¿Unidos en la diversidad? Un modelo para medir la cultura política de defensa en Europa

Revista CIDOB d'Afers Internacionals_137
Data de publicació: 09/2024
Autor:
Alberto Bueno y Luis Remiro
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Alberto Bueno, profesor ayudante doctor, Universidad de Granada. albertobueno@ugr.es. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-9772-1343 

Luis Remiro, investigador posdoctoral, Universidad de Barcelona. lremiro@ub.edu. ORCID: https://orcid.org/0000-0002-6730-7803

La evolución de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD) de la Unión Europea (UE) cuestiona si las sociedades de los estados miembros comparten una cultura de defensa común o convergente. Sin embargo, problemas conceptuales y metodológicos identificados en la literatura existente dificultan la medición de este fenómeno. Por ello, este artículo propone un nuevo modelo para medir la cultura política de defensa europea a partir de un análisis factorial mixto. Además, con base en diversos eurobarómetros, describe las actitudes actuales de la ciudadanía europea hacia la defensa y el impacto de la guerra en Ucrania. Las conclusiones apuntan, por un lado, a la existencia de diversas subculturas políticas de defensa dentro de la UE; y, por el otro, a varias fortalezas metodológicas, pero también limitaciones, a causa de los datos de los eurobarómetros disponibles.

 La investigación sobre la existencia de una cultura europea común o convergente en materia militar y de seguridad entre los estados miembros de la Unión Europea (UE) disfruta de un amplio desarrollo. Ello lo demuestran los debates acerca de una posible «identidad europea de seguridad y defensa»1, una cultura europea de seguridad, o los referentes a la politización de la Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD)2. En este marco, la premisa de este artículo es la inexistencia de una cultura europea común de defensa (Tardy, 2007). Dicha cultura aludiría a la actitud de las sociedades hacia el uso de la fuerza militar, las fuerzas armadas y la política de defensa, lo que constituiría un factor significativo en la configuración y desarrollo de una «defensa europea». Concebimos este concepto dentro del marco teórico de la cultura política (Almond y Verba, 1965). De manera preliminar, entendemos por cultura (política) de defensa los conocimientos, convicciones, valores y prácticas que guían a la ciudadanía a la hora de manifestar sus posturas sobre cuestiones relacionadas con la defensa, expresándose en diversos comportamientos respecto a las políticas de defensa implementadas por los poderes públicos, ya sea mediante su aprobación o rechazo (Bueno, 2016: 47). Sobre la construcción conceptual y la validación empírica de esta idea, a continuación se señalarán diversas críticas. 

Respecto a la dimensión teórica, advertimos en primer lugar que, en la producción científica sobre seguridad y defensa europea, se emplean de forma poco consensuada (Cornish y Edwards, 2001: 602) diversos términos para estudiar este fenómeno, entre otros: cultura de seguridad, cultura estratégica, cultura militar o cultura de defensa. Partimos de la base de que, aunque estos términos no son distantes en su significado y presentan un uso ambiguo, difieren en su naturaleza y, por tanto, en la dimensión (o dimensiones) que pretenden describir. No obstante, todos ellos se han utilizado para analizar, en estudios de caso único o comparativos, la convergencia o divergencia entre países europeos o a nivel comunitario sobre este tema; también sobre quiénes son los depositarios de esta cultura y cómo influyen en esta política y en su subsistema político3. Examinándolos, apreciamos que la mayoría de los trabajos mencionados que han estudiado esta cultura en los países europeos se han enfocado en la «cultura estratégica», no en la «cultura de defensa», y han centrado su atención en las élites y no en la sociedad. En segundo lugar, es controvertido afirmar si esta cultura –como lente interpretativa de dicha política– es un facilitador o un obstáculo para el avance de la PCSD o, por el contrario, es un fin en sí mismo de esta política, que tendría como objetivo el generarla. En este sentido, hay trabajos que abogan explícitamente por avanzar en la promoción de una cultura común en esta materia, mientras que otros apuestan por la necesidad de inhibirla4.

En cuanto a las aproximaciones metodológicas, observamos que la mayor parte de las investigaciones han examinado las opiniones públicas nacionales –en referencia al papel de las fuerzas armadas, la percepción de amenazas, el apoyo a un «ejército europeo» o la PCSD–; han buscado captar el zeitgeist de la defensa europea para algunos acontecimientos relevantes –como, especialmente, la guerra en Ucrania– de forma sincrónica o diacrónica, para apreciar la división o las convergencias entre estados miembros de la UE5. Aquellos que han utilizado el concepto de cultura –de seguridad o estratégica, preferentemente– han empleado los estudios de opinión como proxies de ese concepto –mediante encuestas del Eurobarómetro o paneles de encuestas ad hoc–, que han reflejado, explícita o implícitamente, la dificultad de medir esta cultura relacionada con la seguridad y la defensa (Paile-Calvo, 2023: 11-12); si bien la mayoría han seguido una metodología cualitativa6. Solo en los últimos años ha aumentado el número de trabajos que han abordado esta cuestión utilizando una metodología cuantitativa, por ejemplo, mediante análisis de textos (documentos político-estratégicos, declaraciones oficiales, etc.) asistidos por software7. Por consiguiente, el análisis de la cultura de defensa sigue requiriendo un marco teórico-metodológico heurístico que facilite su investigación y validación, y que contenga un conjunto más amplio de actitudes cognitivas y emocionales consustanciales a dicha cultura (Lantis, 2002: 109). Esta circunstancia nos sitúa ante el interrogante de cómo medir esa posible cultura (política) de defensa europea. 

