Vecindad, yihadismo o ambas cosas: la agenda de la reunión ministerial de Barcelona
Eduard Soler i Lecha, coordinador de investigación, CIDOB
9 de Abril, 2015 / Opinión CIDOB, n.º 316 / E-ISSN 2014-0843
Hay una notable confusión sobre cuál es el objetivo de la reunión entre ministros de asuntos exteriores europeos y sus homólogos mediterráneos del 13 de abril de 2015 en Barcelona. Sobre el papel, se trata de una discusión sobre la revisión de la Política Europea de Vecindad (PEV), diseñada hace más de una década para gestionar sus relaciones tanto con los nuevos vecinos de la Europa Oriental como con los viejos vecinos del Sur del Mediterráneo. Pero algunas declaraciones, empezando por las deJosé Manuel García-Margallo, ministro del país anfitrión, han puesto el énfasis en que esta reunión es una ocasión única para debatir sobre la amenaza terrorista y otros retos para la seguridad. Y las dos versiones son correctas: formalmente el objetivo es consultar a los países mediterráneos sobre la PEV, pero los ministros acuden a Barcelona con la voluntad de discutir muchos más temas y, entre ellos, cómo no, la agenda de seguridad.
La decisión de celebrar esta reunión surgió de la preocupación por parte de la Comisión Europea de mantener un cierto equilibrio entre la atención que le dedica a los países de Europa del Este y a los del Mediterráneo. Los primeros están convocados a la Cumbre del Partenariado Oriental en Riga los días 21 y 22 de mayo. ¿Qué hacer con el Sur? ¿Eran suficientes las consultas bilaterales con cada uno de los países? ¿Se corría el riesgo de que los socios mediterráneos se sintieran menospreciados, algo así como vecinos de segunda categoría? Como respuesta a esta inquietud el gobierno español ofreció acoger esta reunión ministerial con los ocho países que, actualmente, están bajo el paraguas de la PEV: Marruecos, Argelia, Túnez, Egipto, Israel, Palestina, Jordania y Líbano.
La PEV ya fue revisada en 2011. Fue en el marco de un proceso programado antes de la Primavera Árabe pero que, inevitablemente, quedó marcada por este terremoto político. Fue un proceso eminentemente burocrático que básicamente acuñó una nueva conceptualización, movilizó fondos adicionales y puso en funcionamiento nuevos instrumentos y programas de asistencia. El actual proceso de revisión es algo más abierto y, sobre todo, busca incorporar de forma más sistemática las propuestas de los propios vecinos. La Comisión y el Servicio Europeo de Acción Exterior publicaron el 4 de marzo de 2015 una comunicación conjunta para estructurar este proceso de consulta, poniendo sobre la mesa preguntas como si debe mantenerse una misma política para los vecinos del Sur y los del Este, si hay que ampliar el alcance geográfico y cómo compatibilizar el principio de diferenciación con la cooperación regional. Este documento pone más énfasis que textos anteriores en temas de movilidad, mencionando explícitamente la cuestión de los visados, así como en la agenda de seguridad. Y plantea un proceso de consultas en el que todas las partes puedan opinar sobre las prioridades e instrumentos.
¿Y qué relación tiene esa política y la reunión ministerial con la Unión por el Mediterráneo (UpM)? Al celebrarse la cumbre en Barcelona y más concretamente en el Palacio de Pedralbes, es inevitable hacerse esa pregunta. Los ocho países del Sur son también miembros de la UpM y su Secretario General, Fathallah Sijilmassi, participará en la reunión. Pero ni es una ministerial UpM ni todos los miembros de la UpM han sido invitados. Es el caso de Turquía o de los países balcánicos ya que sus relaciones con la UE se articulan en el marco de la política de ampliación. Hecha la aclaración, la UpM formará parte del debate. Aunque es más que eso, la UpM también es uno de los instrumentos a disposición de la PEV para articular proyectos de cooperación regional.
De todo esto se hablará en Barcelona. Pero para las delegaciones presentes en esta cita, tanto o más importante que contribuir a este proceso de consulta, es tener la oportunidad de participar en un diálogo político, ya sea en el marco del almuerzo de trabajo o en las conversaciones paralelas que siempre se producen en este tipo de encuentros. Y ahí, claro está, la seguridad, los conflictos regionales, el terrorismo y el colapso de las estructuras estatales en algunas partes del Norte de África y Oriente Medio coparán la atención de los ministros. Aunque no estén presentes como participantes, Libia y Siria sí que formarán parte de la discusión.
Con la convocatoria de la reunión por parte de la Comisión y del gobierno español, y con la vocación de darle a la vez un contenido técnico y político, se asumieron riesgos. Cabe recordar que la última vez que se pudo celebrar una ministerial de asuntos exteriores fue en 2008 y que en 2010 España se vio obligada a aplazar sine die lacumbre de la UpM, que también tenía que celebrarse en Barcelona. Además, cuando Johannes Hahn, el Comisario encargado de la PEV, y José Manuel García-Margallo decidieron convocar a los ministros de 36 países (28 europeos y 8 del Sur) todavía no podían saber quién representaría a Israel, un tema crucial ya que existe un compromiso árabe de no reunirse con Avigdor Lieberman. El hecho de que las negociaciones para formar gobierno en Israel estén todavía en curso, hará que este país esté representado por un vice-ministro, alejando así el riesgo de un boicot, total o parcial, de los países árabes. Tampoco podía preverse cómo evolucionaría la situación en materia de seguridad. El atentado de Túnez del 18 de marzo parece haber aumentado el interés y compromiso de los países europeos hacia el Mediterráneo y también ha puesto sobre la mesa la necesidad de profundizar en los mecanismos de cooperación internacional contra la amenaza terrorista. Ambos factores: la ausencia de Lieberman y una agenda de seguridad compartida parecen asegurar, salvo sorpresas de última hora, una participación más que satisfactoria en la ministerial de Barcelona.
Si es así los artífices de esta iniciativa habrán conseguido sus objetivos: gracias a una nutrida presencia ministerial europea se escenificará que el Sur sigue siendo una prioridad para la UE; con la presencia árabe se habrá desbloqueado el diálogo político; los países del Sur habrán podido expresar sus preferencias sobre cómo articular sus relaciones con la UE y cuáles deben ser las prioridades; y, con un poco de suerte, incluso se consigue dar un nuevo aliento a la cooperación regional en el Mediterráneo. No habrá grandes acuerdos, ni se decidirán desembolsos presupuestarios y probablemente tampoco surjan ideas revolucionarias sobre qué hacer con la PEV o la amenaza terrorista. Incluso es probable que algunas delegaciones utilicen este foro para ventilar agravios con sus vecinos y contraponer posiciones sobre cómo abordar la agenda de seguridad. Pero hay que tener presente que el objetivo de esta reunión ha sido desde el principio el intercambio de opiniones, el diálogo como un fin en sí mismo. Aunque pueda saber a poco es mucho más de lo que cabía esperar cuando se anunció por primera vez su convocatoria.