Kirguizstán después de las elecciones: ¿Lo peor está por ocurrir?
Notes internacionals CIDOB, núm. 22
Nicolás de Pedro, investigador CIDOB
Kirguizstán sigue inmerso en una crisis profunda. Las dificultades para formar un nuevo Gobierno, la debilidad institucional, la deriva nacionalista y el conflicto étnico latente en el sur amenazan con quebrar el país. Las elecciones parlamentarias del 10 de octubre de 2010 transcurrieron en un clima tranquilo y, de las celebradas en Asia Central, han sido las primeras reconocidas como verdaderamente “libres y limpias”. No obstante, los resultados han creado un panorama complicado y de difícil gestión, tanto por la fragmentación –es necesario el acuerdo de al menos tres de los cinco partidos que han obtenido representación en la Jogorku Kenesh– como, sobre todo, por la posibilidad de que se constituya un Gobierno de carácter nacionalista y con la intención de revocar la Constitución aprobada en junio. Las protestas y concentraciones de algunos de los partidos que no han conseguido escaños dificultan aún más la articulación del nuevo Parlamento y la necesaria estabilidad política e institucional. Por otro lado, la frágil situación en el sur permanece estable pero tensa. La falta de medidas de reconstrucción y reconciliación hace factible un rebrote de la violencia entre kirguizos y uzbekos, con el agravante de que se esté produciendo una acumulación de armas de fuego por parte de la población.
Seis meses convulsos. Los violentos disturbios del 7 de abril en Bishkek provocaron la caída del régimen del presidente Kurmanbek Bakíyev. El asalto del palacio presidencial por parte de los manifestantes obligó a huir a Bakíyev, quien se refugió en su pueblo natal próximo a Jalalabad, en el sur del país. El hastío con la depauperada situación económica, la corrupción y el intento de Bakíyev y sus allegados de apropiarse de los principales activos económicos del país motivó esta respuesta popular y de los principales líderes de la oposición. El uso de armas de fuego por parte de las fuerzas de seguridad y, también, de algunos manifestantes y la violencia vivida durante la jornada dejaron un saldo de 86 muertos y unos mil quinientos heridos. La noche del 7 de abril se constituyó un Gobierno interino encabezado por Roza Otunbáyeva, una personalidad de reconocido prestigio en su país y con una larga trayectoria política y diplomática. Las nuevas autoridades anunciaron la redacción de una nueva Constitución de carácter parlamentario y la futura celebración de elecciones parlamentarias y presidenciales.
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