Mark Carney

Primer ministro (2025-)
Editado por: Roberto Ortiz de Zárate Arce
El 14 de marzo de 2025 Canadá estrenó primer ministro en medio de una crisis sin precedentes en sus relaciones con Estados Unidos, que ha desencadenado una caótica guerra comercial y plantea el escenario insólito de una futura absorción territorial del país vecino. Mark Carney, elegido cinco días antes nuevo líder del Partido Liberal (LPC), gobernante desde 2015, tomó el relevo a Justin Trudeau, a quien un tropel de reveses políticos y el derrumbe de su popularidad obligaron a anunciar la dimisión el 6 de enero.
De 60 años y con la triple nacionalidad canadiense-británica-irlandesa, Carney es un economista sin experiencia legislativa (no ha sido nunca parlamentario, algo inédito en un primer ministro) y solo ahora salta a la arena política, pero ofrece un prestigioso currículum de alto ejecutivo financiero de los sectores público y privado. Entre 2008 y 2020 fue gobernador primero del Banco de Canadá y luego del Banco de Inglaterra, desde donde aplicó unas políticas monetarias bajo el impacto de sendas turbulencias, la Gran Recesión y el Brexit en paralelo al estallido de la COVID-19, que merecieron elogios por su carácter equilibrado. Luego, se encargó de los aspectos financieros de la acción climática de la ONU.
Fortalecer a Canadá frente a Trump
Carney representa una línea centrista moderada en un partido que viene practicando políticas social liberales de centro-izquierda, si bien su perfil, de trayectoria tecnocrática, no se identifica especialmente con el discurso ideológico woke, característico en Trudeau. Salvo eso, las coincidencias son claras. Carney y Trudeau, y con ellos el resto de responsables del LPC y los partidos de la oposición federal, rechazan tajantemente el agresivo nacionalismo anticanadiense de Donald Trump, de vuelta en la Casa Blanca el 20 de enero.
Así, Trump insiste en reclamar la conversión del vasto vecino norteño, presentado como un país artificial pero codiciado por sus riquezas naturales y sus ventajas estratégicas, en el "51 estado" de Estados Unidos y subraya su amenaza anexionista con una batería de aranceles debilitantes. Los pretextos son que Ottawa comercia de manera "injusta" y no combate debidamente los flujos de opioides e inmigrantes irregulares, cuya magnitud en la Frontera Norte el presidente exagera.
Semejante narrativa, que recuerda la que Rusia expone sobre Ucrania, equivale a impugnar la soberanía nacional de Canadá, una nación federal semiindependizada del Reino Unido en 1867 y autónoma en términos legislativos desde 1931, aunque no de manera plena hasta la reforma constitucional de 1982. Hasta el presente, Canadá y Estados Unidos han mantenido unas estrechísimas relaciones humanas, culturales, económicas y militares, hasta el punto de formar un mando único de la defensa aeroespacial de América del Norte, el NORAD.
El 1 de febrero Trump desató las hostilidades comerciales ordenando aranceles del 25% a todos los bienes importados de Canadá —para los hidrocarburos del 10%— a partir del 4 de ese mes. Trudeau anunció aranceles recíprocos. Dos días después, una conversación telefónica con Trump, aparentemente aplacado por Trudeau con la promesa del refuerzo policial de la vigilancia fronteriza, dio paso al anuncio de que la sanción arancelaria se postergaba un mes, tiempo en el cual Canadá tendría que satisfacer todo lo que se le requería.
El 4 de marzo venció ese período de gracia y los aranceles estadounidenses quedaron listos para entrar en vigor, al igual que los contraaranceles canadienses. De nuevo, Trump cambió de marcha concediendo una exención de un mes a las importaciones de automoción en el ámbito del USMCA/T-MEC, el tratado de libre comercio trilateral junto con México (objeto de idénticas medidas punitivas y sujeto de las mismas acciones de retorsión) suscrito en 2018 por exigencia de la primera Administración Trump, luego de mandar a la papelera el NAFTA/TLCAN de 1994. Una jornada después, el 6 de marzo, el presidente notificó que los aranceles a las importaciones cubiertas por el USMCA, esto es, el 38%, se retrasaban hasta el 2 de abril, luego Canadá recibía otro mes de gracia para una parte sustancial de su ventas, pero las restantes, el grueso, no se libraban.
