Ursula von der Leyen

Nota de actualización: esta biografía fue publicada el 1/12/2019. El 27/6/2024, al cabo de cinco agitados años al frente de la Comisión en los que la UE enfrentó numerosas crisis (COVID-19, crisis energética e inflacionaria, invasión de Ucrania) y tomó varias decisiones estratégicas (Pacto Verde Europeo, Plan de Recuperación Next Generation EU, Conferencia sobre el futuro de Europa, sanciones a Rusia, impulso al proceso de ampliación), Ursula von der Leyen fue propuesta por el Consejo Europeo al Parlamento Europeo para un segundo mandato de cinco años años. El 18/7/2024 el Parlamento reeligió a von der Leyen con 401 votos a favor y el 27/11 siguiente la Eurocámara aprobó la composición de su segundo colegio de comisarios con 370 votos favorables. La segunda Comisión von der Leyen inició sus funciones el 1/12/2024.

El 2 de julio de 2019 Ursula von der Leyen, ministra de Defensa de Alemania y dirigente democristiana, de 60 años, fue propuesta por el Consejo Europeo para presidir la próxima Comisión Europea. El 1 de diciembre, con un mes de retraso debido a las dificultades encontradas en el Parlamento, responsable de validar a los designados por los gobiernos para integrar el colegio de comisarios, la Comisión von der Leyen entró en funciones y tomó el relevo al equipo que desde 2014 venía encabezando el socialcristiano luxemburgués Jean-Claude Juncker, varios de cuyos miembros más destacados fueron renovados.

La candidatura de la primera mujer al frente de la Comisión tras una docena de titulares varones y también el segundo presidente alemán desde tiempos (1958-1967) de Walter Hallstein fue una selección sorpresa del núcleo duro del Consejo, donde una urdimbre de criterios y argumentos partidistas, nacionales, geográficos y de género sepultó, con la consiguiente polémica, las opciones del también popular alemán Manfred Weber y del socialista holandés Frans Timmermans; ambos aspiraban al cargo con la legitimidad que les daban sus postulaciones oficiales (spitzenkandidaten) en las elecciones europeas de mayo, ganadas con mayoría simple por el PPE de Weber y von der Leyen. 

En el mismo cónclave intergubernamental del 2 de julio, que requirió tres jornadas maratonianas, fueron designados presidente del Consejo el primer ministro liberal belga Charles Michel, presidenta del BCE la conservadora francesa Christine Lagarde, en esos momentos directora gerente del FMI, y Alto Representante de la UE para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad el ministro de Exteriores socialista español Josep Borrell.

(Texto actualizado hasta 1 diciembre 2019).


Ministra imprescindible de Angela Merkel con ideas progresistas

Médica de profesión, con raigambre aristocrática, madre de siete hijos y criada en las filas de la CDU de Baja Sajonia, land del que su padre, Ernst Albrecht, fue ministro-presidente durante 14 años, von der Leyen sirvió desde 2013 como la ministra de Defensa de los gobiernos tercero y cuarto de Angela Merkel. En el momento de su nominación para la alta oficina de Bruselas era la única superviviente del primer Gabinete inaugurado en 2005.

En la CDU, donde ha ostentado uno de los cinco puestos de vicepresidente, von der Leyen encarna una tendencia progresista que halló primero expresión en su etapa (2005-2013) de ministra de Familia, Trabajo y Asuntos Sociales, cuando aumentó el gasto público en la infancia, amplió el permiso de paternidad, introdujo el salario mínimo interprofesional y dispuso cuotas femeninas en las directivas empresariales. Posteriormente, esa orientación no conservadora se advirtió en su voto favorable, desde el escaño en el Bundestag y contrariando la opinión oficial de su partido, al matrimonio homosexual en Alemania, así como en el aplauso a la decisión en 2015 por la canciller de abrirles las puertas a los refugiados y migrantes sirios, para los que reclamó incluso más protección y ayudas ("la indiferencia no es una opción", dijo entonces). También, adoptó una postura de tajante rechazo a la pedofilia y a la circulación de pornografía infantil en Internet.

