Grecia: continuidad y cambio después del 20-S

Opinion CIDOB 352
Fecha de publicación: 09/2015
Autor:
Pol Morillas, investigador principal, CIDOB
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Pol Morillas, investigador principal, CIDOB

*Este artículo ha sido publicado con anterioridad en Agenda Pública

¿Que todo cambie para que todo siga igual? Evocando el mejor estilo lampedusiano, Grecia se ha citado con las urnas por tercera vez en un año y los comicios han dado un panorama político muy parecido al anterior. La nueva  victoria de Syriza el 20 de setiembre se ha traducido en la toma de posesión inmediata de Alexis Tsipras gracias a la misma coalición de gobierno y bajo las mismas condiciones que impuso la firma del tercer rescate en julio. 

Poco antes de que finalizara el recuento de votos, Tsipras subió al podio para pronunciar su discurso de victoria e invitó al líder  de los ANEL-Griegos Independientes a acompañarle. Con ello Tsipras le proponía reeditar su coalición de gobierno y mandaba una señal inequívoca a Bruselas y otras capitales europeas, que poco antes habían recomendado sotto voce la conveniencia de buscar un pacto con los centristas de To Potami, los socialdemócratas de PASOK o incluso la gran coalición con Nueva Democracia. Todo ello a favor de la estabilidad del gobierno griego y su moderación, encabezado por una Syriza que poco antes había girado al centro al despojarse de su ala más izquierda con la escisión de Unidad Popular. A ojos de Europa, incluso mejor que una victoria de Nueva Democracia, era el liderazgo renovado y hacia el centro de Tsipras, ya comprometido con el rescate firmado. 

Tsipras goza hoy de un liderazgo reforzado. A pesar de que las bajas cuotas de participación hacían prever un peor resultado de Syriza y la desmovilización del voto joven, Tsipras continúa siendo el gran activo político de la escena griega. El líder de Nueva Democracia, Vangelis Meimarakis, no consiguió convencer a los electores de que detrás de su apariencia campechana se escondía también un alejamiento del establishment político. Nueva Democracia ganó poco menos de medio punto respecto a las elecciones de enero y no consiguió borrar la etiqueta que asocia al partido con la “vieja política” y la corrupción generalizada. Además, el fracaso de Unidad Popular, la escisión de Syriza que no consiguió llegar al 3% necesario para entrar en el Parlamento, da por buena la decisión de Tsipras de anticipar las elecciones. Su mal resultado deja en evidencia la falta de visión política de esta nueva formación, incapaz de trasladar un mensaje convincente sobre el futuro de Grecia fuera del euro. En suma, una buena maniobra política de Tsipras para reforzar la centralidad de Syriza en la escena política griega y su propio liderazgo de cara a la implementación del tercer rescate.   

A la misma coalición y el mismo liderazgo se suman los mismos condicionantes de la futura acción de gobierno. La firma del Memorándum de julio deja poco margen de maniobra al nuevo gobierno. Algunos comentaristas apuntan que Tsipras sólo podrá aspirar a gestionar un sistema político y económico enormemente condicionado por las reformas exigidas en el tercer rescate. Pero si de implementar reformas se trata, la reedición de la coalición con ANEL deja entrever también la voluntad del primer ministro de reforzar el perfil nacionalista del nuevo gobierno, como ya hiciera en enero, para encarar las negociaciones con sus acreedores. Tsipras entiende que un gobierno cuyo denominador común es la crítica a las condiciones del rescate estará en mejor posición para renegociar algunas de las reformas legislativas exigidas y, sobre todo, para recordar a los acreedores su promesa de abordar la reestructuración de la deuda griega.  

¿Era necesario pues tanto revuelo para que todo siguiera igual? Estas últimas elecciones dejan entrever también una serie de novedades que pueden traducirse en transformaciones de largo alcance de la política griega y europea. En primer lugar, Syriza parece haber dado un paso adelante para consolidarse como la primera opción del centro-izquierda. Los socialistas del Pasok han quedado relegados al cuarto puesto y sin capacidad de incidir en el panorama político heleno. La confianza depositada por las autoridades europeas en Syriza como contraparte de la negociación reflejan la consolidación de la nueva izquierda como actor central en Grecia y Europa. Está por ver si las nuevas fuerzas de izquierda jugarán un papel determinante en las citas electorales de España o Portugal, pero la Pasokización de Syriza puede abrir la vía a la centralidad de nuevas fuerzas de izquierda en la política europea. Que el encaje ideológico entre ellas supere las barreras nacionales es también incierto, como muestra la ambivalencia con la que ciertos sectores de Podemos recibieron la “capitulación” de Syriza ante las demandas de sus acreedores. 

Después del 20-S, las fuerzas tradicionales en Grecia (Nueva Democracia y Pasok) sólo suman 92 diputados de los 300 que tiene la cámara. La opción contraria al establishment griego, en cambio, suma 188 escaños (Syriza, Aurora Dorada, los comunistas del KKE y ANEL), por lo que la fragmentación y renovación de la escena política griega se han consolidado en estas elecciones. Especialmente preocupante es el tercer puesto de Aurora Dorada, el partido xenófobo que hoy cuenta con un escaño más en la cámara (18) y que ha visto aumentar sus votos en aquellas regiones más afectadas por la llegada de refugiados. En islas como Kos, que han recibido un total de 35.000 refugiados en los últimos meses, Aurora Dorada ha duplicado sus resultados. 

Finalmente, las elecciones del 20-S muestran también como buena parte de los electores se sienten fatigados con los vaivenes de la crisis griega. La abstención ha subido más de 7 puntos, hasta casi el 45%, dando a entender que, para los abstencionistas, el resultado de las urnas no serviría para contrarrestar la agenda de gobierno marcada por el Memorándum. Con Syriza comprometida con el tercer rescate, el cambio inmediato de la política de austeridad tendrá que esperar –aunque de ello dependa también la estabilidad del nuevo gobierno. Aún así, la consagración de Syriza como el centro-izquierda griego demuestra lo peligroso que sería arrinconar nuevas fuerzas políticas ante el cambio de fondo de la política europea que se avecina. 

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