Al poco, el 11 de marzo, Trump tronó con que Estados Unidos aplicaba a Canadá desde ya mismo aranceles de un 50% para el aluminio y el acero, el doble de lo previsto en su paquete global, como represalia por el recargo del 25% en el precio de la electricidad que la provincia de Ontario vendía a los estados de Michigan, Nueva York y Minnesota; el Gobierno de Ontario suspendió al punto la subida eléctrica y la Casa Blanca anuló la duplicación arancelaria. Al día siguiente, Canadá, como el resto de países, empezó a pagar solo un 25% de tarifa aduanera por exportar aluminio y a acero a Estados Unidos, que tenía en el socio norteamericano su principal proveedor de ambos metales.
El Gobierno saliente de Trudeau replicó con contraaranceles por valor de 29.800 millones de dólares canadienses (20.700 millones estadounidenses), pero era plenamente consciente del coste potencialmente devastador de una guerra comercial de este calibre, ya que Estados Unidos es el destino del 78% de las exportaciones canadienses y el origen del 49% de sus importaciones. Se trata en ambas direcciones de una canasta muy diversificada de bienes, tanto manufacturas como materias primas, y su balanza superavitaria para Canadá no ha hecho más que aumentar en los últimos años. Lo que irrita profundamente a Trump, quien dice velar por la industria y el empleo de Estados Unidos.
Frente a este panorama, enmarcado de paso en la histórica fractura de las relaciones transatlánticas que afecta a Europa, Carney propugna "encarrilar" Canadá con una batería de medidas de refuerzo económico, energético y securitario, mientras le sostiene el pulso al "matón" Trump. El primer ministro certifica que los aranceles de Estados Unidos se responderán "dólar por dólar", anuncia un mayor gasto militar hasta cumplir con el objeto de la OTAN de destinar el 2% del PIB a la defensa y expone su deseo de intensificar las relaciones con las otras naciones de la anglosfera así como con la Unión Europea. Los que él llama "socios y aliados confiables".
En este sentido, el nuevo Gobierno canadiense, donde la ministra Mélanie Joly renueva en Exteriores y Bill Blair en Defensa, ha arrancado con unos movimientos de política internacional muy significativos. Carney ha elegido Europa para su primera salida a exterior, con entrevistas con el presidente Emmanuel Macron en París y el primer ministro Keir Starmer en Londres, y ya ha abierto una comunicación con la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, para estudiar las "nuevas oportunidades comerciales transatlánticas" y abordar "el papel de Canadá en el fortalecimiento de la defensa internacional", ahora que la UE ha adoptado su propio plan de rearme y varios de sus miembros se preparan para enviar tropas a Ucrania.
Que la confianza de los canadienses en Estados Unidos ha quedado rota se aprecia también en la indicación por el ministro Blair de que la Real Fuerza Aérea está evaluando alternativas al F-35 Lightning II (estaba prevista la adquisición a la Lockheed Martin de 88 unidades de esta moderna aeronave de combate) para reemplazar en el futuro su flota de cazas F/A-18 Hornet.
"América no es Canadá. Y Canadá nunca, nunca será parte de América de ninguna manera o forma (…) Estos son días oscuros, provocados por un país en el que ya no podemos confiar (…) Estamos superando el shock, pero no vamos a olvidar las lecciones (…) Tenemos que tirar juntos hacia adelante en los días duros que se avecinan (…) Los estadounidenses quieren nuestros recursos, nuestras aguas, nuestra tierra, nuestro país. Si lo consiguen, destruirán nuestro modo de vida (…) Nosotros no pedimos esta pelea (…) Ellos [Estados Unidos] no deberían equivocarse: en el comercio como en el hockey, Canadá ganará".
Tales fueron algunas de las contundentes y dramáticas afirmaciones hechas por Carney en su toma de posesión, ante una audiencia nacional picada en su orgullo que vive un fervor patriótico como no se recuerda y que empieza a boicotear los productos de consumo estadounidenses en aras de un buy Canadian.
