Mohammed VI

Segundo de los cinco hijos del rey Hasan II y primogénito de los varones, su madre es la segunda de las dos esposas que tuvo Hasan, la bereber Lalla Latifa Hammou, que nunca tuvo dignidad real o título y que ha sido referida simplemente como "madre de los hijos del rey". El joven príncipe recibió educación coránica en Palacio y desde 1969 una formación de tipo occidental en el Colegio Real de Rabat, compartiendo aula con los hijos de las elites del reino jerifiano.

Su conocimiento del español, lengua que habla además del inglés, el francés y, obviamente, el árabe (tanto el clásico como la variedad marroquí), le viene de una institutriz española que tuvo asignada en su infancia. Precisamente, fue gracias a una de sus ayas que, protegiéndole con su cuerpo, salvó la vida en el atentado de Sjirat de julio de 1971, cuando un comando de militares golpistas irrumpió en el complejo residencial durante una fiesta real y asesinó a decenas de personalidades y miembros del servicio. Aunque Hasan nunca llegó a emitir un dahir o decreto real al respecto, en 1984 designó a Mohammed príncipe heredero.

En 1981 aprobó el bachillerato y en junio de 1985 se licenció en Derecho por la Universidad Mohammed V de Rabat con un proyecto de investigación titulado La Unión Árabe-Africana y la estrategia del Reino de Marruecos en las Relaciones Internacionales. Dos años después obtuvo una titulación superior en Ciencias Políticas y en 1988 pasó unos meses en la Comisión Europea en Bruselas para familiarizarse con las cuestiones comunitarias, bajo la tutoría personal del presidente de la institución, Jacques Delors.

Su formación académica se cerró en octubre de 1993 con el doctorado en Derecho por la Universidad Sofía-Antípolis de Niza. La tesis que defendió, La cooperación entre la Unión Europea y los países del Magreb, volvió a indicar los intereses internacionales de la Corona y las inclinaciones personales de Mohammed.

Joven serio e introvertido, su trayectoria como príncipe heredero se mantuvo en un perfil discreto, siendo bien pocos los detalles que se conocían de su vida privada. Su padre, no obstante, le fue confiriendo progresivamente responsabilidades, sobre todo en el terreno diplomático. Siendo aún un niño, en 1974 representó al Reino en los funerales del presidente francés Georges Pompidou en París, en enero de 1986 presidió en Fez la reunión de ministros de Exteriores de la Organización de la Conferencia Islámica (OCI), en 1993 realizó su primera visita oficial a un país occidental, Francia, y en 1994 viajó a España para entregar un mensaje personal de su padre al rey Juan Carlos I

Pero el verdadero bautismo internacional de Mohammed vino con su discurso ante la Asamblea General de la ONU en Nueva York, en octubre de 1995, con motivo del 50º aniversario de la organización, sustituyendo a su padre súbitamente indispuesto. En septiembre de 1996 acompañó al ministro del Interior Driss Basri a Tánger para negociar con el Frente Polisario (FP) sobre el Sáhara Occidental, importante cometido que fracasó al rechazar la organización saharaui el ofrecimiento de una amplia autonomía dentro del Reino de Marruecos.

Aunque desde noviembre de 1985 tenía como misión coordinar la intendencia del Estado Mayor General de las Fuerzas Armadas Reales, lo que le convertía en el, si bien simbólico, número dos del Ejército tras su padre, y en julio de 1994 fue promovido a general de división, Mohammed no respondía en absoluto al molde de príncipe militar. A diferencia de su padre en su etapa principesca (que incluyó una experiencia de combate y de mando de tropa durante la campaña contra los rebeldes rifeños), no se le vinculaba con la vida castrense y apenas se relacionaba con los uniformados.

Antes bien, aparecía interesado en las nuevas tecnologías y se le consideraba sensible a la problemática social y religiosa del país, inclinaciones bien poco características del talante de su padre o de su hermano menor, el príncipe Rashid, que gozaba de mayor consideración entre los elementos conservadores de Palacio.

Por lo demás, Mohammed era un aficionado a los deportes de velocidad, como el jet-ski, o moto acuática, y el automovilismo, pasión que en noviembre de 1985 le acarreó un accidente de tráfico para sobresalto y disgusto del severo Hasan. Como cualquier otro joven marroquí, se le sabía seguidor de la música rai, un pop local con contenidos contestatarios.

En la segunda mitad de los años noventa, su influencia en los asuntos de Palacio creció, hasta el punto de considerársele instrumental en el acercamiento de Hasan a la oposición socialista, que en febrero de 1998 colocó a su dirigente Abderrahman El Youssoufi, en excelentes relaciones con el príncipe, en la jefatura del Gobierno.

