Europa y el islam: la politización de la religión como amenaza
En el libro Saving the People. How Populists Hijack Religion, Nadia Marzouki y otros (2016) destacan dos rasgos característicos del populismo de derechas en las democracias occidentales: por una parte, la tradicional dicotomía entre el «pueblo puro» y las élites corruptas; por otra, la construcción de los «otros», es decir la singularización de aquellos grupos que amenazan el bienestar de la población. Durante décadas, en la Unión Europea, este «otros» solía referirse a los inmigrantes, pero los autores evidencian que, desde el 11-S, los musulmanes ocupan un lugar cada vez más importante en este proceso de construcción de la alteridad.
Esta tendencia coincide con la aparición de un nuevo concepto en la retórica de los movimientos de extrema derecha europeos: la islamización. La idea subyacente es que los musulmanes disponen de un «plan» para imponer sus valores religiosos y tradiciones a escala nacional y europea. En el discurso político radical, la gradual substitución de «musulmanes» por «islam» –es decir de un grupo heterogéneo a un bloque homogéneo– y de «islam» por «islamización »– es decir de una religión a una conspiración político-religiosa– ilustra precisamente la politización del islam.
En este sentido, desde mediados de los 2000, una serie de polémicas recurrentes que implicaban algunas prácticas religiosas islámicas se convirtieron en debates políticos y mediáticos sobre el islam y los musulmanes en algunos países de la Unión: la prohibición del velo en las escuelas (adoptada en Francia en 2004 y en Bélgica en 2009); la cuestión de los menús halal (Alemania, España, Francia o Bélgica); la prohibición del velo integral (niqab) en el espacio público; la cuestión de la matanza ritual de los animales, o incluso las constantes controversias ante proyectos de construcción de mezquitas son algunos de los múltiples ejemplos en este ámbito. Por su recurrencia, su visibilidad en los medios de comunicación y por los actores implicados –que van más allá de la extrema derecha– estas polémicas ilustran la creciente politización del islam en Europa. El marco en el que se produce cada uno de estos debates o controversias obedece, según el análisis de Raphaël Liogier en Le Mythe de l’islamisation (2012), a una lógica que se desarrolla en cuatro etapas distintas. En primer lugar, surge un caso potencialmente problemático desde un punto de vista legal (como el uso del velo en el espacio público) o a ojos de la población (pongamos, la construcción de una mezquita). En una segunda fase, determinados grupos y movimientos políticos –locales o nacionales– instrumentalizan dicho caso, convirtiendo una cuestión de práctica musulmana en un debate de valores (incompatibilidad del islam con los valores europeos). En la tercera etapa, los medios de comunicación dan a conocer, o incluso crean, la polémica, presionando en última instancia a los líderes y decisores políticos, ya sean locales o nacionales. Estos últimos, reaccionan a la controversia, en una última fase, tomando las medidas que estiman necesarias para poner fin a las tensiones generadas por un caso específico.
Desde 2015, dos elementos parecen haber consolidado esta tendencia: la ola de atentados de índole yihadista en territorio europeo y la llamada crisis de refugiados. Inevitablemente, los ataques perpetrados en Europa estos últimos años desencadenaron una serie de reacciones, medidas y debates políticos vinculados directa e indirectamente con el islam. Desde formaciones políticas de extrema derecha como el Frente Nacional francés, el Partido por la Libertad, de Geert Wilders, o el FIDESZ, de Viktor Orbán, estos atentados fueron interpretados como una prueba obvia del «plan de islamización de Europa». Su retórica culpabilizadora de la religión no fue la única que irrumpió en el debate público. El contexto favoreció la reaparición de distintas polémicas sobre el islam en Europa: sobre la esencia violenta de la religión, la «radicalización del islam» (Kepel, 2015), la falta de integración de los musulmanes, la incompatibilidad entre islam y democracia, etc. Desde el punto de vista institucional, se tomaron medidas políticas y sociales dirigidas específicamente a ciudadanos de fe musulmana como fue la promoción de un «islam moderado» mediante imames enviados por estados terceros (Alemania, Bélgica, España y Francia), medidas antiterroristas acompañadas de prácticas discriminatorias (vigilancia y detenciones abusivas) o un control más estricto de los oratorios musulmanes.
En este contexto de politización, la llamada crisis de los refugiados representó una oportunidad más para la utilización del islam en un proceso de polarización que tensionaba cada vez más el debate público, ya que un buen número de los refugiados procedían, y proceden, de países mayoritariamente musulmanes. Parte de los argumentos en contra de la acogida de refugiados se basaba, en efecto, en elementos culturales o religiosos (difícil integración dada su religión; problemas actuales con los musulmanes que viven en Europa, etc.). Sin esta politización negativa del islam, uno no puede entender el ascenso del partido ultraderechista Alternativa para Alemania, ni la decisión de Eslovaquia, Polonia o Hungría de no acoger a refugiados musulmanes; ni siquiera las peticiones de partidos de extrema derecha en Francia, Suiza, Bélgica o Alemania para privilegiar la acogida de refugiados cristianos. Retrospectivamente, lo que empezó a principios del milenio como una cruzada ideológica de la extrema derecha ha acabado marcando, con cierta regularidad, la agenda política de gobiernos de signo distinto a lo largo y ancho de la Unión Europea. En un contexto de radicalización del debate, marcado por el auge de fuerzas populistas de derechas en Europa, el proceso de polarización de las identidades y el discurso del nosotros-ellos respecto al islam puede seguir creciendo en los próximos años.