De la mano de Trudeau, el LPC regresó al poder con mayoría absoluta en las elecciones federales de 2015, pero en las de 2019 cayó a la mayoría simple, debilidad parlamentaria que los comicios anticipados de 2021 no pudieron subsanar. Después, su declive se aceleró. Actualmente, el partido dispone de 153 escaños en la Cámara de los Comunes de 338 miembros, no recibe apoyo externo y es muy vulnerable a las mociones de censura de la oposición. Las próximas elecciones federales tienen como fecha límite el 20 de octubre y Carney podría adelantarlas si aprecia una oportunidad favorable.
Desde 2022, el LPC apareció en las encuestas a la zaga del Partido Conservador (CPC) de Pierre Poilievre. En el momento de la dimisión del muy desgastado Trudeau, los conservadores gozaban de una ventaja de más de 25 puntos. Pero la irrupción de Trump y sus agresiones comerciales y declarativas fueron un revulsivo fulminante que puso en órbita a los liberales, hasta más o menos empatar con los conservadores en la intención de voto. A continuación, la llegada de Carney ha espoleado aún más a su partido, que ahora vuelve a encabezar los sondeos. El panorama electoral en Canadá se presenta en estos momentos totalmente abierto y los siguientes movimientos de Trump y Carney resultarán decisivos.
(Texto actualizado hasta 18 marzo 2025).
BIOGRAFÍA
Los antecedentes de Mark Carney son también inusitados en relación con su procedencia geográfica, para tratarse de un representante de las élites anglófonas de Ontario: es oriundo de Forth Smith, pequeña localidad rural de los Territorios del Noroeste lindera con la provincia de Alberta, en una zona escasamente habitada y con mayoría de población amerindia, donde su padre, miembro del Partido Liberal, dirigía un instituto escolar. Desde los seis años se crió en Edmonton, la capital de Alberta, y cursó la secundaria en un centro católico, la St. Francis Xavier High School.
Con la suma de una beca y un préstamo educativo tuvo la oportunidad de ingresar en la estadounidense Universidad de Harvard, dispuesto a formarse como economista mientras practicaba su deporte favorito, el hockey sobre hielo. En 1988 obtuvo el título de Bachelor's degree con honores y luego prosiguió sus estudios en el Reino Unido, en el St. Peter's College de la Universidad de Oxford, que le expidió el Master's degree en 1993.
Mientras estudiaba en Oxford, Carney desarrolló el primer tramo de su carrera profesional en las oficinas londinenses de Goldman Sachs, multinacional de inversiones para la que trabajó 15 años en total. En 1994 contrajo matrimonio con Diana Fox, una colega economista especializada en dinámicas del desarrollo, a la que había conocido en Oxford y con la que iba a tener cuatro hijos.
En 1995 terminó en el Nuffield College su tesis doctoral en Economía, defendida con una tesis de título The Dynamic Advantage of Competition. Después, siguió trabajando para Goldman Sachs en sus oficinas de Nueva York, Tokyo y Toronto, alcanzando altos puestos directivos en los departamentos de riesgo de deudas soberanas, mercados emergentes de capitales de deuda y banca de inversiones.
Gobernador del Banco de Canadá durante la Gran Recesión y del Banco de Inglaterra durante el Brexit
En agosto de 2003 Carney inauguró 14 años de compromisos con la banca estatal al ser nombrado subgobernador del Banco de Canadá. En noviembre de 2004, sin moverse de Ottawa, fue reclutado por el Gabinete del primer ministro liberal Paul Martin y debutó en la gestión gubernamental como ministro asociado adjunto al Departamento de Finanzas.
El cambio del Gobierno federal en febrero de 2006, cuando el LPC de Martin dejó paso al Partido Conservador (CPC) de Stephen Harper, no supuso la marcha de Carney. Esta permanencia vino a subrayar la naturaleza no tanto política como técnica, burocrática, de su cometido, implicado en tareas como el nuevo gravamen a los fideicomisos de ingresos y la venta de la participación del Estado en la compañía energética Petro-Canada.
En noviembre de 2007 la junta directiva del Banco de Canadá resolvió nombrar a Carney gobernador de la entidad emisora en sucesión de David Dodge. Carney cesó inmediatamente en el Gobierno y entró al servicio personal de Dodge, al que prestó asesoría en la recta final de su mandato. El economista tomó posesión de su nuevo y elevado cargo el 1 de febrero de 2008.