El objetivo de este artículo es triple: a) definir el concepto de cultura de defensa, distinguiéndolo de otros tipos de culturas en el ámbito de la seguridad y la defensa; b) proponer un modelo para medir la cultura de defensa europea; y c) explorar la eventual cultura de defensa en Europa. Estos tres objetivos se relacionan con una única pregunta exploratoria: ¿qué cultura política de defensa existe en el seno de la UE? En este sentido, el artículo ofrece tres contribuciones significativas en el estudio de la cultura de defensa: primera, la definición del concepto, distinguiéndolo como una forma particular de cultura política; segunda, la propuesta de un método sólido y fiable para medir este singular aspecto cultural, explorando su utilidad potencial y explicando sus limitaciones; y, por último, un examen entre distintos países para comprender mejor las variaciones en las actitudes de la ciudadanía hacia las cuestiones relacionadas con la defensa y, en concreto, sobre el actual escenario bélico en suelo europeo.  Para ello, este trabajo está estructurado de la siguiente manera: en primer lugar, una sección teórica donde se desarrolla el concepto de cultura de defensa basado en la idea de cultura política; en segundo lugar, se explica el diseño metodológico de este estudio, tanto del análisis factorial –mediante el uso de un análisis factorial exploratorio (AFE) y un análisis factorial confirmatorio (AFC)–, como del descriptivo, empleando datos del Eurobarómetro; y, en tercer lugar, se proporciona una presentación de los resultados derivados de los parámetros analizados, discutiendo algunos de los hallazgos y limitaciones encontrados. Por último, las conclusiones se acompañan de propuestas para futuras líneas de investigación.

Apuntes conceptuales previos

En la delimitación conceptual entre «cultura de defensa» y otros tipos de culturas, ya sea estratégica o de seguridad –en particular «cultura estratégica»–, se observa la adaptación de ese término desde el vocablo «cultura política»8. Parafraseando a Dennis Kavanagh, Gray (1999: 137) la define como «el entorno emocional y actitudinal en el que opera la comunidad de defensa». Así, la cultura política consiste en el sistema de creencias empíricas, símbolos expresivos y valores que definen la situación en la que tiene lugar la acción política (Almond y Verba, 1969). Es la suma de las actitudes que los individuos de un colectivo (nación, comunidad, clase, etc.) mantienen hacia determinados objetos políticos (Elkins y Simeon, 1979), que se transmiten socialmente (Meyer, 2011). Estas actitudes pueden clasificarse en cuatro tipos: cognitivas, evaluativas, afectivas e intencionales. 

Partiendo del modelo sustentado por Bueno et al. (2023) y Remiro et al. (2024), se puede afirmar que la cultura política de defensa es el agregado de cultura política que se configura como la síntesis de las actitudes de los miembros de una comunidad política particular, en este caso la europea, hacia diversos objetos políticos vinculados con la política europea de defensa y las respectivas políticas de defensa nacional, dentro del contexto del (sub)sistema político de la UE. En este sentido, contribuye a configurar un conjunto jerarquizado de opciones para la consecución de los objetivos de seguridad y defensa de esta comunidad (Meyer, 2011: 672). Sobre las actitudes identificables relacionadas con la cultura política de defensa, sugerimos las cuatro siguientes:

  1. Cognitivas: se basan en conocimientos o creencias sobre objetos políticos relacionados con la defensa, como las fuerzas armadas, la industria de defensa, las amenazas a la seguridad o los compromisos internacionales.

  2. Evaluativas: atribuyen significado y establecen criterios para emitir juicios, ya sean positivos o negativos, como la pertinencia de las decisiones gubernamentales adoptadas.

  3. Afectivas: proporcionan conexiones emocionales, de rechazo o indiferencia hacia las normas o valores sociales representados por los objetos políticos de defensa o sus símbolos; por ejemplo, la satisfacción ante ciertas decisiones sobre la materia.

  4. Intencionales: determinan si los individuos pueden adoptar comportamientos políticos específicos, como participar voluntariamente –en el servicio militar u organizaciones de defensa civil–, votar, manifestarse, boicotear o asistir a actos públicos.

Esta conceptualización de cultura política de defensa nos permite afirmar la existencia de un tipo ideal –en sentido weberiano–, compuesto por individuos que poseerían los siguientes atributos: tienen un conocimiento y una apreciación positiva del papel de los objetos y actores políticos dentro del sistema político europeo y de sus respectivos subsistemas nacionales; además, consideran que la política de defensa es esencial para el desarrollo y la estabilidad de sus países, así como para el orden internacional. Estos individuos valoran la importancia de defender los intereses nacionales, se identifican con la comunidad que comparte sus valores y critican las desviaciones en el comportamiento de actores o instituciones capaces de atentar contra las libertades o los derechos fundamentales del sistema. Asimismo, consideran que la defensa no es responsabilidad exclusiva de las élites, sino un asunto que concierne a todos los ciudadanos (Bueno et al., 2023: 79-80).