Como responsable de la Defensa, von der Leyen impulsó un histórico proceso de rearme y visibilización internacional de la Bundeswehr, que modernizó sus arsenales, aumentó sus efectivos y desplegó soldados en misiones de apoyo a las fuerzas que luchan contra el Estado Islámico en Irak, Siria y Malí, además de involucrarse en la seguridad antiterrorista doméstica. Varios elementos de esta gestión, empero, fueron cuestionados por el personal de uniforme. Su visión de la política exterior germana en pleno despliegue estratégico de Rusia fue más proactiva que la de los ministros de Exteriores del SPD, socio de gobierno de la CDU/CSU. 

Si bien matizó también que las injerencias y agresiones del Kremlin en Ucrania no debían ser respondidas con el suministro de armas a Kíev, a diferencia por ejemplo de la asistencia enviada por la Bundeswehr a los kurdos irakíes para la guerra contra los yihadistas. Europeísta convencida y valedora de una integración de la UE con evocaciones federalistas, la ministra abogó por la constitución de un Ejército europeo a largo plazo y llegó a invocar unos "Estados Unidos de Europa". Los medios suelen retratarla como una mujer de maneras distinguidas, espíritu laborioso y carácter tenaz.

Su lealtad a Merkel, de la que sin embargo ha discrepado en una serie de temas importantes, y sus firmes convicciones la situaron años atrás con opciones para reemplazar en su momento a la canciller, que la veía como un pilar de su Ejecutivo. Pero en 2015 un sonado escándalo personal, la acusación, luego desmentida por su universidad, de que había plagiado su tesis doctoral de Medicina, dio al traste con esas expectativas e incluso estuvo a punto de arruinar su brillante carrera política. En 2018, la elección para presidir la CDU de Annegret Kramp-Karrenbauer, desde el 17 de julio de 2019 su sucesora además como ministra de Defensa, descartó definitivamente a von der Leyen como heredera de Merkel. A cambio, fue barajada para suceder a Jens Stoltenberg en la Secretaría General de la OTAN. Dicho sea de paso, la ministra refutó a Donald Trump cuando este dijo que Alemania le "debía dinero" a la Alianza Atlántica.

Reticencias a su elección por el eje franco-alemán

En vísperas de su inesperada designación para presidir la Comisión Europea, Ursula von der Leyen era una ministra altamente respetada en la OTAN y los ambientes diplomáticos de las áreas de defensa y seguridad, pero no tenía ascendiente en la maquinaria de la UE y su grado de conocimiento por el público europeo era bien escaso. En su propio país, su popularidad no pasaba de discreta, y tras la promoción del 2 julio una encuesta nacional indicó que solo una tercera parte de los preguntados creían que ella haría un buen trabajo en Bruselas. 

Dentro y fuera de Alemania, la idoneidad de von der Leyen como cabeza de la institución supranacional de la Unión responsable de aplicar una legislación europea que no aprueba (competencia exclusiva del Consejo de la UE y el Parlamento) pero que sí propone (la capacidad, ciertamente poderosa, de la iniciativa legislativa) y luego ejecuta (junto con los gobiernos), y que es la guardiana de los Tratados, ha sido puesta en duda desde diversos sectores políticos, quizá no tanto por aspectos de currículum como por el contexto de su nominación y su perfil general.

Así, que von der Leyen, a diferencia de sus seis predecesores en el cargo desde 1981 (Thorn, Delors, Santer, Prodi, Durão Barroso y Juncker), no tenga experiencia como primera ministra o ministra de Finanzas de su país, y que su perfil profesional no sea el de economista o jurista, se ve menos relevante que el hecho de que sus impulsores en el Consejo, fundamentalmente Merkel y el presidente francés Emmanuel Macron (visto como el claro ganador de la cumbre de julio y quien aprecia la perfecta francofonía de la germana), decidieran a puerta cerrada un reparto de altos puestos europeos, los llamados topjobs, que ignoraba el sistema de los spitzenkandidaten.

Más todavía, la nominación de von der Leyen generó tensiones en la Gran Coalición gobernante en Berlín, pues ni el SPD del vicecanciller Olaf Scholz ni la CSU de Markus Söder, el partido hermano de la CDU en Baviera (y del que es miembro Weber, el gran damnificado por el arreglo del Consejo), vieron procedente una candidatura que, creían, se había cocido a sus espaldas y con la que no simpatizaban.

