ha planteado inmediatamente esta posibilidad a India. Según ha confirmado el gobierno iraní, Teherán ha propuesto a Nueva Delhi implementar el acuerdo de 2002 para desarrollar el puerto de Chabahar que ofrece a India una ruta de acceso terrestre hacia Afganistán y Asia Central, y ayudaría de paso a Irán a la articulación de un eje persófono entre Teherán, Herat (Afganistán) y Dushanbé (Tayikistán) al que aspira desde hace años. No en vano, Asia Central ocupa un lugar destacado en la estrategia iraní para romper su aislamiento internacional.

El fin de las sanciones internacionales y el reciente acceso de India y Pakistán como miembros de pleno derecho a la Organización de Cooperación de Shanghái (OCS) -en la cumbre conjunta BRICS-OCS celebrada en Ufá el pasado 10 de julio– despeja el camino para una posible incorporación de Irán, actualmente observador, después de años llamando a la puerta de la organización. Hasta la fecha, los planes centroasiáticos de India se han visto frenados por los recelos de Moscú –que ha bloqueado el despliegue efectivo de las fuerzas áreas indias en la base de Ayini en Tayikistán– y, sobre todo, por las barreras geográficas y geopolíticas que representan tanto la ruta Pakistán-Afganistán –sometida a la intensa y permanente rivalidad indo-pakistaní– como la que podría discurrir por la convulsa región china de Xinjiang –que implicaría una apertura parcial del Tíbet hacia India, algo a lo que es muy improbable que acceda Beijing–. La vía iraní, por ello, pese a ser más larga, puede resultar más factible para India. Chabahar es, además, la respuesta india a la presencia de China en el puerto pakistaní de Gwadar. Separados por algo menos de 80 kilómetros estos dos puertos en el mar Arábigo son un excelente reflejo de la desconfianza estratégica y creciente rivalidad entre Beijing y Nueva Delhi en la cuenca del Indo-Pacífico; uno de los ejes fundamentales en la configuración de un nuevo orden asiático y global.

La posición de Rusia con respecto a la cuestión iraní está, al contrario de lo que suele creerse, plagada de matices. En el contexto actual, Rusia entiende que Irán puede contribuir decisivamente en el combate contra el autodenominado Estado Islámico cuya expansión preocupa especialmente en Moscú, dado su creciente vínculo con la amenaza terrorista de matriz chechena y el elevado número de combatientes en Siria venidos de la Federación Rusa. Moscú aspira, además, a incrementar su exportación de armamento a Irán y a jugar un papel destacado en su sector energético. Es decir, aprovechar su relación fluida con Teherán para evitar la consolidación de un potencial competidor hostil, que dispone de las segundas reservas mundiales de gas natural (sólo por detrás de la propia Rusia) y de las cuartas de petróleo. No es de extrañar por ello que Moscú tema una irrupción masiva de crudo iraní que contribuya a mantener bajos los precios del petróleo, que tan severamente afectan a la economía rusa. Rusia recela, además, de la ruta de exportación alternativa que ofrece Irán para el transporte de los hidrocarburos centroasiáticos hacia los mercados internacionales.

China ha acabado para siempre con el monopolio sobre los recursos del Caspio que ejercía Rusia. Pero la posición de Moscú aún puede verse más debilitada. No está de más recordar, que antes incluso de la inauguración del gasoducto que conecta con China, Turkmenistán (cuartas reservas mundiales de gas natural por detrás de Rusia, Irán y Qatar) ya había puesto en marcha dos conexiones con Irán, de capacidad modesta, pero alto valor simbólico y potencialmente estratégico para la UE. No sólo por el peso combinado de las ingentes reservas turkmenas e iraníes de gas natural, 17,5 bcm y 33,8 bcm respectivamente, sino porque esta conexión terrestre permite superar el, hasta la fecha, insalvable escollo del bloqueo ruso de la ruta a través del mar Caspio y que impide a la UE acceder a los hidrocarburos de Turkmenistán y Kazajstán sin pasar por Rusia (a través del Cáucaso Sur). El fin del ostracismo iraní abre así un nuevo escenario para las estrategias de diversificación del suministro energético europeo que alcanza a Iraq (Kurdistán), Azerbaidzhán, Irán, Turkmenistán, Uzbekistán y Kazajstán. La oportunidad está ahí y el momento es ahora.

E-ISSN: 2014-0843

D.L.: B-8439-2012