En cuanto al término «cultura estratégica», se originó a partir del énfasis en cómo los aspectos culturales podrían explicar el comportamiento estratégico de los actores en el ámbito de la defensa. Snyder (1977: 8) lo definió como «el conjunto de ideas, respuestas emocionales condicionadas y patrones habituales de comportamiento que los miembros de una comunidad estratégica nacional han adquirido (...) y que comparten entre ellos». El desarrollo de esta línea de investigación condujo al conocido debate Gray (1999)-Johnston (1995) donde se discutía si esta cultura determina el comportamiento de los actores o solo configura el contexto estratégico en el que estos interactúan. Desde entonces, tres generaciones de académicos han debatido en torno al dilema sobre la capacidad explicativa o interviniente de esta variable y sus fundamentos ontológicos y epistemológicos. Líneas de trabajo más recientes han adoptado un enfoque analítico pluralista para interpretar la potencial transformación de la cultura estratégica (Libel, 2020a: 688-693).

En el contexto europeo, la evolución del concepto de seguridad (Buzan et al., 1998) y de la PCSD provocó el interrogarse sobre la posible existencia de una cultura de seguridad europea. Algunos autores sitúan esta idea ampliada de seguridad como una de las características definitorias de la cultura estratégica europea (Biava et al., 2011); otros asumen que la cultura de seguridad sería solo un componente de la cultura estratégica (Nunes, 2010: 53). Empero, en general, se entiende que la cultura de seguridad es más amplia que la estratégica, ya sea por su contenido o porque abarca los medios a través de los cuales se realiza. Por lo tanto, la cultura estratégica sería un subconjunto de la cultura de seguridad9. Al respecto, concordamos con esta tendencia predominante, donde la cultura estratégica queda limitada al uso de la fuerza militar por parte de actores políticos –principalmente estados–. Bajo esta lógica, se refiere a tradiciones nacionales, valores, actitudes, patrones de comportamiento, hábitos, símbolos y formas específicas de adaptarse al entorno y abordar cuestiones relacionadas con amenazas o el uso de la fuerza (Booth, 1990: 121), mientras que la cultura de seguridad también contendría otras dimensiones de la seguridad además de lo estrictamente militar, como la economía, el clima, la energía, etc.

En estas coordenadas, ¿dónde encaja la cultura de defensa? Una nota preliminar sería que hay un espacio de superposición con la cultura estratégica (Helly, 2018: 12), pues ambas abarcan asuntos militares relacionados con el uso de la fuerza militar. Sin embargo, la cultura de defensa aborda otras categorías más allá del uso de la fuerza, pero que también conforman esa política. Por lo tanto, el desafío es delinear sus límites. Una posibilidad es entender que la cultura estratégica se ocuparía de la política de defensa de los estados y las alianzas militares, así como de la percepción de amenazas y las condiciones de supremacía militar. En cambio, la cultura de defensa se centraría en aspectos menos bélicos, como la educación militar o las políticas de patrimonio cultural (Nunes, 2010). Aquí, sin embargo, consideramos que este tipo de distinción entre cultura estratégica, como lo «militar duro», y cultura de defensa, como lo «militar blando», es inexacta. La cultura de defensa abarca aspectos más amplios de la política de defensa que la cultura estratégica (Segal, 1985); esto es, la cultura de defensa integra la cultura estratégica. Así incluye dimensiones como las relaciones civiles-militares, la planificación, la administración militar o la economía. Asimismo, la cultura de defensa incide más en el aspecto social de la defensa (Helly, 2018: 12); es decir, en las actitudes de la ciudadanía hacia estos temas. 

Por lo tanto, la cultura de defensa se solapa con la cultura estratégica en lo que respecta al uso de la fuerza militar, pero abarca más ámbitos de la política militar y de defensa. Esta idea se reafirma al analizar quiénes son los sujetos enculturados; una cuestión importante dada sus implicaciones metodológicas. En la cultura estratégica, estos se identifican con las élites10. En el gran debate Gray-Johnston, ambas posiciones reconocen que las élites son el sujeto preferido de la cultura estratégica, y así es reconocido (Libel, 2020a); en cambio, en el concepto de cultura de defensa, se trasciende esas élites para abarcar a toda la sociedad (Bueno et al., 2023; Remiro et al., 2024).

Cultura de defensa: una propuesta metodológica de investigación

Si en investigaciones previas se ha abordado la cultura estratégica europea a través de dos categorías: la representación de la seguridad y la representación de la proyección de poder (Irondelle et al., 2015: 369), para medir el tipo ideal de cultura política de defensa, agrupamos otros indicadores en torno a cuatro variables construidas de manera inductiva11:

  • Entorno social: incluye factores sociodemográficos, políticos e institucionales. 

  • Esfera militar: integra aspectos relacionados con el significado y la configuración de las fuerzas armadas, como estructuras organizativas, la profesión o la formación.

  • Política de defensa: considera aspectos que contribuyen a la ejecución de la política de defensa: alianzas y organizaciones internacionales, planeamiento de capacidades, servicio militar, etc.

  • Compromiso personal: engloba consideraciones afectivas y conativas que miden los vínculos e intenciones de los individuos.