Para entonces, los bancos centrales de la OCDE ya estaban inyectando liquidez a los mercados en un intento de frenar la propagación de la crisis iniciada en la banca de inversiones de Estados Unidos por el pinchazo de las hipotecas subprime. La quiebra en septiembre de 2008 del gigante de servicios financieros Lehman Brothers fue el epicentro de un terremoto que desató una crisis financiera global y, a renglón seguido, la Gran Recesión, de la que el próspero país norteamericano no se libró.
En Canadá, donde la contracción del PIB fue del 2,9% en 2009, Carney adoptó una política monetaria mucho menos expansiva que la de la Reserva Federal de Estados Unidos. Así, desplomó el tipo de interés al 0,25% en abril de 2009 para empezar a subirlo escalonadamente en junio de 2010 y luego dejarlo congelado en el 1,00% a partir de septiembre de 2010; por aquel entonces, en el país vecino el dinero se prestaba sin coste, al tipo oficial del 0,0%.
Las condiciones de la recuperación económica eran mejores en Canadá y Carney disponía de mayor margen para mantener una estrategia de tipos más equilibrada que favorecía a la vez la inversión empresarial, la contratación laboral y la capitalización bancaria. Esta política ponderada, ortodoxa de hecho en comparación con los largos períodos de tipos a cero en Estados Unidos (2008-2015) y posteriormente en la Eurozona (2016-2022) y de nuevo en Estados Unidos (2020-2022), con sus efectos distorsionadores de las tasas de interés negativas, recibió múltiples elogios dentro y fuera de Canadá.
El 3 de junio de 2013 Carney terminó su mandato en el Banco de Canadá, donde traspasó el testigo a Stephen Poloz, pero continuó presidiendo el Consejo de Estabilidad Financiera (FSB), del que fue responsable durante siete años en total, desde 2011 (cuando sucedió a Mario Draghi, el gobernador del Banco de Italia y en adelante presidente del Banco Central Europeo) hasta 2018. El FSB había sido creado por el G20 en 2009 con la misión de coordinar los trabajos de las autoridades reguladoras financieras de las principales economías mundiales.
Más importante para su carrera, a estas alturas esclarecida, Carney saltó prácticamente sin interludio de la gobernación del Banco de Canadá a la del Banco de Inglaterra, convirtiéndose en el primer gobernador no británico en los 319 años de historia de la entidad, si bien esta nueva responsabilidad iba a requerir la concesión de la nacionalidad del país europeo.
El nombramiento fue anunciado el 26 de noviembre de 2012 por George Osborne, el canciller del Exchequer (ministro de Hacienda) del Gobierno conservador de David Cameron, y se hizo efectivo el 1 de julio de 2013. Osborne alabó el "fuerte liderazgo y la experiencia internacional" de Carney, quien tomó las riendas del Banco de Inglaterra en una etapa de reestructuración interna y ampliación de competencias con la asunción de las funciones reguladoras que hasta entonces había ejercido la Autoridad de Servicios Financieros (FSA), ahora disuelta.
Una vez al frente del banco central del Reino Unido, Carney no modificó los tipos de la libra esterlina, que siguieron anclados en el 0,50%. Tras siete años sin moverse, el Comité de Política Monetaria (MPC) encabezado por el gobernador optó por bajarlos al 0,25% en agosto de 2016. Fue a rebufo del histórico referéndum con resultado favorable al Brexit, un escenario, la salida del Reino Unido de la UE, contra el que Carney venía advirtiendo con tonos ominosos, asegurando que traería la recesión a las islas, con la consiguiente indignación de los brexiters.
La recesión, y muy aguda, llegaría ciertamente en 2020, el año de la realización del Brexit, aunque debido a la COVID-19, que golpeó a todos los países. En 2016 Carney reactivó asimismo la herramienta no convencional de la Quantitative Easing con la orden de compras adicionales de deuda corporativa.
