Lidiar con el disenso: los think tanks ante la politización

CIDOB Report_03
Fecha de publicación: 05/2019
Autor:
Pol Morillas, director, CIDOB
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Los think tanks llevan demasiado tiempo estudiando y explicando los consensos fundamentales de nuestras sociedades y sistemas políticos, solamente abordando de manera tangencial su transformación. La crisis de identidad que vive el sector se debe a un doble desarrollo en el ámbito del conocimiento aplicado: la coincidencia en el tiempo de la contestación de los expertos y una mayor politización de nuestras sociedades. La desconfianza en las estructuras de poder convencionales se ha llevado también por delante al sector del conocimiento. Durante mucho tiempo, los thinktanks han sido los encargados de fomentar la conexión entre el conocimiento experto y los procesos de toma de decisiones. A medio camino entre la academia y la política, estos centros de reflexión han trasladado el rigor en el estudio a la praxis política, tanto en términos de discurso como de políticas públicas.

En el momento en el que la política ha entrado en crisis, los intermediarios han sido de los primeros en caer. Esta amalgama entre la contestación al orden político imperante y el cuestionamiento del papel social de los expertos se ha traducido en una pérdida de relevancia de los think tanks. Los expertos se han convertido en diana del populismo. Lo vimos durante la campaña del Brexit, cuando los líderes de opinión del Leave proclamaron que «ya hemos tenido suficientes expertos»; o lo ejemplifica Donald Trump con su afirmación de que las bajas temperaturas del vértice polar demuestran que el cambio climático no existe (cuando, en efecto, éste provoca el incremento de temperaturas extremas). En este contexto de contestación generalizada al orden político, el cuestionamiento de los expertos y think tanks se ha visto reforzado con las herramientas de la desinformación, las fake news o la política de la posverdad.

El alto nivel de especialización entre el sector también está detrás de la reciente pérdida de relevancia social de los think tanks. Durante mucho tiempo se han fomentado aquellos estudios que, por su conocimiento técnico, más se acercaban al mundo de la toma de decisiones. Las policyrecommendations se han convertido en un casi obligado apartado final de los informes de los think tanks, lo que a veces ha ido en detrimento de una capacidad amplia de incidencia social de dichos estudios. 

La tendencia a vincular el trabajo de estos centros de reflexión con las decisiones políticas contrasta con la dificultad que entraña hacer un seguimiento pormenorizado de las políticas públicas, ya que raramente sus investigadores pueden estar conectados con el día a día de los procesos de toma de decisiones. El décalage entre think tanks e incidencia política revierte en un doble riesgo: su irrelevancia a ojos de los decisores políticos y su distanciamiento de la sociedad en su conjunto. 

Este distanciamiento social de los think tanks es un fenómeno compartido con la academia. A medida que ésta, y en particular la ciencia política, ha privilegiado el rigor por encima de la relevancia, o el academicismo por delante de las necesidades sociales, su utilidad social ha disminuido. Así lo afirma Desch, convencido además de que «la objetividad impide la implicación política porque esta última está estrechamente relacionada con cuestiones de valores». Y si algo impera en la crisis política actual son los debates profundamente normativos, ideologizados y polarizados.

La producción de formatos escritos poco digeribles para el gran público y de alta complejidad técnica tampoco ha ido en beneficio de la relevancia social de su investigación. Los think tanks cuya supervivencia depende de la consecución y ejecución de proyectos de investigación financiados por autoridades públicas se han visto más expuestos a este riesgo que aquellos que cuentan con una generosa financiación propia y filantrópica. A ello cabe sumar el aumento de la competencia en el sector del expertise, con un número creciente de periodistas-analistas y académicos con vocación pública.

Sin embargo, a estos factores de contestación del papel de los think tanks hay que añadir otro proceso, el de la politización de nuestras sociedades, que puede entenderse como una oportunidad. El interés por la política internacional y europea ha ido en aumento en los últimos años, en buena medida como consecuencia de los efectos de la crisis del orden internacional, en general, y la integración europea, en particular.

La crisis del euro, la de los refugiados, el Brexit o el déficit democrático de la Unión Europea plasman el fin de un consenso permisivo hacia la integración europea y la emergencia de un disenso que constriñe la capacidad de toma de decisiones. Ejercer liderazgo político es también mucho más difícil hoy, tanto en el plano nacional como en el europeo, debido al creciente escrutinio público al que son sometidos nuestros líderes.

Siguiendo a Grande y Hutter, las agendas internacional y europea han ganado relevancia a ojos de nuestros conciudadanos. La conciencia acerca de una mayor centralidad de estas agendas para nuestra vida diaria ha movilizado al electorado en torno a temas de índole no estrictamente nacional. En el caso europeo, esta politización puede revertir en una oportunidad para repensar el proyecto en su conjunto y las políticas públicas que emanan del mismo. Se trata de un desarrollo sano para cualquier proyecto político maduro y consolidado, como lo es hoy la Unión Europea.

Los efectos de la politización también han aumentado allí donde se han reforzado los vínculos entre lo internacional (o europeo) y lo local. En el ámbito de las migraciones o el papel de las ciudades como actor global, la distinción entre lo internacional y lo interno se ha difuminado. También en el ámbito de la seguridad, donde, por ejemplo, la Estrategia Global de la UE constata la estrecha vinculación entre seguridad interna (protección civil, tráficos ilícitos o terrorismo) y externa (la que deriva de crisis y conflictos internacionales). A mayor unión entre lo local y lo internacional, entre lo interno y lo externo, mayor posibilidad de politización de las agendas políticas.

La contestación de los expertos y la politización de la agenda se conjugan para darle un nuevo significado social a los think tanks como centros de pensamiento. Cuando líderes políticos —antiguos valedores de su utilidad social— los atacan desde el populismo, la respuesta de estos grupos de reflexión debería ser recuperar su cometido original: revalorizar su utilidad como bien público ante un cuestionamiento intencionado de la política informada.

Esto no significa caer en la autocomplacencia. Hoy, los think tanks tienen ante sí el reto de proveer, no tanto de policy recommendations, sino de grandes narrativas e ideas que motiven y movilicen a una sociedad desorientada. Deben huir del análisis de lo políticamente correcto o los grandes consensos sociales, porque son precisamente estos consensos los que han ido desapareciendo.

La agenda de investigación de los think tanks debe promover, por lo tanto, el estudio de aquellos asuntos que preocupan a la sociedad en la que operan, haciendo uso de la contestación a la que han sido sometidos para revertir la tendencia de cuestionamiento generalizado, ganando pues en utilidad y relevancia social. A su favor juega el creciente interés por parte de la ciudadanía sobre asuntos europeos e internacionales, los cuales, al ser percibidos como internos, son ya objeto de una mayor voluntad de opinión y participación.

En definitiva, estos centros de reflexión deben pasar de ejercer de nexo entre academia y política a fomentar una mayor conexión entre política y sociedad. Ante una politización creciente, los think tanks deben ser hoy centros de pensamiento abiertos a la sociedad, fomentando el recurso a nuevos formatos, abriéndose a nuevos públicos y devolviendo a la sociedad parte de lo que ésta invierte en ellos (especialmente aquellos centros que cuentan con financiación pública). En tiempos de creciente contestación y politización, su utilidad social requiere también la defensa de su rigor e independencia dentro de su ámbito de especialización.