A partir de aquí, para estudiar la cultura política de defensa, se procederá en dos fases. En una primera, se comprobará la validez del modelo propuesto mediante los respectivos AFE y AFC, lo que a su vez permitirá contrastar la solidez y fiabilidad de este para el caso de los estados miembros. Para ello se recurrirá a los datos extraídos de la encuesta Eurobarómetro 54.1 (Comisión Europea, 2000). Advirtiendo de su antigüedad, cabe destacar que esta es la única encuesta realizada sobre el tema, con una amplísima batería de preguntas sobre seguridad pública y política de defensa que encaja con las diversas variables de análisis que emergen del concepto de cultura de defensa que proponemos; aunque, al respecto, sorprende que, en todo este tiempo y pese a los cambios experimentados en la PCSD, esta institución no haya repetido una encuesta de estas dimensiones y sistematicidad. El Eurobarómetro 54.1 incluye preguntas en su serie sobre las preferencias con respecto a la propia PCSD o las preferencias sobre la OTAN, pero estas presentan un fuerte sesgo coyuntural que impide monitorizar su evaluación. Sin embargo, la robustez del panel de este Eurobarómetro se refleja en que ha sido el utilizado en los trabajos más completos sobre las actitudes de los europeos hacia la defensa europea (Irondelle et al., 2015). 

Con todo, la evolución del contexto internacional y la alteración subsiguiente en las percepciones de riesgo, exacerbadas por la invasión rusa de Ucrania (Mader, 2024), han requerido una adaptación metodológica significativa de nuestro estudio. La ausencia de una serie de preguntas comparable en las versiones más recientes del Eurobarómetro ha restringido nuestra capacidad de seguir una metodología puramente factorial. En respuesta a ello, hemos complementado nuestro análisis inicial con un enfoque descriptivo utilizando los datos de los eurobarómetros 96.2 y 98.2 (Comisión Europea, 2021 y 2023), capturados justo antes de la invasión rusa y un año después, respectivamente. Este enfoque está diseñado para explorar posibles cambios actitudinales en el contexto europeo y se centra en tres componentes clave de la percepción pública hacia la defensa: 

1) Confianza en las fuerzas armadas: representa el componente cognitivo de las actitudes hacia objetos políticos de defensa, evaluando el grado de confianza en las capacidades militares.

2) Apoyo a la PCSD: indicativo del componente evaluativo que examina el respaldo público a las iniciativas de seguridad conjunta en la UE.

3) Satisfacción con la respuesta del Gobierno –nacional– a la invasión rusa: reflejo del componente afectivo que mide los sentimientos hacia las acciones gubernamentales en tiempos de crisis.

Estos aspectos son críticos para entender la cultura de defensa bajo el mismo marco teórico propuesto para nuestro modelo original, proporcionando una perspectiva integral sobre las actitudes en tiempos de alteración significativa de la seguridad percibida. A pesar de que la disponibilidad restringida de variables limita, en parte, el análisis de este artículo; sin embargo, el análisis parcial permite evaluar la robustez general de nuestro modelo teórico. Y aunque el Eurobarómetro 54.1 (Comisión Europea, 2000) no proporciona una representación exhaustiva de nuestro amplio concepto de cultura de defensa, sigue siendo valiosa ya que abarca las cuatro dimensiones que, según nuestra argumentación, constituyen este concepto. Los indicadores específicos obtenidos de la encuesta cubren aspectos individuales en dos niveles (nacional y europeo). La tabla 1 muestra los detalles de cada una de las variables que componen nuestra medida de cultura de defensa.

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Asimismo, para probar las cuatro variables latentes antes mencionadas construidas de manera inductiva y desarrollar nuestros estimadores de cultura de defensa, adoptamos un enfoque de análisis factorial mixto (AFM). El análisis seguirá varios pasos secuenciales: primero, un Análisis Factorial Exploratorio (AFE) y, luego, se avanzará a un Análisis Factorial Confirmatorio Jerárquico (AFCJ). Este método mixto se presenta como la elección idónea por varias razones: en primer lugar, el análisis factorial es una herramienta especialmente adecuada para medir fenómenos que no son directamente observables, como es el caso de nuestra principal variable dependiente y las cuatro variables exógenas latentes (Costello y Osborne, 2005); en segundo lugar, el AFE nos permitirá evaluar la viabilidad de nuestras cuatro variables teóricas en nuestros datos al confirmar el «número adecuado» de factores (Marsh et al., 2014).

Además, dado que la cultura de defensa es una combinación de múltiples actitudes hacia varios aspectos relacionados con la defensa nacional, concebimos que funciona como un indicador multidimensional. Por lo tanto, un modelo jerárquico es más adecuado para nuestra estructura teórica. Nuestro modelo de cultura de defensa se estructura según se muestra en la figura 1; un modelo de medición de segundo orden en el que, a partir de un conjunto de variables observables (representadas en forma de caja), construimos las cuatro variables latentes exógenas (representadas en forma de círculo) que utilizaremos para cuantificar la cultura de defensa. En efecto, un análisis factorial es muy beneficioso en esta etapa ya que nos permite confirmar la alineación entre los datos y la teoría. Empleamos un conjunto de técnicas visuales y estadísticas para determinar el número de factores a extraer (véase la figura 2). Tanto la «regla de Kaiser» (retener autovalores mayores que 1) como el análisis paralelo sugieren que seis factores son óptimos. Sin embargo, el gráfico de sedimentación nos sitúa entre dos y cinco factores.

