Cuba: el Congreso de la Despedida

Opinion CIDOB 407
Fecha de publicación: 04/2016
Autor:
Susanne Gratius, investigadora sénior asociada, CIDOB
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Para algunos fue una decepción, para otros un alivio. El VII Congreso del Partido Comunista de Cuba (PCC) trajo pocas novedades, pero tampoco revirtió el proceso de cambios en marcha. La máxima reunión del PCC, que durante tres días – del 16 al 19 de abril - reunió a mil delegados, no fue importante por su contenido, sino por marcar el fin de la generación histórica.

El discurso del anciano Fidel Castro en la clausura culminó la escenificación de la despedida de los viejos guardianes de la Revolución de 1959. El sorprendentemente breve discurso del “máximo líder”, resucitado para desmentir los constantes rumores sobre su muerte y para mantener unida la cúpula, subrayó el carácter simbólico de un Congreso que puso fin a la época revolucionaria. Fue Raúl Castro, rejuvenecido frente a su hermano, quien dijo que la generación histórica no protagonizará el próximo Congreso del PCC previsto en 2021, tres años después de la supuesta salida del poder del presidente.

Es por esta misma razón que los cambios políticos aprobados por el PCC han sido escasos, máxime cuando las decisiones se toman en otra parte, principalmente en el poderoso Consejo de Estado integrado por el presidente y sus leales, en su mayoría militares. Raúl Castro confirmó la bajada del número de afiliados del PCC a 670.000 miembros, que apenas representan el 16% de la población y cuyo atractivo disminuye en la medida en que aumentan las reformas. El VII Congreso confirmó la cúpula anterior del Buró Político como principal órgano del PCC incluyendo al histórico José Ramón Machado Ventura, de 85 años, como primer vicepresidente. Sólo cinco de los 17 miembros del Buró Político son nuevos: dos hombres y tres mujeres – todos ellos parte del establishment. 

Ante la ausencia de decisiones importantes, fue la primera vez que parte del Congreso se transmitió en directo. La nueva transparencia se inscribe en un proceso de apertura interno y externo que no fue cuestionado en este Congreso sino más bien sometido a una primera evaluación. La transparencia y la previsibilidad –lo demuestra la celebración de este Congreso justo cinco años después del VIº y el anuncio del próximo en 2021- son otra “novedad” introducida por el gobierno de Raúl Castro que acaba de cumplir diez años en el poder. La última década transformó el país que ahora es menos socialista y menos arbitrario, pero también más dependiente de las decisiones del sector militar.

De cara a los más conservadores y a los perdedores de las reformas, en su discurso inusualmente largo, Raúl descartó “restaurar el capitalismo” y aseguró que “nadie quedará desamparado”, a la vez que prometió avanzar el proceso de reformas “sin prisas pero sin pausas”. Lo último subraya la necesidad de conseguir el mayor consenso posible dentro de la cúpula política que evidentemente está dividida en torno al alcance y el ritmo de las reformas.

Efectivamente, la transformación económica es gradual. El presidente reconoció que sólo el 21% o una quinta parte de las 313 medidas aprobadas durante el anterior Congreso del PCC –entre otras la autorización de negocios privados en sectores de menores ingresos - ha sido llevadas a cabo, un 77% se encuentra en fase de implementación y un 2% aún no se han iniciado. La extrema lentitud del proceso da una idea de las trabas burocráticas y de las resistencias políticas para adaptar el sistema cubano al contexto actual. A lo primero aludió Raúl en su discurso cuando dijo que “lo peor que puede hacer un revolucionario o una simple persona honesta, comunista o no, es quedarse cruzado de brazos ante un problema”. Reconoció que uno de estos problemas son los bajos salarios y pensiones que ”siguen siendo insuficientes para satisfacer las necesidades básicas de la familia cubana”. En todo caso, un 29,8% del empleo ya corresponde al aún pequeño sector privado integrado por cooperativas, el trabajo por cuenta propia y la mediana, pequeña y microempresa privada. Todas ellas fueron legitimadas por Raúl Castro al destacar que “no son por su esencia anti-socialistas ni contrarrevolucionarias”.

El presidente anunció la creación de una Comisión de Monitoreo y dos documentos para seguir “actualizando” el modelo cubano: las bases del Plan de Desarrollo 2030 y la Conceptualización del Modelo Económico y Social. ¿Cómo financiar un estado de bienestar en una situación demográfica desfavorable y, por tanto, con menos ingresos públicos?, ¿cómo unificar las dos monedas paralelas peso y peso convertible sin provocar inflación y más desigualdad social? y ¿cómo seguir manteniendo el control político sobre una economía que es cada vez más mixta y empodera los actores no estatales? Son algunas de las muchas preguntas que se debatirán hasta finales de 2016 en la cúpula política, en los núcleos del PCC y en las organizaciones de masas. Sólo al final de este proceso sabremos cuáles serán los próximos pasos en un camino sin retorno: el paulatino desmantelamiento del “socialismo cubano” a favor de una socialdemocracia con gobierno autoritario.  

Por otra parte, Raúl Castro anunció una reforma de la Constitución que ya se discute desde el año pasado en círculos académicos y que sería aprobada por referéndum. Entre otras novedades, el mismo presidente, que en pocos meses cumplirá 85 años, quiere jubilar a su propia generación histórica, limitando la edad máxima para integrar el Comité Central del PCC a sesenta años y el límite para puestos dirigentes a setenta años. Otras posibles reformas podrían ser una nueva Ley Electoral y la eventual ampliación de las escasas funciones del parlamento cubano que hasta ahora sólo sirve para consagrar las decisiones tomadas previamente en el Consejo del Estado y el Buró Político del PCC. Aún no está claro si esta reforma, tal y como la plantean algunos, significaría una apertura democrática y una mayor descentralización política que en este Congreso fueron claramente descartados.

Aún así, tras los habituales rituales de una Revolución que empieza a sobrevivirse a sí misma se esconden profundos cambios que avanzan lentamente pero de forma constante. Desde que se aprobaron los Lineamientos en el anterior Congreso del PCC, aparentemente poco ha cambiado, pero el país es otro. La nueva relación con Estados Unidos ha marcado un hito histórico que condiciona el presente y futuro del país. Los disidentes no pueden crear partidos, pero quedan pocos presos políticos y la libertad de viajar ha creado nuevos espacios económicos, culturales y políticos para todos los cubanos incluyendo a los opositores. Dentro de esta nueva diversidad, que también se refleja en las redes, se mantienen tanto el carácter autoritario del régimen como el misterio de quienes sustituirán a la vieja guardia cubana en 2018. En este sentido, el VII Congreso fue el último homenaje a Fidel Castro y la escenificación de la generación histórica que prepara su salida, pero arrojó poca luz sobre lo qué pasará al final del túnel. 

D.L.: B-8439-2012