Inicialmente, Carney se comprometió a no subir los tipos de interés mientras el paro estuviera por encima del 7%, situación que terminó en 2014, en una coyuntura de baja inflación. En noviembre de 2017, ante el encarecimiento de los precios, el responsable bancario repuso el tipo del 0,50%, la primera subida en una década, y en agosto de 2018 el MPC añadió otro cuarto de punto. La pandemia del coronavirus, desastrosa para la actividad económica, empujó con urgencia a Carney a devolver el precio de la libra al 0,25% el 11 de marzo de 2020, cuatro días antes del final de su mandato como gobernador, siendo Boris Johnson el primer ministro.
Aquel plan de choque incluía además una línea de liquidez de 100.000 millones de libras a los bancos, condicionada a que el dinero fuera utilizado para prestar dinero a las pymes. El sucesor de Carney, Andre Bailey, se estrenó en el cargo bajando el tipo al mínimo histórico del 0,10%.
Sucesor del dimitido Trudeau bajo las amenazas de Trump
Tras poner fin a su recorrido como mandamás de bancos centrales, Carney fichó como presidente de gestión de activos y jefe de inversiones en transición de la multinacional con sede en Toronto Brookfield Asset Management Inc., miembro de la junta directiva de Bloomberg L.P. —a cuyo frente el dueño de la corporación, Michael Bloomberg, le colocó en agosto de 2023—, miembro también de la dirección de la compañía californiana de servicios tecnológicos Stripe y miembro del Consejo Asesor Global de la Pacific Investment Management Company LLC. (PIMCO), firma de inversión basada asimismo en California.
En paralelo, el economista canadiense desarrolló de cara al público la faceta de especialista en la dimensión financiera de la lucha contra el calentamiento global en los parámetros del Acuerdo de París. Lo hizo en su doble condición de Enviado Especial del secretario general de la ONU, António Guterres, para la Acción Climática y las Finanzas, y asesor especial del primer ministro británico para todo lo relacionado con la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC).
Carney fue nombrado por Guterres para el primer cometido el 1 de diciembre de 2019, siendo todavía gobernador del Banco de Inglaterra, mientras que el segundo servicio lo prestó a cuatro primeros ministros consecutivos, los conservadores Boris Johnson, Elizabeth Truss y Rishi Sunak, y, desde julio de 2024, el laborista Keir Starmer. Adicionalmente, estuvo entre los promotores del Grupo de Trabajo sobre la Ampliación de los Mercados Voluntarios de Carbono (TSVCM), una iniciativa patrocinada por el Instituto de Finanzas Internacionales, y la denominada Alianza Financiera de Glasgow para el Cero Neto (GFANZ), lanzada durante la COP 26 de Glasgow en noviembre de 2021.
Por otro lado, Carney fue asesor no oficial del primer ministro liberal de Canadá, Justin Trudeau, a lo largo de COVID-19. El dirigente apreciaba los valiosos consejos del dos veces gobernador bancario, seis años mayor que él, para capear los daños económicos de la pandemia, que en 2020 provocó aquí una contracción del PIB del 5%, paliada con el rebote del 5,3% en 2021. Aquel año Carney publicó Values: Building a Better World for All, un ensayo económico donde analizaba cómo mejorar las respuestas, en un sentido inclusivo, de los mercados financieros a desafíos globales como la crisis sanitaria en curso, el cambio climático y la llamada Cuarta Revolución Industrial.
Desde hacía tiempo, Carney era visto como un gran activo del LPC y como uno de sus conductores en potencia. Muchos le consideraban idóneo para el puesto de ministro de Finanzas. De hecho, como él mismo iba a revelar en 2025, el primer ministro conservador Stephen Harper le ofreció dicho cargo gubernamental en 2012, mientras dirigía el Banco de Canadá. Sin embargo, desde que dejó de ser banquero central en 2020, el economista guardó silencio sobre sus hipotéticas ambiciones políticas, que en apariencia no tenía.
Ahora bien, las vicisitudes del LPC y de su líder, hijo del que fuera dos veces (1968-1979 y 1980-1984) primer ministro Pierre Elliott Trudeau, ya habían tomado un cariz lo suficientemente negativo como para que todas las miradas se fijaran en Carney, una figura respetada y prestigiosa. Para muchos militantes liberales, él era la única persona capaz de devolver al partido el empuje perdido.