El programa de una Comisión "geopolítica"

El 16 de julio de 2019 von der Leyen, quien contaba con todo el apoyo del presidente saliente del Consejo Europeo, Donald Tusk, se jugaba su investidura por el Parlamento, presidido desde julio por el italiano David Sassoli, en una única oportunidad que precisaba de mayoría absoluta, al menos 376 votos sobre 751; si perdía la votación, quedaría descartada y los jefes de Gobierno tendrían un mes para proponer a la Eurocámara otro candidato. La todavía ministra de Defensa afrontaba la votación con el respaldo seguro de su propio grupo, el PPE (182 escaños), pero ignoraba cuántos apoyos más obtendría de la Alianza Progresista de Socialistas y Demócratas (S&D), los liberales de Renovar Europa (RE) y Los Verdes, los grupos segundo, tercero y cuarto de la Cámara con 154, 108 y 74 escaños, respectivamente. 

Las críticas a von der Leyen eran más marcadas entre los socialistas y los verdes, quienes recordaba a la candidata su ausencia de las elecciones europeas y los debates conexos, y le exigían una precisa exposición de intenciones así como garantías de un giro social y de un mayor compromiso medioambiental de la próxima Comisión, antes de avalarla como presidenta de la misma.

Para convencer a los escépticos de la izquierda, el liberalismo y el ecologismo, von der Leyen discurseó el siguiente programa, algunos de cuyos puntos se ejecutarían en los 100 primeros días: "flexibilización" del Pacto de Estabilidad y Crecimiento, a fin de que el gasto público conjugara el apoyo al crecimiento, en sus horas más bajas desde el final de la Gran Recesión, y la responsabilidad fiscal; implantación del salario mínimo legal en todos los estados miembros; creación del seguro europeo de desempleo, complementario que sería a las prestaciones nacionales; establecimiento de la Garantía Infantil de la UE para los niños en riesgo de pobreza, a añadir a la ya vigente Garantía Juvenil; tipificación como delito penal en los Tratados de la violencia contra las mujeres; y provisión de un nuevo Mecanismo Europeo sobre el Estado de Derecho, en implícita alusión a la vigilancia reforzada de gobiernos problemáticos como el húngaro, el polaco y el rumano.

Von der Leyen también se proponía: un "nuevo comienzo" en inmigración con la revisión de las directrices sobre el asilo, la reforma del reglamento de Dublín y la fijación de unas "fronteras humanas", teniendo presente que junto con el combate al tráfico ilícito de personas existía igualmente la "obligación moral y jurídica de salvar vidas en el mar"; aumentar al 50-55% el objetivo de reducción de emisiones carbónicas para 2030 y alcanzar la neutralidad climática en 2050, meta que tendría una inmediata articulación legal; en relación con lo anterior, extender el Régimen de Comercio de Derechos de emisión, crear un nuevo Fondo de Transición Justa y sacar adelante el Plan Europeo de Inversión Sostenible; y legislar el enfoque europeo de las implicaciones éticas de la inteligencia artificial. 

Además, su Comisión, prometía la política germana, presentaría paridad de género. En otras palabras, von der Leyen hacía estandartes de la equidad, la justicia social, el feminismo, el Pacto Verde y el imperio de la ley. La Comisión bajo su mando sería decididamente "geopolítica", comprometida con las "políticas sostenibles".

Problemas para instalar el colegio de comisarios

Tal declaración de visión e intenciones, expresada con apasionamiento a los diputados, fue suficiente para conseguir la aprobación personal de la Cámara, aunque con una mayoría de lo más apretada: el 16 de julio hubo 383 votos a favor, 327 votos en contra, 22 abstenciones y un voto nulo. Tras conseguir su muy ajustado plácet en Estrasburgo, von der Leyen tenía que formar su colegio de comisarios. Ahora, el Parlamento evaluaría y daría el visto bueno a todos y cada uno de los comisarios nominados por los gobiernos. Pues bien, von der Leyen, evocando el caso de José Manuel Durão Barroso en 2004, iba a toparse aquí con unos reveses que para muchos observadores no fueron sino la manera que los diputados eligieron, en una especie de venganza diferida, para dejar patente su indignación con el Consejo Europeo por haber dejado en la cuneta el sistema de los spitzenkandidaten, lo que les parecía un gesto de desprecio a los electores y al Parlamento.

El 10 de septiembre la presidenta in péctore presentó un equipo de 26 comisarios, 14 hombres y 12 mujeres, de los que cinco eran vicepresidentes y tres vicepresidentes ejecutivos. Esta nueva estructura debía permitir una Comisión "equilibrada, ágil y moderna", capaz de "abordar los cambios" y "dar respuestas" en lo tocante al clima, la tecnología y la demografía, los cuales estaban "transformando nuestras sociedades y nuestro modo de vida". En esta ocasión había 27 responsables y no 28, ya que el Reino Unido, en la cuenta atrás para el Brexit, decidió no enviar comisario a Bruselas.

