Europa se dirige hacia un directorio de los ricos
Elina Viilup,
Investigadora principal, CIDOB
15 de noviembre de 2011 / Opinión CIDOB, nº 133
La crisis de la deuda griega y el miedo al contagio por parte de algunos países europeos han resucitado antiguas controversias sobre la profundidad de la integración europea y las tensiones latentes que se han ido acumulando en lo que la Unión Europea lleva de vida.
Durante los últimos meses se han venido sugiriendo distintos escenarios, desde la desintegración de la Unión monetaria a la creación de un núcleo federal de países con políticas económicas y fiscales bien conectadas. Los sucesos recientes parecen estar dando la razón a aquellos que han venido argumentando que el resultado de la crisis actual comportará una mayor integración entre algunos de los estados miembros de la UE.
En una conferencia a los estudiantes de la Universidad de Estrasburgo, el presidente francés Sarkozy se ha manifestado a favor de una propuesta de una Europa a dos velocidades. Ha sugerido que ello significaría una Eurozona más integrada y una solución confederal para el resto. Además, es un hecho evidente que durante meses Francia ha estado consultando con Alemania a todos los niveles el modo de conseguirlo. Aparentemente también se está debatiendo la cuestión de los impuestos comunes, así como la posibilidad de que algunos países abandonen la Eurozona.
Los intentos germano-franceses de crear un “núcleo federal” como base de algunos países de la Eurozona se contemplan con cierto temor por parte del resto de países miembros. El tándem parece tener en mente la creación de una Europa rica, altamente integrada, en el centro, con los pobres y rezagados en el círculo concéntrico a su alrededor. Un verdadero directorio. El proyecto de la integración europea basado en la solidaridad habría concluido, y con razón el presidente del Comisión Durao Barroso se ha declarado contrario a esta orientación, considerándola un paso atrás en el proceso de integración europea. Desafortunadamente, más allá de lo que diga la Comisión, la opción núcleo-periferia está resultando plausible por primera vez en la historia de la UE.
Las consecuencias que dicho sistema conllevaría a los países que queden en la periferia son difíciles de predecir con cierto nivel de exactitud, pero probablemente serían más negativas tanto económica como políticamente que la permanencia en el núcleo, considerando que permanecer dentro tampoco significaría detener la implantación de las impopulares medidas de austeridad que hacen peligrar el estado del bienestar. Estas últimas, aunque puede que contribuyan a una gestionar mejor los países en cuestión, no arreglan el principal problema de la riqueza en Europa: la falta de crecimiento económico.
Fortalecer la Eurozona a través de un cambio del Tratado sigue siendo la opción preferida, y la Canciller alemana la ha secundado públicamente. Esta opción respetaría los tratados y llevaría a la Unión Europea a una mayor integración con el consenso de todos los países. Desgraciadamente, la cacofonía de intereses de todos los países y de las voces nacionales imposibilita que se alcance un resultado coherente, al menos en los términos que los mercados exigen a corto plazo.
No obstante, una dramática solución fuera-del-Tratado puede ser la única vía de escape del callejón sin salida en el que se encuentra Europa. El clásico mecanismo de reforma de Tratado que precisa el acuerdo de todos los estados miembros, así como la ratificación por parte de los parlamentos nacionales y referéndums en algunos países, han mostrado sus limitaciones en el pasado reciente. Por otra parte, alcanzar un acuerdo significativo entre los 27 estados miembros ha pasado a ser una misión imposible, vista la dimensión y el uso del presupuesto europeo o el posicionamiento de la UE ante el régimen asesino libio.
Ello también significaría que la Unión se vería forzada a afrontar otras tensiones latentes que se han creado en los años de su ampliación, sobre todo la cuestión de la pertenencia a la UE del Reino Unido, que ha estado planeando durante décadas. El gobierno británico se ha posicionado desde 1973 en contra de todos los intentos de una integración más completa. Confrontarse a la decisión de mayor o menor integración, también podría ayudar a otros países a clarificar sus verdaderas afiliaciones.
A la vista de todo ello, habría terminado el sueño de una Europa basada en valores para dar paso a una UE más pragmática, orientada en base a los resultados y al mercado. Una vez más la economía, no la política, estaría marcando el camino de la construcción europea.
Elina Viilup,
Investigadora principal, CIDOB