Lo que pasa en Portugal se queda en Portugal

Opinion CIDOB 590
Fecha de publicación: 09/2019
Autor:
Héctor Sánchez Margalef, investigador, CIDOB
Descargar PDF

Cuatro años después y a punto de celebrar unas nuevas elecciones, ¿qué podemos esperar en Portugal? ¿Quién ha salido ganando y perdiendo en la geringonça? ¿Se repetirá? ¿Ha sido Portugal el oasis izquierdista que algunos quieren ver? ¿Es posible replicarlo en otros lugares? 

Hace cuatro años fuimos testigos de un hecho insólito en el rincón más occidental de Europa. Un partido socialista se ponía de acuerdo no con uno, sino con dos partidos a su izquierda, para llegar al poder en Portugal a pesar de haber perdido las elecciones. Se formó la geringonça, que supuso la firma de tres acuerdos del Partido Socialista Portugués (PS, de corte socialdemócrata) con cada uno de sus potenciales aliados, y por separado: el Bloco de Esquerda (BE, izquierda alternativa), el Partido Comunista Portugués (PCP), y el Partido Ecologista (que se integra en coalición con el PCP en las elecciones).

El hecho fue insólito porque por primera vez la fuerza más votada no gobernaría en Portugal; y, más increíble aun, el PS y el PCP se ponían de acuerdo; algo que no había sucedido (a nivel nacional) desde la restauración de la democracia en 1974. No hay que olvidar que el PCP se define aun como un partido marxista-leninista que, en su momento, no abrazó el eurocomunismo. La oposición, el Partido Social Demócrata (PSD, liberal conservador) y el Centro Social Democrático-Partido Popular (CDS-PP, conservador), ni podían ni querían creerlo; es más, tanto ellos como los distintos observadores y analistas externos albergaban serias dudas de que esa alianza parlamentaria pudiese durar toda la legislatura. Pero así ha sido.

Hace cuatro años, la Unión Europea miraba con desconfianza a Portugal por temor a que se convirtiese en una nueva Grecia. Partidos conservadores temían que el sur de Europa estuviese girando a la izquierda y soñadores izquierdistas miraban a Portugal con esperanza. Se preguntaban entonces si en Lisboa se han puesto de acuerdo, ¿por qué no en el resto del continente? Durante cuatro años se ha hablado del modelo portugués para intentar emular pactos de fuerzas de izquierda. Sin embargo, parece que a la geringonça le está costando cruzar la frontera y lo que ha pasado en Portugal, de momento, se ha quedado en Portugal.

Cuatro años después, ¿qué podemos esperar en Portugal? ¿Quién ha salido ganando y perdiendo en esta alianza? ¿Se repetirá? ¿Ha sido Portugal el oasis izquierdista que algunos quieren ver? ¿Es posible replicarlo en otros lugares?

Sabemos con certeza que las próximas elecciones portuguesas las ganará el Partido Socialista, falta saber por cuánto. Si algo puede impedir la mayoría absoluta de los socialistas son las huelgas, especialmente las del sector educativo, fuente de votantes de los partidos de izquierda. El Partido Comunista y su sindicato afín, el CGTP, y el Bloco de Esquerda han agitado las huelgas conscientes de que en ellas están sus  posibilidades de mantener la influencia en el futuro. Por otro lado, la derecha no es rival para el PS en este momento. El principal motivo ha sido la lucha interna después del varapalo de perder el gobierno en 2015 tras haber sido la fuerza más votada. Esto acabó con el liderazgo en manos de Rui Rio, ex alcalde de Oporto, quien no ha sabido dotar al PSD de un discurso de oposición creíble, y que ha combinado el palo con la zanahoria al tratar con el Gobierno de Costa.

El primer ministro, a pesar de escándalos que le han afectado más o menos directamente (incendios, cuatro remodelaciones de gabinete, las huelgas o el familygate entre varios), ve como el presente sonríe a Portugal (tampoco los otros partidos han estado exentos de escándalos). Los números macroeconómicos lucen mejor que nunca, a mitad de legislatura las elecciones municipales refrendaron a los socialistas su buen hacer y las elecciones europeas de 2019 confirmaban su posición de prevalencia. Si el PS puede elegir, elegirá al BE como socio primordial por delante del PCP y, es probable, que a los comunistas -que han dejado la puerta abierta a repetir la experiencia si es necesario- no les parezca mal volver a la oposición después de ver que, tanto en las municipales como en las europeas, el BE les ha adelantado electoralmente.

Ahora bien, lo que ha funcionado en Portugal y puede volver a funcionar en la próxima legislatura es de difícil réplica en otros países. El primer motivo es que la distancia que separa al PS de su perseguidor inmediato a la izquierda siempre ha sido más grande que entre otras formaciones de izquierdas del sur de Europa; y por tanto no hay disputa de quién seguirá siendo la fuerza hegemónica en el centro-izquierda. Por eso, al PS no le ha temblado el pulso a la hora de aprobar leyes de calado para el  PCP y el BE, como la reforma laboral pactada con la derecha, porque el coste electoral es relativo. Aun así, el PS ha mimado mucho las relaciones con sus dos socios parlamentarios, a pesar de que todos han desenterrado el hacha de guerra en período electoral, tampoco han dudado en enterrarla cuando ha convenido. Levantarse de la mesa de negociación nunca ha sido una opción, ni cuando el gobierno socialista apostó por rescatar al banco Banif nada más echar a andar la alianza, ni en los distintos encontronazos por medidas fiscales que se sucedieron durante la legislatura con votos opuestos en el parlamento. El apoyo al ejecutivo se mantuvo.

Otro de los motivos que han hecho funcionar el modelo portugués es que aunque los componentes de la geringonça tuvieran distintas visiones del mundo en cuanto a la política internacional y la Unión Europea, el BE y el PCP no han cuestionado en exceso ni tampoco influido en la política del PS. Además, a nivel interno el consenso sobre el rumbo a seguir siempre fue más claro, a pesar de los matices. En el caso portugués, que los partidos a la izquierda del PS se hayan mantenido fuera del gobierno ha sido un acierto para todos: se ha agotado la legislatura, no ha habido discrepancias de fondo en el seno del ejecutivo y ha permitido al BE y al PCP marcar perfil propio sin desestabilizar demasiado al gobierno.

Y, a pesar de todo, no existe un oasis izquierdista en la desembocadura del Tajo; estructuralmente no ha cambiado nada en Portugal, ni hay un cuestionamiento esencial del capitalismo. El modelo portugués ha mostrado que la cooperación entre partidos de centro-izquierda y de izquierda es posible a la par que beneficiosa para la sociedad, sin ser ruinoso para el país. Pero también ha resultado ser un ejercicio genuino difícil de trasladar a otro lado. Quien quiera imitar a Portugal haría bien en buscar un modelo propio.

Palabras clave: Portugal, elecciones, geringonça

 

E-ISSN: 2013-4428

D.L.: B-8439-2012