El mal estado de salud de Hasan tuvo un súbito desenlace fatal el 23 de julio de 1999. En ese instante Mohammed se convirtió en jefe del Estado y al día siguiente, por la ceremonia del acatamiento que representa la tradición paternalista de la Beia, la cual establece un vínculo de fidelidad entre el monarca y sus súbditos, los ulema islámicos, los miembros de Palacio con la familia real a la cabeza, los mandos del Ejército y demás notables del Reino le reconocieron como el 18º monarca de la dinastía alauí (fundada en 1664) con el nombre de Mohammed VI, comendador de los creyentes o al-Amir al-Mu'minin y 36º descendiente directo del Profeta Mahoma.

A falta de descendencia filial, su hermano Rashid se convirtió automáticamente en el nuevo príncipe heredero. Hecho significativo del hermetismo que rodeaba la vida privada de Mohammed (las cuestiones sentimentales en Palacio eran tabú para la opinión pública), se difundió la información de que breves horas después del óbito real, Mohammed había contraído matrimonio secreto con una joven bereber llamada Lalla Amina, pero el 26 de julio fuentes palaciegas desmintieron el desposorio.

La revelación y el mentís eran relevantes, ya que una tradición alauí establecía que el príncipe heredero no puede casarse en vida del rey padre, pero una vez convertido en monarca y antes de la entronización, debe estar unido en matrimonio y éste consumado con un heredero, lo que dejaba al interesado un muy breve plazo para cumplimentar con estos preceptos consuetudinarios.

El 25 de julio Mohammed presidió los solemnes funerales y entierro de Hasan en el Mausoleo Real de Rabat y mantuvo breves entrevistas con el presidente estadounidense Bill Clinton presidente de la Autoridad Palestina Yasser Arafat, el rey jordano Abdallah II, el presidente argelino Abdelaziz Bouteflika (cita reveladora, por las siempre difíciles relaciones bilaterales), el presidente egipcio Hosni Mubarak, el primer ministro israelí Ehud Barak y el rey Juan Carlos I, con el que le une una buena amistad y al que visitó en mayo de 1997 en su primer viaje oficial a España. Finalmente, el 30 de julio, Mohammed fue entronizado oficialmente tras cumplir el ritual del acceso al Palacio Real en la carroza que simboliza a la Monarquía alauí.

La llegada al trono de Mohammed VI estuvo rodeada de un desmedido entusiasmo popular y levantó esperanzas de profundos cambios en el país, sobre todo por parte de una numerosísima juventud que se identifica con él. Del rey se esperaba la continuación y aceleración de las reformas liberalizadoras emprendidas por su padre en la economía y la política, pero además, dada su particular sensibilidad, cambios decisivos en el terreno social como oportunidades laborales para los jóvenes, legislación emancipatoria de la mujer y la reducción del analfabetismo, que afecta al 55% de la población, todo conforme a las aspiraciones de una sociedad civil emergente.

Como monarca constitucional de misión divina y de personalidad "inviolable y sagrada", según recoge la Carta Magna de 1992, Mohammed adquiría tanto la suprema autoridad religiosa como extensas prerrogativas, de pleno contenido político, muy superiores a las de los monarcas parlamentarios europeos, entre ellas, la de elegir a los ministros del Interior, Asuntos Exteriores, Justicia y Asuntos Religiosos, áreas, como la Defensa (gestionada personalmente por el jefe del Estado), de competencia real y sustraídas al Gobierno. Aunque, por tanto, un monarca gobernante, Mohammed VI no es, empero, políticamente responsable.

Por otro lado, su autoridad, y por tanto su margen de maniobra para eventuales actuaciones reformistas, había de tener en cuenta al Majzen (literalmente, el Almacén, de cuya versión muy similar en árabe clásico deriva la actual palabra del idioma castellano español), entendido como el conjunto de tradiciones y leyes no escritas que regulan los complejos ritos y relaciones en Palacio. Fielmente salvaguardado por una red de cortesanos y altos funcionarios, este vestigio feudal ha sido hasta ahora seguido al pie de la letra por la monarquía alauí para perpetuar la memoria de los sultanes fundadores y salvaguardar la estabilidad del Estado.

Precisamente por su atribuido carácter observador e inquieto, partidario de palpar directamente la realidad del país, con el nuevo monarca este filtro tenía visos de perder preponderancia. De hecho, desde el primer momento sus gestos, discursos y actos confirmaron la contemplación de todos los objetivos arriba enumerados, su voluntad de modernizar la Corte y, en definitiva, de impulsar decididamente la transición democrática, cuestionada bajo Hasan II por la pervivencia de los modos represivos, la corrupción y los gastos suntuarios desmedidos. Como primer gesto, Mohammed renunció al aparatoso cortejo que acompaña al rey en sus desplazamientos por un dispositivo más discreto.

