Elecciones en el sur de Europa: ¿es Portugal diferente?

Opinion CIDOB 354
Fecha de publicación: 10/2015
Autor:
Héctor Sánchez Margalef, investigador, CIDOB
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Héctor Sánchez Margalef, investigador CIDOB

El surgimiento de nuevas fuerzas políticas, que han desafiado la alternancia tradicional en el gobierno de partidos de centro-derecha y centro-izquierda, ha cambiado el panorama electoral de los últimos años en el sur de Europa. Estas nuevas fuerzas políticas, que ponen en cuestión el actual statu quo europeo, han visto en la crisis económica y política como una oportunidad, y no son siempre fáciles de situar o se sienten cómodas identificándose en el eje izquierda-derecha, sino que prefieren utilizar la dicotomía pueblo-élite. El MoVimento 5 Stelle en Italia y el Front National en Francia tienen hoy más representantes en todos los niveles institucionales que nunca; en Grecia, el partido tradicional de centro-izquierda, PASOK, se ha convertido en una fuerza minoritaria y es la coalición de izquierdas Syriza quien se consolida en el gobierno; y en España, Podemos, también de reciente creación, ha sido capaz de sacudir un sistema bipartidista muy arraigado al ganar en la capital y en las grandes ciudades en las pasadas elecciones locales, mediante alianzas con movimientos sociales y otros partidos políticos de izquierda. Sin embargo, parece que el panorama político en Portugal no se ha visto afectado tanto como en otros países del sur de Europa. ¿A qué se debe?

Portugal celebrará elecciones parlamentarias el 4 de octubre de 2015. El efecto de la crisis se ha dejado sentir en todos los comicios del sur de Europa y cada partido en el gobierno durante estos años de penurias económicas ha acabado perdiendo el poder (con la excepción de Syriza en las últimas elecciones griegas). En general, los panoramas políticos nacionales han sufrido también su propia sacudida, sólo variando en intensidad dependiendo del país, a medida que nuevos partidos políticos han tenido su momento, algunos incluso llegando al gobierno. Sin embargo, el panorama político en Portugal se mantiene estable. El escenario portugués ha estado históricamente formado por el partido tradicional de centro-derecha liberal, Partido Social Democrata (PSD), y el partido de centro-izquierda Partido Socialista (PS), que se han ido turnado en el gobierno; los conservadores Centro Democrático e SocialPartido Popular (CDS-PP), que han apoyado a uno u otro, y en estas elecciones van en la coalición Portugal à Frente con el PSD; y el Partido Comunista Português (PCP-DUC), que sigue siendo un partido ortodoxo. En 1999 surgió el Bloco d’Esquerda (BE), que se ha garantizado su propio espacio con un mensaje más en línea con la izquierda radical europea.

Los espacios políticos en Portugal están fuertemente consolidados. Las encuestas para las elecciones del 4 de octubre prevén un empate técnico entre el PS y la coalición PSD - CDS-PP y es imposible determinar quién será el ganador. El tercero en intención de voto es el PCP en coalición con los verdes (alrededor del 10%) y sigue el BE, entre el 4 y 8% en intención de voto. Siendo realistas, sólo hay dos opciones de gobierno: el de la coalición Portugal à Frente con alguna posibilidad de mayoría absoluta; o el PS sin mayoría absoluta, ya que es poco probable que el PCP o el BE entren en el gobierno como socios minoritarios de los socialistas. Con estos resultados tan ajustados, tal vez dos partidos de nueva creación (Livre y Partido Democrático Republicano) a la izquierda del eje derecha-izquierda, a los que los sondeos dan entre 1 y 2 escaños, podrían ser determinantes.

La campaña electoral se ha centrado en la austeridad. La coalición de derechas está defendiendo su gestión de la crisis, las medidas de austeridad y su éxito en el cumplimiento del programa de rescate del que Portugal salió en mayo de 2014. Por otra parte, los socialistas, aunque no niegan que ciertos ajustes eran necesarios, hacen hincapié en que sin medidas de crecimiento económico, la austeridad no ha servido para nada; sobre todo teniendo en cuenta el alto nivel de desempleo y la tasa de fuga de cerebros. El llamado Bloque Central (PSD, PS y CDS-PP) ha resistido bien la polarización del debate y no se ha visto afectado tanto como otros partidos de los países del sur de Europa en términos de pérdida de votos y de confianza. El centro y centro-derecha del espectro político está cubierto y no hay espacio para los partidos de extrema derecha (Portugal tiene un bajo porcentaje de inmigración); y el espacio a la izquierda del PS está superpoblado. El PCP tiene una fuerte implantación y una sólida base de votantes leales y el BE es el partido que trató de capitalizar la indignación surgida de los efectos de la crisis; tuvieron un gran impacto en las elecciones generales de 2009, cuando duplicaron sus escaños hasta 16, pero cierto apoyo al PS les devolvió, en 2011, a sus resultados anteriores. Con la lección aprendida, probablemente no apoyarán al PS de nuevo. Por lo tanto, tampoco hay excesivo espacio para nuevos partidos de izquierda.

