Tercer mandato de Merkel: ¿Qué esperar?
Elina Viilup
Investigadora principal, CIDOB
27 Septiembre 2013 Opinión CIDOB, nº. 206 / E-ISSN 2014-0843
Ningunas elecciones europeas se han seguido desde tan cerca como las últimas elecciones parlamentarias alemanas del 22 de septiembre. Dado que durante los últimos años la actuación de Europa ha venido marcada por la política alemana, parece claro que las preferencias de los votantes alemanes ya no son un asunto de interés exclusivamente nacional. Al igual que sucede, a otra escala, con las elecciones presidenciales en Estados Unidos en las que a todo el mundo le gustaría opinar sobre quién va a gobernar la nación más poderosa del mundo. El resultado de las negociaciones en curso para formar un gobierno de coalición (los demócratas cristianos podrían gobernar con los socialdemócratas y, en su defecto, con los verdes) tendrá repercusiones políticas, económicas y probablemente sociales en la vida de los ciudadanos de toda Europa. Alemania ha pasado de ser la potencia económica de Europa a ser un actor político poderoso en todos los niveles de decisión europeos. Es particularmente evidente que, cuando los estados miembros de la UE están tomando decisiones importantes sobre el futuro económico de Europa, hay un primus inter pares en la sala. Con el éxito de sus propias duras reformas y el desarrollo económico sostenido, la confianza de los alemanes ha crecido y quien una vez fuera un gigante tímido impone ahora su visión de Europa.
A pesar de que vivimos en una Europa cada vez más alemana, no significa que esta situación haya sido expresamente propiciada por el gobierno alemán. Sin duda, se enorgullecen de su éxito económico, pero nunca ha sido una política alemana deliberada tratar de imponerse en Europa o de "colonizarla ", como algunos sostienen. Por el contrario, Alemania se ha convertido en un líder renuente debido a la ausencia de otros líderes potenciales. Francia, su otra mitad estructural en el "motor europeo", que se encuentra en la base fundacional de la Unión Europea, sufre estancamiento económico y político. El motor franco-alemán, a diferencia del pasado, ya no funciona de forma eficiente, y como tal, el dominio alemán puede entenderse como un subproducto del fracaso francés de no saber estar a la altura.
Esto no quiere decir que Alemania no sea proeuropea. De hecho, Angela Merkel y sus gobiernos han sido de los más europeístas entre sus homólogos europeos. Ciertamente, Alemania puede haber centrado sus esfuerzos en garantizar que la condicionalidad se cumpla debidamente, pero también ha tendido una mano solidaria a sus socios en dificultades. Tal y como Joaquín Almunia, el comisario español, señaló acertadamente en una receiente conferencia en la sede de CIDOB en Barcelona –el gobierno alemán ha hecho y aún está haciendo por Europa más de lo que puede revelar públicamente a sus votantes. Uno puede preguntarse si esta es una estrategia política sostenible en el contexto nacional, aunque es difícil negar que ha proporcionado cierto éxito. Europa se ha mantenido a flote y vemos una modesta recuperación económica bastante generalizada. Angela Merkel tampoco es una neoliberal empedernida, como algunos de sus rivales europeos quieren etiquetarla. Su programa electoral incluía una parte importante de los problemas que tradicionalmente preocupan a los socialdemócratas y a los verdes, como el aumento del gasto social, el salario mínimo, el control del alquiler y el cierre de las instalaciones nucleares, entre otros.
“Alemania está bien”, éste ha sido el lema de liderazgo de Angela Merkel, y sus votantes están de acuerdo. Aunque los cristianodemócratas no lograron obtener la mayoría absoluta necesaria para gobernar en solitario, sí ganaron, por goleada, las elecciones. Se quedaron a cinco escaños de la mayoría absoluta, un resultado que superó incluso las previsiones más optimistas. No obstante, Merkel se ha visto debilitada por el hecho de que sus socios favoritos de coalición –los Demócratas Liberales– no obtuvieron representación en el Bundestag. Ahora, para formar gobierno, tendrá que mirar hacia los socialdemócratas (su preferencia) e incluso hacia los verdes.
Desde el punto de vista europeo, sin embargo, es dudosa la importancia que pueda tener el hecho de que no se mantenga una coalición de derechas. Angela Merkel ya ha declarado que las reformas en Europa deben continuar y que su compromiso con el programa de reforma económica no ha disminuido. Además, y en cualquier caso, a pesar de las diferencias de opinión en temas nacionales, se ha creado en Alemania un fuerte consenso político nacional sobre la forma en que Europa debe salir de la crisis.
Merkel comenzó a negociar con el Partido Socialdemócrata, el segundo partido con más escaños en el Bundestag, y ahora, al mismo tiempo, lo está haciendo con los verdes. Sigmar Gabriel, presidente del SPD ha dicho que la "gran coalición " no será automática, y que el éxito de las negociaciones dependerá de lo que los cristianodemócratas puedan ofrecerles a cambio. El SPD es comprensiblemente cuidadoso con el hecho de formar coalición, ya que durante la "gran coalición" de 2005 a 2009, fueron vistos como el “socio menor” y su popularidad sufrió mucho. Los socialdemócratas van a querer discutir principalmente los temas más controvertidos a nivel nacional, como por ejemplo el aumento de los impuestos. Esta vez, además, no van a dejar de lado temas europeos como el probablemente próximo tercer paquete de rescate para Grecia y las condiciones de la unión bancaria de la zona Euro, prefiriendo, por lo menos sobre el papel, una posición más solidaria con el resto de Europa. Sin embargo, mientras que las negociaciones serán difíciles, habrá que ver hasta qué punto los socialdemócratas están dispuestos a modificar el equilibrio actual. No hay que olvidar que las duras reformas de las que el gobierno alemán está tan orgulloso se llevaron a cabo bajo la cancillería socialdemócrata de Schröeder. Asimismo, durante la pasada legislatura, el SPD ha estado votando a favor de las propuestas de Merkel sobre temas económicos europeos, por lo que su crítica a la postura de Merkel suena un tanto hipócrita.
Tal y como la analista Ulrike Guerot señalaba en una publicación del ECFR, es importante recordar que la Alemania que los europeos quieren puede no estar en oferta. Mientras que los europeos pueden desear una Alemania que asuma un papel más sólido en el apoyo a la integración política y económica europea, el votante alemán no quiere más transferencias hacia Europa, ni financieras ni de poder. El elector tiene una visión clara acerca de lo que quieren que Europa haga: en líneas generales, seguir la receta de austeridad de Angela Merkel. Esta receta puede terminar diluida durante las negociaciones de coalición, por las razones mencionadas anteriormente, y el SPD puede lograr un enfoque más flexible en la austeridad o incluso empujar a Merkel hacia una mayor integración fiscal a nivel europeo. Hasta una coalición negro-verde no parece ahora tan improbable como antes. Sin embargo, no nos engañemos. El mandato renovado de Merkel se traducirá en más reformas dolorosas para el sur de Europa –antes de que se acuerde inyectar más dinero en las economías en crisis.