La crisis de la deuda griega en clave bizantina: Entre la economía global y el sálvese quien pueda
Notes internacionals CIDOB, núm. 21
La economía más débil de la eurozona lucha por mantener bajo control su deuda soberana, mientras siguen sin resolverse dos grandes interrogantes: ¿será capaz el nuevo gobierno griego de darle un vuelco a la economía, y podrá el pueblo griego soportar el trance de convertirse en un estado moderno? Lo que subyace a la crisis de la deuda griega son unas anacrónicas actitudes hacia el Estado como legítimo garante de la ley, y el papel de los ciudadanos como poseedores de derechos individuales, que no encaja con las necesidades de un estado moderno funcionando dentro de un sistema financiero y económico comunicado globalmente.
Hay en juego demasiado como para fracasar, pero ¿desean efectivamente los griegos un cambio real? ¿Hasta qué punto puede el endémico individualismo griego aprovechar el desastre para unirse y pensar como un ente colectivo? ¿Tendrá Europa la paciencia de esperar y ver si Grecia es capaz de cumplir con sus compromisos de reforma estructural profunda, o bien aumentará la presión hasta el punto de echar al país de la zona euro?
La crisis de la deuda griega se fundamenta en tres cuestiones de orden interno: (i) políticas de empleo público y proteccionismo; (ii) las complejidades bizantinas de ciertos aspectos de su economía; y (iii) un individualismo casi patológico del carácter nacional griego, una «configuración por defecto», por así decirlo, a rebelarse contra el «sistema» establecido, sea lo que sea lo que ello implique, y sean cuales sean las repercusiones y el impacto en los individuos y en la sociedad en su conjunto. De todos modos existe un cuarto factor externo determinante que no debemos obviar: el ávido apetito de deuda de los bancos europeos y norteamericanos, que tampoco salen del todo indemnes del asunto.