Bombardear Siria no resolverá la crisis de refugiados

Opinion CIDOB 357
Fecha de publicación: 10/2015
Autor:
Eduard Soler i Lecha, Coordinador de recerca, CIDOB
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Eduard Soler i Lecha, Coordinador de investigación CIDOB

“Esto se nos ha ido de las manos”. “No basta con acogerlos”. “Hay que actuar en origen”. Son frases que hemos escuchado, casi a diario, desde que la crisis de refugiados irrumpió en la agenda europea este verano. Se ha generado una situación de excepcionalidad y de urgencia. Y esto ha sido hábilmente aprovechado por quienes vieron frustradas sus expectativas de intervención militar en Siria en septiembre de 2013. Aunque, eso sí, hace dos años Bashar al-Asad era el objetivo a batir y nada se decía sobre los refugiados, puesto que no eran un problema para Europa sino para los países vecinos.

Estas últimas semanas, políticos franceses y británicos han llegado a vincular los bombardeos con la necesidad de atacar de raíz las causas que llevan a los sirios a huir de su país. Pero ni la campaña de bombardeos que la coalición liderada por Estados Unidos viene realizando desde hace un año contra la organización Estado Islámico, también conocida por su acrónimo árabe Daesh, ni la que Francia ha iniciado en septiembre contra el mismo grupo, ni mucho menos la que Rusia ha lanzado para defender al régimen de Damasco, van a detener el flujo de refugiados sirios a Europa. Por cinco motivos.

Primero, porque los refugiados sirios que intentan llegar a Europa no huyen sólo de Estado Islámico. Recordemos las cifras: hay más de 12 millones de desplazados, lo que representa la mitad de la población siria. De éstos, más de cuatro millones han buscado refugio en otros países, a los que se suman otros ocho que continúan dentro de las fronteras sirias pero lejos de sus hogares. Aunque no hay datos exactos sobre quién huye de qué, todo indica que muchos (sino la mayoría) han huido del régimen de Al-Asad, ya sea por formar parte de la oposición política o por haber desertado de las fuerzas de seguridad o, simplemente, porque sus casas se hallan en una línea de combate o porque la actividad económica que había sustentado sus familias ha quedado destruida.

Segundo, porque los bombardeos de países occidentales, lejos de reducir la capacidad homicida del régimen, pueden dar alas a acciones todavía más represivas por parte de Damasco y de sus aliados. Éstos presentarán cualquier bombardeo o acción militar como una medida en su lucha contra el terrorismo y subrayarán que otros países también lo están haciendo. La justificación que ha dado Rusia para el despliegue de tropas y para los bombardeos que ya ha llevado a cabo sigue esta línea argumental. Y a más bombardeos, más destrucción y, por lo tanto, más refugiados.

Tercero, en las actuales circunstancias los bombardeos contra Estado Islámico sólo pueden, como mucho, alterar el equilibrio de fuerzas, pero no poner fin al conflicto. Estado Islámico podría sufrir derrotas parciales o ver mermada su capacidad ofensiva, pero no sería borrado del mapa. Incluso en el escenario altamente improbable de que esto se produjera, Estado Islámico seria sólo uno de los contendientes, por lo que el conflicto armado proseguiría entre el resto de actores. Ninguno de ellos sería lo suficientemente fuerte para vencer la batalla completamente pero ninguno lo demasiado débil como para desaparecer de la ecuación por la vía militar. Pero hay más, incluso si uno de los bandos se impusiera en el campo de batalla, algo que ciertamente requería todavía más implicación internacional, asistiríamos entonces a un nuevo flujo de refugiados del bando perdedor.

Cuarto, porque sólo la creación de zonas seguras (safe zones) o zonas de exclusión aérea (no-fly zones) podrían justificar los bombardeos como una medida para frenar el flujo de refugiados. La presencia sobre el terreno de Rusia nos aleja de ese escenario por dos motivos. Por un lado, porque requiere un aval del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas y, ahora más que nunca, Rusia lo vetaría. Y, por otro lado, porque para Estados Unidos o Francia, y también para una Turquía que se sumaría gustosa a este tipo de operación, comportaría un riesgo de enfrentamiento directo con Moscú además de con otros actores regionales como Irán o Hezbollah.

Quinto, porque una parte importante de los refugiados que están llegando a Europa lo hacen tras haber pasado meses o años en países vecinos. Hasta ahora se encontraban en Jordania, Líbano y Turquía, países donde se han deteriorado las condiciones de acogida. No se trata sólo de falta de fondos, que también, sino de la escasez de empleos y redes de protección social, del aumento de actitudes de rechazo y del cansancio que acumulan individuos y familias que llevan meses y en muchos casos años en condiciones muy precarias. Por ello, para entender el flujo de refugiados sirios que llegan a Europa, tan importante es comprender las dinámicas del conflicto en Siria como la situación en que se encuentran los refugiados en estos tres países.

Sólo hay dos alternativas a este tipo de bombardeos. O bien una operación a mayor escala - opción que al menos por parte de Estados Unidos y de sus socios europeos parece descartada -  o bien una solución política, algo que todo el mundo invoca y que nadie parece capaz de forzar. Hay que plantearse si esta última ronda de bombardeos nos acerca o nos aleja de un escenario de solución negociada.

Si se quisiera ser optimista podría llegarse a pensar que corresponde a una maniobra para poder negociar desde una mejor posición de partida. No obstante, sólo un Al-Asad que se viera más cerca de la derrota total podría estar en disposición de sentarse a negociar en unos términos aceptables para la mayoría de otros actores en juego. Por ahora, la política rusa de apoyo al régimen en nada nos acerca a la mesa de negociaciones, algo que sólo cambiaría si Moscú amenazase con su retirar este apoyo si Al-Asad no se aviniera a negociar, y para lo cual Putin exigiría contrapartidas. En cuanto a las operaciones lanzadas por Francia o por la coalición liderada por Estados Unidos, su objetivo no es poner fin al conflicto sino detener la expansión de Estado Islámico y, en el mejor de los casos, hacerle retroceder. Es revelador que al justificar los bombardeos se esté invocando la legítima defensa, algo que poco tiene que ver con la dinámica del conflicto.

En suma, con los bombardeos se está avanzando hacia un escenario de mayor destrucción, con más refugiados, sin garantías claras de que nada de lo que está sucediendo nos acerque al fin del conflicto. Por si acaso, que nadie ose invocar a los refugiados para justificar los bombardeos y que nadie diga que no se advirtió de que esta escalada podría aumentar el número de sirios que llegan a los países vecinos y que, desde allí, intentan llegar a Europa.  

 

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