Entre los jóvenes hay una sensación de resignación y frustración, lo que explica porqué los movimientos sociales en Portugal, a pesar de haber surgido, no han tenido el mismo impacto que, por ejemplo, en España. Portugal tiene la tasa más alta de emigrantes por población de los estados miembros de la UE y el 44% de ellos tienen entre 20 y 35 años. Por un lado, hay menos jóvenes en Portugal presionando para un cambio o dispuestos a entrar en política y formar nuevos partidos. Por otro lado, esta población joven, víctima de la "migración forzada", tampoco no se ha organizado en el extranjero, como ha ocurrido con los jóvenes españoles, lo que también les impide tener un impacto mediático o capacidad de influencia. Así como los emigrantes españoles se han agrupado en una serie de movimientos como Juventud Sin Futuro, Marea Granate (movimiento de emigrantes españoles) o los Círculos de Podemos en el extranjero, las organizaciones alrededor de los movimientos sociales en Portugal han sido ocasionales y efímeras. Movimientos como Geração à rasca (algo así como la generación en apuros) o Que se lixe a troika! Queremos as nossas vidas! (Que se joda la Troika! Queremos nuestras vidas) lograron convocar grandes manifestaciones pero no cristalizaron en partidos o movimientos políticos organizados.

Por último, hay que destacar que la corrupción en Portugal no ha sido un game changer o la gota que ha colmado el vaso como ocurrió con Syriza en Grecia o Podemos en España. Tres grandes escándalos revelados recientemente han sacudido la sociedad portuguesa. El Banco Espirito Santo fue acusado de blanqueo de dinero y fraude fiscal, se declaró en bancarrota, y el director y patriarca de la familia Espirito Santo fue detenido; todo esto mientras el FMI y funcionarios de la UE revisaban el sistema bancario portugués. La solución fue la intervención del Banco Central de Portugal y el rescate del banco con fondos europeos. Otro de los casos afectó a miembros y ex miembros del partido en el poder (PSD), entre ellos el ex primer ministro y actual Presidente de Portugal, Aníbal Cavaco Silva, acusados de la compra de acciones de la Sociedade Lusa de Negócios dependiente del Banco Português de Negócios a un precio de mercado más bajo. Finalmente, el ex primer ministro, José Sócrates, fue arrestado bajo cargos de corrupción y blanqueo de dinero y puesto bajo prisión preventiva; todavía hoy está bajo arresto y en espera de juicio, ya que no ha sido acusado formalmente.

A pesar de no ocupar una buena posición en cuanto a la percepción de la corrupción según Transparency International, el European Quality Index revela que Portugal no está tan mal considerado entre sus ciudadanos en este aspecto como en otros países del sur de Europa. También, de acuerdo con Transparency International, los ciudadanos portugueses consideran sus instituciones menos corruptas que los españoles, italianos o griegos. El 73% de los portugueses consideran que los partidos políticos son corruptos, frente al 83% en España, el 89% en Italia y el 90% en Grecia. Incluso la detención de Sócrates no tuvo ningún efecto en las encuestas de intención de voto. En el Índice de Percepción de la Corrupción de 2014, Portugal obtuvo una puntuación de 63, España 60 y Grecia e Italia 43 (cuanto más baja la puntuación, peor).

Pese a lo extendida que puede estar la corrupción en Portugal, las encuestas muestran que no ha tenido ningún efecto en la intención de voto desde noviembre de 2011 hasta ahora, por lo que es probable que no vaya a tener ninguna consecuencia de cara a las elecciones del domingo. Tampoco se prevé ningún cambio en el panorama político en términos de irrupción de nuevos actores capaces de cambiar las reglas del juego. Portugal se confirmaría así como la excepción en los países del sur de Europa desde que empezó la crisis. Es su estabilidad lo que lo hace diferente.

 

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