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¿Existe una cultura europea de defensa común o convergente?

Análisis factorial mixto (AFM)

El modelo propuesto inicialmente (figura 1) no mostró un ajuste satisfactorio. Se observó que los ítems relacionados con las preferencias europeas, como apego a Europa (EU_ATTACH) y orgullo europeo (EU_PRIDE), carecían de correlación significativa con el resto de los ítems utilizados en la construcción de la variable latente. Este problema podría sugerir que la presencia de un componente multinivel está dificultando la convergencia del modelo. En respuesta a esta observación, decidimos excluir los ítems europeos para mejorar la coherencia y adecuación del modelo. La inclusión de ítems con alta singularidad puede comprometer la validez y robustez del modelo global (Field, 2013), por lo que la exclusión de los ítems europeos tiene como objetivo refinar la estructura del modelo, centrando la atención en las relaciones internas entre los ítems restantes. Este proceso de refinamiento es esencial para lograr un modelo más preciso y fiel a la realidad subyacente que pretendemos captar con nuestra propuesta teórica. Sin embargo, la exclusión de los ítems europeos supone un reto a la hora de identificar la variable «implicación personal», ya que solo quedan dos ítems. Siguiendo a Bollen (1989), estimamos las cargas de los dos ítems libremente en el mismo factor, igualándolas y fijando la varianza del factor en 1 para resolver este problema de identificación.

Para facilitar la interpretación de los resultados, estandarizamos las cargas factoriales de las variables endógenas (Y) y exógenas (X). Esto nos permite examinarlos como coeficientes de correlación interpretables, en los que los valores oscilan entre -1 y 1, siendo los cercanos a cero indicativos de una correlación insignificante entre las variables correspondientes. Esta normalización proporciona una medida clara y coherente para evaluar la fuerza y la dirección de las asociaciones dentro del modelo. Además, aplicamos ajustes para liberar algunas restricciones y permitir correlaciones residuales entre elementos comunes diseñados para abordar temas similares –por ejemplo, enseñar valores a los jóvenes o ayudarles a integrarse en la sociedad–.

La figura 3 muestra los coeficientes estandarizados correspondientes a cada variable latente junto con sus indicadores observables. Es importante señalar que todos los coeficientes del camino son positivos y tienen un valor p < 0,05. Sin embargo, la significación estadística en este modelo debe interpretarse con cautela debido al gran tamaño de la muestra (N = 7.753). Por lo tanto, solo consideramos estables las cargas superiores a 0,4, resaltadas en azul en la figura, como sugieren Guadagnoli y Velicer (1988). En la evaluación del primer nivel del modelo de medición, el indicador con la carga más destacada (0,68) corresponde a la percepción de los militares como garantes de la unidad nacional. Por el contrario, ítems como el género (0,05), la percepción del futuro de los militares como ejército nacional o europeo (0,05) o el posicionamiento ideológico entre izquierda y derecha (0,21) son indicadores que explican una menor variabilidad dentro del modelo. Estos resultados revelan la escasa influencia de los factores sociodemográficos (edad y género) o de las preferencias ideológicas en la configuración de la cultura política de defensa en Europa.

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Pasando al segundo nivel del modelo, destaca la variable esfera militar con la carga más alta (0,9). Intuitivamente, las percepciones relativas a la configuración de la esfera militar emergen como elementos cruciales en la conformación de la cultura de defensa europea. La noción de las fuerzas armadas como garantes de la unidad nacional, junto con la alineación de sus valores con los de la sociedad, desempeñan un papel significativo. Por el contrario, la variable «implicación personal» presenta un coeficiente inferior a 0,4, lo que impide considerarla estable. Esta situación puede atribuirse a que es la variable latente con menos ítems. Estos resultados ponen de manifiesto que la cultura de defensa no viene determinada por características no cognitivas como el género o la edad; por el contrario, los aspectos relacionados con el significado y la configuración de las fuerzas armadas emergen como los más influyentes a la hora de explicar la cultura de defensa europea. Este énfasis en la esfera militar subraya la importancia de comprender y analizar las dimensiones simbólicas y funcionales de las percepciones relativas a las fuerzas armadas en la configuración de la cultura de defensa europea.

Dado que disponemos de datos cross-sectional, procedemos a estimar la media correspondiente a cada país. Este enfoque nos proporciona una perspectiva más amplia de cómo se manifiestan y permite comparar cómo difieren los patrones de cultura de defensa en diversos contextos. La figura 4 ilustra las puntuaciones medias estimadas de cultura de defensa para cada país. Estos valores estandarizados, que van de -1 a 1, representan visualmente la heterogeneidad de actitudes entre países en lo que respecta a las cuestiones relacionadas con la defensa. Siguiendo nuestro marco teórico, interpretamos los datos del siguiente modo: los valores cercanos a menos uno (-1) indican una posición de rechazo acrítico, mientras que los cercanos a uno (1) reflejan un respaldo acrítico. Por otro lado, cero (0) representa la subcultura indiferente. Esta escala reconoce la diversidad intrínseca de la cultura de defensa como conjunto de subculturas, evitando concebirla como un elemento monolítico. De este modo, se consigue captar un amplio abanico de actitudes de la población en materia de defensa.