Trudeau había tomado el liderazgo del LPC en 2013 y dos años año después había llegado al poder en Ottawa montado en una ola carismática que en parte se nutría de su famoso apellido y en parte de su atractivo personal, reforzado con un discurso optimista y modernizador. Identificado con el progresismo woke, Trudeau vio erosionarse su popularidad ya en su primera legislatura de gobierno y en las elecciones federales de octubre de 2019 los liberales perdieron la mayoría absoluta, debiendo gobernar a partir de entonces en minoría.
En septiembre de 2021 Trudeau adelantó las elecciones en la creencia de que podría sacudirse de la debilidad parlamentaria, pero el LPC sacó prácticamente los mismos votos que en 2019, el 32,6%, y solo recuperó cinco escaños en la Cámara de los Comunes, donde con 160 puestos siguió una decena por debajo de la mayoría absoluta. De hecho, el CPC, mandado por Erin O'Toole, y al igual que en 2019 con Andrew Scheer de cabeza de cartel, le aventajó en votos, lo que debido al sistema electoral, el del escrutinio mayoritario uninominal, no tuvo su reflejo en la adjudicación de escaños.
A partir de aquí, Trudeau fue incapaz de parar el declive de su partido, acelerado por la proliferación de polémicas, escándalos, dimisiones ministeriales y una serie de pasos en falso, algunos protagonizados por él mismo.
El 24 de junio de 2024 los liberales perdieron en una elección parcial el escaño de una circunscripción de Ontario considerada segura, Toronto-St. Paul. Los medios presentaron esta sonada derrota como un "referéndum" sobre el liderazgo de Trudeau con resultado adverso. El 4 de septiembre siguiente, el primer ministro encajó la retirada por el Nuevo Partido Democrático (NDP), formación de centro-izquierda liderada por Jagmeet Singh y con 24 representantes en los Comunes, del apoyo parlamentario que en 2022 había aceptado prestar al LPC.
Cinco días después de este serio revés, Carney, seguramente no por casualidad, fue nombrado por Trudeau para presidir el Grupo de Trabajo del partido sobre Crecimiento Económico. El 9 de diciembre el Gobierno Trudeau sobrevivió in extremis, gracias al socorro del NDP, a una tercera moción de censura lanzada por el CPC de Pierre Poilievre, líder de la oposición desde 2022, y que obtuvo el respaldo del Bloque Quebequés (BQ) de Yves-François Blanchet.
Las tensiones que venían incubándose en el liberalismo estallaron finalmente el 16 de diciembre. Aquel día, la viceprimera ministra y ministra de Finanzas, Chrystia Freeland, anunció intempestivamente su renuncia, alegando diferencias con Trudeau en la política fiscal. El movimiento de Freeland provocó tanta más conmoción cuanto que estaba considerada una de las más estrechas colaboradoras de Trudeau.
En un intento de escampar la crisis, el atribulado primer ministro acometió una remodelación del Gabinete en la que Dominic LeBlanc tomó de Freeland la cartera de Finanzas (el puesto de viceprimer ministro quedó vacante), pero las demandas de que se marchara y dejara paso a otro devinieron avalancha al sumarse a las mismas decenas de parlamentarios federales y varias secciones provinciales del partido. El NDP amenazó con presentar una moción de censura que a buen seguro saldría adelante con el respaldo de la oposición. Ahora mismo, el CPC lideraba todos los sondeos con más de 20 puntos de ventaja sobre el LPC, que afrontaba en calamitosas condiciones las próximas elecciones federales, a celebrar el 20 de octubre a más tardar.
En estas circunstancias insostenibles, Trudeau anunció el 6 de enero de 2025 su dimisión como líder del partido, la cual sería efectiva cuando este eligiera al sucesor, y por ende nuevo primer ministro. Diez días después, Carney tomó la voz para presentar su candidatura a liderar el liberalismo canadiense, para lo cual renunciaba a todos sus puestos ejecutivos y asesores en el sector privado, así como al cometido de Enviado Especial de la ONU para la Acción Climática y las Finanzas.