Los tres vicepresidentes ejecutivos ya venían sirviendo como pesos pesados de la Comisión Juncker. Ellos eran: Frans Timmermans, hasta ahora vicepresidente primero para Mejor Regulación, Relaciones Institucionales, Legalidad y la Carta de Derechos Fundamentales, que adquiría la comisaría de Acción por el Clima y coordinaría los trabajos del Pacto Verde Europeo, siendo su rango preciso el de primer vicepresidente ejecutivo; la liberal danesa Margrethe Vestager, renovada como comisaria de Competencia y de paso coordinadora de la agenda para la adaptación digital; y el popular letón, ex primer ministro de su país, Valdis Dombrovskis, hasta ahora vicepresidente del Euro y el Diálogo Social y comisario de Estabilidad Financiera, Servicios Financieros y Unión de los Mercados de Capitales, que asumía la renombrada cartera de Servicios Financieros apoyándose en la antedicha Dirección General y con la tarea de coordinar "la Economía al Servicio de las Personas".

En cuanto a los cinco vicepresidentes no ejecutivos, se trataban de: el Alto Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad, el español Josep Borrell; la checa Vera Jourová, titular de Valores y Transparencia; el eslovaco Maros Sefcovic, responsable de Relaciones Interinstitucionales y Previsión; la croata Dubravka Suica, encargada de Democracia y Demografía; y el griego Margaritis Schinas, al que von der Leyen adjudicó una oficina coordinadora que entre otras áreas incluiría la de migraciones y que se llamaría "Protegiendo nuestro Estilo de Vida Europeo". Tal denominación levantó críticas y rechazo, viéndose obligada von der Leyen, subsanando este primer paso en falso, a renombrar la vicepresidencia de Schinas, llamada ahora "Promoviendo el Estilo de Vida Europeo".

El 26 de septiembre el Comité de Asuntos Jurídicos del Parlamento vertió un jarro de agua fría a von der Leyen: instaba al pleno de la Cámara a no aceptar al popular húngaro László Trócsányi como comisario de Vecindad y Ampliación y a la socialista rumana Rovana Plumb como comisaria de Transportes por la detección de conflictos de intereses en sus currículos. El Comité ni siquiera recomendaba la inclusión de ambos en la batería de audiencias de escrutinio, al cabo de las cuales, se preveía que en la fecha del 23 de octubre, los diputados tendrían que votar en bloque a los 26 comisarios.

El 10 de octubre von der Leyen y los gobiernos afectados no habían presentado aún a los comisarios alternativos cuando el Parlamento rechazó también a la liberal francesa Sylvie Goulard, designada para la cartera de Mercado Interior, al hilo de unas presuntas irregularidades en el pago de sueldos a asistentes en su etapa de eurodiputada. Tales emolumentos seguían bajo las lupas de la justicia gala y de la OLAF, la oficina antifraude de la UE, y ya habían costado a Goulard el cargo de ministra de Defensa de Macron, del que había tenido que dimitir en 2017. Este triple veto de los diputados fue visto como una humillación para el presidente Macron y los primeros ministros Viktor Orbán Viorica Dăncilă.

Las bajas de Trócsányi, Plumb y Goulard obligaron a aplazar la investidura de la nueva Comisión, haciendo imposible su toma de posesión en la fecha prevista del 1 de noviembre. Von der Leyen se resignó a suceder a Juncker un mes más tarde, el 1 de diciembre como muy pronto. Al final, los sustitutos de los comisarios caídos fueron Thierry Breton por Francia, Adina Valean por Rumanía y por Hungría Olivér Várhelyi, quien todavía se encontró con reticencias en la Eurocámara. Para remover los últimos obstáculos, Von der Leyen hizo concesiones a los socialistas con el cambio de nombre de la vicepresidencia de Schinas y el otorgamiento de más competencias al comisario de Economía, el ex primer ministro italiano Paolo Gentiloni. El 27 de noviembre la Comisión von der Leyen fue aprobada por el Parlamento, que la invistió con 461 votos a favor, 157 votos en contra y 89 abstenciones.


(Texto actualizado hasta 1/12/2019).

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