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Las puntuaciones positivas, ejemplificadas por Grecia (GR), Portugal (PT) e Irlanda (IE), sugieren una postura más favorable hacia estos asuntos, indicando mayor respaldo a la utilidad de las fuerzas armadas o un apoyo a las políticas relacionadas con la defensa. Por el contrario, las puntuaciones negativas, como las observadas en Dinamarca (DK), Países Bajos (NL) e Italia (IT), señalan una actitud menos positiva hacia las cuestiones de defensa, lo que sugiere una menor inclinación a priorizar o hacer hincapié en estos temas. La magnitud de las puntuaciones de los factores proporciona una indicación de la intensidad de estas actitudes dentro de cada país. Por ejemplo, Grecia destaca como un país en el que las actitudes positivas hacia la defensa son especialmente fuertes. Por el contrario, Dinamarca, con la puntuación negativa más alta, presenta una inclinación hacia actitudes relacionadas con la defensa es notablemente débil.

En este sentido, países como Grecia, Portugal, Irlanda, Reino Unido, España y Francia manifiestan valores más cercanos en torno al apoyo a las fuerzas armadas. Sin embargo, no podemos afirmar que los factores que determinan estos niveles de cultura sean los mismos para todos los países. Por ejemplo, Grecia destaca como el país de la muestra con la puntuación más alta en cultura de defensa. Estos resultados coinciden con los datos del WBG (2024), que revelan que Grecia ha sido sistemáticamente uno de los mayores inversores en defensa de Europa. Desde el año 2000 hasta 2023, este país ha destinado, por término medio, el 2,7% de su PIB anual a gastos de defensa, lo que le convierte en el Estado europeo que más invierte en este ámbito en relación con su producto interior bruto. Aunque en la figura no se ilustra una conexión directa con la inversión específica en defensa, el constante dato positivo de la cultura de defensa de Grecia sugiere un sólido apoyo a las fuerzas armadas, el cual podría tener su origen en factores históricos, estratégicos o culturales no recogidos plenamente en las variables examinadas.

Por otro lado, Portugal es otro Estado que no solo refleja una actitud positiva en materia de defensa, sino que esta está profundamente arraigada en la historia del país. Esta conexión significativa entre la imagen social positiva hacia las Fuerzas Armadas en Portugal puede atribuirse a su papel democratizador durante la Revolución de los Claveles en 1974;en un período crucial de la historia política del país, el Ejército portugués desempeñó un papel vital para facilitar la transición a un sistema democrático; su intervención activa contribuyó a la consolidación de los valores democráticos y a la formación de una identidad nacional contemporánea (Ribeiro, 2018). Por lo tanto, la alta puntuación en cultura de defensa para Portugal no es simplemente un indicador aislado, sino una manifestación de cómo las experiencias históricas y la evolución política pueden dar forma a las actitudes contemporáneas del país hacia la defensa y la identidad nacional.

La proximidad de valores que muestran Austria, Bélgica y Luxemburgo parece acompasarse a su condición de países neutrales –Austria– o de baja percepción de amenazas –los dos restantes– en el contexto europeo. Este último factor coincide con las conclusiones parciales de trabajos muy recientes (Haesebrouck, 2024). Sin embargo, la proximidad de los niveles de Francia a cero, a pesar de ser positivos, podría indicar que la importante implicación de Francia en los asuntos de defensa europeos podría parecer más fruto de decisiones estratégicas dirigidas por sus élites y de la influencia de su industria militar que de una característica profundamente arraigada en la cultura social o de un apoyo generalizado por parte de la población.

Por el contrario, en cuanto a posiciones «negativas» o de rechazo, encontramos países como Alemania, Países Bajos y Suecia, donde existe una cultura política más liberal en asuntos internacionales. En el caso concreto de Dinamarca, es relevante destacar su postura, que se distinguiría por mantenerse alejada de una política de defensa común europea (Bueno, 2023). Este enfoque enfatiza la singularidad estratégica y de defensa del país, destacando una posición independiente frente a las tendencias más integradoras del contexto europeo de defensa. Esta perspectiva divergente añade una capa adicional de complejidad a la configuración de la cultura de defensa danesa, subrayando la importancia de considerar factores políticos y estratégicos específicos a la hora de analizar las actitudes hacia la defensa en el país.

Es esencial señalar que estas interpretaciones se basan en las puntuaciones factoriales derivadas del AFC de variables específicas relacionadas con la cultura de defensa. Los detalles matizados de estas actitudes y los factores contribuyentes requerirían un examen más pormenorizado –y actualizado– de las variables. Además, las puntuaciones extremas pueden justificar una mayor investigación para comprender perspectivas culturales únicas o posibles valores atípicos en el conjunto de datos.

