Chipre: un rescate blando a cambio de la reunificación

Opinion CIDOB 181
Fecha de publicación: 03/2013
Autor:
Eduard Soler i Lecha, Coordinador de Investigación, CIDOB
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Eduard Soler i Lecha,
Coordinador de Investigación, CIDOB

5 de Marzo de 2013 / Opinión CIDOB, n.º 181 / E-ISSN 2014-0843

¿Puede un país rescatado poner fin a cuatro décadas de conflicto y división? Ésta es una de las grandes preguntas que ha suscitado el resultado de las elecciones chipriotas de febrero de 2013. El vencedor, Nicos Anastasiades, elegido por un 57% de los votantes en segunda vuelta, es partidario del rescate y también de cambiar de estrategia en las negociaciones de reunificación. No obstante, el nuevo Presidente ya ha dejado claro que su prioridad es la superación de la crisis económica.

En 2004 la República de Chipre se incorporó a la Unión Europea sin antes haber resuelto la división de la isla. Naciones Unidas, con el apoyo de la UE, propuso un plan de reunificación que fue sometido a referéndum. Tres de cada cuatro greco-chipriotas votaron en contra del llamado Plan Annan mientras que en el norte, dos de cada tres turco-chipriotas lo hizo favorablemente. La adhesión a la UE no sirvió, como incentivo para la reunificación y, casi diez años después, las relaciones con Turquía y la posibilidad de poner fin al conflicto han pasado a un segundo plano. La campaña electoral de febrero de 2013 se ha centrado en la agenda económica y en la crisis que atraviesa el país, causada por la sobre-exposición del sistema financiero chipriota a la deuda griega. Si en anteriores elecciones se hablaba de fronteras, de concesiones, de refugiados y de estrategias de negociación, en las de 2013 palabras como rescate, austeridad, pensiones, paro o Troika han tomado el relevo.

Nicos Anastasiades pertenece a un partido de corte democristiano, el Reagrupamiento Democrático o Dimokratikós Sinayermós (DISY), que se define como europeísta y que apoyó en 2004 el Plan Annan. Pero no es por eso que los votantes chipriotas le han confiado el destino del país sino por su voluntad de negociar con la Troika un plan de rescate que evite el colapso financiero del país. A pesar de los estragos que estos planes están causando en la vecina Grecia o en Portugal, entre los chipriotas ha calado la idea de que no había otra alternativa al rescate, a la austeridad y a las privatizaciones.

Aunque los chipriotas votaron en clave económica, su voto puede tener repercusiones en otros ámbitos y muy especialmente en el terreno de la reunificación. De hecho, el ministro de asuntos europeos turco, Egemen Bagis, afirmó tras conocerse los resultados que Turquía estaba dispuesta a ‘resetear’ las relaciones y que había una oportunidad real de revitalizar el proceso político. El Presidente turco-chipriota, Dervis Eroglu, habló también en términos de esperanza y de responsabilidad histórica.

No es la primera vez que se especula con que un cambio de Presidente puede desbloquear las negociaciones. Ya en 2008 cuando Dimitri Chirstofias accedió a la jefatura del estado, se destacó que la amistad que en el pasado le había unido con el entonces Presidente turco-chipriota, Mehmet Ali Talat, podía crear circunstancias más favorables parala reunificación. Se retomaron las negociaciones sin apenas resultados y poco a poco las esperanzas se desvanecieron. ¿Puede ahora ser distinto? La gran diferencia respecto a 2008 es que ahora Chipre se encuentra en una situación de extrema debilidad económica y creciente dependencia internacional. Sólo hace falta recordar que el gobierno saliente había alcanzado un preacuerdo con sus acreedores internacionales para inyectar hasta 17.500 millones de Euros, un monto que equivale a su PIB anual.

¿Influirá positiva o negativamente el previsible rescate a la economía chipriota en las negociaciones de reunificación? El rescate podría forzar una posición más abierta a la negociación por tres motivos: el primero es que el gobierno podría recibir presiones por parte de sus acreedores internacionales para que, además de llevar a cabo reformas económicas, intente resolver la división de la isla. El segundo es que los dividendos de la paz, empezando por la cuestión energética, son especialmente atractivos en tiempos de crisis. La reunificación podría permitir una explotación y comercialización más rápida de los yacimientos de gas natural descubiertos en el litoral sur de la isla. No se trata sólo de llegar a un acuerdo con Turquía sobre las Zonas Económicas Exclusivas sino también de poder transportar el gas de forma más rápida y barata, a través de un gaseoducto que vía Turquía enlazase con redes ya existentes de subministro al mercado continental europeo. El tercer motivo es que la perspectiva de resolución del conflicto puede convertirse en un balón de oxígeno político para un gobierno ahogado por sus dificultades económicas y generar un clima positivo que aliente la recuperación. Al gobierno de Nicosia le puede interesar presentarse ante sus socios europeos como un actor que intenta trabajar para resolver un problema que no es exclusivamente chipriota. Este conflicto contamina las relaciones de la UE con Turquía y también la cooperación transatlántica en materia de seguridad, tal como se ha demostrado con los reiterados bloqueos a la cooperación entre la OTAN y la UE en las misiones de mantenimiento de la paz al negarse Turquía a que Chipre participase en la toma de decisiones.

Aunque, eso sí, Anastasiades y su gobierno sólo podrán impulsar las negociaciones de reunificación si cuentan con el respaldo de la opinión pública. Si el rescate negociado con la Troika impone condiciones demasiado dolorosas, si implica –como hemos visto en los casos de Grecia o Portugal- un alto coste social y, por consiguiente, la popularidad del Presidente cae en picado, el margen de maniobra en el terreno de la reunificación se estrechará considerablemente. Reunificación y rescate pueden seguir caminos paralelos pero si asistimos a despidos masivos de trabajadores públicos, si se recortan drásticamente las prestaciones sociales y si se hace recaer el peso sobre el ciudadano medio cuando el problema es de naturaleza financiera, entonces podría llegar a frustrarse la enésima oportunidad para poner fin a uno de los conflictos más antiguos de Europa.

Eduard Soler i Lecha,
Coordinador de Investigación, CIDOB