Grecia: Una Crisis Globalizada

Opinion CIDOB 343
Fecha de publicación: 07/2015
Autor:
Pol Morillas, investigador principal, CIDOB y Eduard Soler i Lecha, coordinador de investigación, CIDOB
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Pol Morillas, Investigador principal , CIDOB

Eduard Soler i Lecha, Coordinador de Investigación, CIDOB

16 de Julio, 2015 / Opinión CIDOB, n.º  343

* Este artículo es una traducción del original publicado en The Global Observatory

¿Cómo es posible que Grecia, un país que representa sólo el 0,14% de la población mundial y el 0,3% de su economía, haya dominado los titulares de los medios de comunicación internacionales y haya sido parte de las conversaciones de los líderes mundiales durante meses? Las repercusiones económicas para los mercados globales pueden llegar a explicar en cierta medida la resonancia de esta crisis financiera local. Pero para muchos países y regiones la preocupación principal es el impacto político de la disminución del poder e influencia de Europa a raíz de la crisis griega. 

Si una única empresa, Lehman Brothers, se convirtió en la cara pública de una crisis financiera mundial en 2008, Grecia representa la persistencia de los efectos de esta crisis, en términos de la continua pérdida de producto interior bruto, el aumento del desempleo y una deuda pública insostenible. El acuerdo alcanzado el 13 de julio tiene como objetivo evitar el llamado "Grexit" de la eurozona, pero es poco probable que pueda aliviar todos estos efectos. El acuerdo, de naturaleza altamente política, ha demostrado por qué aliados, rivales, socios y vecinos de Europa no sólo evalúan el impacto de la crisis griega en términos de recuperación económica mundial, sino también si la crisis griega reforzará o debilitará a la Unión Europea, cómo está afectando al balance de poder interno en la Unión, y cuál será su impacto en la geopolítica mundial. 

Los líderes estadounidenses a menudo han hecho alusión a la falta de resolución europea hacia la persistente crisis del euro, sobre todo si se compara con las efectivas políticas de estímulo que ha aplicado Washington desde 2008. El presidente Obama ha mencionado con frecuencia los intereses compartidos entre Europa y Estados Unidos para referirse a la necesidad de llegar a un acuerdo sobre Grecia y garantizar la recuperación europea. Los Estados Unidos temen que una débil respuesta a la crisis de la deuda en Europa provoque el contagio financiero al otro lado del Atlántico, poniendo en peligro la recuperación de Estados Unidos y debilitando la posición de Occidente en los asuntos mundiales. 

A Washington le gustaría ver una UE bien equipada y cohesionada, menos centrada en sus crisis internas y capaz de cumplir sus compromisos con las instituciones de seguridad conjunta, en particular la OTAN - una organización a la que Grecia se unió en 1952. Los Estados Unidos también desean que Europa ejerza su responsabilidad en materia de seguridad y que gestione la inestabilidad en su propio vecindario, incluyendo las crisis de Ucrania, Siria o Libia. 

A Rusia, por el contrario, le gustaría ver una Europa más débil y está dispuesta a aprovechar la crisis griega para lograr este objetivo. Como ha demostrado el conflicto en Ucrania, el presidente ruso, Vladimir Putin, tiene miedo a la expansión del modelo europeo y su influencia normativa en los países que forman parte del área de interés estratégico de Moscú. Un proceso de integración europea debilitado sirve a Rusia para socavar la diplomacia europea y su poder blando. 

De hecho, ha habido especulaciones de que Rusia podría ofrecer ayuda financiera a Grecia, sobre la base de unas relaciones diplomáticas estrechas, de intercambios militares y energéticos, y afinidades culturales y religiosas mutuas. El gobierno de Grecia también ha hecho uso de sus vínculos con Rusia para presionar a sus homólogos europeos. Visitas y llamadas telefónicas a Moscú del primer ministro griego Alexis Tsipras han sido percibidas en Europa como un juego arriesgado, que sugeriría que Atenas buscaba un "plan B" en caso de que las negociaciones sobre la crisis del euro fracasaran. 

Las preocupaciones de China son de naturaleza muy diferente. Beijing no percibe a la UE como un rival geopolítico, sino más bien como un socio y un mercado atractivo para sus productos. Al igual que en los Estados Unidos, los líderes chinos han instado a los europeos a resolver sus problemas y han expresado su preferencia para que Grecia permanezca en la eurozona. En su intervención en la cumbre empresarial UE-China en Bruselas en mayo, el primer ministro chino, Li Keqiang, afirmó que Grecia es clave para mantener la estabilidad y la recuperación económica de todo el mundo y destacó que "China siempre apoya la integración europea y espera ver una Europa próspera, una Unión Europea unida, y un euro fuerte.” Una preocupación adicional son las inversiones estratégicas chinas en Grecia, especialmente en el puerto del Pireo, que es uno de los puntos clave de la nueva "Ruta de la Seda" que conecta Europa con Asia a través el Canal de Suez y el Océano Índico. 

Tal vez la respuesta internacional más sorprendente ha llegado desde el vecino cercano de Grecia, Turquía, con la que Atenas ha mantenido tradicionalmente tensas relaciones. El Primer Ministro Ahmet Davutoglu ha declarado que Turquía quiere una "Grecia fuerte" y que, en consecuencia, su país está dispuesto a ayudar a través de la cooperación en turismo, energía y comercio. Ankara también está dispuesta a discutir "medidas conjuntas sobre la crisis financiera" con el gobierno de Atenas. Una de las consecuencias menos esperadas de la crisis es que ha desatado una ola de solidaridad y simpatía por Grecia entre amplios sectores de la opinión pública turca. 

En parte, esto podría explicarse por el hecho de que muchos turcos también se sienten maltratados por los líderes y las instituciones de la UE. Más allá de reacciones emocionales, los intereses de Turquía se refieren también a consideraciones de política exterior y de seguridad. La resolución de la crisis griega podría ser una oportunidad para rebajar tensiones – más si se tiene en cuenta la presión ejercida sobre Grecia para que reduzca su presupuesto de defensa – y de beneficiarse de los dividendos de la paz colectiva. Turquía estaría así en mejor disposición de concentrar esfuerzos en su frontera sur, donde los retos derivados de la inestabilidad en Siria e Irak y el movimiento nacionalista kurdo aumentan. El fracaso en resolver la crisis griega podría generar más tensiones nacionalistas y la activación de una nueva rivalidad en el mar Egeo. 

El acuerdo alcanzado el 13 de julio, fruto de arduas negociaciones, no representa el fin definitivo de la crisis griega. Mientras dure, esta crisis seguirá siendo, a ojos de Washington, Moscú, Pekín o Ankara, mucho más que un elemento determinante para el futuro de Grecia en Europa. En su sentido más amplio, la crisis griega versará sobre el futuro de Europa en el mundo.

 

 

 

 

E-ISSN: 2014-0843

D.L.: B-8439-2012