Variabilidad en el apoyo a las fuerzas armadas tras la invasión de Ucrania

Examinando el componente cognitivo representado por la confianza en las fuerzas armadas, en la figura 5 comparamos el porcentaje de individuos que expresaron confianza hacia esta institución antes y después de la invasión rusa de Ucrania en 2022. Una observación inicial destaca la considerable variabilidad en esta medida entre los dos períodos temporales examinados. Consistente con investigaciones anteriores, sugiere que eventos de crisis que alteran las percepciones de riesgo tienden a incrementar el apoyo hacia las fuerzas armadas, reflejando una búsqueda de seguridad y estabilidad ante incertidumbres geopolíticas (Mader, 2024). Sin embargo, este aumento no es uniforme en toda la geografía. Alemania, por ejemplo, muestra la reducción más pronunciada en la confianza, con un descenso del 11,89%, mientras que Grecia experimenta una disminución del 7,65%. De forma similar, países como Portugal y España también muestran reducciones significativas, del 4,19% y 4,36% respectivamente. En contraste, Finlandia y Dinamarca, que tradicionalmente exhiben altos niveles de confianza en sus fuerzas armadas, no parecen verse significativamente afectados por los desarrollos recientes en el conflicto ucraniano.

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En la figura 6, analizamos el apoyo a la PCSD, un componente evaluativo crucial que mide el respaldo público hacia las iniciativas de seguridad integrada entre los estados miembros. Este estudio destaca una variabilidad significativa en el apoyo, no solo entre diferentes países, sino también en las mediciones temporalmente distanciadas respecto a la invasión rusa de Ucrania.

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Por ejemplo, Suecia exhibe el aumento más significativo, donde el apoyo escaló un 11,89%, de un 58,39% previo a la invasión a un 70,28% después. Además, se registran incrementos moderados en los países escandinavos, tradicionalmente reticentes hacia una política de seguridad común europea. Estos datos sugieren un reajuste en las percepciones de seguridad, posiblemente influenciado por la dinámica geopolítica emergente y que coincide con investigaciones recientes (Bueno, 2023). Por el contrario, estados miembros como Portugal, Irlanda y Bélgica presentan una disminución en su apoyo a la PSDC tras la invasión. Estas tendencias divergentes subrayan la complejidad de las respuestas nacionales frente a cambios significativos en el panorama de seguridad europeo.

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En la figura 7, examinamos el porcentaje de satisfacción con la respuesta del Gobierno a la invasión rusa, un indicador del componente afectivo que mide las actitudes hacia las acciones gubernamentales en tiempos de crisis. Observamos una notable heterogeneidad entre los países: Dinamarca y Finlandia emergen como los más satisfechos, mientras que Grecia y Alemania presentan los niveles más altos de insatisfacción. En Alemania, por ejemplo, apenas un tercio de los ciudadanos se muestra satisfecho con la actuación de su Gobierno frente a la invasión.

La variabilidad observada en el apoyo a las medidas de defensa, en la confianza en las fuerzas armadas y en la satisfacción con las acciones gubernamentales en respuesta a crisis geopolíticas resalta la naturaleza compleja de la cultura de defensa en la UE. Nuestro análisis indica que no existe un patrón uniforme en las orientaciones hacia estas dimensiones, lo que sugiere que la integración de estas respuestas variadas es crucial para una comprensión exhaustiva de la cultura de defensa de una comunidad. Dicha variabilidad puede ser problemática cuando se intentan utilizar indicadores individuales para evaluar la cultura de defensa. Métricas aisladas como la confianza en las fuerzas armadas o el apoyo a la PSDC podrían fallar en captar las visiones matizadas y a veces contradictorias que constituyen la cultura de defensa más amplia. Por ejemplo, mientras que los países escandinavos tradicionalmente exhiben alta confianza en sus instituciones militares, pueden simultáneamente mostrar actitudes cautelosas hacia políticas de defensa europeas más amplias, un matiz que las evaluaciones de una sola medida podrían pasar por alto.

Por otro lado, estas diferencias temporales revelan que, si bien las actitudes hacia los objetos de defensa están arraigadas, pueden también ser susceptibles a influencias externas significativas como crisis y guerras. Utilizando datos desde el año 2000, observamos que ciertas actitudes han permanecido estables en algunos países, mientras que, en otros, eventos recientes como la invasión rusa de Ucrania han provocado cambios notables. Esto subraya la importancia de considerar la temporalidad al evaluar la cultura de defensa, ya que las actitudes pueden ser profundamente influenciadas por el contexto geopolítico. Por lo tanto, nuestro modelo propuesto de cultura de defensa, que integra diversas dimensiones, proporciona una herramienta más efectiva para capturar la compleja interacción entre actitudes estables y las respuestas a las crisis. Este enfoque multidimensional no solo mejora la robustez de las evaluaciones culturales, sino también facilita una comprensión más profunda de cómo las actitudes relacionadas con la defensa están estructuradas y cómo pueden cambiar en respuesta a los eventos geopolíticos.

Conclusiones

Este estudio resalta la importancia de comprender la cultura política de defensa europea para el desarrollo e implementación de políticas de seguridad y defensa efectivas. Partiendo de un marco teórico innovador, se ha analizado cómo las variables latentes fundamentales explican las diferentes dimensiones que constituyen la cultura de defensa en diferentes países. El modelo propuesto para medir la cultura política de defensa en países europeos captura las dimensiones subyacentes que moldean la opinión pública sobre políticas de seguridad y defensa en Europa. Aún con limitaciones, el modelo muestra buenos índices de ajuste, lo que indica su fiabilidad y validez como instrumento de medición. Los resultados destacan la importancia de comprender y analizar las dimensiones simbólicas y funcionales de las percepciones sobre las fuerzas armadas en la configuración de la cultura de defensa europea. La interpretación de las puntuaciones factoriales para cada país proporciona información sobre la heterogeneidad de las actitudes hacia cuestiones relacionadas con la defensa, reconociendo la cultura de defensa como un conjunto de subculturas en lugar de un elemento monolítico.