El 20 de enero Donald Trump, subido a una agresiva plataforma nacional-populista, estrenó su segunda presidencia de Estados Unidos con una ofensiva de declaraciones y órdenes revisionistas que tocaron de lleno a Canadá: ahora, el vecino norteño, aliado de la OTAN y socio comercial de primer orden en el marco del tratado trilateral con México USMCA/T-MEC, era conminado desde la Casa Blanca a convertirse en, nada menos, el "51 estado" de la Unión.
Además, Canada pasó a ser el objetivo de una batería de aranceles proteccionistas destinados a acabar con la "injusta" balanza comercial deficitaria para Estados Unidos y también para obligar a las autoridades de Ottawa a actuar más enérgicamente contra el tráfico ilegal de fentanilo y los cruces transfronterizos de inmigrantes irregulares, exagerados en sus dimensiones por la narrativa de Trump.
Trudeau y su Gobierno reaccionaron con indignación ante lo que consideraban una operación estadounidense para debilitar económicamente a Canadá con el fin facilitar la supuesta futura anexión, y anunciaron aranceles recíprocos de represalia. Carney afirmó que los comentarios de Trump sobre incorporar Canadá a Estados Unidos no eran mera retórica, sino una amenaza real, y apoyó sin reservas la respuesta firme adoptada por Trudeau, llamado despectivamente "gobernador" por Trump. La elección interna de LPC y el cambio de primer ministro de Canadá acontecían, por tanto, en medio de una las peores crisis de la historia en las relaciones con Estados Unidos.
Con el eslogan de Es tiempo de construir, Carney presentó un programa de reafirmación nacional, robustecimiento económico y fortaleza securitaria con un criterio liberal donde destacaban las propuestas de bajar la presión fiscal a las rentas medias, retirar la subida del impuesto a los beneficios del capital, suprimir también el llamado carbon tax a los consumidores (que continuaría para los grandes emisores industriales) y elevar el gasto en la Defensa hasta alcanzar el 2% del PIB para 2030 (en consonancia con lo reclamado por la OTAN), todo en un marco presupuestario de déficit fiscal contenido. También, con el fin de "volver a encarrilar" el país, se comprometía a duplicar la construcción de viviendas en una década y a rebajar las cifras de la inmigración.
En cuanto a Estados Unidos, él mantendría la línea de firmeza adoptada con toda urgencia por Trudeau. Así, cualquier arancel impuesto por la Administración Trump sería replicado por Ottawa con un contraarancel "dólar por dólar", y la infraestructura energética nacional sería expandida para reducir la dependencia del país vecino. Ello, en paralelo a una "reconexión" con socios comerciales y energéticos "fiables" de Europa, Asia, América Latina y África. Canadá aspiraba a ser una "superpotencia" en energías limpias, así como el "proveedor más fiable" de minerales críticos, planteaba el pretendiente liberal, convencido de poder "construir la economía más fuerte del G7".
"Asegurar la soberanía" canadiense pasaba asimismo, argüía Carney, por ampliar la presencia militar y comercial en las vastas y escasamente habitadas regiones del Ártico. Aquí, tocaba construir dos nuevas bases militares y abrir nuevos puertos de aguas profundas y rutas de transporte civil. Este despliegue afectaría a los Territorios del Noroeste, Yukón y Nunavut, y al extremo norte de la península del Labrador, perteneciente a la provincia de Quebec.
Las votaciones abiertas para la elección del nuevo líder del LPC comenzaron el 26 de febrero de 2025. Carney hubo de competir con otros tres candidatos: la dimitida viceprimera ministra y ministra de Finanzas Chrystia Freeland, la hasta ahora líder del Gobierno en los Comunes Karina Gould y el empresario y ex diputado federal Frank Baylis. Carney era el rotundo favorito para convertirse en el primer jefe de Gobierno desde 1867 —cuando inició su andadura el Dominio federal de Canadá a partir de la fusión de las provincias-colonias británicas de Canadá, Nueva Escocia y Nueva Brunswick— sin experiencia de legislador en la Cámara de los Comunes o el Senado.
Las votaciones concluyeron el 9 de marzo y su resultado fue la victoria de Carney con el 86,8% de los votos, en términos absolutos 131.674 papeletas. La transferencia de poderes con Trudeau en el Gobierno estaba prevista para el 14 de marzo.
(Cobertura informativa hasta 9/3/2025).
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