En los meses siguientes, el monarca causó sensación por su dinamismo y la acumulación de disposiciones, que superaban lo meramente simbólico. El 8 de octubre hizo un primer discurso ante el Parlamento, tímido aunque inequívocamente reformista, en el que habló de reformas en el sistema educativo y la creación de un nuevo fondo para inversiones y equipamientos generadores de empleo.

Aunque no hizo ninguna alusión al problema crucial del Sáhara, ya a finales de septiembre tomó directamente las riendas del asunto con la creación de una comisión político-militar bajo dirección real. Esta actuación preliminar permitió atisbar que en lo sucesivo los militares, incluidos varios compañeros de promoción del rey, iban a jugar un papel más relevante en la dirección del Estado, algo del todo inesperado considerando la citada poca afición de Mohammed a los asuntos de la milicia en su etapa de príncipe.

El 3 de noviembre el ministro Basri, eminencia gris del régimen hasaniano y que contaba con plenos poderes por su competencia en la territorialidad del Reino, declaró que el referéndum sobre el estatus del territorio previsto para el 31 de julio de 2000 iba a sufrir un retraso de "dos o tres años", debido a los numerosos recursos presentados contra el censo que elaboraba la ONU. El 9 de noviembre, por sorpresa, el rey destituyó a Basri y semanas después se produjo una cascada de relevos en la administración provincial y en la Dirección de Seguridad del Territorio (DST, policía política).

La salida de Basri, esperada aunque no exenta de espectacularidad por su prontitud, fue interpretada no tanto como un viraje en la política saharaui -Mohammed ya había reafirmado la posición de su padre de defensa irrenunciable de la marroquinidad del territorio y su confirmación con un referéndum basado en un censo favorable- como la remoción de un obstáculo decisivo a la política reformista del Gobierno de El Youssoufi y a los objetivos del propio rey. El monarca alauí no desmintió el retraso del referéndum, para irritación de los cada vez más impacientes saharauis, y de hecho la segunda reunión directa entre el Gobierno marroquí y el FP en Londres concluyó el 28 de junio de 2000 en fracaso.

Mayores avances se hicieron en el capítulo de los represaliados del régimen. El 30 de julio de 1999, de acuerdo con una tradición aplicada en los relevos reales, el rey amnistió a casi 8.000 presos y ordenó la reducción de pena para otros 38.000, algunos de los cuáles eran miembros de organizaciones religiosas ilegales. Asimismo, el 15 de mayo de 2000 le fue levantado el arresto domiciliario vigente desde 1989 al jeque Abdessalam Yassin, líder del grupo fundamentalista Justicia y Caridad.

Otros gestos reveladores de la superación del pasado fueron la autorización el 30 de septiembre de 1999 de regresar a Marruecos a Abraham Serfaty, el más conocido preso político marroquí que vivía exiliado en Francia desde 1991, y la misma disposición para la familia de Mehdi Ben Barka, el dirigente socialista opositor raptado y desaparecido en París en 1965, con toda seguridad asesinado a instancias de los servicios secretos de Hasan II, la cuál retornó de su exilio voluntario el 27 de noviembre de 1999.

El rey realizó su primer viaje oficial en el interior de Marruecos a la desamparada región del Rif, a la que su padre no había regresado desde que tomara parte en la implacable represión de las cabilas en los años cincuenta. Su primera visita oficial al extranjero fue a Francia, primera prioridad de la diplomacia marroquí, del 19 al 21 de marzo de 2000, para entrevistarse con el presidente Jacques Chirac, seguida de unas estancias en Italia y Portugal.

A España, el monarca alauí realizó el 1 de marzo de 2000, coincidiendo con la entrada en vigor del Acuerdo Euromediterráneo de Asociación firmado con la UE el 26 de febrero de 1996 (el cual, entre otros aspectos, contempla un espacio de libre comercio efectivo en 2010), un breve desplazamiento privado para departir con el rey Juan Carlos y el presidente del Gobierno, José María Aznar.

Del 18 al 20 de septiembre del mismo año Mohammed VI cursó su primer viaje oficial a Madrid, en el que, sin embargo, no se avanzó sustancialmente en la solución de los diversos capítulos de porfía hispano-marroquí, cuales son la pesca (el 30 de noviembre de 1999 había caducado el Acuerdo Pesquero con la UE y de momento no se renovó), la inmigración clandestina, el narcotráfico y la cuestión de Ceuta y Melilla, ciudades cuya españolidad cuestiona Rabat.

(Cobertura informativa hasta 1/11/2000)