Cádiz 2012: ¿Qué futuro para Iberoamérica?
Anna Ayuso,
Investigadora principal CIDOB
23 de noviembre de 2012 / Opinión CIDOB, n.º 167 / E-ISSN 2014-0843
La península ibérica y América están vinculadas desde que el continente se cruzó en el camino hacia una nueva ruta a las Indias. La colonización produjo una dramática transformación en las sociedades y territorios del continente americano, pero a su vez los pueblos que hoy componen España y Portugal quedaron americanizados, un rasgo profundizado al quedarse históricamente en la periferia de Europa. Con el final de las dictaduras peninsulares, la Iberoamericanidad sucedió a la hispanidad franquista y fue concebida por la diplomacia española como el reencuentro de la España democrática con las republicas latinoamericanas que también recuperaban su institucionalidad democrática. Hace 20 años, la conmemoración del V Centenario del Descubrimiento de América sirvió de línea de arranque para intentar aglutinar la red de actores económicos, sociales y culturales entre la península y el continente y dotarles de una dimensión política.
El sistema de Cumbres Iberoamericanas consiguió unir la comunidad hispánica y la lusófona, que habían vivido de espaldas, juntando a todos los países de América Latina al margen de la OEA. Pero fue además un instrumento político para generar consensos y acercar a América Central y México a América del Sur. A su vez, España y Portugal se dotaban de una relación privilegiada con Latinoamérica que permitía aumentar su peso internacional. Sobre esta base se construyó un sistema de cooperación social y cultural en el que España asumió gran parte de la carga financiera a cambio de un cierto liderazgo tolerado por las potencias medias regionales. La creación de la Secretaria Iberoaméricana en 2003 y la figura del Secretario General dotaron de institucionalidad, peso político y presencia al proyecto. Durante años todos ganaban, pero el escenario ha cambiado.
Sobre este trasfondo se celebró en Cádiz la XXII Cumbre Iberoamericana el 16 y 17 de noviembre en un presente cambiante e incierto, en el marco de la conmemoración del Bicentenario de la efímera Constitución liberal de 1812. La crisis económica ha sido de inevitable referencia en la cumbre. España y Portugal, debilitadas por la crisis e intervenidas por Bruselas han visto trocar su historia de éxito por reproches procedentes de América Latina, que ha mostrado capacidad de resistencia y sigue creciendo (salvo excepciones). Las dificultades económicas han obligado a una reducción drástica de la financiación española para la cooperación iberoamericana, que era uno de los alicientes para los socios latinoamericanos. La sombra de la crisis de la deuda externa en América Latina de los 80 y las terribles consecuencias sociales de las políticas de ajuste estructural recetadas entonces por el FMI se proyectó en los discursos de numerosos líderes latinoamericanos, que alertaron a los gobiernos ibéricos sobre los peligros de aplicar recetas que acentúan la recesión.
América Latina hoy cuenta con nuevos líderes y foros de concertación como UNASUR y la Comunidad de Estados de Latino América y Caribe (CELAC). Esta última será el interlocutor del diálogo con la UE en las cumbres eurolatinoamericanas celebradas desde 1999. Numerosas cumbres intra y extrarregionales han saturado la agenda diplomática. La necesidad de reinventar Iberoamérica sobre nuevas bases era un clamor tras la insípida XXI Cumbre celebrada en la capital de Paraguay (país ausente en Cádiz por el veto de la izquierda latinoamericana, tras la destitución de su presidente electo). A las reiteradas ausencias de destacados líderes del socialismo del siglo XXI se suma la fatiga de las cumbres, por lo cual es acertado espaciarlas a dos años. Pero es necesario además adecuarlas a los cambios regionales y globales. Una comisión compuesta por el ex-presidente de Chile, Ricardo Lagos, la saliente ministra de exteriores mexicana, Patricia Espinosa y el actual Secretario General Iberoamericano, Enrique Iglesias, deberá preparar una propuesta de renovación de metas y estructuras a partir de la próxima cita en Panamá. Estas personalidades de prestigiosa trayectoria deberán además consultar e incorporar las visiones de generaciones más jóvenes, que miran hacia un futuro por escribir muy poco parecido al pasado.
No significa partir de cero, hay que valorar lo logrado e incrementar el protagonismo de los actores y redes económicas y sociales de cooperación que existen entre ambos lados del Atlántico. La cumbre de Cádiz puso el acento en las PYMES y en su potencial para dinamizar el crecimiento y el empleo, pero también se valoró la creciente importancia de las multilatinas como oportunidad de diversificación e internalización en y con Europa. La fuerte atracción por el emergente mercado asiático no es contradictoria sino complementaria a las relaciones transatlánticas. Así lo han dado a entender los cuatro países latinoamericanos integrantes de la Alianza del Pacífico (Chile, Colombia, México y Perú) que aprovecharon la cumbre para reunirse y recordar que América Latina es, hoy también, una oportunidad para negociar con Asia.
Para ser relevante, Iberoamérica tiene que abrirse al mundo e incorporar plenamente la dimensión europea. Entre Europa y América Latina existe una amplia red de instrumentos de cooperación en ámbitos como la cultura, la educación, la investigación o el intercambio de tecnología, pero adolecen de gran fragmentación. Deben coordinarse; la presencia en la Cumbre del presidente de la Comisión Europea es un paso, la incorporación de la Fundación EULAC como Observador consultivo debería ser otro. Se podría tratar de atraer a más países asociados europeos y también de otras regiones para incrementar la triangulación de la cooperación. Pero, sobre todo, deben converger la agenda política y de cooperación de forma que, por ejemplo, la pata iberoamericana refuerce el espacio cultural eurolatinoamericano y la cooperación en materia de migraciones iberoamericanice el diálogo sobre migraciones entre la UE y América Latina.
Europa, hoy fragmentada y en pugna por mantener su propia relevancia, haría bien en atender a las nuevas dinámicas de integración en Latinoamerica y ambas regiones deberían evitar volver a un escenario de competencia entre estados y renacionalización de políticas. Iberoamérica tiene una entidad propia, pero debe aprovechar al máximo la doble continentalidad de dos regiones que, aunque por vías diferentes, buscan afirmarse en el mundo del futuro a través de la integración regional y el multilateralismo.
Anna Ayuso,
Investigadora principal CIDOB