Cumbre de líderes de América del Norte: los retos del trilateralismo
Juan Pablo Soriano
Investigador y profesor de relaciones internacionales, Universidad Autónoma de Barcelona
13 de Marzo, 2014 / Opinión CIDOB, n.º 228 / E-ISSN 2014-0843
La séptima cumbre de líderes de América del Norte, que reunió al presidente mexicano, Enrique Peña, al estadounidense, Barack Obama, y al primer ministro de Canadá, Stephen Harper el pasado 19 de febrero en México mostró la enorme dificultad para lograr que las relaciones bilaterales no entorpezcan los intereses trilaterales. En lugar de buscar soluciones trilaterales a los retos comunes, se impulsan soluciones bilaterales en cuestiones tales como migración, medio ambiente o gestión de fronteras que han tenido un impacto limitado.
En esta cumbre, en la que se conmemoraban los veinte años del Tratado de Libre Comercio de América del Norte (NAFTA), había expectativas de anuncios relevantes en comercio o energía. En éste último ámbito, inversionistas estadounidenses y canadienses esperaban alguna pista de cómo Peña concretaría las leyes secundarias de la reforma energéticas que se aprobó en México en 2013. Sin embargo, el acento se puso en mejorar la competitividad internacional de la región. Se anunciaron una serie de medidas encaminadas a acelerar la eliminación de las barreras al trasporte de mercancías, a fortalecer la infraestructura para el intercambio comercial, a facilitar el movimiento de personas a través de un programa de “viajeros confiables” que abarque a los tres países, y a incrementar los intercambios educativos.
Para quienes esperaban un relanzamiento del NAFTA, la cumbre fue decepcionante; no se anunció la eliminación de las barreras arancelarias, aunque sí se planteó acelerar los trabajos para conseguirlo. En los últimos veinte años el comercio trilateral se incrementó en más de 265%, y el NAFTA representa hoy un tercio del comercio global, no obstante, el marco de ese acuerdo ha quedado rebasado. Ante las dificultades que supondría su renegociación, los tres gobiernos han optado por “actualizarlo” a través de las negociaciones que encabeza EEUU para crear un Acuerdo de Asociación Transpacífico (TPP). Con el TPP se pretende crear un bloque económico que incluiría a 7 países de Asia-Pacífico (Australia, Brunei, Japón, Malasia, Nueva Zelanda, Singapur y Vietnam) y a 5 del continente americano (Estados Unidos, Canadá, México, Chile y Perú), que representarían el 40% del PIB mundial, y un mercado de 650 millones de personas. El TPP es clave en la estrategia de EEUU para incrementar su presencia en Asia-Pacífico y contener la influencia china. A México, el TPP le permitiría fortalecer la diversificación de sus relaciones internacionales con Asia, que es también uno de los principales objetivos de la Alianza del Pacífico creada entre México, Colombia, Chile y Perú.
Harper, Obama y Peña se comprometieron a presentar un frente unido en las negociaciones del TPP, pero en cada país hay cuestiones de política interna que dificultan el consenso. Aunque Peña no encontrase oposición en el Congreso para aprobar el TPP, tiene pendiente el reto de concretar las leyes secundarias de las reformas energética y arancelaria. Obama tendrá, en cambio, muchos problemas para que el Congreso le conceda la “vía rápida” (fast track) en la negociación del acuerdo comercial, pues no cuenta con el respaldo de una parte importante de su partido, que considera que el TTP provocará la pérdida de empleos en EEUU, como pasó con el NAFTA. Este es un tema delicado en un año electoral para la renovación del Congreso y una parte del Senado.
El eslabón más débil de América del Norte es la relación México-Canadá, que ha llegado a ser calificada de fría y distante y se ha tensionado por la imposición, desde 2009, de un visado para los mexicanos que visitan Canadá. Enrique Peña no pudo convencer a su homólogo Stephen Harper de que levantase ese requisito durante los casi tres días que estuvo en México. La relación Canadá-EEUU también se ha complicado por la falta de acuerdo sobre el proyecto del oleoducto Keystone que llevará petróleo desde Alberta hasta Texas. El gobierno conservador canadiense ha expresado su frustración porque el gobierno estadounidense ha ralentizado el acuerdo para valorar el impacto medioambiental del proyecto que lidera una empresa canadiense.
Pero es en la relación México-EEUU donde se encuentran los mayores obstáculos para la relación trilateral. Durante la cumbre, Peña no mencionó públicamente temas especialmente sensibles para México como el espionaje de las agencias de seguridad estadounidenses, los escasos avances en la reforma migratoria en EEUU y los abusos contra los migrantes mexicanos en la frontera común. Si la postura de no quejarse públicamente es una estrategia del gobierno mexicano para no dificultar a Obama obtener el respaldo del Congreso sobre la reforma migratoria, no parece estar funcionando. Por otra parte, para el gobierno mexicano era muy importante encauzar la cumbre hacia el comercio, la economía y la educación, y quitar los reflectores sobre el tema de seguridad para cambiar la imagen de inseguridad que se tiene del país, reforzada con las “alertas de viaje” emitidas en EEUU ante el incremento de la violencia en varias regiones de México, como Michoacán y Guerrero.
Tres días después de la cumbre se anunció la captura de Joaquín Guzmán Loera, una de las figuras clave del narcotráfico mundial, como fruto de una operación conjunta de México y EEUU. Es pronto para evaluar el impacto en las dinámicas del narcotráfico, pero es seguro que el poder de los carteles no se reducirá mientras no se enfrente seriamente el blanqueo de capitales, la demanda de drogas y el flujo ilegal de armas y dinero de EEUU hacia México. Tras la cumbre, analistas de los tres países coincidieron en señalar que Obama no pareció estar particularmente interesado ni en el encuentro ni en renovar el NAFTA. Si ni Peña ni Harper lo lograron ¿Quién convencerá a Obama de la importancia de relación trilateral?