Este estudio muestra que la cultura de defensa es un indicador multidimensional, influenciado principalmente por percepciones relacionadas con la esfera militar. Nuestros hallazgos evidencian que factores sociodemográficos como la edad y el género, así como las preferencias ideológicas, tienen una influencia limitada en la configuración de la cultura política de defensa en Europa. Ello concuerda con estudios anteriores que apuntan en la misma dirección (Irondelle et al., 2015). Sin embargo, es importante reconocer las limitaciones inherentes a este estudio, que se derivan principalmente de dos factores. En primer lugar, la disponibilidad de variables es reducida, lo que limita la profundidad del análisis. En segundo lugar, la encuesta empleada en el análisis factorial introduce una restricción temporal. Como se destaca en nuestro estudio, actitudes como las examinadas son sensibles a eventos políticos e históricos (Davies, 1952). Con todo, los resultados descriptivos de los eurobarómetros de 2022 y 2023 permiten aseverar la coherencia del modelo. Así, nuestra investigación da un paso más en reconocer las diversas actitudes y subculturas dentro de la sociedad europea respecto a cuestiones de defensa, más allá de los eventuales estados de opinión pública. 

No obstante, para avanzar en nuestra comprensión y abordar las limitaciones inherentes de esta investigación, se pueden considerar varias recomendaciones para trabajos futuros. Primero, una expansión del conjunto de datos para incluir encuestas más recientes mejoraría la relevancia temporal del estudio, pues al considerar eventos geopolíticos contemporáneos capturaría el panorama evolutivo de las actitudes hacia la defensa. Además, con base en las puntuaciones externas mencionadas, la pregunta de investigación de este artículo –esto es, ¿qué cultura política de defensa existe en el seno de la UE?– podría abordarse desde un enfoque de método mixto, utilizando análisis cualitativos para profundizar en los eventos históricos y políticos que configuran la cultura de defensa. De igual forma, asumiendo la naturaleza dinámica de la política de defensa y cómo la cultura de defensa puede cambiar a través de la interacción de las distintas subculturas, futuras investigaciones podrían emplear un enfoque longitudinal para rastrear alteraciones en la cultura de defensa a lo largo del tiempo mediante encuestas repetidas en intervalos regulares para observar cómo evolucionan las actitudes.

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Notas: 

1-  Véanse: Ham, (1995); Wæver (1996); De Puig (1997); Parzymies (1999); Kirchner y Sperling (2000). 

2- Véanse: Bickerton et al. (2011); Haine (2012); Fiott (2015 y 2022); Tardy (2018); Barbé y Morillas (2019); Angelucci e Isernia (2020); Håkansson (2024).

3- Véanse: Meyer (2005); Giegerich (2006); Biava et al. (2011); Schmidt y Zyla (2013a); Gavras et al. (2022).

4- Véanse: Cornish y Edwards (2001 y 2005); Rynning (2003); Biava (2011); Schmidt y Zyla (2013b); Ghalehdar  (2021).

5- Véanse: Eichenberg (2003); Peters (2014); Isernia y Olmastroni (2015); Irondelle et al. (2015); Mader et al. (2020); Schilde et al. (2019); Wang y Moise (2023); Haesebrouk (2024); Mader (2024).

6- Véanse: Biava et al. (2011); Gavras et al. (2022); Giegerich (2006); Biehl et al. (2013).

7- Véanse: Libel (2020a y 2020b); Tappe y Doeser (2021); Gavras et al. (2022); Mi (2022).

8- Véanse: Snyder (1977); Segal (1985); Gray (1999).

9- Véanse: Latham (1998: 131); Edwards (2006); Gariup (2009).

1o- Véanse: Berger (1998); Pirani (2014; Lantis y Howlett (2016); Wasinski (2017).

11- Esta propuesta se deriva de Bueno et al. (2023), validada para el caso de España por Remiro et al. (2024).

Palabras clave: cultura de defensa, cultura política, Unión Europea, Política Común de Seguridad y Defensa (PCSD), análisis factorial exploratorio (AFE), análisis factorial confirmatorio (AFC)

Cómo citar este artículo: Bueno, Alberto y Remiro, Luis. «¿Unidos en la diversidad? Un modelo para medir la cultura política de defensa en Europa». Revista CIDOB d’Afers Internacionals, n.º 137 (septiembre de 2024), p. 89-116. DOI: doi.org/10.24241/rcai.2024.137.2.89

Revista CIDOB d’Afers Internacionals, nº 1367 p.89-116
Cuatrimestral (mayo-septiembre 2024)
ISSN:1133-6595 | E-ISSN:2013-035X
DOI: https://doi.org/10.24241/rcai.2024.137.2.89

Fecha de recepción: 12.02.24 ; Fecha de aceptación: 09.05.24